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Los candidatos posan antes del debate en Atresmedia.
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Fernando Broncano
El debate de Atresmedia ha permitido ver con más claridad las estrategias finales de los cuatro partidos. Me parecen reseñables algunas cosas que se han asentado a lo largo de estos dos debates. La primera y más importante es que el invitado de piedra, Vox, estaba determinando, en su silencio, la posición de las dos derechas. Rivera sabía que Vox le puede adelantar y quitar los diputados esenciales para tener una buena representación. Casado se jugaba aún más, la propia supervivencia del partido. Con esta presión no han podido ni siquiera razonar, han embestido con eslóganes y atropellos verbales, incluso o sobre todo entre sí, ante la posibilidad de un gobierno no-de-derechas.
Casado ha repetido los más manidos argumentos del PP de Aznar sin una sola idea novedosa o algo profunda. A Rivera le ha perdido el aplauso unánime de la prensa oficial a su hiperactuación del lunes. Ha interrumpido maleducadamente, hasta el punto de enfadar hasta a Ana Pastor. Ni siquiera han logrado estar convincentes en el previsible recurso al independentismo. Muy en su papel Pedro Sánchez, intentando sacar partido a las medidas del Gobierno, menos nervioso que el día anterior y muy dependiente de sus apuntes y datos. Mucho mejor aún Pablo Iglesias en su nueva imagen institucionalista y distante, al tiempo que ha recordado algunas verdades necesarias sobre feminismo, territorialidad olvidada y poderes oscuros. La carta de los médicos contra la consejería de Ciudadanos en Andalucía, que ha mostrado Sánchez ha sido, con mucho, la respuesta más certera y dolorosa a la verborrea del candidato de Ciudadanos. La izquierda ha ganado el debate, pero es de temer que Vox haya ganado muchos votos por la incompetencia de Casado y Rivera y constituya la amenaza más seria desde la transición.
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Mónica Santos
Pablo Casado y Rivera conocen bien a su electorado. La corrupción no les pasa factura. No necesitan buenas propuestas, datos para avalarlos... Lo único importante es que su electorado vea reforzados sus prejuicios y esa batalla (la del odio) la tiene ganada VOX. Creo que será Ciudadanos el que más votos pierda.
Sánchez es experto en decir una cosa y hacer la contraria. Mi pregunta es ¿qué parte del electorado de Unidas Podemos estará dispuesta a votarles para formar un cordón sanitario frente a la extrema derecha? Si creen que puede pactar con C's serán muy pocos.
Pablo Iglesias: Es el único candidato que ha estado a la altura en ambos debates. Tiene propuestas, frena el odio y se apoya en la declaración de Derechos Humanos. Y algo importante, no se le ve impostado como al resto.
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Emilio de la Peña
¿Quién ha ganado?
Pablo Iglesias. Se propuso conseguir que Sánchez moviera ficha y ha logrado comprometerle a que no buscará el pacto con Ciudadanos. Ha mantenido el tono de político experto y sensato, quizá como forma de atraer a más votantes. Ha sido capaz de exponer su programa en medio del vocerío. Y lo ha hecho con pedagogía, eludiendo números y términos farragosos. Y se ha permitido reconvenir a los demás por sus riñas. Ha mostrado la seguridad que los otros perdían en sus embestidas. Ganó en el primer debate, pero no estuvo en el núcleo de la discusión. Ha ganado en el segundo con más claridad.
¿Quién ha perdido?
Pablo Casado. Era el más necesitado en sacar rédito de los debates, porque se postula como el verdadero aspirante a competir con Sánchez por la presidencia del Gobierno. No ha dado la talla. Sólo ha sabido soltar argumentarios ya conocidos y plagados de mentiras. Su enfrentamiento con Rivera, su socio de Gobierno ha derivado en sainete en el segundo debate: uno a cada lado del escenario lanzándose reproches a distancia. Su actuación le pone en serio riesgo en beneficio de Vox.
Sánchez, que en el primer debate se salvó esquivando los ataques de la derecha, cambió en el segundo, en el que ha estado convincente y ha sabido responder bien a Rivera y Casado.
Rivera, por su parte, ha sido un candidato histriónico los dos días. Si en el primero pudo sorprender al resto en su papel de charlatán de feria, en el segundo no le ha funcionado. Se ha mostrado atropellado y mucho menos protagonista.
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Cristina Peñamarín
Hemos comprobado en estos dos días que son imprescindibles los debates electorales en TV, aunque falta mucho para dar con la fórmula más adecuada. De momento mejoran poco las posibilidades de la población electora de conocer suficientemente las alternativas, aunque permiten ver que para valorar a un candidato sus argumentos son tan importantes como su capacidad de presentarse como persona fiable y apta para liderar un país, o que los contenidos pesan tanto como las formas.
La coyuntura imponía dos bloques, izquierda / derecha, con un favorito, el presidente Sánchez, blanco de todos los ataques, muy encarnizados e irrespetuosos a su derecha. Derecha e izquierda trataron de demonizar a sus adversarios mientras comprimían en el escaso tiempo sus propuestas para el país. Al candidato de Unidas Podemos le quedaba la posibilidad, que su equipo asesor supo aprovechar muy bien, de adoptar el papel del fiel de la balanza y dirigirse al público de modo razonable, sosegado y argumentado.
Casado y Rivera llevaban bien preparados los argumentos y las fórmulas concisas y expresivas para captar el favor de su público potencial. Sánchez, por el contrario, no exhibió buenos recursos expresivos, lo que me parece el principal fallo de su equipo. No supo mostrar en fórmulas claras la estrategia de sus enemigos, que le niegan a la izquierda el pan y la sal, que hacen concesiones a la derechona respecto a las violencias machistas y, aun más grave, vetan al diálogo toda posibilidad de contribuir a la resolución de los conflictos de una España que de hecho es plural y diversa, como sólo Iglesias señaló.
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Steven Forti
Dos consideraciones previas: la primera es que hoy la utilidad de los debates electorales en la tele es escasa. ¿Mueven votos? No muchos. Ya no estamos en 1960 en el debate Kennedy-Nixon. Las redes sociales juegan un papel inmensamente mayor. ¿Se acuerdan de Cambridge Analytica? Pues eso. Verán lo de Whatsapp e Instagram este 28A. La segunda es que no cabe duda de que estos debates son una prueba de salud democrática en sí mismos. Y esto es bueno. Pero luego depende del contenido. Y aquí es donde las cosas más chirrían. ¿Ha sido un debate fructífero y de altura?
Voy al grano: tanto en TVE como en Atresmedia hemos visto a unas derechas desbocadas, faltonas, impertinentes, arrogantes. Sobre todo, Rivera que ha estado completamente fuera de sí, rozando lo patético en más de una ocasión (entre tesis y fotos enmarcadas). Y lo más grave es que hemos tenido que esperar a la mitad del segundo debate para que alguien (Iglesias) le dijese a Rivera que interrumpir cada dos por tres era un gesto profundamente maleducado, mientras los moderadores se han quedado siempre callados, cuando su rol pedía justamente que moderasen. Las derechas en su letanía monocorde (batasunos, Torra, etc.) han conseguido convertir el debate en un gallinero, mostrando que no tienen ningún proyecto de país, más allá de la recentralización y unas contrarreformas neoliberales que casan con las de Vox.
Si consideramos que estos debates son como un circo, el ganador ha sido sin duda el candidato de Ciudadanos, es decir el que más ha gritado. Casado se ha quedado en un segundo plano, bastante gris, con dificultades para salir del rincón donde lo tenían acorralado.
Las izquierdas han sido sin duda alguna las más responsables y respetuosas, también con el público. Sánchez ha salido bien parado de unos debates donde sólo podía perder; ha sabido mantener la compostura y hablar como un presidente de gobierno, comunicando lo que hizo desde que llegó a la Moncloa y mostrando una buena sintonía con Iglesias. El líder de Unidas Podemos ha mostrado paciencia, determinación, concreción, capacidad de comunicar, además de tener las ideas claras. Quizás le haya faltado un poco de empatía y una pizca de emoción, pero, en conjunto, ha sido el real ganador de ambos debates si nos atenemos a las formas y al contenido.
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Miguel Pasquau Liaño
A un debate preparado por asesores demoscópicos, y celebrado en dos actos, uno preparatorio y otro definitivo, cada candidato lleva unos deberes muy definidos, y el resultado debe valorarse en función del cumplimiento de esos deberes.
Desde ese punto de vista, tengo la impresión de que quien ha hecho pleno ha sido Pablo Iglesias, quien con mucha probabilidad ha conseguido, por un lado, tapar fuga de votos hacia el PSOE, incluso recuperar alguno que ya había perdido por ese flanco, y sobre todo movilizar un voto propio que podría haber caído en la abstención por falta de estímulos. La cuestión es que, en balance global, probablemente ese “éxito” de Iglesias lo sea también de Sánchez, que necesita a un Podemos que dispute restos de votos a C's y PP, para así apurar el voto de izquierdas y aspirar a gobernar sin independentistas.
En la frontera Sánchez/Rivera, creo que, con independencia de la pobre y auto-contenida puesta en escena de Sánchez, éste sale fortalecido, porque la intensa actuación de Rivera va a provocar cierta movilización de los suyos, pero seguramente más rechazo (y por tanto movilización) de los que ya eran proclives a apoyar al PSOE como partido “no de derechas”, que no compran el mantra de que el PSOE se vaya a prestar a “liquidar España”.
En cuanto a la frontera entre Casado y Rivera, el orden de los debates ha sido decisivo: el resultado, tras el segundo, creo que es netamente favorable a Casado, pues el electorado conservador no suele dejarse llevar por los recursos efectistas y nerviosos, y sí por el “voto útil”.
Por último, en cuanto a las fronteras con Vox, no estoy seguro de que a Abascal no le haya venido bien no participar en los debates, en la medida en que ha quedado “intacto” y no se ha visto obligado a explicar el alcance de algunas de sus propuestas, lo que habría podido o bien enfriar el voto forofo, o bien espantar al voto del “no será para tanto”.
En síntesis, y teniendo en cuenta que en este proceso electoral más que el “afecto” puede llegar a contar el “rechazo”, creo que el perfil bajo de Sánchez y el moderado de Iglesias, unido al cambio de estrategia de Casado entre el primero y el segundo debate, el resultado será de movilización del voto de izquierdas (por la sobreactuación de Rivera y la actuación de Iglesias) y de blindaje del voto del PP como fuerza principal de la derecha. Y, sin duda, una mayor participación en ambos bandos.
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