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Summer is coming

España, escenario de recreaciones medievales

Juan José Santos Mateo 7/07/2019

<p>Imagen del montaje <em>Hacia lo salvaje.</em></p>

Imagen del montaje Hacia lo salvaje.

Cristina Lucas

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Then one day in Clacton there's a re-enactment
Of Normans and Saxons, and this
Gets their juices flowing, before long they're going
And fighting like it's 1066!

Norma and Norman, The Divine Comedy

¡Criuuej! Una cabeza menos. ¡El cabrón se lo merecía!, grita la audiencia, esta vez reforzada con la excepcional presencia de mujeres, a las que se ha dado permiso para admirar ese ajusticiamiento público en la plaza mayor de Trujillo. Los más bajitos se han perdido el degollamiento, además de sufrir las sofocantes emulsiones de los sobacos de los altos. La peligrosa combinación de calor y ropas de lana de oveja sin mangas es tan inclemente como la afilada navaja de la guillotina. El hashtag es #aheadofhistimes

La solana empieza a apretar, y entre el vino de pitarra y los ecos del “Venao” de la orquesta del pueblo me quedé dormido abrazado por un ejemplar de La Nueva Edad Media1. Mi sueño era tan realista como una película en 4D. Deliré durante horas con una España en retrofuturo, cuyos habitantes, arropados por la más alta tecnología, coexisten disfrazados en una recreación medieval constante, veinticuatro horas al día, siete días a la semana. Esto es lo que recuerdo de mi sopor estival:

Los hombres representaban diversos oficios manuales, como herreros, alfareros, curtidores, toneleros, joyeros, drogueros, masajistas, canteros, encuadernadores, orfebres, alpargateros, iluminadores, vidrieros, titiriteros, médicos, destileros, barberos, molineros, pastores, panaderos, queseros, mercaderes, carniceros, trovadores, constructores y arquitectos, etc… Las mujeres se dedicaban a la cría de hijos, salvo unas privilegiadas que se dedicaban a ser hilanderas, cesteras, o merceras. Empresas de turismo, construcción y telefonía dotaban a cada familia de hogares (con horno y estufa de carbón, limitación de consumo de agua, iluminación con candeleros), alimentación (muchos litros de vino y cerveza por barba), ropa de la época e insumos tecnológicos (que se renovaban cada tres meses con nuevos gadgets). Podían utilizar sin límites todos los ingenios wireless (que iban desde móviles de última generación, que permitían realizar operaciones con la yema del dedo, videojuegos, series, hasta aparatos de identificación vía iris del ojo), pero tenían prohibido el uso de cualquier tecnología, incluso un reloj, fuera de la casa. A cambio, las empresas gestionaban el flujo turístico y del diezmo, porcentajes de venta de productos a los foráneos. El euro ha sido sustituido por bitcoins, cuya acumulación depende del comercio callejero. Los que consiguen amansar una mayor suma virtual de dinero, pueden optar a unas vacaciones en Cádiz, el único enclave medieval sólo para nativos, y, por cierto, el peor equipado (apenas tienen agua potable). Otros prefieren el trueque, siendo el más común armas de hierro a cambio de drogas psicotrópicas o los muy populares opiáceos. 

El coloque casual no era la única diversión. Cada luna llena se organizaban combates públicos a muerte, al que están invitados los turistas, que suelen mirar con mayor interés hacia las gradas, donde se cruzan los mamporros con mayor gracejo que en la arena. De martes a sábado hay kermesse, teatro y festivales nocturnos, algunos exclusivos para nativos. Por último, aunque no se pueda considerar como ocio, existen espacios de oración muy diversos y cómodos. Varias religiones y colectivos esotéricos mantienen entretenidos a los nativos, y ocupados a los sacerdotes y chamanes.    

El jueves es el día del torneo. Y es cuando todos los licenciados, emprendedores, doctorados y demás miembros del colectivo antes llamado “sobre cualificados”, combaten su novedosa desventaja con respecto a los otrora “perroflautas”. Ahora deben dejar espacio en su cerebro para aprender las técnicas del malabar, del diábolo, tragar fuego, lanzamiento de bolas, las clavas, caminar sobre zancos, lucha sobre el barro, juegos de naipes, tiro al arco, cetrería, y demás habilidades ignotas para poder ofrecer un espectáculo mínimamente digno frente al turista. La mayoría opta por liarse a hostias con algún beodo, cosa muy aplaudida, y ponerse a estudiar movimientos al llegar a casa, gracias a la App “Circensestech”.

Que no se me escapen más detalles: El hombre puede poseer a las mujeres a (pero con) discreción. Tienen, en cambio, prohibido tocar a las turistas, quienes se alojan en palacios y castillos, estos sí, a pleno equipamiento y servicio. Para un turista medio visitar una ciudad española neomedieval es caro, ya que el pack completo sale por unos mil euros la semana, por eso los visitantes habituales son de países nórdicos, estadounidenses y chinos adinerados. Les encanta la comida sin aditivos, poder ir a caballo y la tolerancia a la prostitución.

A pesar del caos diario, los estamentos estaban bien diferenciados. Por un lado están los vigilantes, provistos de espadas, porras y armadura, quienes principalmente garantizaban la seguridad de los turistas, y a duras penas mantenían el orden en los ajusticiamientos, que eran determinados por los nativos a través de un sistema de votación accesible en una App llamada “Justcon”. No era cuestión de argumentos, sino de votos virtuales. Por otro, estaban los religiosos, que vivían bastante mejor, pero no podían ser vistos en público entregados a las pasiones. En el siguiente escalafón estaban los nobles y la monarquía, que ostentaba un poder simbólico pero unos privilegios reales. Vivían gran parte del año en las partes del país que no se habían destinado a la recreación medieval, concentrados en la periferia de las grandes ciudades. Nobles y reyes se dedicaban a comandar los festejos, recibir a los turistas (a aquellos que pagaban un extra) y gestionar las pocas relaciones con el exterior. Su fortuna era incalculable: las arcas no paraban de recibir emolumentos gracias al gran ahorro estatal: no había ejército, policía, educación, hospitales, funcionarios, limpiadores, pensiones, guarderías, iluminación…El gran gasto anual se dedicaba a los desproporcionados regalos que se ofrecían a los países limítrofes (Portugal, Francia y Catalunya), para contrarrestar la pérdida de influencia global tras haber abandonado la Unión Europea, y a la continua Operación “Devolución Francesa”, que consiste en expulsar a todos aquellos no nacidos en España, vía Francia, financiando cada devolución de manera generosa (para el emigrante y para el país de acogida). 

 

El resto de mi sueño se me pixela como un jpg de los noventa. Sí, algunos me dirán que no es una fantasía agradable, sino pesadillesca. No creo que me lo digan los más de 2.600.000 votantes de Vox, partido que en su programa electoral prometía como medida cultural el “fomento del arraigo a la tierra, manifestaciones folclóricas y tradiciones y de sus pueblos”, y ahora, ya en el gobierno de Andalucía, por ejemplo, reclaman la modificación del Día de Andalucía del 28 de febrero al 2 de enero para celebrar la “conmemoración de la culminación de la Reconquista”. España no vive aún en mi sueño, sino enfocada en su Operación Bikini-feudal, bronceada por luz azul que emite las pantallas que reproducen Juego de Tronos, zumbando en el almíbar de las casetas de pinchos, barrigueando en las ferias rurales, pisando uvas vestidos de campesinos del siglo XV y volviendo hacia lo salvaje en el parque temático Puy du Fou.

Hacia lo salvaje

La regresión avanza. El Medioevo está a cinco siglos por atrás, y a unas décadas por delante. Uno de los mejores indicadores para demostrarlo es el papel de la mujer y las recientes declaraciones de los políticos al respecto en campaña. 

En febrero Pablo Casado apostaba por recuperar la ley del aborto de 1985, de supuestos, censurando la normativa actual, de plazos, afirmando que actualmente en España existe la “barra libre para abortar” hasta la semana 22 de gestación. En una entrevista publicada en el inequívoco El Español, decía que “es bueno que las mujeres embarazadas sepan lo que llevan dentro”. Y en otra ocasión, esta en TVE, se refirió a los maltratadores como “esa persona que no se está portando bien con ellas (las mujeres)”.

Vox ya ha puesto encima de la mesa la derogación de la ley de violencia de género “y de toda norma que discrimine a un sexo de otro”, el rechazo al aborto cubierto por el sistema de sanidad pública, y la supresión de “organismos feministas radicales subvencionados”. Sobre la interrupción voluntaria del embarazo Santiago Abascal propone una “defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural”. Algo lógico, dada la sintonía entre su ideario y el de la iglesia católica. 

De la sexta marcha hemos ido reduciendo no sólo hasta el freno, sino que invirtiendo la dinámica y activando la marcha atrás. ¿Volvemos al rol medieval de la mujer, sujeta a los caprichos del derecho de pernada (derecho de la primera noche o ius primae noctis), unida al hombre a través de una costilla (la de Adán), la culpable de la expulsión del paraíso, sometida al deber conyugal de la procreación, relegada a comparsa de matrimonios impuestos? En la Edad Media a las mujeres se les atribuían humores fríos, frente a la tibieza masculina, debilidad moral, frente al patrón varonil, portadoras de enfermedades demoníacas, como la menstruación, y esclavas de los vaivenes de sus emociones, frente a la vigorosidad y la racionalidad del hombre. La mujer no es reconocida como ciudadana igual al hombre hasta la Constitución de 1812. 

El verdugo se acerca a la mujer hacha en mano. Con un golpe certero, corta su cabellera en un acto previo al castigo ejemplar. La desnudan, la embardunan en miel y la cubren de plumas. Una vez reducida a animal, la pasean en un acto humillante por entre el vulgo. Después de eso, el destierro eterno. Hacia lo salvaje (2011) es un trabajo de la artista Cristina Lucas basado en la tortura impuesta a la insurgente Teresa Heredia en la Venezuela de principios del XIX. El correctivo medieval del “emplumamiento” nace en Europa en el siglo XII, y se extiende posteriormente a las colonias. Cristina Lucas replica el castigo, pero modifica el destino de la mujer. En su video la expulsión se torna liberación, escapatoria de la convención y la norma, y regreso a la naturaleza, a la idea del “buen salvaje”. La ambigüedad se adueña de este supuesto final feliz. Como lo es la idea ilustrada del hombre bueno por naturaleza (Locke y Rousseau), que es pervertido por la sociedad, idea reivindicada en un movimiento de “nuevos románticos” en fechas recientes, como lo ejemplifica Jared Diamond en su libro The World until yesterday: what can we learn from traditional societies (2012). 

Del cóctel entre la propuesta de regresión en cuestiones de empoderamiento femenino y la atracción por el imaginario medieval surge mi borrachera onírica. La antojadiza sabiduría que emerge entre la bruma de la resaca me pide coherencia. Si hacia lo que nos abocamos es hacia una recreación medieval fiel, habrá que incorporar también el “emplume”, ¿No? Si somos presas de una imantación fatal que nos atrae hacia una puntiaguda hacha medieval, ¿podremos evadir lo inevitable? Si a alguien le da tiempo, que recuerde poner el #aheadofhistimes en su #lastselfie.

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1Umberto Eco y otros, La nueva Edad Media, Madrid, Alianza, 2004.

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Autor >

Juan José Santos Mateo

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