Latifa Benaziz / Activista marroquí de Amnistía Internacional y feminista
“El Tarajal me recuerda a Guantánamo”
Gorka Castillo 16/04/2019
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Nacida en Tetuán hace 49 años, Latifa Benaziz, activista de Amnistía Internacional, forma parte de la conciencia crítica de Marruecos y de una época –la represión ordenada por Hassan II para aplacar sus demandas autonomistas– que para miles de personas sigue siendo terrible. Sobre todo para las porteadoras. “Son mujeres con una enorme responsabilidad familiar procedentes distintos municipios de la wilayade Tetuán, muchas sin alfabetizar, que deciden entrar en este trabajo por una emergencia socioeconómica familiar y que han desarrollado un proceso de empoderamiento inaudito”, afirma.
Bereber hasta el tuétano, Latifa se subleva contra la explotación que sufren estas mujeres, tan normalizada en el decorado neocolonial que se sigue construyendo a este lado de la verja. Y para ello despliega una batería de argumentos que dejan entrever lo que vale. Benaziz es una investigadora social ilustrada y una feminista transparente, con voz propia, capaz de iluminar con palabras esa oscura valla que parte el mundo en dos de forma dramática e infranqueable. Hasta allí suele transportar su compromiso político y su certeza de que la conciencia social es un arma decisiva para desmontar un trabajo como el de las porteadoras que califica de “injusticia universal”. Quizá por eso se deja hoy la piel para frenar la degradación paulatina que padece un lugar que siempre fue inhabitable. Invitada por varias organizaciones sociales españolas a impartir una conferencia en Madrid sobre la situación de los derechos humanos en la frontera sur de Europa, reconoce que aunque a veces se le hace difícil soportar tanta penuria como la que sufren esas mujeres, se resiste a abandonar la causa. Y recalca: “Mi vida está en Marruecos. No me planeo trasladarme a otro país. La lucha en la que estoy embarcada se tiene que hacer sobre el terreno, en mi tierra. Puedes emigrar y lograr cambiar cosas, no lo discuto, pero el combate que libramos hoy está en el interior de Marruecos”.
Puedes emigrar y lograr cambiar cosas, no lo discuto, pero el combate que libramos hoy está en el interior de Marruecos
A punto de ampliar sus estudios con una maestría en Derecho Público por la Universidad de Tetuán, Benaziz es consciente de que la suya es una tarea oceánica que, en ocasiones, padece las punzadas de decepciones abisales. “La muerte de compañeras, por ejemplo. ¿Quién no recuerda a Batul al Hichu, la porteadora que falleció en una avalancha hace exactamente dos años? Pero hay más. También está la violencia y el desprecio que diariamente sufren por parte de la gendarmería marroquí y la policía española”, dice. Pero el poder hace oídos sordos y la frustración se multiplica. Ceuta es un puerto franco que no forma parte de Unión Aduanera Comunitaria y, por lo tanto, carece del estatus de frontera comercial europea. Una disposición especial del Acuerdo Schengen lo contempla como enclave para el tránsito de personas, algo que es continuamente vulnerado con la exportación camuflada que mercaderes sin escrúpulos realizan sobre los hombros de las porteadoras. “Es contrabando y mueve mucho dinero”, agrega Benaziz. En Ceuta no se aplican cargas impositivas a la llegada de mercancías por vía marítima, a excepción de una tasa local que fija con total autonomía el gobierno de la ciudad. Tampoco existe el IVA sino el IPSI, un impuesto similar que se aplica para grabar el intercambio de bienes del 0,5% al 10%. “Esta doble singularidad concede al enclave español una ventaja para el abuso humanitario con la complicidad de las policías aduaneras”, insiste Latifa. Para eso inauguraron en febrero de 2017 un nuevo trazo fronterizo por donde maquillar el libre acceso de un comercio fraudulento que para miles de personas es una condena que algunos denominan “costumbre”. Entonces, Latifa Benaziz se revuelve.
El Tarajal II. Frontera balizada por estacas de espinos donde decenas de mujeres acostadas en esteras sucias aguardan a que salga el sol para pasar directamente al polígono industrial y obtener allí el peso de sus sueños. Un tráfago diario sometido por la mafia a las leyes del mercado libre. “Regresan el mismo día, antes del cierre de la barrera –las 11 de la mañana– cargadas con fardos de 40 o 50 kilos a la espalda que si los pierden o son interceptados por la policía deben abonar al comerciante la mitad de su importe o trabajar gratis hasta saldar su deuda. Antes cobraban 15 euros al día pero ahora se ha puesto más duro y sólo les pagan 10. Son esclavas a las puertas de Europa”, denuncia.
Hemos logrado cambiar la Mudawana, la ley de la mujer; y han nacido movimientos de mujeres lo que indica que somos fuertes y estamos decididas. El problema es que pocos hombres nos ayudan
Hasta esa alambrada iba Latifa cuando era niña y veía a las porteadoras con sus miradas tristes. Las observaba en silencio atravesando la valla como hormigas jardineras cercadas por un paisaje vacío. Sin beber durante horas, durmiendo a la intemperie en perfecto orden. Aquello le dejó una profunda huella, una mezcla de “miedo y repulsión” imposible de sofocar. “Son 7.000 mujeres las que llegan cada mañana al lado marroquí pero sólo 2.000 entran en Ceuta. La imagen me recuerda a Guantánamo”, reitera con enfado. Sin embargo elude victimizarlas. “Es que no es propicio. Denunció la situación denigrante de su trabajo, algo que conocen bien el walide Tetuán y la delegada del Gobierno español”. No es la única que ha vuelto a alzar la voz. Un informe elaborado este mismo añopor las autoridades marroquíes censura sin ambages el trato vejatorio que su propia gendarmería dispensa a las porteadoras de la frontera. “Y recogen testimonios donde, entre otras muchas cosas, se constata cómo muchas de ellas se ven obligadas a dormir con pañales para no perder la fila y poder entrar en Ceuta”, explica esta mujer habituada a desenfundar el bisturí de la crítica. “Pero ser feminista y activista de los derechos humanos en Marruecos es complicado, sobre todo porque sigue habiendo factores poderosos que se amparan en leyes musulmanas para impedirnos progresar”, sentencia.
Aunque los ojos negros y el pelo ensortijado de esta socióloga contumaz alimentan su halo de misterio, se ríe con facilidad pero con cuidado para no perder el respeto. “Es que Latifa significa simpática”, remata con una carcajada. Integrante del Partido Socialista Unificado (PSU) presenta una trayectoria política y personal íntimamente trenzada por una educación familiar sin los prejuicios sexistas que constriñen a la sociedad de su país. “Crecí en un ambiente de izquierda donde jamás hubo discriminación. Tengo una hermana y dos hermanos y a todos nos criaron igual. Me considero una mujer libre. Soy crítica y trabajo para lograr una transformación positiva en Marruecos”, puntualiza.
Autora de un buen número de artículos sobre las porteadoras del Tarajal, Latifa Benaziz ha logrado reunir fuerzas para conformar una organización dedicada a ayudar a mujeres y niños en situación delicada y mantiene fluidas líneas de comunicación con las mujeres que trabajan en la frontera, a quienes suele invitar a encuentros multilaterales para descorrer el telón de la indiferencia. La última, el pasado 8 de marzo, en colaboración con organizaciones feministas españolas. Después, regresó a la frontera. “En general, estamos avanzando en temas de igualdad si lo comparamos con la situación que había hace una década. Hemos logrado cambiar la Mudawana, la ley de la mujer; y han nacido movimientos de mujeres lo que indica que somos fuertes y estamos decididas. El problema es que pocos hombres nos ayudan”, reconoce.
Y aunque el miedo es libre, algo íntimo le empuja a combatirlo, a no dedicarle demasiado tiempo para evitar el derrumbe del ánimo. “Todos los que defendemos los derechos humanos en Marruecos estamos en el punto de mira del Majzen –el poder en la sombra–. Sabemos que nos vigilan pero no me siento perseguida. Otra cosa son las manifestaciones de protesta. Ahí tengo miedo porque puede ocurrir cualquier cosa”, concluye no sin antes incidir en que las mujeres marroquíes han abierto ya la puerta a un cambio político “lento pero irreversible”. Las porteadoras del Tarajal esperan.
¡Hola! El proceso al procés arranca en el Supremo y CTXT tira la casa through the window. El relator Guillem Martínez se desplaza tres meses a vivir a Madrid. ¿Nos ayudas a sufragar sus largas y merecidas noches de...
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Gorka Castillo
Es reportero todoterreno.
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