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Bob Pop.
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En su ensayo ¿Qué fue de los intelectuales? el historiador italiano Enzo Traverso argumenta la ausencia de voces privilegiadas en el pensamiento del siglo XXI. Con la caída del muro de Berlín y la consecuente victoria del neoliberalismo, el compromiso político de los intelectuales se desvanece y la pluralidad de opiniones toma las riendas del pensamiento contemporáneo. La celebrada ausencia de imperativos categóricos viene acompañada de un desarrollo progresivo de modos de pensar ajenos a la normatividad. Afortunadamente existen voces que desde los márgenes ocupan una considerable centralidad en el desarrollo de un pensamiento crítico accesible que enfrente el poder de las instituciones. Bob Pop es una de ellas.
Bob Pop es uno de los analistas más divertidos del panorama mediático español. Desde su sección en el programa Late Motiv de Andreu Buenafuente y su Bobsultorio literario en la Cadena SER, Bob se esfuerza por dar respuesta a relevantes temas de actualidad. Tras el éxito cosechado en la Feria del Libro de Madrid con las dos ediciones de sus Días ajenos y su original ensayo Un miércoles de enero, Bob se sube a las tablas del Teatro del Barrio para contarse a sí mismo en una versión escénica de sus populares diarios. A pocos días de la celebración del Orgullo LGBTI que este año conmemora los 50 años de los disturbios de Stonewall en Nueva York, Bob Pop responde a la popularidad que ha cosechado en los últimos años.
En muchas ocasiones te has definido como una vedette intelectual. ¿Te sientes más vedette o más intelectual?
Yo me siento sobre todo vedette. En realidad, lo que hago lo hace mucha gente mucho mejor que yo, toda la parte intelectual y reflexiva. Pero yo juego con la ventaja de que he aprendido a ser vedette gracias a todas las herramientas de comedia, de humor y televisivas que he aprendido al lado de Andreu Buenafuente. Yo bajo las escaleras con la pluma y las lentejuelas y hablo de cosas que he ido pensando gracias a las herramientas que me ha dado mucha otra gente.
Siempre dices que cuando algo te aburre o te supera, lo haces travesti. En una ocasión bautizaste con nombres de travesti a los intelectuales Mario Vargas Llosa, Javier Marías y Arturo Pérez-Reverte. ¿A quién crees que le vendría bien coger la peluca?
A mucha gente, pero entiendo que lo me viene bien a mí no tiene por qué venirle bien a los demás. Hay una cosa que creo que es muy importante a la hora de jugar a la intelectualidad y es dificultar los accesos. Si tú dificultas el acceso, seguramente hay mucha gente que no te va a discutir nada, ni se va a enfadar contigo, ni te va a hacer caso porque has puesto una barrera. Yo creo que la clave del travestismo o el vedettismo intelectual es dar acceso. Yo sobre todo quiero que la gente se plantee cosas: no tengo una misión ni nada por el estilo. Quiero divertirme y hablar de lo que me parece importante en un medio que me lo permite. E intento hacerlo accesible, aunque a veces pueda ser más o menos denso, pero divertido que me parece lo más importante. No sé si esos intelectuales de verdad, no como yo, estarían interesados en hacerlo porque tal vez les parecería abaratar su discurso. A mí me parece justo lo contrario. ¿Que seguramente a mí me falta profundidad e incluso densidad? Seguro. Pero a la vez también quiero demostrar que el pensamiento puede ser divertido.
En ese sentido, ¿qué tienen tus “mierdas” –como te has referido a ellas– para que sean interesantes?
Lo que las hace más interesantes es que me importan. Yo solo hablo de cosas que me importan de verdad y en las que he pensado. No hablo de algo porque haya que hablar de algo sino porque me parece interesante. Me esfuerzo en explicar cosas que a mí me preocupan al tiempo que me fuerzan a buscar una forma de explicarlas para entenderlas yo mismo.
¿Cómo te has tomado la buena recepción que ha tenido tu discurso entre el público?
Con estupor y agradecimiento, porque la mayoría de la gente es súper encantadora conmigo. Me siento muy acogido, respetado, querido y escuchado. Pero me sorprende.
¿A qué crees que se debe?
Creo que tiene que ver con este tópico de que queremos que nos cuenten historias y tiene que ver también con que hay un componente de verdad. Yo te estoy explicando cosas que yo quiero entender y además he buscado un formato entretenido porque me importa que me escuches.
¿Qué papel tiene el compromiso político en tu trabajo?
Yo es que creo que todo es político. Todo lo personal es político y todo es ideológico. Yo pienso que planteo cosas desde una posición un poquito marginal, o no tanto, pero sí desde fuera del discurso establecido. Creo que no hay nada que deba hacerse como tiene que hacerse o como Dios manda. Todo exige una reflexión de por qué hacemos qué cosas, por qué decimos qué cosas o por qué actuamos de según qué manera. Eso me obliga a posicionarme políticamente. En la izquierda, porque es algo que tiene que ver conmigo: con la justicia social, la igualdad y un montón de elementos que a mí me parecen importantes. Siempre desde el privilegio. Yo tengo una voz privilegiada porque trabajo en un medio donde se me escucha.
todo es político. Todo lo personal es político y todo es ideológico
Si todo lo personal es político, ¿qué importancia tienen tu sexualidad, tu corporalidad o tu vestimenta? Los broches del departamento de arte de Late Motiv son de lo mejorcito de la televisión en España.
Pienso que es lo mismo: dejar bien claro cuál es el lugar desde el que hablo. El lugar desde el que hablo es tanto mi ideología política, como la ropa que me pongo, como mi pluma, como mi corporalidad o como mi dificultad de movilidad. Todo eso es la forma que tengo de explicar quién es el emisor. Yo no quiero engañar a nadie. No me voy a disfrazar de agente inmobiliario para que luego me digan que qué estoy contando. Yo desde el principio dejo muy claro quién soy y de dónde procede mi mensaje.
Esa transparencia en la emisión del mensaje también se complementa con la pluralidad de medios en la que trabajas. ¿Crees que esto tiene que ver con el impacto de tu trabajo?
Por mi parte tiene que ver con la necesidad de expresarme en diferentes formatos. Me parece importante porque en todos aprendo. Si hago todo esto todavía es porque me lo paso muy bien y aprendo muchas cosas. No sé si esa cosa multimedia mía hace que llegue a más gente. Pero sí me importa dejar claro que soy muchas cosas a la vez: soy escritor de libros, soy un colaborador de tele, subdirijo un programa, hago radio, estoy en Twitter sobre todo… Y todo eso soy yo también. Y quiero sacar el mayor partido de cada medio. En todos hay una intención creativa y de búsqueda de lenguaje. Si me preguntaras cómo me defino te diría que soy un escritor todo el tiempo, solo que escribo en diferentes formatos. Y lo que hago es lo que me gusta hacer cuando escribo: encontrar un lugar de conflicto y resolverlo a través de las palabras. Esto es lo que hago, que es una cosa muy sencilla.
¿Y tu incursión en el teatro tiene que ver con esto?
Tiene que ver con cómo se cuenta un libro, con cómo se cuentan las lecturas y con cómo me cuento yo. Tuve la sensación cuando empecé a presentar Días ajenos de que había muchas cosas para las que mi explicación funcionaba como un complemento perfecto del libro que la gente se llevaba. Y me apetecía contarlo en un escenario. Me hace mucha ilusión.
¿Te subirías también a alguno de los escenarios del Orgullo como pregonero?
Voy a ser pregonero del Orgullo Vallekano. Me interesa el orgullo de barrio, fuera de la centralidad y de lo mainstream.
¿Cómo ves entonces el orgullo de este año en el que se cumplen 50 años de Stonewall?
Lo veo como todo lo contrario a Stonewall. No creo que quede espíritu de Stonewall por ningún lado. Como concepto, pienso el orgullo como lo opuesto a la vergüenza y creo que hay ahora un planteamiento que tiene mucho que ver con la soberbia, con la soberbia de clase. Stonewall representa una unión de género, sexo y clase. Yo creo que la clase en el orgullo madrileño se ha olvidado y de ahí que exista el orgullo alternativo, crítico y de los barrios, que son los que me interesan.
No creo que quede espíritu de Stonewall por ningún lado
¿Cómo mantener un discurso crítico y gestionar entonces lo queer con lo LGTBI?
Es como gestionar la celebración de todo lo que hemos logrado con todo lo que nos queda por lograr. El gran drama o error de las reivindicaciones LGTBI es olvidar lo queer. Es que no queremos normalizarnos. Existe una cultura LGBTI y esa cultura nos hace más libres, nos modifica la forma de relacionarnos con la familia, con el sexo, con las parejas, con los amigos, con el futuro, con la sociedad. El gran problema es pensar que cuando nos acogen los que tradicionalmente nos rechazaron es que hemos tenido suerte cuando en realidad lo perfecto para mí sería que la sociedad también aprendiera de nuestra cultura.
¿Qué propondrías para hacerlo posible?
Es muy complicado, pero tiene que ver con cultura, educación y con entender que estamos inventando entre todos una sociedad nueva. La celebración me parece perfecta porque hay mucho que celebrar. Pero creo que también la sociedad cis hetero tiene mucho que celebrar. Yo digo siempre que muchísimos hombres cis hetero le deben mucho al movimiento LGTBI. Igual que muchísimas mujeres le deben muchísimo al feminismo. Creo que sería muy importante que eso se valorara y que fuera un viaje en los dos sentidos. Pero no solo un viaje de: “Bienvenidos a nuestro mundo. Os vamos a dejar comportaros como si fuerais normales”. Yo no quiero eso, yo no quiero integrarme. Yo lo que quiero es sentir que se está entendiendo mi mensaje y que no solo yo puedo vivir con la libertad que me ha dado haber nacido en los márgenes, sino que además esos márgenes van a servir para ampliar las posibilidades de todo el mundo.
Tu respuesta tiene mucho que ver con la idea de tolerancia de Wendy Brown, donde a menudo se parte de una superioridad moral que conlleva la permisividad del otro desde una posición de privilegio.
Es que yo no quiero que nadie me tolere. Lo que sí quiero es que recorramos un camino juntos y abramos caminos para hacer una sociedad más libre: que no todo tenga que ver con clase y aspiraciones económicas. A mí por ejemplo me da mucho miedo cuando hablamos de referentes gais, lésbicos o trans porque siempre estamos usando esos referentes partiendo de gente que ha triunfado. Y entonces estamos entendiendo que lo que te salva es el éxito. Y no tiene por qué salvarte el éxito. Yo quiero poder tener una vida feliz como hombre gay sin triunfar. Quiero que una mujer lesbiana tenga una vida feliz sin ser una diva lésbica. No hace falta. Quiero hacer pan feliz con un sueldo digno y un horario que me permita vivir. Esta necesidad de que tenga que haber referentes para que los niños y las niñas puedan aspirar a algo siempre la identificamos con el éxito. Sí, hay una aspiración de género, pero destrozamos por completo la lucha de clases.
¿Cómo te enfrentas al hecho de estar convirtiéndote en un referente LGTBI?
Con un poquito de susto, responsabilidad y sin chiflarme. Pero tengo la suerte de estar rodeado de mi marido y de buenos amigos que no me permiten esto y que me tratan como el taradito que soy, cosa que agradezco mucho.
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Daniel Valtueña. The Graduate Center, City University of New York.
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