“Queremos que el vecindario no sea sólo consumidor de cultura, sino también generador de ella”
La Escuela de Circo Social, Imaquinaria, Pares Sueltos y Trayectos forman parte del proyecto ‘Barrios Creando, Creando Barrios’ que busca democratizar el acceso a la cultura
Daniel Monserrat 18/04/2019
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Tienen claro que la cultura es un derecho humano y no solo están convencidas de ello sino que, como militantes que son, lo convierten en una realidad: “La cultura no la hacen las instituciones ni, únicamente, los artistas. La hacemos entre todas y todos, juntos, esa es nuestra forma de trabajar”. La que habla es Virginia Martínez, de Imaquinaria, una experiencia de Teatro Comunitario que hace posible la participación de cualquier persona en la actividad escénica. Este curso cuentan con dos grupos en el barrio de San José y otros dos en el Gancho. “Es una inclusión radical, no hay cuotas para la participación, no importa la experiencia, la edad, ni la condición. Tenemos personas de todo tipo y el grupo va fluyendo y creemos que ahí está nuestra fortaleza: unos pueden ahora, a otros se les complica la vida y lo dejan, otros vuelven… Eso que puede parecer una debilidad, para nosotros es una fortaleza”, explica Martínez, que desliza que cuentan con participantes desde los 6 hasta los 91 años.
Teatro Comunitario es solo uno de los proyectos que conforma “Barrios Creando, Creando Barrios,” un programa nacido hace dos años, bajo el paraguas del Ayuntamiento de Zaragoza, que agrupa a tres iniciativas más: la Escuela de Circo Social, Pares Sueltos y Trayectos. Su objetivo: contribuir al cambio social bajo el paraguas del arte y la cultura comunitaria.
La Escuela de Circo Social trabaja con niños y niñas en un solar habilitado para ello en el barrio del Gancho. “Es su espacio, la calle, y para nosotros es importante hacerlo así porque está muy vinculado a su día a día”, explica Ana Castrillo, una de las promotoras de esta iniciativa. “En El circo Espacio Abierto lo importante es la accesibilidad que ellos mismos encuentran y que no se le impone. Si tú pones en práctica ciertos talleres, que no corresponden con su día a día, no vienen. Ellos no van ir a un espacio cerrado cuando su vida está en la calle, una vez que salen del colegio. Para nosotros era una realidad que los niños y niñas querían esa libertad de poder ir o no y, en ese sentido, la intervención de los educadores de calle ha facilitado el programa. Es muy importante tejer esas redes con las propias entidades de los barrios”, asevera Castrillo, que pone el énfasis en su mejora social. “Es evidente esa evolución. Hace 50 años la infancia vivía más en la calle, pero ahora mismo sólo la población con necesidades de integración goza de estos espacios. Hay que buscar esas alternativas”. El éxito del programa ha hecho que El Circo Espacio Abierto se amplíe a otros barrios de la ciudad, como Delicias, y a impulsar Circo Acrobático en la Harinera, un programa de formación de dos años.
El proyecto de Pares Sueltos empezó como “una inquietud personal”, relata una de sus componentes, Violeta Fatás: “¿Qué pasa cuando en el teatro y sobre todo en la danza entran cuerpos que no son los que normalmente están, entran las personas con diversidad funcional? Y desde ahí vivimos una toma de conciencia, porque el derecho a la formación artística y a participar en la cultura es un derecho de todo el mundo que no es efectivo, en general, en el caso de las personas con diversidad funcional”. De ahí surgió su propuesta que, ahora mismo, dentro de Barrios Creando, Creando Barrios, está trabajando en tres zonas: Las Fuentes, San José y Oliver (donde cuentan con dos grupos), además de que han realizado talleres puntuales con entidades como la Fundación Down o con centros educativos, el Instituto María Moliner y La Salle Gran Vía.
Nati Buil es la directora de Trayectos que entró en este programa por su danza comunitaria, un proyecto que se creó en el 2010: “Concebimos la danza comunitaria como la que utiliza la danza y las artes en movimiento para la consecución de objetivos sociales, de salud pública, de inclusión, de integración colectiva y de participación social. Queremos ser un elemento que genere beneficio ciudadano y acercar la vivencia artística a todos los sectores de la sociedad, independientemente del origen y de la situación de vida que tengas”. En su caso, la actividad que realizan no es de convocatoria abierta, ya que se dirige directamente “a entidades que ya trabajan con grupos y queremos que esto alimente la conciencia cívica y la capacidad de asociarse. Son proyectos inclusivos, abiertos, pero siempre a través de grupos y colectivos. La creación está por encima del resultado. Se trabaja teniendo en cuenta no el fin, sino los procesos que son guiados por nosotras”, afirma Buil.
Proyectos todos que tienen claro cuál es el foco que quieren trabajar y que parten de una cultura comunitaria “que ha existido siempre pero que estaba invisibilizada. Partimos de esa convicción de que el arte es un derecho y que toda persona es creativa”, vuelve a hablar Virginia Martínez y, en ese sentido, “nosotras solo tenemos que poner los marcos para que esa creatividad se desarrolle. Tenemos que tomar lo artístico desde abajo, desde los vecinos, porque, precisamente, como es un derecho, no lo tenemos que delegar en los artistas sino que lo tenemos que asumir. Todo para que los vecinos no sean sólo consumidores de cultura, sino que sean también generadores de ella”. Una idea que comparte Ana Castrillo: “Desde el Circo Social tenemos claro que nuestro trabajo es para que sea la propia comunidad la que desarrolle el arte y en nuestro caso estos niños y estas niñas, que son los que viven, bailan y ocupan la calle”.
“Con Barrios Creando, Creando Barrios lo que hacemos es entablar relación con entidades de diversidad funcional que trabajan en la ciudad porque, a veces, no es tan fácil ofrecer una actividad artística y que venga gente con estas características. Hay mucho trabajo por hacer en este ámbito. Trabajamos en colaboración e intentamos abrirnos al barrio, que los talleres sean inclusivos realmente”, asevera Violeta Fatás. Con respecto a su trabajo en el día a día, asegura que “no es tan diferente cuando doy clases a chavales de instituto en los que no hay nadie a priori con diversidad funcional a cuando lo hago a un grupo en el que sí hay personas de ese perfil. Las claves son las mismas y tienen que ver con crear confianza en el grupo, con encontrar las maneras de comunicarse, buscar qué es lo genuino y los potenciales de cada persona, y jugar con eso”.
Virginia Martínez, por su parte, ahonda un poco más en su trabajo: “Muchas veces intentamos hacerle ver a la institución que necesitamos la posibilidad de ver qué pasa, qué pide el grupo, hacia dónde vamos, cómo nos relacionamos con el barrio… Teatro Comunitario es un proyecto muy territorial porque nos implicamos mucho en la vida del barrio, intentamos estar cerca de otras instituciones, colegios, asociaciones de vecinos y, juntos, generar cosas. Y en esa dinámica de mezclarnos, de dejarnos seducir y de seducir a otros, todo está abierto muchas veces a la incertidumbre”.
“La metodología –apunta Nati Buil– que utilizamos parte de que la experiencia artística sea directa y escénica. Las herramientas artísticas normalmente están asociadas a lo escénico pero, en nuestro caso, lo escénico no es lo principal y se utiliza como un elemento más para trabajar con las personas y ayudar a su desarrollo”.
“Barrios Creando, Creando Barrios es un programa que nació hace algo más de dos años y que reúne proyectos que ya estábamos trabajando en esta línea. No es que se inventase nada específico. Lo que hemos hecho ha sido enlazarlos y trabajar en diferentes barrios”, concluye Ana Castrillo, que apunta que, desde la Escuela de Circo Social, también han abierto una vía a “formar a formadores. Se trata de un programa para jóvenes que en un futuro puedan tener una línea quizá más pedagógica. Puede haber una vuelta y el alumno pase a ser formador. Nos parecía importante y positivo abrir también el camino a la ocupación laboral”.
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Daniel Monserrat
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