“En CTXT harás periodismo”, me dijo Miguel Mora días después de que una compañera recién salida de la facultad dejara el medio donde trabajábamos. Una sepultura donde las noticias eran redactadas al dictado de los políticos. Cuando el director le preguntó a aquella periodista tan joven “¿por qué te vas?”, ella contestó sin pudor “quiero hacer periodismo”. Sus palabras me persiguieron día y noche. Así que aquella mañana, al otro lado del teléfono, las palabras de Miguel tocaron diana en mi conciencia y en mi corazón: recuperar una forma de hacer periodismo tan heroica como remota y aniquilada por el frenesí y el negocio. Escribir en un medio que no diera la espalda a lo que pasa en el mundo, haciendo un mal uso de su responsabilidad a través de la manipulación o del silencio. Una vez dentro de CTXT descubrí que el rigor, el espíritu crítico y la libertad caminaban de la mano en un viaje sin retorno. Confieso haberme sentido la última de la clase al lado de firmas tan valiosas que hacían una ingente labor por hacer visible lo invisible, guiándome en mis inseguridades y tinieblas.  

A Mónica y Mar les agradezco el calor y la exigencia. A Elena, Nico, Vanesa, Alex y Marina su trabajo desde la sala de máquinas. A Adriana, su complicidad. A Gerardo su sensibilidad y generosidad, siempre aupando nuestros textos, dándonos ejemplo cada día de que estamos en el camino correcto: con los colectivos más desamparados de la sociedad, con los parias, con los que sobreviven en los márgenes del mundo. A CTXT le doy las gracias por su compromiso con los derechos y sus libertades. Hacer periodismo era esto: ir hacia donde está aquello que se silencia, contar aquello que no se quiere que se cuente, con todas sus aristas. Un compromiso con la realidad social. Gracias siempre, Miguel.