Tecnología contra el dopaje
Los avances en los sistemas de detección unido al almacenamiento de las muestras durante más años ha permitido descubrir más casos de positivos, aunque la trampa sigue yendo por delante de la ley
Ricardo Uribarri 19/06/2019
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Cada vez que sale a la luz un nuevo caso de dopaje es una mala noticia para el deporte. Pero al mismo tiempo supone que hay un tramposo menos en la competición y que el sistema ha conseguido descubrirlo. Los avances de la tecnología son el mejor aliado para acabar con esta lacra pero cabe preguntarse si son suficientes o si hay que admitir que nunca se podrá erradicar del todo. Sucede, además, que el tiempo que transcurre desde que se comete el delito hasta que es detectado es en ocasiones demasiado largo, lo que supone un grave perjuicio tanto para la credibilidad de las competiciones como para los afectados por este hecho.
Algunos ejemplos de esta situación los hemos vivido en los últimos días. Han tenido que pasar ocho años para que la Unión Ciclista Internacional finalizara el proceso que demuestra que las anomalías detectadas en el pasaporte biológico del ciclista español Juanjo Cobo en 2011, cuando obtuvo el triunfo en la Vuelta a España, fueron provocadas por el uso de una sustancia prohibida. Le ha retirado la condición de ganador y le ha sancionado con tres años de inhabilitación, una medida de nulas consecuencias deportivas para una persona que lleva retirado desde 2014. Siete años ha tenido que esperar el piragüista mallorquín Sete Benavides para que le concedan una medalla de bronce correspondiente a los Juegos Olímpicos de 2012 tras la descalificación del lituano Shuklin, que acabó segundo la prueba, por dopaje.
De hecho ya van 33 metales de esa edición celebrada en Londres que se han retirado por doping, de las cuales se han reasignado 28, incluyendo la última del palista español. A la espera de recibir una de bronce está también la saltadora Ruth Beitia tras confirmarse el positivo de una competidora rusa. Entre los Juegos de Atenas, Pekín y Londres los deportistas españoles suman ya cinco medallas olímpicas asignadas en diferido por esta causa. A fecha de 28 de mayo de 2019, el Comité Olímpico Internacional reconoce 230 casos en los que se han infringido las normas antidopaje en los Juegos Olímpicos de verano. Hasta el 2000 todos fueron descubiertos durante la competición. Desde la edición de 2004 empezaron a funcionar técnicas para poder descubrir situaciones de dopaje tiempo después. En ese año se contabilizan cinco episodios a posteriori. Pero en la de 2008 ya se registran 65 reanálisis positivos después de los Juegos por sólo siete casos durante su celebración. Y en la de 2012 hubo 58 encontrados más tarde por nueve en el momento.
El Código Mundial Antidopaje cambió en 2015, ampliando de ocho a diez años el plazo de prescripción para el descubrimiento de cualquier tipo de infracción de las normas antidopaje (empezó siendo de tres años), de tal forma que las autoridades puedan almacenar durante ese tiempo las muestras tomadas a los deportistas en su día, aprovechándose de los adelantos en los métodos de detección para detectar sustancias que antes pasaban desapercibidas. Esta situación, que supone un adelanto en la lucha contra el fraude, explica al mismo tiempo la demora actual en la confirmación de muchos positivos. El COI ya anunció que no iba a reasignar de forma automática las medallas cuando descubra casos de dopaje en los deportistas, algo que sólo se produce después de que se hayan agotado todos los recursos y cerrado todos los procedimientos.
Con estos parámetros cabe preguntarse en qué momento estamos de la lucha contra el dopaje. El médico experto en medicina deportiva Ignacio Romo, señala a CTXT que “hay que ser consciente de que la trampa va siempre por delante de la ley. Uno de los casos más claros fue la EPO, que apareció en los años 80 y no fue detectada hasta 2002. Pero pese a ello soy bastante optimista porque creo que ese margen entre que se produce la trampa y se descubre se ha reducido mucho por dos razones. Una de ellas son los controles sin previo aviso, hechos al azar, donde los deportistas no saben que van a ser controlados y de hecho tienen que comunicar su paradero en todo momento. Y también las sanciones retrospectivas. El que ocho años después se pueda volver a analizar una muestra que en su día no dio positivo pero con los procedimientos actuales de detección puede que sí lo haga. Eso debe actuar como un método de disuasión. Estos dos factores han permitido un avance muy importante en este asunto, aunque es cierto que por cada positivo que sale a la luz, seguro que todavía hay otros que no son descubiertos”.
Eliminar a corto plazo la posibilidad de que siga habiendo tramposos parece complicado porque, entre otras cosas, sigue habiendo sustancias que son indetectables por mucho que mejore la tecnología. Así lo cree Romo, que explica que “siempre hay sustancias que no se detectan o cuestan más y siempre hay gente que juega al límite y por fuera de la ley”. Una de las últimas formas de dopaje es el genético, en el que se engloban los péptidos, que son sustancias como el GHRP-6 que aumentan los niveles de la hormona de crecimiento y por consiguiente la fuerza muscular. Entre ellos está también el TB-500, que favorece la recuperación de lesiones musculares y tendinosas. “No hay que olvidar las microdosis de EPO”, añade Ignacio. Su huella desaparece pronto y es muy difícil de descubrir. Hace pocos días se ha conocido que el laboratorio antidopaje francés ha desarrollado un método para detectarlas hasta 48 horas después de su administración en lugar de las 24 actuales.
Tal vez por esta problemática, Romo no vería mal “que se alargaran los plazos de tiempo en los que se puede guardar una muestra de un deportista. Porque no reanalizar una muestra tomada hace 15 años. Si no ampliamos un poco más de tiempo puede que haya deportistas que se libren y de la otra manera se podrían desenmascarar a más tramposos. Cuanto más tiempo permitas para hacer ese reanálisis más posibilidades hay de detectar sustancias”.
Además de los avances en el aspecto científico, en la batalla contra el dopaje hay que tener en cuenta la situación normativa y el papel que juegan los organismos que deben velar por la limpieza en el deporte. A Alberto Yelmo, Doctor en Derecho y miembro del equipo de litigación del bufete Ernesto Díaz-Bastien & Asociados, le preocupan especialmente dos cuestiones. Una, a nivel internacional, es el papel que juegan las Agencias Nacionales Antidopaje. Se muestra crítico con ellas “después de ver lo que se descubrió en el caso de Rusia, donde se utilizó al Gobierno para en connivencia con el laboratorio ocultar los positivos de sus deportistas, y de comprobar cómo está pasando algo parecido en Rumanía, en Kenia y seguramente en más países. No puede ser que la lucha de los gobiernos contra el dopaje se realice a través de agencias nacionales que lo que realmente están haciendo es encubrir los casos que hay. Son agencias que están sometidas y subvencionadas por el propio gobierno y por eso hay determinados casos que no interesa que salgan a la luz. Es una incoherencia. Uno de los problemas que ha tenido la Agencia Mundial Antidopaje desde que se creó en 1999 es la falta de control y supervisión que ha tenido sobre las agencias nacionales. La situación de Rusia se ocultó muchos años porque la Agencia Mundial no sabía qué hacer con la denuncia que había sobre ella o porque directamente prefería que no se descubriera”.
La segunda cuestión es a nivel nacional y tiene que ver con la sentencia del Tribunal Administrativo del Deporte que revocó la sanción al ciclista Ibai Salas por anomalías en su pasaporte biológico, dejando sin validez esta prueba como elemento sancionador en España, lo que pone a nuestro país en una situación difícil con la Agencia Mundial Antidopaje al no cumplir con su Código, un hecho que puede acarrear una sanción. Yelmo opina que esto nos deja “a la cola en la lucha contra el dopaje a nivel internacional, como estábamos cuando se creó la actual Agencia Española de Protección de la Salud en el Deporte (AEPSAD) en 2013. Después de unos años en los que la lucha contra el dopaje empezaba a remontar en nuestro país, volvemos al punto de partida. No tenemos credibilidad porque sabiendo que el pasaporte biológico es un instrumento fundamental, el Gobierno ni siquiera se ha preocupado de regularlo desde el año 2017, que es cuando existía la obligación de hacerlo. La imagen que estamos dando es que la lucha contra el dopaje en la alta competición no interesa”.
La Agencia Mundial Antidopaje ha recurrido esa resolución tanto ante el Tribunal Contencioso Administrativo en España como ante el Tribunal de Arbitraje Deportivo en Suiza, “lo cual –afirma Yelmo- da una idea de lo perdida que está la AMA porque tienes que hacerlo en un solo foro no en dos sitios distintos. Creo que el TAS va a decir que no es competente porque es un caso de un ciclista nacional que no tiene nada que ver con la Federación Internacional, y el Contencioso Administrativo cuando vea el expediente y compruebe que no hay pruebas, y que se ha utilizado un instrumento que no está regulado, confirmará la decisión del TAD. En España tenemos una legislación desarrollada y completa que ayuda a la lucha contra el dopaje y que además es garantista. El problema es que no somos capaces de aplicar los procedimientos tal y como están recogidos en la ley. Y no se puede actuar saltándotela”.
La estructura de los organismos que luchan contra el dopaje a nivel internacional incluye a la Agencia Mundial Antidopaje, sufragada a medias por el COI y por los países, que se encarga de definir el dopaje, las sustancias prohibidas y establecer quién se ajusta a las normas; la Agencia Internacional de Control, que se ocupa de cuándo, cómo, dónde y a quién realizar los controles; y el Tribunal de Arbitraje Deportivo, que es el que impone las sanciones. Un abanico de instituciones que Juan Antonio Samaranch Jr., vicepresidente del Comité Olímpico Internacional, pone como ejemplo de que el organismo al que representa se preocupa por la lucha contra el dopaje y que le hace afirmar que “si funciona este nuevo sistema de división de poderes, impulsado y financiado por el COI, el dopaje debería ser pronto un problema del pasado”. Una visión optimista a la que Ignacio Romo le pone un cierto contrapunto. “Soy de la idea de que estamos viviendo el deporte más limpio de los últimos 40 o 50 años pero, por desgracia, creo que el dopaje nunca será un problema del pasado porque la trampa está dentro del ser humano, como la corrupción y el intento de saltarse algunas leyes”.
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Ricardo Uribarri
Periodista. Empezó a cubrir la información del Atleti hace más de 20 años y ha pasado por medios como Claro, Radio 16, Época, Vía Digital, Marca y Bez. Actualmente colabora con XL Semanal y se quita el mono de micrófono en Onda Madrid.
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