En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Llegué a lo que sería CTXT un martes de noviembre de 2014. El sol brillaba en el cielo azul de Madrid y hacía más frío del que recuerdo en los otoños siguientes. A las cuatro y media subí las escaleras que llevaban al segundo piso y entré en un salón que ya estaba ocupado por gentes diversas. Me reencontré con colegas periodistas de otra vida, con compañeras recientes y con otras y otros nuevos. Ocupé un sitio libre en el sofá que tantas veces después me daría cobijo y me dediqué a escuchar, casi todo el tiempo. Y escuché periodismo, por primera vez desde hace mucho.
Mis últimos años en el oficio no habían sido gratos. No sé cuándo pasó, ni cómo, pero yo había vivido rodeada de productos, contenidos y páginas vistas. De pronto, aquello que yo quería se había convertido en una rutina en la que las audiencias lo decidían casi todo. Pero aquel día, sin embargo, nadie habló de sistemas editoriales, ni de SEO, ni de métricas. Se debatió sobre enfoques, géneros periodísticos, asuntos olvidados, gentes invisibles... Y se puso una fecha suicida para el lanzamiento de un medio que no tenía aún ni nombre: el 15 de enero. Salí de allí sabiendo que solo podía ganar. Porque era una locura.
Aquel salón fue pronto nuestra redacción, a la que terminamos llamando El Saloncito. Antes pasamos por la oficina de Kike Portilla, que nos hizo un hueco y sufrió el caos de un grupo de periodistas en eterno proceso creativo. Allí sacamos el primer número de CTXT, en una madrugada casi agónica provocada por el atentado contra el semanario Charlie Hebdo, que nos pilló con la revista ya cerrada. Y allí empezamos a querernos. Las estufas de butano no eran suficientes para quitarnos el frío. En marzo, tras haber abusado del amor de Portilla, tomamos el salón del baranda por asalto y comenzamos a disfrutar de las ventajas de la calefacción central. Estuvimos en El Saloncito casi dos años; los meses finales los pasamos haciendo CTXT y buscando una casa propia que pudiésemos permitirnos. En una esquina del Parque de Berlín conseguimos 90 metros cuadrados, con luz y gorriones. Fuimos felices. Pero nos hicimos mayores y quisimos soñar con ser más grandes. En octubre nos mudamos a lo que hemos bautizado como El Taller de CTXT. Una redacción, sí, pero también un lugar abierto para intentar entender, y si es posible cambiar, el mundo.
CTXT es, sin duda, la suma de todas y todos los que en algún momento la han hecho. Un rato o un trozo de su vida. Por aquella primera oficina, por el salón, por la casa de los gorriones y ahora por El Taller han pasado muchísimas mujeres y hombres con talento. He intentando sumarlos mentalmente para citarlos aquí, pero he desistido; el homenaje quedaría empañado con alguna ausencia involuntaria. Solo quiero que sepáis que todas y cada una de vosotras habéis sido importantes y necesarias. Las que seguimos aquí os llevamos con nosotras, orgullosas de que en algún momento nos hayáis acompañado. También lo han hecho otros medios, y quiero acordarme de ellos. De El País, que siempre será para nosotras un lugar en el que fuimos felices, y de Soledad, Joaquín y Jesús, imprescindibles. De los colegas de Infolibre, con los que cerramos nuestro primer acuerdo de colaboración. De Público y sus directoras, con las que mantenemos una fructífera unión editorial. Del amor de las Píkaras y de La Marea. Y de tantos otros que siempre han respondido cuando hemos pedido ayuda.
En estos cinco años han cambiado muchas cosas, incluidas nuestras vidas. Pero en CTXT hay algunas constantes. Una de ellas, la fundamental, es que nunca nos ha movido otra cosa que el periodismo. Aquella reunión con la que para mí empezó todo se ha repetido mil veces. Hemos discutido, hemos gritado, hemos discrepado… pero siempre en nombre de un oficio que intentamos defender. Otra, somos el trío de periodistas fundadores que sigue al frente de la cosa. El director/baranda Miguel Mora y las directoras adjuntas Mónica Andrade y yo. En noviembre de 2014 él solo era un excompañero de El País y ella una periodista a la que no conocía. Hoy somos amigos y algo parecido a una familia. Gracias Mónica por ser una colega siempre fiel. Y gracias Miguel por haberlo hecho. Sin tu empeño impenitente, no seríamos.
Y gracias a vosotras y vosotros, lectoras y lectores. Ha merecido la pena.
Llegué a lo que sería CTXT un martes de noviembre de 2014. El sol brillaba en el cielo azul de Madrid y hacía más frío del que recuerdo en los otoños siguientes. A las cuatro y media subí las escaleras que llevaban al segundo piso y entré en un salón que ya estaba ocupado por gentes diversas. Me reencontré con...
Autora >
Vanesa Jiménez
Periodista desde hace casi 25 años, cinturón negro de Tan-Gue (arte marcial gaditano) y experta en bricolajes varios. Es directora adjunta de CTXT. Antes, en El Mundo, El País y lainformacion.com.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí