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ÉLITES

Repartir el poder

Para alterar la concentración de poderes, la mejor opción es tomar medidas políticas, pero es también la más difícil: supone enfrentarse con intereses fuertes y bien pertrechados para defender el statu quo

Ignacio Sánchez-Cuenca 14/01/2020

<p><em>Allegoria del Cattivo Governo</em>, 1338-1339 </p>

Allegoria del Cattivo Governo, 1338-1339 

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A mi juicio, muchos de los diagnósticos que se ofrecen sobre los estragos de la crisis que ha vivido España (y Europa) se dejan fuera un aspecto fundamental, el relativo a la distribución del poder económico, político, social y cultural. Sabemos que la crisis tuvo unos efectos terribles sobre el mercado de trabajo, tanto por lo que toca a los niveles de paro como a las reducciones salariales, especialmente entre quienes menos ganaban. Sabemos también que hubo una importante destrucción de tejido industrial. Y que los jóvenes se encontraron taponados, de manera que un porcentaje importante de ellos tuvo que buscarse la vida en otros países. Hubo además una caída muy acusada de los ingresos públicos (mucho mayor que en el resto de Europa) y fuertes recortes en infraestructuras, en educación, en sanidad, en investigación y desarrollo y en la administración del Estado.  Todo ello nos ha dejado un país más desigual y un Estado con menor capacidad.

Cuando el poder se concentra en unas pocas manos, los grupos de mayor influencia adquieren capacidad de veto, impidiendo que el principio de igualdad política tenga consecuencias más allá de la formación de gobierno

Pero a la vez que todo esto sucedía, se estaba produciendo una reorganización en varias de las dimensiones del poder. Esta reorganización ha supuesto que en ciertos ámbitos haya ahora una mayor concentración de poder. Se trata de una cuestión importante, que afecta no sólo a la producción de desigualdad, sino también al funcionamiento de la democracia. La democracia se basa en el principio de la igualdad política. Este principio opera sin demasiados problemas cuando el poder se encuentra repartido y fragmentado, situación que suele corresponderse con una sociedad civil poderosa, densa, bien articulada, que garantiza una pluralidad de intereses y valores. En cambio, cuando el poder se concentra en unas pocas manos, los grupos de mayor influencia adquieren capacidad de veto, impidiendo que el principio de igualdad política tenga consecuencias más allá de la formación de gobierno. En casos extremos, los grupos poderosos constituyen una oligarquía que vacía y desnaturaliza la democracia.

Pues bien, creo que hay motivos para afirmar que desde el inicio de la crisis económica, en España el poder se ha concentrado, no en todas las dimensiones posibles, pero sí en algunas de ellas.

En primer lugar, la gran crisis financiera se llevó por delante las cajas de ahorro, quedando el sector dominado por cinco grandes entidades, el Santander, el BBVA, Caixabank, Bankia y Banco de Sabadell. Según un informe del Banco de España, los dos países en los que más aumentó la concentración bancaria fueron Grecia y España (en Portugal no ocurrió lo mismo). La destrucción de las cajas ha tenido consecuencias en sí misma (mayores dificultades para financiar la inversión a nivel local y regional, menor financiación de programas sociales y culturales, etc.). Los bancos supervivientes se han vuelto más influyentes, por ejemplo en el sector de los medios de comunicación: ante el elevado endeudamiento y la falta de rentabilidad de los medios, los bancos entraron en el accionariado de los grandes grupos de comunicación (véase, por ejemplo, el Informe Mongolia Papel mojado. La crisis de la prensa y el fracaso de los periódicos en España).

En segundo lugar, se ha producido una gran asimetría de poder en el mercado de trabajo. La reforma laboral aprobada por el Gobierno de Mariano Rajoy ha supuesto en la práctica una mayor concentración de poder en las empresas frente a los trabajadores. Más allá de los cambios regulativos en la contratación y de la reducción de los costes del despido, el mayor torpedo al mundo del trabajo fue el desmantelamiento de la negociación colectiva, permitiendo que primara el convenio de empresa sobre el sectorial. La reforma, además, contenía otras muchas medidas de “flexibilización” que han contribuido a la aparición de niveles muy altos de precariedad laboral. Claramente, el poder se ha concentrado en el capital frente al trabajo.

En tercer lugar, el sector privado ha ganado un poder considerable frente a los servicios públicos que provee el Estado. Así, tanto en educación como en sanidad la inversión de los grupos económicos privados ha aumentado mucho más que la del sector público (véase, por ejemplo, aquí y aquí). La debilidad económica del Estado ha propiciado el avance de las empresas privadas, que amenazan el poder que antes tenía el Estado para garantizar unos servicios básicos universales. Especialmente en comunidades como Madrid, donde ha habido una decisión política consciente y deliberada en esta dirección, el Estado se está replegando.

La reforma laboral aprobada por el Gobierno de Rajoy ha supuesto en la práctica una mayor concentración de poder en las empresas frente a los trabajadores

En cuarto lugar, se ha producido una cierta recentralización del poder político en el gobierno central en virtud de las obligaciones fiscales adquiridas por España en el área euro. El gobierno central cuenta ahora con poder para intervenir y limitar las cuentas de Ayuntamientos y Comunidades Autónomas. Además, la capital del Estado, por una mezcla de decisiones políticas y economías de escala, ha ido atrayendo cada vez más recursos (aquí), alterándose profundamente no sólo el equilibrio entre Madrid y Barcelona, clave para la estabilidad política en España, sino también entre la gran capital metropolitana y las provincias del interior, que se encuentran en una situación de inferioridad que amenaza su futuro incluso demográfico. Madrid concentra demasiado poder económico y político y, en consecuencia, la cohesión territorial se resiente.

En fin, en estas cuatro dimensiones (la financiera, la laboral, la social y la territorial), se ha producido una mayor concentración de poder, que genera desigualdades de tipo diverso. Inevitablemente, esto supone un problema para el funcionamiento de la democracia. Hay tres opciones ante este problema: la inacción, basada en el supuesto de que se trata de procesos naturales o espontáneos que no tiene sentido dirigir; la compensación, intentado ayudar o proteger a los colectivos que salen perdiendo con estos cambios; y la corrección mediante políticas que alteren la distribución de poder. Esta última opción es la más ambiciosa, pero también la más difícil: supone enfrentarse con intereses fuertes y bien pertrechados para defender el statu quo.

A mi juicio, muchos de los diagnósticos que se ofrecen sobre los estragos de la crisis que ha vivido España (y Europa) se dejan fuera un aspecto fundamental, el relativo a la distribución del poder económico, político, social y cultural. Sabemos que la crisis tuvo unos efectos terribles sobre el mercado de...

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Ignacio Sánchez-Cuenca

Es profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III de Madrid. Entre sus últimos libros, La desfachatez intelectual (Catarata 2016), La impotencia democrática (Catarata, 2014) y La izquierda, fin de un ciclo (2019).

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2 comentario(s)

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  1. José Lázaro

    A primera vista parecería q se trata de una transferencia de poder de abajo hacia arriba; pero no nos engañemos, las Cajas de Ahorros eran feudo de los partidos políticos, al igual q los sindicatos, y por supuesto las distintas administraciones. Alguno me dirá q los políticos representan al pueblo,; pero me remito a los eslóganes del 15M. Hace tiempo q el poder está en mano de los mismos, q usan las puertas giratorias para pasar de lo público a lo privado, y viceversa, con la acquiescencia de los muy respetables ciudadanos de este país q lleban aupandolos al poder 40 años (otros 40). No deberíamos rasgarnos ninguna vestidura a estas alturas de la película...

    Hace 4 años 10 meses

  2. cayetano

    Siendo cierto lo dicho, no se explican las únicas lógicas que conllevan a éstos fenómenos. Cuando el beneficio económico se mide en dividendos anuales y dicha cultura se extiende al conjunto de la actividad social, sea pública o privada, nos encontramos con que las costes de determinados servicios esenciales, no son asumibles. Y desde dicha lógica se recortan estos servicios y da cabida a la privatización que excluye, obstaculiza o empeora los mismos para gran parte de la sociedad. Pero al contrario alimenta las cuentas de resultados del sistema financiero y sus distintos activos. No es necesario explicar el maridaje existente entre las compañías de seguro y las finanzas, y por ende explicar el deterioro del Servicio de Salud Público a la par de la extensión del privado unido a la expansión de los seguros sanitarios. El problema de la redefinición del status quo de poder no sólo depende de la actividad política, ahora mismo estamos asistiendo a un tira y afloja de actores financieros entre sí, bancos, fondos, GAFAs, y a un proceso de reestructuración de su poder. De forma que cabría la posibilidad en el mismo de encontrar actores financieros que defendieran junto a Estados la vuelta a políticas de regulación e intervención pública, que devolvieran al sistema financiero su rol de agente intermediario en la circulación del valor y no finalista. Pero para ello, es necesario además que se impulsen políticas que implementen los nuevos paradigmas de producción e intercambio, coadyuvando a la revolución del conocimiento y su comunicación. Un paradigma económico siempre ha requerido de nuevas fuentes de energías que alimentaran nuevas ingenierias y comunicaciones físicas. Ahora mismo además el nuevo paradigma puede implementar la automatización y eficiencia con el 5-G en marcha y revolucionar todos los paradigmas del conocimiento con el desarrollo de la computación cuántica. De forma que la implementación de esas nuevas productividades en la que cosas hagan cosas con mayor eficiencia y productividad que humanos, supone un nuevo reto en el valor de relación humana que asiente nuevos modelos sociales. Esta claro que los nuevos valores vendrán asociados por el lado del ocio, goce y disfrute del tiempo, fundados en aquellos servicios que podamos intercambiar. Es decir, en aquellas necesidades que como seres sociales sólo podamos ofrecernos un@s a otr@s. El valor es medida de relación, económica o no, y la relación genuina sólo la podemos tener entre humanos, por eso no hay más valor que el surgido de la relación de producción entre seres humanos, cosa diferente es el precio que no el valor, por ello el tiempo de trabajo humano por ud. de producto es la única medida universal y atemporal que nos permite medir el desarrollo en cualquier época histórica. Pero volviendo a la cuestión del artículo, será necesario intervenir en el nuevo modelo productivo y encontrar alianzas que permitan alcanzar mayores cotas de democracia política y económica con más respeto al medio ambiente. Lo que se pretende con el comentario es observar que las estructuras de Poder estan en evolución más allá de la descripción o radiografía institucional observada, que por ejemplo provoco concentración del mercado bancario y por tanto más riesgo sistémico (por ejemplo), al tiempo que dichas entidades financieras estan sintiendo en su cogote la fuerza de las GAFAs como nuevas instituciones financieras con más capacidad de manejar el BigTech y competir por el conjunto del mercado financiero oficial o no. En el escenario que bosquejan las TICs y nuevas energías..., la democratización política y económica juegan una gran trascendencia, que va más allá de sí la concentración es estatal o privada. Teniendo en cuenta, eso sí, que la alta concentración institucional privada requerirá de la intervención del Estado, para que en este panorama más allá de consideraciones morales de justicia social, intervenga para modernizar las infraestructuras materiales de producción e intercambio que coadyuven a una nueva relación social. Y ello porque la democracia requiere bienestar material de la comunidad. Por eso, y con ello concluyo, para recetear al sistema financiero como agente intermediario y no finalista de la circulación del capital, se requiere la obtención de nuevos beneficios, sean por reconfiguración de los existentes u otros exnovos, que doten a una nueva economía productiva de tasas de ganancias que no requieran de burbujas financieras y especulación como motor del crecimiento económico y valorizacion de beneficios que aliemente la competitividad entre empresas. O se impulsa un cambio de paradigma productivo y de intercambio junto a un nuevo modelo de relación, que resitue a la economía productiva como motor del crecimiento y valorización, o todas las diatribas contra el Sistema Financiero serán inútiles por perjudiciales que sean, dado que no contaremos con alternativa más allá del voluntarismo, y como se ha dicho en no pocas ocasiones un sistema r-evoluciona por encima de la voluntad de sus partes. Un cordial saludo.

    Hace 4 años 10 meses

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