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Arte

Un evento para gallinas en la granja

Teresa Lanceta y Pedro G. Romero imaginan en su nuevo proyecto gallineros llenos de filósofos y políticos

ctxt 5/10/2019

<p>Una imagen del proyecto 'Cuadras/Gallineros', de Pedro G. Romero y Teresa Lanceta. </p>

Una imagen del proyecto 'Cuadras/Gallineros', de Pedro G. Romero y Teresa Lanceta. 

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Desde el pasado 5 de septiembre, y hasta el próximo 3 de noviembre, se puede ver en Langegården besøksgård y el espacio del Belgin Bergen en Kode Museum, Bergen, Noruega, la instalación CUADRAS/GALLINERO, “un evento para gallinas en la granja” que se sitúa en el marco del proyecto “political parties/Asamblea General” curado por María García y Pedro G. Romero para la Bergen Assembly 2019, ACTUALLY, THE DEAD ARE NOT DEAD, proyecto a su vez comisariado por Hans D. Christ e Iris Dressler, con la colaboración de Murat Deha Boduroglu, María García, Hiwa K, Katia Krupennikova, Viktor Neumann, Paul B. Preciado, Pedro G. Romero, Simon Sheikh y Emma Wolukau-Wanambwa. 

“La Bergen Assembly”, explica Pedro G. Romero, “es una Trienal, bueno, era una Bienal que quiso reinventarse críticamente y primero cambió su temporalidad y después sus esquemas y ahora, como Assembly, pretende ser una muestra de las zonas donde de forma más radical está repensándose el arte. El tópico dice que la Assembly está muy al hilo de la Documenta de Kassel y puede que sea verdad. El caso es que, más allá de otras consideraciones, es notoria en esta edición la presencia española y especialmente lo que está relacionado con el flamenco. En los corrillos de la Assembly hablaban de Spanish Mafia, incluso, pero es verdad que es muy notable esa presencia y nada habitual. Los comisarios son alemanes, Hans Christ e Iris Dressler, y en el equipo están Paul Preciado y María García además de yo mismo”.

La instalación (que se puede ver en directo aquí) es obra de Teresa Lanceta & Pedro G. Romero y se presenta con el siguiente texto explicativo:

El punto de partida se encuentra en el relato del historiador bizantino Procopio de Cesarea, que en su De bello vandalico dice así: “Uno de sus eunucos se acercó al emperador Honorio y le dijo que Roma había perecido. Visiblemente impresionado el emperador gritó: ¡Y sin embargo, ha comido de mi mano hace unos instantes!. Porque él tenía una gallina muy grande, su favorita, llamada Roma. El eunuco comprendió la confusión y le dijo que era la ciudad de Roma la que había perecido a manos de Alarico. El emperador, con un suspiro de alivio, respondió rápidamente: Pero yo, mi buen amigo, pensé que era mi gallina Roma la que había perecido. Tan grande, dicen, fue la locura con la que estaba poseído este emperador”. Se refiere al famoso saco de Roma del 410, llevado a cabo por los vándalos que dirigía el general Alarico. Edward Gibbon ya tomó precauciones hacía ésta, literalmente, anécdota, que presenta al cristiano Honorio anclado a viejas costumbres paganas, débil, extravagante e idiota, desprecia a Roma, a su Senado y a su enemigo Alarico. Pero, cómo diría Vinciane Despret la pregunta adecuada es: ¿por qué precisamente gallinas?

Para nuestro propósito han sido interesantes las nociones sobre el conocimiento político del espacio en las gallinas descritas por Giorgio Vallortigara en su Cerebro de gallina, un eufemismo italiano para el dicho castellano “cerebro de mosquito”. La medida del espacio tiene que ver con una percepción de comunidad: el movimiento del grupo, la distribución de alimento, el lugar de la puesta de huevos condicionan esa especie de movimiento esquinado propio del caballo del ajedrez. El “animote”, dice Derrida, debe sumar, a la vez, la zoología y el significado cultural del animal.

La invitación a Teresa Lanceta para este trabajo le atañe de distintos modos: por un lado está la alfombra en el cuadro del pintor australiano John W. Waterhouse, Los favoritos del emperador Honorio (1883), pero también su conocimiento de la Disco Chicken (1988) de Martin Kippenberger; por otro lado, está ese regalo que fue el adagio de Bert Flint en el Museo Tiskiwin de Marrakech, emplumarse es una forma de descolonización; y, finalmente, su frase lapidaria: “mi conciencia política empezó cuando apresaron al Lute y su primer cargo fue por robar gallinas”. Creo que los trabajos de suelo y pared de Teresa Lanceta, sus tapices, siempre han ensayado otra forma de entender el espacio física y simbólicamente, consciente siempre de la necesidad de un nuevo reparto que, en definitiva, es lo que estamos ensayando.

El tapiz que ha realizado Lanceta con las aportaciones de vecinos y amigos que han regalado viejas prendas y lanas sobrantes, está tejido con diversas técnicas aunque sea la jarapa –la confección con trapos y retales– la dominante. Su dibujo parte de algunos suelos geométricos que en Roma albergaron la función legislativa de las gallinas. Lo romanos nos dieron el derecho pero esas leyes, a menudo, debían ser ratificadas por el baile que realizaban unos pollos delante de los augures. Desde los mosaicos de Villa Livia Ad Gallinas Albas hasta el suelo de la Curia Julia, precisamente sede del senado romano en tiempos de Honorio, las gallinas significaron también la democracia plebiscitaria, frente a estas viejas prácticas de adivinación etrusca. El emperador siempre prefirió el moderno auspicio del gallo sacrificado que, siempre en privado, dejaba ver su hígado. Los pollos significaban pares contradictorios: la religión arcaica y la plebe moderna, la sensatez de los viejos senadores y la extravagancia loca del emperador, el paganismo secular y la debilidad de los cristianos; pero lo que a nosotros nos interesa es el suelo mismo que estas contradicciones pisaban.

Nuestros gallineros están llenos de políticos, de filósofos y de idiotas, vaya, las mismas gallinas. Como en Le galline pensierose, de Luigi Malerba, las gallinas son el ejemplo idiota. María Zambrano describió bien este caminar en el que la línea recta es desconocida, este bailar continuo rondando siempre alrededor de algo, ese menear pendularmente la cabeza diciendo no sé qué y esa expresión, que muchos entienden por bobería o idiotez, y es sólo comparable a la alegría del viviente que encuentra a la par amor y libertad. Siempre es un placer hipnótico observar a las gallinas, nuestro tapiz no tiene otra función que el de una lupa, un instrumental óptico para aumentar los placeres del que se queda mirando. También damos algunos textos y unas hojas de notas en la que poder seguir aumentando el número casi infinito de observaciones.

En la misma sala donde se proyecta se brindan al espectador una serie de textos escritos por Lanceta y Romero, de los que ofrecemos dos muestras.

Gallinero nº2

De gallinas y apartamentos en la playa

En 1961, el código penal reconocía atenuantes a los delitos cometidos bajo extrema necesidad, como el del hurto famélico. Eleuterio Sánchez, el Lute ( 20 años de edad, mujer, hijos, analfabeto y merchero) robó unas gallinas. Descubierto, el juez que le procesó no consideró pertinente aplicarle dicho atenuante y le condenó, por la Ley de vagos y maleantes, a dos años de prisión y a su mujer a seis meses. Unas gallinas de entonces no son unas gallinas de ahora, había mucha necesidad en el campo, la pobreza cercaba a muchas poblaciones y el hambre acechaba pero sentenciarle dos años de cárcel, fue una impiedad y así quedaría en la mente de muchos, suceso que magnificó sus siguientes episodios con la ley. 

Poco después de su puesta en libertad, el Lute volvía a un penal por un delito grave. En un juicio más vengativo que imparcial fue condenado a muerte. La sentencia le fue conmutada más tarde por cadena perpetua. En 1966, en un traslado penitenciario, se tiró de un tren en marcha dándose a la fuga, que no sería la última. Se dañó seriamente y lo detuvieron a los pocos días, hecho que quedó fijado en una imagen en blanco y negro. La fotografía es poderosa: avejentado y tremendamente serio, es escoltado por dos guardias civiles, uno le coge apenas del brazo y el otro lo lleva esposado con expresión entre orgullosa e incrédula; los tres, reo y guardia civiles en un mismo plano, de la misma España, la rural, la sedienta. Detrás, tres hombres miran la escena, desde otro plano, en otra vida.

Fue por esos años cuando un empresario forjó una estafa a gran escala. El Grupo Sofico, empresa dedicada a la construcción, alquiler y venta de apartamentos en la playa que ni siquiera se construían, consiguió que mucha gente trabajadora tuviera la fantasía de ser inversionistas. Sofico tenía como socios y directivos a importantes políticos y militares de alta graduación. Cuando llegó el crack de la empresa, los pequeños  inversores vieron malogrados sus ahorros, el dinero saqueado se había volatizado en bolsillos ajenos, los políticos eran aforados y no perdieron ese privilegio por lo que nunca fueron juzgados, tampoco los militares, solo el empresario y su hijo que no sufrieron como consecuencia ni la devolución de  lo robado el cumplimiento de la condena. La de uno de ellos fue de dos años y unos meses, los meses eran lo que diferenciaba el castigo a su estafa millonaria del mencionado hurto famélico pero, si le añadiéramos los meses de condena a la mujer de Eleuterio, sumaría lo mismo. 

A mediados de los sesenta, todavía estábamos sometidos a silencios y a frases veladas. Se hablaba a medias, nadie se atrevía a aludir al pasado anarquista de la familia o las amistades comunistas. Si algún familiar exiliado volvía, se decía con mucha cautela, sin embargo de las gallinas y las fugas del Lute se disertaba sin parar. Pasó de noticia de prensa al boca en boca en alto, sin tapujos. Sin importar edad, sexo ni situación económica, nos dimos cuenta de que ese era nuestro país, nuestras leyes y nuestros abandonados y que eso, no, no podía ser. El robo de unas gallinas por el que se condenó a un hombre a dos años de prisión arañó las conciencias.

Eleuterio Sánchez escribió dos libros: Camina o revienta y Mañana seré libre.  La banda Boney M incluyó su historia en el álbum Oceans of Fantasy.

Gallinero nº4

Encuentro gallináceo en la abrasadora canícula de 2012

(Encuentros gallináceos basados en hechos reales)

Lo que parecía un encuentro gallináceo se destapó como una auténtica práctica gallinera; por doquier se oían gritos y exclamaciones, cocoroco, cooooc...coooc...coooc, popopo, cocoercooo. No era para menos, el gallo mayor, kikiriqui, estaba comunicando recortes a las prestaciones por desempleo, lo que en esos momentos de profunda crisis iba a afectar a miles de corrales, desde luego no a los de los diputados. Como se sabía que la sesión iba a tratar de este espinoso tema, sus señorías habían elegido un disfraz coherente, el de gallinas, ya que a pesar de sus coloridas, brillantes y hermosas plumas son vistas como simples trabajadoras por sus incesantes picoteos en busca de granos, raíces y gusanos para concedernos muchos huevos o como abnegadas y menesterosas cluecas sobre los futuros polluelos que degustaremos guisados. El gallo es otra cosa, mira arrogante lo que sucede a su alrededor presto a dirigir con altivez el transcurso de las cosas, como el de los recortes a las ayudas sociales. 

No siempre llevan sus señorías el mismo atuendo, a veces se visten con piel de cordero o de caimán, de pez roncador, de avestruz, burro o halcón pero esta vez lo propio fue ir de gallinas con portes y plumas que delataban origen autonómico. Les quedaba muy chulo porque reflejaba, de manera fidedigna y entregada, la indiferencia de las gallinas hacia lo que no sea acudir directa y velozmente a la comida, sin apenas fraternización entre ellas. 

Cuando el gallo mayor terminó el discurso sobre el recorte en las prestaciones por desempleo, sentenciando a muchos a la más dura realidad, en la sala se produjo un tremendo guirigay: No hay manera de apaciguar a las gallinas, se impacientan unas, otras saltan abandonando su puesto batiendo las alas y mirando de lado, de soslayo, con un ojo y después con el otro indudablemente, por naturaleza, llevan muy mal el cara a cara, decía un cronista radiofónico. Pero, ante el abucheo a su jefe por parte de la bancada enemiga, una diputada se quitó raudamente el disfraz de gallina, sus plumas de colores y cacareo, y fue al grano: ¡Qué se jodan! dijo con su propia cara y con un ímpetu similar con el que defendía su lugar privilegiado junto al gallo ganador. 

Al día siguiente vino la práctica del disimulo aderezada con palabritas, afirmando que su ¡Qué se jodan! no se dirigía a las personas en situación de desempleo sino a los que protestaban contra los recortes. Su exabrupto había sido una lección apasionada de corrección hacia la mala educación de los opositores.

Hay que comprenderla ya que eran días aciagos para ella: su padre, un importante político, que le había tocado varias veces la lotería (¡qué suerte!) estaba pendiente de un juicio por un fraude fiscal de tan alta cuantía que fue condenado a varios años de cárcel de la que salió prontamente al ser amnistiado por su partido. No era el único caso en su familia que implicaba una importante gravedad judicial. 

Moraleja: no mandan los mejores, construyen alianzas, ejercen fuerzas pero, sobre todo, se mantienen impertérritos en un lugar de mando con la seguridad de que permanecerán en él, porque no son los mejores pero son los más tenaces en superchería.Así que el disfraz de gallina no resultó apropiado en esa ocasión, sobre todo porque es el uniforme de millones de personas (muchos futuros desempleados) que, con su incesante laboriosidad y sacrificio, son convertidas, como lo son las gallinas, en artilugios ponedores de huevos y de carne para los señoríos del mundo. 

El 1 de octubre, CTXT abre nuevo local para su comunidad lectora en el barrio de Chamberí. Se llamará El Taller de CTXT y será bar, librería y espacio de debates, presentaciones de libros, talleres, agitación y...

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