Sin pecado concebido. Así es como Martínez-Almeida, conocido hasta anteayer como el chulapo de Notre Dame, ha recibido en sus entrañas la semilla del ecologismo. No sabemos si fue una paloma durante la última verbena de Madrid. O si se trató del Espíritu Santo, apareciéndosele en forma de tubo de escape durante un atasco en la Gran Vía. El caso es que el anfitrión de la Cumbre Mundial por el Clima, que hoy arranca en la capital de España, se ha dado a conocer ante el mundo en una lucha a brazo partido con Greta Thunberg por el cinturón mundial del ecologismo en peso pluma. 

El mismo alcalde que centró su campaña política en liquidar Madrid Central –se lo impidió la justicia, que será ciega, pero pulmones necesita–mira hoy a cámara y declara a Madrid, su Madrid, capital mundial del ecologismo. Con dos aerogeneradores. Mientras comienza el plan de recorte de carriles bici para dejar paso al coche, Martínez-Almeida hace estos días un paréntesis y pide resucitar el espíritu de Kioto para acabar de una vez por todas, maldita sea, con esa lacra llamada cambio climático. El mismísimo alcalde que ordenó junto a sus socios de Vox y Ciudadanos la retirada de jardineras en las calles que al parecer molestaban la libertad del coche pide hoy que el mundo se ponga las pilas de una vez. Este partido, lo vamos a ganar. Oé.

Discípulo de un Aznar que, como todo ultraliberal sin reciclar, niega el problema (la lucha contra el cambio climático busca acabar con las sociedades libres), Martínez-Almeida no ha dudado estos días en reciclarse para rentabilizar el caramelo que supone esta cumbre. Un profesor de sociología, discípulo de otro alcalde de Madrid, Tierno Galván, me habló hace años sobre esta tremenda capacidad elástica que tiene el capitalismo. Con Franco, decía, si uno se dejaba cresta era considerado un subversivo y por tanto se le perseguía, dándole así validez a su intento de subversión. Ahora, si el número de punkis aumenta, simplemente se coloca un maniquí con cresta en el escaparate de El Corte Inglés. Las de color rojo se venden a 20 euros.  

Algo parecido explica esta repentina transformación de Martínez-Almeida al ecologismo más combativo. El alcalde de Madrid parece haber entendido que en las políticas ecológicas hay un pelotazo en potencia. No hay que ser muy hábil para darse cuenta. Endesa, que hoy copa todas las portadas nacionales blanqueando su contaminación, sabe, como tantas otras grandes multinacionales, que donde hay un gran problema hay un gran negocio por hacer. Mientras la ciencia apunta a la necesidad de un cambio profundo en el modelo de producción y consumo global, los culpables de esta situación se reciclarán en nuevos salvadores. El cambio real no se producirá, pero, a cambio, nos ofrecerán un nuevo horizonte verde que ellos mismo se encargarán de construir y cobrar. Con la sociedad tan concienciada que hasta quien no salvaría el Amazonas se pinta de verde, está clara la jugada.

En la lucha contra el cambio climático, muchos Almeidas y Endesas intentarán ser protagonistas para que el capitalismo salvaje que ha provocado el problema se cobre la factura de una supuesta solución. La historia de cómo algunos afrontan la evolución, se repite una y otra vez. Si ayer negaron derechos civiles, hoy protestan si no se les permite encabezar la manifestación. Si ayer los vimos negar el cambio climático, que nadie dude dónde intentarán estar mañana mismo.

A propósito. Cualquier día vemos a Martínez-Almeida encadenándose a un árbol. Todo se andará.