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Días estos últimos de tormenta, para qué negarlo. Tras dos derrotas y media –esto solo al alcance del Atleti, entiéndase lo de la media derrota–, hay cita matinal. El invitado es el Leganés del que no se espera que traiga los churros para desayunar. Bastante tienen los pepineros con cargar con el farolillo rojo, si bien desde hace algunas semanas es su entrenador un viejo conocido, el Vasco Aguirre, probablemente el hombre más directo y menos dado a la hipocresía charlatana de todos los técnicos de la Liga. Con su acento chilango, su ironía y su franqueza es siempre un estímulo escuchar a este hijo de emigrados vascos. Entrenó al Atleti entre… pero no es eso lo importante, lo mollar es que su inteligencia y su franqueza rompen los moldes del vulgar periodismo deportivo fanático y habitualmente miope. La mayoría de los futbolistas que han estado bajo su batuta consideran que Javier Aguirre es hombre directo y cabal. Un grande.
Y de nuestro banquillo, ¿qué decir? Un Cholo que no se arruga jamás y proclama el día anterior “me ocupa mi vida el Atlético, la gente que me rodea lo sabe”. Ahí queda eso. Así que a la matinée con los sentimientos tal vez marchitos, pero latentes, de los que no fallarán nunca a su equipo, mucho menos ahora. La basca sabe que el bruncho el vermú pueden esperar. Pero primero, lo importante.
El equipo colchonero sale apresurado, sumido en un parsimonioso atolondramiento colectivo, donde nadie es capaz de mover el bloque. Enfrente un once muy defensivo, ¿qué se puede esperar del último clasificado de la competición? Pero, así y todo, los blanquiazules son mejores con y sin la bola. A los 13 minutos ya ha tenido Oblak que lucirse en dos paradas, mal comienzo. El portero sale hasta el centro del campo a ordenar el desaguisado como si fuera el entrenador sobre el césped, se desgañita pidiendo a los laterales abrir el campo y más atención a una línea medular de Blandi Blub. Ni caso le hicieron. A los 23 minutos, Correa embolsa un balón en el área pero remata altísimo con sonora frustración del respetable. En el 36 jugada del angelito por derecha y remate fofo de Morata a las manos del portero. Y poco más que uno recuerde.
Apunto durante el descanso algunos de los adjetivos escuchados a los pacientes espectadores: “Insufrible, esperpento, mortal, penoso, coñazo e insoportable”.
Simeone busca soluciones al poco juego asociativo sacando del campo a Llorente, otra vez aturullado y bregador, y sustituyéndole por Vitolo. Se queja una voz del cambio y del poco esfuerzo de algunos jugadores y otra le responde “prefiero un vago inteligente a un bregador con pocas luces”. Si se refería a la magra aportación de J. Félix en la primera mitad, la opinión tiene cierto valor. Luego el menino deja solo a Vitolo en el primer balón que toca en la reanudación, con esa magia distinta de los elegidos. El canario se choca con Correa y ocasión perdida. Veinte minutos después, con los visitantes navegando con viento a favor y tras un remate y varios rechaces que no ven puerta de milagrito, parte de la hinchada empieza a silbar el juego –o lo que fuese aquello– del Atleti.
Otra sección de la afición invita a la masa crítica a irse “de una puta vez” cada vez que esta manifiesta su enfado por el pobre despliegue futbolístico. ¿A dónde?, cabe preguntarse. Para una abundante feligresía, este hecho empieza a resultar seriamente molesto en las gradas del Metropolitano.
En el andén de la línea 2, volviendo al centro un amigo le dice al otro: “¿Qué pasa cholista, hoy qué?”.
Como el interpelado no hace otro gesto que bajar la cabeza, el primero le larga la siguiente reflexión. “Mira colega, yo llevo 30 años viniendo a todos los partidos y si en uno como el de hoy no puedo mostrar mi disgusto con el planteamiento táctico del entrenador es que algo está pasando. ¿Quiénes son los que me invitan a largarme?¿Quién hace el caldo gordo a estos vocingleros?¿Son los mismos que desean la muerte a jugadores rivales? Hasta aquí podríamos llegar, que se vayan ellos si acaso”.
Mala onda.
Hay antes barullos en el área pero ninguna jugada parece penalti. Pichu, portero rival, pierde todo el tiempo imaginable en cada saque de puerta hasta ganarse la primera amarilla. La segunda merece atención. En los minutos de descuento simula ser agredido por ¡un recogepelotas! en un impulso repentino, incontrolado y pasajero, definido por los diccionarios como darte una basca. Le da tan fuerte que Mateu Lahoz con su afán de chupar cámara lo expulsa con aspavientos afectados. El portero en su salida del campo, que se prolonga durante varios minutos, increpa, provoca e irrita a diferentes rivales y vuelve a tirarse al suelo simulando ser golpeado. Un modelo para los chicos jóvenes, o sea. Los decibelios se disparan por primera vez en toda la mañana. Total, para nada.
La complaciente épica del perdedor no es muy digestiva en las mañanas de domingo mal desayunados. Nos vamos refunfuñando por el peor partido de la temporada en casa ante un equipo humilde y dignísimo al que han birlado cinco jugadores en las últimas fechas, entre ellos su mejor delantero. La basca, la buena, mosqueada. Y el Vasco Aguirre –por cierto, ovacionado cuando suena por megafonía su nombre–, contento con su puntito declara: “Pudo ser mejor y también peor”. Cierto, el guiso de la comida que nos esperaba no se había quemado.
Días estos últimos de tormenta, para qué negarlo. Tras dos derrotas y media –esto solo al alcance del Atleti, entiéndase lo de la media derrota–, hay cita matinal. El invitado es el Leganés del que no se espera que traiga los churros para desayunar. Bastante tienen los pepineros con cargar con el farolillo rojo,...
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Luis Mengs
Luis Mengs es realizador. Algunos de sus trabajos se han proyectado en museos como el Thyssen-Bornemisza de Madrid, Bellas Artes de Bilbao, Fundación Telefónica, Reina Sofía, Nagasaki Prefectural Art Museum, Public Library de Nueva York y el Palacio de Carlos V en Granada. Desde 2015 dirige con mano de hierro una empresa de un solo empleado.
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