Obituario
Pierde el carnaval, perdemos todos
Juan Carlos Aragón fue una gran figura de una de las generaciones más influyentes, más enérgicas y más libres a la hora de hacer carnaval y también de las más combativas y comprometidas
Paco Cano 20/05/2019
Juan Carlos Aragón, caracterizado como Capitán Veneno en el Carnaval de Cádiz de 2008.
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Pero el grito de la gente / es tan fuerte que resuena
más que ninguna cadena / y más que la hoja de un diario
más que la leche que mamaron / que ahora se les está indigestando
en sus entrañas / viendo que el pueblo de España
Se está uniendo desde abajo
(Juan Carlos Aragón)
Si existe algún artefacto sociocultural colectivo que sea capaz de encontrar resquicios y abrir brechas en “lo políticamente correcto”, capaz de influir positivamente en el pensamiento de la gente y hacerlo con humor, creatividad artística y sin pretensiones elitistas ese es el carnaval de Cádiz.
Si el arzobispo de Toledo quiere aumentar su listado de irreverentes zurdos y pelirrojos, puede darse una vuelta por el sur del sur español cada febrero y enriquecerá sustancialmente su colección. Si hay un olvido central en el catálogo de heterodoxos de Menéndez Pelayo son los autores carnavaleros gaditanos. Y autoras. Si existe una herramienta ciudadana de rebeldía, de expresión valiente y capaz de construir pensamiento crítico –y autocrítico- es un pasodoble o un cuplé de carnaval. Si a algo le temen los políticos locales y, cada vez mas los nacionales, es a la ironía y al sarcasmo hiriente de una cuarteta. Y si no me creen, les pido que lean estas letras. Me centro en las letras rebeldes y comprometidas y dejo el humor y la ironía para otra ocasión. Luego les cuento más.
¿Andalucía? “Si este pueblo se disparata /con la boda de un matavacas / y la niña de una duquesa, / si este pueblo se le arrodilla / a una espada y a una mantilla, /este pueblo me da vergüenza”.
¿El rey? “No hace falta defender / el color republicano / es simplemente que usted / es cómplice de un tirano / Ponga su corona / a voluntad del pueblo / póngala para que la votemos / si es que no le faltan huevos”.
¿Las cloacas? “ Pero mira tú por dónde / que el banquero millonario / el patrón y el empresario / y el ministro impertinente / están dándose la mano / con más miedo que vergüenza / esperando que la prensa / pare el grito de la gente”.
¿Cayetano Martínez de Irujo? “Yo soy de los andaluces / que al traje de luces, caballo y la copla / le tienen puesta la cruz / porque es el símbolo andaluz de la derrota. / Yo no aguanto que tu madre / vieja, rica y desperfecta / sea la hija predilecta de toda mi Andalucía…Esa es la mitad de mi Andalucía / de la que como andaluz yo maldigo y reniego / pero no aguanto que un chulángano /aristócrata y parásito / se pase con mi pueblo…”
¿El mundo? “y si es que en mi corazón, / queda un poco de amor y solidaridad / más allá de mi ruina / si hay que ponerse a llorar / lloraré por Palestina / por los niños que asesinan / y que nunca son vengados / por cada campo de refugiados / y cada ahogado que escupe el mar”.
A estas palabras –comprometidas y directas, ¿no les parece? – les vamos a poner música en los links de abajo para que entiendan mejor la fortaleza de los mensajes, la llegada portentosa que tienen sus reivindicaciones; y comprendan cómo y por qué el carnaval es capaz de crear conciencia política colectiva.
Podría seguir con más ejemplos, pero me urge aclarar que todas estas letras y las que vienen son del mismo autor, Juan Carlos Aragón; uno de los creadores carnavalescos que más influencia ha tenido en toda una generación y en el pensamiento común de Cádiz. Quizás esto les ayude a entender algunas ideas que sobre la ciudad, su gente y su gobierno local han arraigado en el resto de España. Cádiz se articula, también, a través de cultura del pueblo. Lo simbólico-cultural reside en ese objeto que es el carnaval. El sujeto que se configura a través del carnaval y que a la vez lo produce es, somos, gran parte de la ciudadanía; uno de ellos, el propio alcalde.
Juan Carlos Aragón falleció el viernes pasado a los 51 años, dejando en la ciudad vacíos creativos, orfandades ideológicas y una idea mitificada de anarquista insurgente, de periférico y de loco –así le llamaban, el loco– que no se casaba con nadie. Disparaba a diestro y siniestro pero no sin reflexión previa. Para él sin pensamiento no había creación. Aragón era licenciado en filosofía y profesor de la pública. Por cierto, activista del sindicato de educación Ustea del que también salieron Teresa Rodríguez y Kichi.
No es mi intención recrearme en el personaje, que da para varios libros, sino en la obligación del carnaval de transmitir posición crítica y, por lo tanto, en la capacidad que tiene para crear pensamiento político; y en particular, en la capacidad que tenía el propio Juancarlos (en Cádiz con decirlo así es suficiente. Ni emérito ni nada; Juancarlos, en Cádiz, es Juan Carlos Aragón). Tras su fallecimiento se declaró un día de luto oficial y en otras ciudades, como Huelva, hubo emotivos reconocimientos públicos.
Una letra suya que refrenda esta intención de compromiso popular en las artes y que se enfrenta a la idea de una cultura desactivada y con nula capacidad política es esta dedicada a cantantes prefabricados –alusión a Alejandro Sanz incluida: “Para que escuchen tu canto / tú cantas canciones que hablan de amor / con ritmo de chunda chunda / y tu cara de plástico / que hay que vender / Para que escuchen tu canto / fabricas un timbre que suena divino, / con aire flamenco / y acento latino, / igual que un millón / Y al cantar la canción / te me quedo mirando, / sin saber si aplaudir / o pedir que te calles”.
Pasodoble que acaba así: “No vaya a ser que tu canto, / en vez de a las quinceañeras, / llegue a las entendederas de los universitarios, / y al joven revolucionario, / que está tan huérfano de artistas y cantantes, / no vaya ser que se cante / con el puño que se alza / como un himno de esperanza / de los que ahora no hay. / Pablo, Alejandro, David, / que vuestro silencio es cómplice de la miseria, / a ver si os mojáis, / que los poquitos que cantan / y enseñan los dientes en este país / somos los de Cai.”
Las coplas fueron una herramienta de supervivencia en tiempos carentes de libertad y fueron y son la expresión de una sentimentalidad comunitaria que se basa en la rebeldía, en el humor, en el absurdo y en la crítica manifestada en todos sus gradientes posibles. Las coplas construyen el relato épico de subsistencia y de orgullo de la gente y lo hace en forma de hecho cultural, estético, artístico y político. El gran cambio reside en que hoy, ese relato tiene la capacidad de influir socialmente.
Que quede claro por tanto; el Carnaval, sus coplas, es un elemento sustancial de creación de hegemonía. Destinadas a la gente, al pueblo, las coplas parten del lenguaje común (“versos compuestos en lengua vulgar / en la lengua que cantaban mi padre y mi abuelo”) y del sentido común (“el folklore de la filosofía”, “la filosofía de los no filósofos” según Gramsci). También era Gramsci quien decía que los elementos principales del sentido común eran suministrados al pueblo por las religiones –eran otros tiempos– y que de ahí que la relación entre religión y pueblo fuera más íntima que la que proporcionaba los sistemas filosóficos de los intelectuales.
En Cádiz, la religión es el carnaval “No es una fiesta más, / ni una feria de tantas / Es un modo de estar de la gente de Cádiz, / que hace de su cantar, / su semana más santa, / su semana de gloria, de olvido y pasión / Y como tal religión, / tiene oración, culto y profetas, / canto, castigo y perdón, / resurrección, música y letra”.
Uno de estos profetas era Juan Carlos Aragón, quien junto a Jesús Bienvenido, García Argüez, Martínez Ares, Tino Tovar y Vera Luque (por orden alfabético y mezclando modalidades) han conformado una de las generaciones más influyentes, más enérgicas y más libres a la hora de hacer carnaval y también de las más combativas y comprometidas. Ellos son altamente responsables, sin duda, de la situación política que vive la ciudad. Juan Carlos era el más irreverente y el más heterodoxo de todos. Por eso el carnaval –que es irreverencia y excentricidad– ha perdido tanto, por eso la ciudad ha perdido tantísimo y por eso, en Cádiz, estamos de luto.
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Paco Cano
Mis ciudades: Cádiz, Madrid, NY, Washington DC y, ahora, Barcelona. Mis territorios: las políticas culturales, la articulación ciudadana, los cuidados y el común.
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