PERFIL
La cuadratura de lo Redondo
El ‘spin doctor’ de Pedro Sánchez ha ejercido siempre como asesor de políticos de provincias del PP. Esos trabajos menos conocidos ofrecen algunos indicios sobre la relación PSOE-Podemos
Guillem Martínez Madrid , 10/09/2019
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LA NEGOCIACIÓN. Debería fumar menos y estar escribiendo sobre las negociaciones PSOE-UP. Pero aquí estoy, haciendo un perfil de Iván Redondo. Que, igual, ahora que lo pienso, viene a ser lo mismo. En todo caso, este perfil empieza en la noche de las últimas elecciones generales. Así: en la noche de las últimas elecciones generales, Pedro Sánchez e Iván Redondo estaban mirando los resultados, ya maduritos, en una pantalla. En eso, Sánchez fue y dijo: “¿Llamo a Rivera?”. A lo que Redondo contestó: “No. Que llamen ellos”.
LA DISCIPLINA. Esta anécdota explica lo que está pasando. Desde el minuto cero tras las últimas elecciones, el presi in pectore no quería una coalición con UP, sino que, todo lo contrario, quería llamar a Rivera. Su asesor, a su vez, le ofrecía el camino más enrevesado para ello. No llamarlo. No verbalizarlo. Un camino largo y accidentado, sustentado en la gestión del tiempo –el tiempo, en la política y en la vida, se gestiona con lenguaje, y con su primo, el silencio–, y que requerirá, probablemente, de otras elecciones. Hasta cierto punto lo desconocemos todo de esos dos hombres, salvo su apuesta por el lenguaje antes que por la política. Muy de la época. Poco llamativa. A no ser por el hecho de ser el patrimonio de la nueva derecha europea y americana. Por otra parte, este tipo de conversaciones entre un líder y su asesor no son algo extraño. El asesor manda sobre la poética. Es la poética elegida. Estos ojos que se van a comer los gusanos han visto desaparecer asesores en 3, 2, 1, por facilitar a su político dos poéticas ante una pregunta. La elección de un asesor es un hecho político, es la elección de un abanico reducido de poéticas, y no de otro. ¿Pero quién es Redondo? Redondo, así lo afirman personas que lo han tratado, es una poética muy americana. Él mismo ha difundido su formación en comunicación política en Estados Unidos, un biotopo del que, comunicacionalmente, nos llegan muchas líneas, agrupadas en dos: a) la posibilidad de crear relatos que sustituyen a la política y b) la posibilidad de desenmascararlos, de manera que sea perceptible la política tras el relato, o que el relato no la dificulte. ¿Redondo es a) o b)? ¿Quién es Redondo?
LA TRANSPARENCIA Y LA INVISIBILIDAD. Poco se sabe de Redondo. Es vasco –San Sebastián, 1981–. Lo que no aporta mucho, si pensamos que perfiles tan dispares como Mahatma Gandhi, Golda Meir o Franz Beckenbauer eran vascos. El epicentro de los apuntes biográficos publicados sobre Redondo era, hasta hace poco, la web de su empresa –www.redondoyasociados.com–, en este momento no operativa. Ni en este. Ni en este. Ni en este. Hola. Han pasado varias horas, estoy releyendo estas líneas, y la web sigue no operativa. En un perfil sobre Redondo, escrito por el gran Xosé Manuel Pereiro, en CTXT, se constataba, no obstante, que muchos de los datos biográficos de aquella web eran un tanto creativos. Verbigracia: había asesorado hasta al gato. Entre otros partidos, la web citaba dos, muy llamativos en sus diferencias ideológicas: el Partido Nacionalista Vasco y el PNV. Sin cortarse. Algo que ambos partidos desmintieron, como escribió Pereiro, a la vez. Su ya extinto CV barroco, en todo caso, se ha vuelto neoclásico en la web de Transparencia, en la que aparece en tanto que es cargo gubernamental. Así, en su itinerario académico, ha desaparecido la George Washington University, en la que antes habría cursado estudios de comunicación política y electoral. Si bien no se pierde mucho con esa elipsis –en la web de la University, la 63 del ranking USA, se señala como exalumno destacado a John Edgar Hoover–, ahora se limita su formación a una titulación en Humanidades y Comunicación en Deusto, y algún tipo de máster en la UCM sobre información económica. Ninguna especialización, por tanto, en el oficio que desarrolla. Lo que también habla de la comunicación política en el siglo XXI, tal y como nos está quedando.
Haber sido cargo político del PP, el partido que en los años 90 introdujo la revolución lingüística del Republican Party en Europa, no es un asunto baladí
LA BUSCA. También queda muy reducida su experiencia profesional. No tantos partidos asesorados, y sí colaboraciones en docencia y medios –incluso en la tele, en A3; no se pierdan ese dato, que será divertido conforme esto avance–, la gestión comunicativa de un sindicato de enfermería, una consultoría para Llorente & Cuenca, y el trabajo en Redondo & Asociados Public Affairs Firm –hasta cierto punto, otro juego de espejos pues, si exceptuamos a su esposa, en Redondo y Asociados no hay, me dicen, muchos asociados más–. Posteriormente a los trabajos señalados fue –de pronto, zas–, director del Gabinete de la Presidencia del Gobierno de la Junta de Extremadura, con el cargo asumido de consejero de aquella autonomía –algo extraño en un perfil técnico–, en aquel momento del PP. Haber sido cargo político del PP, el partido que en los años 90 introdujo la revolución lingüística del Republican Party en Europa, no es un asunto baladí. Desde junio de 2018 –otro zas–, es director del Gabinete de la Presidencia. Ese año, según El Confidencial, la firma aumentó su facturación un 166%, lo que puede dibujar que el resto de servicios facturados fueron baladíes. En otro orden de cosas, tampoco es un asunto baladí otros trabajos omitidos en la web de Transparencia, que queda, por tanto, un tanto baladí. Rayos, no puedo dejar de repetir la palabra baladí.
Unos medios sitúan el encuentro Albiol-Redondo en 2007, mientras otros lo sitúan en la precampaña y campaña para las municipales del mismísimo 2011, durante cinco meses, por los que recibió 30.000 pepinos
LO BALADÍ. El primer trabajo conocido de asesoría política a palo seco de Redondo es con Xavier Albiol, en aquel momento candidato a alcalde del PP por Badalona. Albiol ya había rechazado en su aventura a varios asesores, y el encuentro con un jovencísimo Redondo fue, dicen, magnético. Lo que siempre ha sucedido con sus empleadores. Y que no sucede tanto, se supone, con los que optaron por no emplearle. Esto sugiere en sus empleadores un perfil parecido, personal, psicológico, más que ideológico. Unos medios sitúan el encuentro Albiol-Redondo en 2007, mientras otros lo sitúan en la precampaña y campaña para las municipales del mismísimo 2011, durante cinco meses, por los que recibió 30.000 pepinos. Es importante, no obstante, determinar el momento del inicio de la relación profesional. Si es en 2007, conferiría a Redondo la responsabilidad artística del vídeo 7 Minutos. Ese video es una novedad, un experimento comunicacional del ya por entonces muy experimental PP. Una apuesta radicalmente racista, incluso para el PP, y que se limitó a Badalona, a ver qué pasaba. El video es largo. Demasiado. En ese sentido, un desastre, un suicidio comunicativo. Pero solucionado por la tensión y la crispación vertida en torno al tema de la inmigración, al que se aludía lentamente, reiteradamente, sin la contundencia del mensaje breve y directo. En todo caso, Redondo participa o crea la campaña electoral, fundamentada en ese vídeo y en ese eje inquietante –no todo el mundo vale para eso; a lo largo de la Historia, no todo el mundo ha valido–, y con un eslogan polémico. Y directo: “Alcalde Albiol: limpiando Badalona”. Que aludía, glups, a una suerte de limpieza de seres, étnica. Ni más, ni menos. La campaña tuvo otras originalidades comunicacionales, novedosas y que resultaron ser efectivas y determinantes. Como los mítines en bares. Al parecer, para crear la campaña, y con peligro de su higiene arterial, el propio Redondo visitó diversos bares de Badalona. Con ese profundo estudio de mercado, hips, situó la inmigración como eje. En los bares, al menos. “Yo no lo vi. Nadie lo vio o interactuó con él”, explica, en todo caso, Alex Mañas, concejal de Badalona por ICV en el periodo 2003-2019, con el que hablo de las aportaciones de aquella campaña, que para él son “la política del todo vale, la primera emisión de populismo en España. Lo que repercutió luego en una política cotidiana sin escrúpulos”. Deme un ejemplo, hombre. “El señor Albiol me dijo a mí y a otro concejal que no se podía abrir un oratorio musulmán porque el solicitante era, según le habían informado en exclusiva, un yihadista. No lo era. Y decirlo no sólo podía arruinar la vida de aquel hombre, sino que es un delito grave”. La campaña acabó, en todo caso, con la única victoria en un gran municipio cat del PP, un partido ya residual en Cat. Y con el nacimiento político de lo que en breve sería el nuevo líder del PPC, y un firme candidato a president de la Generalitat, si la Generalitat hubiera sido un bar. O un bar orientado a otro público. Otros fenómenos colaterales de aquel éxito comunicacional fueron la crispación, la polarización y la laminación de la cohesión social en el municipio.
EL POSTBADALONISMO. Por esa época, en 2009, Redondo accede a su segundo gran trabajo en la política, siguiendo la estela de un PP que no pretende beneficiarse de lo aprendido y aprehendido en Badalona. Es en Euskadi, como asesor de Antonio Basagoiti. Sinopsis: era un momento de cambio y mal café en el PP vasco, que transitaba del mayororejismo-sangilismo a otra cosa. Es un momento importante: el PP marginado en ese cambio –más lingüístico que estructural– será, con el tiempo, una región importante de Vox. Redondo participa en la campaña de esa aludida otra cosa, de ese PP vasco que se distancia del PP vasco anterior. Es una campaña exitosa. El PP se presenta sin sus credenciales ultra-constitucionalistas, abandona su patrimonio propagandístico de años y opta por otro, más modernuqui. Es una operación de riesgo, como todo cambio de lenguaje. Y no le va mal en ese momento. El PP, gracias a un pacto con el PSE, da la presidencia a Patxi López, y consigue la presidencia del Parlamento Vasco. Lo nunca visto. El periodista Gorka Castillo, colaborador de CTXT, sintetiza lo conseguido: “Un partido más abierto, con capacidad de dialogar incluso con el PNV, al menos el de Imaz”. Lo que puede dibujar al Redondo de esa época –o mejor, de ese trabajo– como alguien que entiende la época, que de alguna manera sabe que en la política peninsular se ha acabado algo, que hay una renovación de mitos, y que, en el futuro, será importante el diálogo y el pacto más que la apisonadora. Sobre el éxito comunicativo y profesional de la campaña: dos grandes partidos le ofrecen trabajo –el PNV y el Partido Nacionalista Vasco–. Que rechaza. Tal vez por límite ideológico, o tal vez porque sus opciones, como mínimo las profesionales, van unidas al PP, con el que quiere seguir trabajando. Unos años después –ya lo veremos–, de hecho, se postulará para ser su asesor alfa-omega. De aquel PP vasco hoy no queda nada, por otra parte. Literalmente. Bueno, en las últimas generales, un diputado. Basagoiti está actualmente en el Santander, Imaz en Repsol, y Patxi, en López. Un dato para-biográfico importante del Redondo de este momento: alguna voz del sector perdedor del PP vasco de aquella época ha señalado como característica de Redondo su propensión a inmiscuirse en la sustancia política y programática del partido para el que trabaja. Algo hasta cierto punto normal. El lenguaje –“limpiemos Badalona”, “pactemos con el PSE”– es política.
Posteriormente, en 2011, Redondo aterriza en Extremadura. Por lo visto, por iniciativa de Pío García Escudero. Pas mal. Redondo ha encarrilado su trayectoria profesional con el PP. Tiene un feudo. Progresa adecuadamente. Si gestiona bien la carta extremeña, quedará constancia de su trabajo y de sus aportaciones novedosas en la disciplina que ha estudiado, o no, en EE.UU. Extremadura es, por tanto, su gran oportunidad. Su momento de mayor poder y libertad profesional. Su obra. Su yo. La Arkansas desde la que se puede saltar a Washington. Spoiler: la cosa fue un desastre sin paliativos.
TODO EN ELLA FUE NAUFRAGIO. Redondo llega a Extremadura para las elecciones autonómicas. Su encuentro con el líder del PP, José Antonio Monago –un líder gris, sin gran trayectoria; sigue aún en la política; actualmente es senadorZzzz autonómico– vuelve a ser magnético. Es, al parecer, el ideólogo del nombre artístico de su candidato para esta campaña: el Barón Rojo, palabras que, en pleno ciclo 15M, le alejan del PP. A través, lo dicho, de palabras, construye la campaña. “Muy americana, muy de epatar, muy de lidiar en un plano de novedad constante”, me dice Ángel Ortiz, entonces director de Hoy de Extremadura y actualmente de El Norte de Castilla. “El PP obtuvo una gran victoria, si bien es cierto que en ese momento, tras Zapatero, el PP subió muchísimo incluso en municipios extremeños en los que hasta entonces su voto había sido anecdótico.Fue una ola. No se puede saber, por tanto, si ganó Redondo o la ola. Lo que está claro es que, cuando perdió, perdió él”. La victoria autonómica, no obstante, no fue instantánea. PSOE e IU disponían de mayoría absoluta si se asociaban. Algo que era imposible culturalmente –entre PSOE e IU había, me dice un político del lugar y época, “odios africanos”–. Finalmente, IU optó por la abstención y el regalo de la presidencia al PP. Redondo no participó en ello. La cosa fue sorpresiva hasta el punto poético de que se produjo en el peor momento para un presidenciable PP –Monago, casado, me dice un político, “estaba de vacaciones con una amiga canaria”; no olviden a esa amiga canaria, que será determinante en la vida política de Monago, y en la vida profesional de Redondo–. Al año de gobierno, Redondo asciende oficialmente al cargo de director de Gabinete de la Presidencia –ojo, es el cargo que ocupa hoy en el Gobierno de Sánchez–. Con el aludido rango de consejero. Redondo es, así, un político profesional del PP –algo que excede el rol y las funciones de asesor– con un cargo que, formal e informalmente, le convierte en la pieza clave y fuerte del Gobierno –y, glups, del partido– en Extremadura. Y en el hombre en el que se centraliza no solo la comunicación, sino la información y su control, algo democráticamente inquietante. Y frecuente. Emite su estilo y obra hasta 2015, momento en el que, tras una labor de gobierno catastrófica, crispante, con conductas –ya lo veremos– sorprendentes, y con puntos de contradicción en la comunicación, el PP extremeño pierde sonoramente las elecciones. Las pierde en la primera gran campaña netamente Redondo, planificada por él al milímetro, centrada en el candidato, diferenciada del resto de campañas autonómicas del PP, hasta el punto de que se prescindió de gaviotas y de otros símbolos partidarios. Pero no nos avancemos.
CUANDO EL BARÓN ROJO VOLABA. Julián Carretero, secretario general de CC.OO. Extremadura en aquel momento, me explica el estilo Redondo. “Desarrollo de historias ficticias, política-ficción”. “No piensa en términos políticos, es decir, que no le importa si un país es feliz o no”. “Control de medios”, “grandes gastos en publicidad, incluso en spots televisivos”, introducción de un staff comunicativo, “impenetrable”, ajeno al partido y, por lo general, al territorio, “intento de controlarlo todo, hasta el punto de marcar el perfil de los consejeros del gobierno” –para seleccionarlos hacía, me dicen otras fuentes, castings, pruebas de cámara y de actitud ante ellas por parte de los candidatos–. Y, lo que más le afectó a Carretero personalmente: “La contienda permanente, a través del enfrentamiento continuado con el secretario general del PSOE –Guillermo Fernández Vara, actual presidente autonómico–, con Ángel Ortiz –el ya aludido director de Hoy–, y con el secretario general de CC.OO. Vamos, yo. Los tres no teníamos nada que ver entre nosotros. Todo eso era una forma de destrozar la política”. Carretero marca aspectos positivos de Redondo –“se mueve bien en la confrontación electoral”–, y señala como lo más negativo su acción de gobierno y, curiosamente, la comunicación gubernamental: “No supo dar respuesta a los casos de corrupción, ni a las movilizaciones sociales, ni a lo de la canaria” –la canaria es aquella amiga con la que estaba Monago el día que le dieron la presidencia; no se lo pierdan–.
Ana Pardo de Vera fue vetada como directora de RTVE por parte de Redondo, “lo que me hace sospechar que es un poco rencoroso”
LOS EXTREMEÑOS SE COOPTAN. El caso de la cosa fue el descubrimiento del hecho de que Monago se iba a las Canarias a ver a su amiga los fines de semana. Algo muy saludable y que seguramente recomienda la OMS. El problema es que los billetes eran pagados con dinero público, a través de su visa de diputado. Hablo con Ana Pardo de Vera –actualmente directora de Público y, en aquel momento, la periodista que dio aquella noticia– sobre la gestión comunicativa que hizo de aquel affaire Redondo. “Nunca conseguí hablar con él. Ni una sola vez. Pero practicó públicamente una huida para adelante, negándolo todo”. Califica a Redondo como “personaje siniestro”. Desarrolla ese concepto: los medios alineados con el PP no trataron esa noticia, pero sí que empezaron a tratar a la periodista como hecho informativo. “Compañeros de la SER me informaron de que, si seguían informando sobre el caso, les retirarían la propaganda institucional”. En otro orden de cosas, y en lo que es un coletazo del caso y de la política comunicativa del caso, Ana Pardo de Vera fue vetada años después como directora de RTVE por parte de Redondo, “lo que me hace sospechar que es un poco rencoroso”. Ángel Ortiz, antiguo director de Hoy, me explica lo vivido por él en su medio por el tema Canarias. “Fuimos el único medio que no consiguió entrevista con Monago antes de las elecciones por seguir tratando el tema”. Relaciona ese hecho con el férreo control que tenía de los medios: “En el dossier de prensa de la Junta, Redondo acompañaba cada noticia de una valoración positiva, neutra o negativa. La suma de esas valoraciones determinaba comprar o no publicidad en un medio”. “En una ocasión quedamos para comer. El diario estaba a punto de hacer un ERE, y Redondo me llegó a ofrecer, para evitarlo, que hiciera lo que él me dijese. Evidentemente, el ERE acabó haciéndose”.
REGRESO AL FUTURO. Un político extremeño me explica méritos del Redondo extremeño: “No hizo el pacto PP-IU en absoluto, pero lo mantuvo vivo y estable durante la legislatura. También fue hábil durante la moción de censura que sufrió Monago, y que ganó”. Con muchas personas de las consultadas aparece el hecho de que Redondo crea una burbuja alrededor de su político, cierta dependencia, cierto control en las puertas de entrada y salida al líder. Un periodista me habla de su improvisación continua, que lo hace impredecible, y que dificulta la lectura de la política. Algo que se parece al “freír a noticias” de Steve Bannon. “Su acceso sobre el líder, en exclusiva, genera anticuerpos en el ejecutivo y en el partido”. “Transmite con su actitud que su líder acabe transmitiendo prepotencia, y que se despierten sus sentimientos más básicos”. Carretero: “Precisa un perfil de político mediocre, influenciable”. Y agrega un dato verificable en breve: “Todo lo que está pasando con Sánchez, ya pasó en Extremadura. La foto de Sánchez haciendo footing ya se hizo con Monago. Es posible que se haga lo demás hasta el final”. Explica el final: “Aquí todo acabó en locura y crispación, hasta con una denuncia judicial a los escoltas de Monago por filtrar información”.
¿Son todos una nueva generación de políticos, sin ideas claras, con poco que aportar, a los que la crisis política ha conducido hacia arriba? ¿Es Redondo, la estrella no confirmada o es un síntoma, una consecuencia del momento político?
LA BUSCA (II). En efecto, tras la derrota electoral en 2015, Redondo salió en globo de Extremadura, en un momento en el que no se veía tanto extremeño crispado desde la caída de Tenochtitlán. Intenta reengancharse al PP, pero en otra planta. La noble. Por lo visto, a través de un joven líder –se supone que Casado– que debe interceder por él en las alturas. Pero las alturas agradecen otro perfil. Perfiles discretos, silenciosos, sin grandes recetarios, o sin necesidad de comunicarlos constantemente. Como Arriola, el creador de toda una época y todo un lenguaje, que se limitaba a decir cosas sobre sí mismo de un perfil extrañamente humilde, como “mi trabajo consiste en que todo el partido diga lo mismo”. O como Moragas, otro tipo discreto. En la crisis catalana, le pidió un piso a su suegra, en Barcelona. Desde la discreción, mantuvo allí contactos intensos y de primera mano. Que no sirvieron para nada, visto lo visto. Algo separa a las alturas del PP de Redondo. Y, al parecer, mucho. En este momento de impás es cuando empieza a trabajar en A3 como comentarista político, un tertuliano, en la franja de la mañana. No resulta muy memorable, sino más bien barroco. Diversas voces extremeñas ven en ese trabajo un agradecimiento a los gastos en publicidad de cuando la Junta y los glory days. Sea como sea, en 2017 contacta con Pedro Sánchez, que se desprende de su asesor hasta entonces, Juanma Serrano, un clásico del PSOE, que pasará, en contrapartida, en lo que es otro clásico del PSOE, a presidir Correos. Unos dicen que el contacto a puerta fría, por la cara, fue buscado por Redondo. Otros dicen que fue Sánchez quien lo buscó. El hecho de que empezara a trabajar a cuenta, sin cobrar, puede informar sobre lo primero. Como el hecho de que se lee su colaboración con Sánchez como una suerte de venganza frente al PP. En todo caso, con Sánchez se produjo, otra vez, el encuentro magnético típico de Redondo con su empleador. Sánchez encaja en el perfil, por tanto, de su empleador. ¿Es un perfil psicológico? ¿Existencial? ¿Sus líderes son así candidatos inesperados, y sin gran experiencia política y ejecutiva? ¿Es generacional? ¿Son todos una nueva generación de políticos, sin ideas claras, con poco que aportar, a los que la crisis política ha conducido hacia arriba? Si es así, ¿Redondo, la estrella no confirmada, o que consiste en algo diferente a lo presentado, es un síntoma, una consecuencia del momento político? En todo caso, Redondo aporta un relato épico a Sánchez. Si Monago, del PP, era el Barón Rojo, Sánchez es una suerte de Barón más Rojo. Como ha sucedido con otros empleadores, el contacto es íntimo, feroz, constante. Si ha asesorado a Sánchez en asuntos europeos, no domina los asuntos europeos. Parece que lo suyo es el lenguaje y la política locales, tal y como han quedado. En este preciso momento, el lenguaje que crea consiste en no llamar a Rivera, sino en construir y deconstruir negociaciones con Podemos, que se ve abocado a ser el responsable de unas elecciones, o a dar paso a un Gobierno PSOE impredecible. O, al menos, decantado a construcciones de lenguaje impredecibles. Esta construcción no es certera, tiene grietas. Muchas. Una de ellas, la realidad, lo vivido, lo percibido, ver que el relato de los últimos meses no encaja con el propuesto desde el PSOE. Si bien igual es suficiente.
UNA ÚLTIMA FOTOGRAFÍA. El día de la última votación de investidura se produce en el Congreso una reunión del staff PSOE. Está la ministra Montero, que acaba de pactar con Garzón, de IU, la cesión de las competencias en empleo a UP. Puede haber Gobierno. También está Ábalos, que desde un primer momento ha abogado por nuevas elecciones; Lastra, la más partidaria de un gobierno de coalición. Y Sánchez y Redondo, dos enigmas. Antes de empezar la reunión, que decidió evitar el pacto, Sánchez vuelve a hablar con Redondo. No emite una pregunta. Le pide que abandone la habitación. La puerta se cierra. Dentro queda Sánchez. Fuera, Redondo. ¿Quién es Redondo?
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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