Cuando se habla de la mística del periodismo, el cliché más común está en creer que el mejor se hace desde los periódicos. “¡Paren máquinas! ¡Lo quiero a cinco columnas!”. O, como mucho, se menciona la inmediatez de la televisión (“El hombre llega a la luna”) o la radio (“Estamos en directo”). El otro día, paseando por la exposición retrospectiva dedicada al fotógrafo Oriol Maspons, y mirando las fotos de sus reportajes en la época dorada de las revistas ilustradas, pensé que es una pena que, entre todos los soportes de la prensa –ninguno de los cuales escapa a la crisis–, las revistas sean precisamente las que se han llevado la peor parte. CTXT, que ahora cumple cinco años, me parece que precisamente ejemplifica lo mejor del periodismo slow y longform, dos anglicismos, lento y largo que no son otra cosa que lo que vienen publicando las revistas de toda la vida. Por la calidad de sus textos, por la diversidad de sus enfoques, por la capacidad de ahondar en los temas que no son de estricta actualidad, CTXT es un medio de otra época, con más similitudes con un New Yorker o un París Match, que con una alerta de internet. Su modelo de periodismo es tan del pasado (en cuanto recuerda de dónde venimos como disciplina y como país) como del futuro (porque está pensado mirando siempre hacia adelante), y ajusta en cada nueva actualización las cuentas a un presente gaseoso. Estoy muy agradecida a CTXT, tanto en la edición .es como en esa hija pequeña que es el .cat, porque me haya dado la oportunidad de crecer, como lectora y como periodista. Pocos son los medios que hoy en día logran hacernos mejores a los que trabajamos en ellos, y tampoco son muchos los que tratan a sus lectores con la inteligencia, la sensibilidad y el cariño que lo hace CTXT. Gracias a quienes dan vida al proyecto, a un lado y otro de la pantalla. ¡Esta revista es suya!