
Una de las familias que participa en el programa.
Ajuntament BarcelonaEn CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Había pasado multitud de veces por el centro penitenciario para mujeres de al lado de su casa, pero jamás se había planteado quién vivía allí, si las reclusas tenían familias o pequeños a cargo. Sin embargo, Julia Macher pudo conocer una de las historias tras los barrotes y derruir algunos prejuicios sobre el mundo carcelario a través del Servicio de Familias Colaboradoras (SFC) del Ayuntamiento de Barcelona. Este recurso gratuito pone en contacto a familias voluntarias con madres sin red para ofrecerles ayuda puntual con sus hijos. En 2018 recibió 156 demandas y se pudieron atender a 65 niños. El 80% de las familias beneficiarias eran monomarentales.
En 2018 recibió 156 demandas y se pudieron atender a 65 niños. El 80% de las familias beneficiarias eran monomarentales
Julia y su marido son una de las familias voluntarias. Meses después de la experiencia, Julia recuerda con especial cariño cuando hizo de canguro de un niño, de apenas un año, cuya madre estaba en el centro penitenciario de Wad Ras –donde existe un módulo de madres donde las presas viven con sus hijos hasta los tres años–. Ella y su pareja recogían al pequeño algunos fines de semana en su barrio, Poblenou (Barcelona). Su hijo biológico tenía siete en ese momento, pero enseguida congenió con el bebé. Cuando la madre obtuvo el tercer grado dejó de utilizar la ayuda de Julia. Ya fuera del programa, continúan en contacto.
“Yo no soy la madre de ese niño. Yo me presento a él con mi nombre y nunca hago una introducción muy formal. Soy como una vecina, o como una tía de segundo grado que da un apoyo puntual”, destaca Julia, que esa misma tarde tiene que ir a recoger, sin la mediación de SFC, al niño de la madre presa para tenerlo hasta la siguiente mañana. “Los dos niños se llevaron muy bien y ahora el mío lo ve como un hermano pequeño. Mi hijo Daniel es hijo único y le gusta mostrar sus cosas. Fue una experiencia fantástica. Estuvimos, por ejemplo, en su segundo cumpleaños. Barcelona es diversa y algo así te abre una ventana, porque cada uno vive en su burbuja y así ves formas diferentes de hacer”.
Julia Macher llegó por casualidad al servicio del Ayuntamiento de Barcelona; en 2015 empezaba la crisis de los refugiados y vio un mail enviado por el consistorio municipal para asistir a demandantes de asilo. “Dije sí, fue un impulso para hacer algo”, explica. Al final, la acogida masiva de refugiados no se produjo. Pero un año después le mandaron un correo de otro servicio del consistorio por si estaba interesada en colaborar. Era del SFC. “Por qué no?”, se dijo. Julia es periodista freelancey eso le permite ayudar de forma puntual en el tipo de peticiones esporádicas que le hacen. Después de un encuentro con los técnicos, le explicaron la situación de las madres y aceptó. Empatizaba con ellas. Julia reside en Barcelona desde 2004. Sus padres están en Alemania y sus suegros en las Islas Canarias. Era consciente de que hace falta una extensa red para contribuir al cuidado de los pequeños. Y uno no siempre puede disponer de ella. “Si tienes un trabajo que no te permite organizarte, es muy duro”.
Participar en este servicio le ha permitido a esta periodista derruir múltiples barreras. Sobre todo las de los centros penitenciarios. A su hijo, Daniel, al principio le impresionaba la cárcel. No veía lo que había al otro lado de las rejas. “Me preguntaba cómo era. Si vivían en jaulas”. El niño tenía dudas legítimas, parecidas –en este caso– a las de los padres. Julia y su pareja solventaron esos interrogantes con naturalidad. “Para Daniel [la mamá del bebé] siempre fue la madre de su amigo. A través del vínculo con el niño desmontó miedos y tabúes sobre la cárcel. Me pareció bonito”, comenta.
“Que él vea que cada forma de vida es válida es un aprendizaje vital muy necesario”, señala. “Lo que más nos ha ayudado es ver que no hay una forma de hacer las cosas. Si uno parte de la base de que hay mil formas de educar a un niño, tampoco se tiene esa impresión de que ‘no se le puede soltar’ porque algo irá mal. Uno se imagina demasiado los problemas, pero es más sencillo empezar y ver que no pasa nada”, comenta. Últimamente, Julia no está haciendo de canguro porque ha tenido trabajo extra debido a la sentencia a los líderes políticos del procés, pero a partir de este mes retomará la colaboración. “El funcionamiento es como con una amiga. Hay veces que no puedo y lo digo, y listo”.
Al lado de Julia, en la misma sede del SFC, la boliviana Noemí Viracochea explica su experiencia con el servicio. Ella es una de esas madres sin red. Estaba sola con su hijo en Barcelona hasta acceder al recurso. Fue una enfermera del Centro de Atención Primaria la que le informó de la posibilidad de disfrutar de un apoyo puntual y gratuito. Cuando su hijo tenía tres años, tramitó la solicitud. “Fue bueno, lo necesitaba. Además, mi hijo tenía un problema, le costaba mucho hablar. Como mi círculo era corto, y no conocía a muchas madres porque no podía ir a recogerlo al cole, decidí que sería bueno que conociera a otros niños”.
Noemí llegó a Barcelona en mayo de 2006. Vino porque tenía aquí un hermano, además de una situación comprometida en Bolivia –no quiere dar más detalles– y precisaba salir del país. Su hermano le pagó el pasaje con su primer sueldo. Durante los primeros meses vivió con él y con su pareja. “Tuve suerte que mi primer jefe me hizo el contrato y pude regularizar mi situación. Conseguí los papeles rápido”. Años más tarde, con la crisis económica, su hermano regresó y ella se quedó sola. Eso te hace “más vulnerable”, dice.
A Noemí le exigían trabajar los fines de semana, sábados por la noche inclusive. “Como madre me frustraba. No tenía gente aquí. Mi hijo había pasado mucho tiempo con canguros y en la guardería. Pero nos ayudaron desde el SFC a encajar todo eso. Y conocimos una familia muy buena; si por él fuera, seguiría con ellos”, ríe, mientras mira de reojo a los técnicos del proyecto que la ayudaron. “Ahora mi hijo se expresa muy bien. En parte porque gracias a ellos ha podido socializar. Ha sido excepcional para mi”.
Ahora el niño cumplirá cinco años. Los hijos de la familias que le ayudaban eran de edades colindantes, lo que les permitía compartir juegos. Noemí acaba de dejar su último trabajo para dedicarse “mucho más a su hijo”. Ha trabajado en una casa los últimos tiempos haciendo “de todo”. Trabajos de cuidados que le forzaban a descuidar los que necesitaba su hijo. Hacía la compra, la cocina, lavaba el coche. “Como toda madre, al principio tuve miedo. Pero yo no le podía ofrecer lo suficiente. No podíamos ir lo suficiente al parque. Y ese apoyo extra, al no tener familia ni muchos amigos aquí, a él le venía genial”.
“Hay diferencias entre un canguro y esto. Porque a un canguro le dejas el peque y basta. Con la familia hace una rutina, se integra en ella. Lo llevan a un cumpleaños, al fútbol... Lo mueven en su entorno. Y para mí, cuanto más rodeado esté mi hijo, mejor”, afirma Noemí. En el mismo sentido se expresa Julia, que también es de la opinión de que es mejor no cambiar su rutina cuando ofrece asistencia a familias. “Si ese día vamos al zoo, pues vamos al zoo. Es un momento puntual en el que tienes dos pequeños, pero no por ello cambiamos nuestra pauta”. Julia también acompañó de forma puntual a una niña durante dos días enteros y se los pasaron jugando al parchís. Después tuvo otra niña con asistencias regulares, porque su madre trabajaba por la tarde, y simplemente cenaba con ellos. “Si tenemos previsto ir al mercado, pues vamos. Siempre hay que tener claro que será una cosa pasajera. El servicio es muy flexible y trabaja para que tú ayudes a la familia siempre que puedas, no te estresan”.
Conocer a gente de otros entornos sociales amplía las posibilidades de los pequeños. Noemí rememora por ejemplo el día que su hijo se fue de cámping o el día que conoció una granja. “¡Los pollos!”, gritaba su pequeño. La abuela de la familia que hizo de cuidadora tenía aves y él, al llegar a casa, le pidió si podían tener algunas. “Él nunca las había visto, les dio de comer, se quedó impactado. Todavía no le he podido montar una granja en el comedor...”, ríe.
En el SFC dicen que los aprendizajes y los vínculos entre familias son fuertes, aunque las colaboraciones sean muy variables temporalmente: van de horas, días, fines de semana o unas vacaciones hasta un máximo de seis meses. “A mi me costó romper con algunas familias, porque se estableció una confianza grande. Piensas que igual no hay otras familias con la misma empatía. Pero no, todas han sido buenas con el niño”, zanja Noemí.
El Ayuntamiento de Barcelona, que creó el servicio hace 35 años, sigue buscando voluntarios
Tras la experiencia, tanto Julia como Noemí, destacan la importancia de tejer una red que permita una vida comunitaria en el día a día. “Mi hijo siempre me pide que venga gente a casa. El piso por ahora es demasiado pequeño. Cuando tenga uno más grande, me gustaría colaborar con el servicio”, manifiesta Noemí. Gracias a esta experiencia, sostiene Julia, ha visto que se puede dividir más el tiempo entre el trabajo remunerado y el trabajo comunitario. “No es nada hippie clásico. Es algo sencillo y que puede servir. No todo el tiempo que trabajamos necesitamos compensación económica”.
El Ayuntamiento de Barcelona, que creó el servicio hace 35 años, sigue buscando voluntarios. El banco de familias cooperantes asciende a 92 y entre ellas hay personas con hijos y sin ellos, jóvenes o mayores y de casi todos los distritos de la ciudad. Pero siguen haciendo falta más unidades familiares para construir alianzas que, con el tiempo, vayan más allá de un simple canguro, que sirvan para crear sinergias entre las personas. “El servicio quiere favorecer el apoyo mutuo y la colaboración entre vecinos y vecinas de la ciudad, superando el modelo vertical tradicional de las administraciones. Como decía una de las mujeres que participaron del proyecto, es volver a algo tan viejo y bonito como que las vecinas se echen una mano”, explica Laura Pérez, teniente de alcaldía de Derechos Sociales del consistorio y responsable del recurso.
Ya está abierto El Taller de CTXT, el local para nuestra comunidad lectora, en el barrio de Chamberí (C/ Juan de Austria, 30). Pásate y disfruta de debates, presentaciones de libros, talleres, agitación y eventos...
Autor >
Yeray S. Iborra
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí