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Entre la derecha cínica de Ciudadanos, la derecha tosca de Vox y la derecha torpe y corrupta del PP, el PSOE, en el centro, parece un oasis de sinceridad, buenas intenciones y eficacia inteligente, lo que no quiere decir que esté exento de pecados, para utilizar el lenguaje tradicional. Con Pedro Sánchez ha recuperado las raíces de la socialdemocracia de sus orígenes, olvidadas y tergiversadas por los sucesivos gobiernos socialistas, del inmediato pasado, cobardes hasta la demagogia y con las manos vacías. Dos o tres ocasionales aciertos no justifican la larga lista de sus claudicaciones y de sus traiciones a su signo político, pintado en la pared. La dicotomía Felipe González y Alfonso Guerra, como un juego convenido, no engañó a nadie. Las puertas giratorias cumplieron su función, también con ellos, como una costumbre enraizada. Ha sido suficiente que la socialdemocracia española, en su proyecto de Presupuestos sociales, que ha desenmascarado a sus enemigos políticos, levante una discreta esquina del velo de la esperanza –perdón, por la retórica–, para que arrase en las últimas elecciones democráticas, con un insospechado resurgimiento de la confianza electoral, con algo de movimiento sísmico, de alta graduación, llevándose de calle a todos los partidos del arco parlamentario, fijos en sus viejas obsesiones. Porque la historia, como la meteorología, nunca tiene leyes fijas, a pesar del oro norteamericano y de la burda dialéctica del presidente Trump. El PSOE volverá a gobernar, con una mayoría relativa, lo que, en los últimos meses, acosado por todas partes, con insultos incluidos, como es habitual en la derecha española, parecía inimaginable. Esto confirma que la ilusión de la esperanza es también necesaria en política. Las encuestas, sobre las elecciones del día 26, repiten la mayoría del PSOE, lo que vendría a asegurar este renacimiento socialdemócrata en España, que falta le hace. Es evidente que nadie quiere la revolución, un tanto ingenua, que la socialdemocracia nunca ha pretendido; pero tampoco la deriva de la injusticia sin salida, los abusos económicos permanentes, sin freno, ni el aumento desatado de la brecha social. Al menos, el PSOE actual se ha llevado el gato al agua.