El veto parental
El pastafarismo como opción religiosa
En defensa del Monstruo Espagueti Volador
Marcos Pereda 1/02/2020
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Advertencia: absténganse de continuar con la lectura aquellos que no gocen con la ironía y la reducción al absurdo. Y los de piel fina, ellos también.
“Al principio Dios creó el cielo y la Tierra”. No, espera, no cuadra del todo. Veamos ahora. “El Monstruo Espagueti Volador creó el universo y un montón de planetas, entre ellos la Tierra”. Ummm, puede ser, pero creo que aún no queda claro. Probemos de nuevo.
“En el génesis de los tiempos estaba Bobby Henderson, y Bobby Henderson había estudiado mucho. Era un cerebrín”. Sí, ahora fluye más, continuemos por este camino.
Año 2004. Estados Unidos. George W. Bush es el presidente, Dick Cheney está justo por debajo y la cosa científica en Educación anda regular. Fundamentalmente por presiones de grupos religiosos. Quiero decir… muy, muy religiosos. Seguro que me entienden. Fueron ellos, a través del Kansas State Board of Education, quienes lograron algo contrario a la lógica: que en las escuelas públicas de ese simpático Estado se enseñase el “diseño inteligente” (Creacionismo para los amigos) en igual rango (e idéntico número de horas) que la teoría de la evolución. En clase de ciencias naturales, nada menos. Al fin y al cabo, argumentaban los risueños retrógrados, ambos tienen la misma credibilidad, ¿no?
Una web afirmó que Jesucristo es el hijo del Monstruo Espagueti Volador, y ofreció 250.000 dólares a quien pudiese demostrar lo contrario. La recompensa quedó sin cobrar
A Bobby Henderson no se lo parecía. Ya ven, un excéntrico. Imbuido seguramente por el Maligno (o por alguna entidad más cercana y gastronómica), decidió enviar una carta al Kansas State Board of Education. En ella defendía su fe en una deidad suprema con forma de… en fin, de plato de espaguetis con albóndigas. Ejem. Lo llamó el “Monstruo Espagueti Volador”. Argumentaba que las bases de su hipótesis (creencia… se dice creencia) eran tan irrefutables como las que exhibían los creacionistas y, por lo tanto, esa nueva religión también debía ser enseñada en las escuelas públicas, con igual rango a las materias reseñadas más arriba.
Acaba de nacer el pastafarismo o religión del Monstruo Espagueti Volador. Larga vida. Y chúpate esa, pin parental kanseño (es el topónimo de Kansas, lo juro).
La cosa pronto creció, porque esto de las religiones sabes cuándo empieza pero no hacia dónde va. Ayudó al tema que los de Kansas terminasen retirando el creacionismo de sus aulas para devolverlo a… bueno, los sitios donde se hable de estos asuntos. Atracciones de carretera y similares, supongo. También fue útil alguna que otra campaña de fiabilidad incontrovertible. Una página de internet afirmó que Jesucristo es el hijo del Monstruo Espagueti Volador, y ofreció 250.000 dólares a quien pudiese demostrar lo contrario. Sorprendentemente la recompensa quedó sin cobrar.
La red contribuyó a extender el nuevo credo. Que es (lo aclaramos ahora, no vaya a ser que…) totalmente irónico, basado en la reducción al absurdo y con un toque gamberro muy refrescante. La tetera de Russell, el unicornio rosa invisible, ese ambiente. Para los pastafaris, el Supremo Hacedor del Universo será el Monstruo Espagueti Volador, que es invisible e indetectable (por eso usted, aficionado astrónomo, no puede verlo con su telescopio). Pero estar, está. O esa es mi fe. No me puede llevar la contraria en asuntos de fe, ¿verdad? Porque, en fin… es la fe. Consiste en creer lo que no ves, precisamente. Ah, si es de esos cínicos que piensa que el mundo es tirando a birria sepa que el pastafarismo también tiene explicación a eso: el Monstruo Espagueti Volador se puso tallarines a la obra con la Creación después de beber bastante. No hay consenso sobre si lo hizo de resaca o aún ebrio, pero que estaba perjudicado es seguro… Después se dedicó a sembrar por La Tierra todo tipo de constancias arqueológicas que hicieran parecer mucho más antiguo nuestro mundo, que en realidad tiene solo 5.000 años. De ahí los huesos de dinosaurios. Un enorme fraude, porque esas bestias convivieron con el hombre hasta hace poco tiempo, y si no tenemos constancia ósea de tales reptiles en, por ejemplo, la época de Alejandro Magno es porque en realidad no tienen esqueleto. Al contrario, lograban que sus extremidades se pusieran rígidas fluyendo grandes cantidades de sangre hasta allí. Como… bueno, seguro que se les ocurre alguna comparación adecuada, yo no voy a arriesgarme. En fin, nuestro Monstruo Espagueti Volador es un cachondo mental, como pueden ver. Y existe. Existe ontológicamente, tomando el razonamiento de Anselmo de Canterbury, que fue un señor muy listo de la Edad Media. Veamos… si usted puede imaginar el ser más enorme, más inabarcable de todos… aquel que desafía la lógica humana, el que es tan grande que resulta imposible que Él mismo imagine nada más grande… pues bien, al añadirle un apéndice en forma de tallarín ese ser se convierte en algo aún mayor. Ergo el Monstruo Espagueti Volador existe, en toda su grandeza y omnipotencia. Más o menos. Quod erat demonstrandum.
Cada vez más personas se hicieron pastafaris. Era muy cómodo, la verdad, porque no necesitas apostatar de tu antigua religión. El Monstruo Espagueti Volador es, en ese y otros sentidos, extremadamente flexible. Además tienes treinta días para probar tu nueva fe y, si no te gusta, la abandonas (no te devuelven el dinero porque no pagas nada). Tampoco hay que participar en ceremonias, entregar diezmos o jurar, que es algo muy exigente. Si a eso le sumas la expansión por Internet y el apoyo de muchos grupos de lo que podríamos llamar “ateísmo militante”, no debe extrañarnos el éxito.
Así que, como todo movimiento que se precie, empezó a surgir un credo. Que es el auténtico y verdadero. Todo con las bases antes señaladas, pero aderezando (los aderezos son muy importantes). Los piratas son seres sagrados, por ejemplo. Hay un cielo (tiene volcanes de cerveza y strippers de ambos sexos) y un infierno (que es exactamente igual, pero la cerveza está caliente y sin gas y los strippers van cargados de enfermedades horribles). También llegará el apocalipsis, claro. Para salvar nuestra alma deberíamos seguir los Ocho Condimentos (inicialmente eran diez, pero un par de ellos se cayeron por la borda durante el primer viaje de… bueno, es una historia muy larga). Quizá el más importante sea el segundo, que reza, nunca mejor dicho, así: “Realmente preferiría que no usases mi existencia como un medio para oprimir, subyugar, castigar, eviscerar, y/o… ya sabes, ser malo con otros. Yo no requiero sacrificios y la pureza es para el agua mineral, no para la gente”. Si eso no es una ley natural, yo no estoy escribiendo esto. Por tener tienen incluso oraciones, con un punto de delicioso sacrilegio que no podemos sino reproducir:
Salve Marinara, Llena de Especias
El Monstruo Espagueti Volador está de ti relleno
Sabrosa tú eres entre todas las salsas,
Y bendito es el fruto de tu frasco, tomate
(aunque los tontos creen que son verduras).
El día sagrado de los pastafaris es el viernes. A ser posible visten de pirata esas 24 horas, aunque son laxos. También habría que comer espaguetis con salsa de tomate y albóndigas esa noche, pero no quieren hacer un drama con ello.
CTXT, en su incesante búsqueda de la noticia, se puso en contacto con Javier Casares, representante de la religión en España (en su infinita modestia se niega rango eclesial ninguno, así que respetaremos sus deseos). Él nos explicó algunos extremos importantes del Movimiento y su extensión. Nos habla, por ejemplo, de cuando intentaron inscribir el pastafarismo en el Registro de Entidades Religiosas copiando literalmente la solicitud de otro credo (sí, aceptado en su día) y a ellos se les denegó. “¿Por qué?”, clamaron elevando sus puños hacia el Monstruo Espagueti Volador. También clamaron en el Registro, donde les llegaron a admitir que oye, estaba todo bien, pero es que aquello no era serio. Lo cual era, pásmense, contrario a lo establecido por la Unión Europea, quien declaraba que tal denegación no podía fundamentarse por razones de fondo. Vamos, que no te puedes meter con mi fe, porque vale tanto como la tuya. Si hasta en Países Bajos se ha reconocido a la Iglesia del Monstruo Espagueti Volador como religión… Así que insistieron y presentaron recurso ante la Audiencia Nacional. Calculan que en breve salga algo, nos dicen.
En Austria y en la República Checa sendos ciudadanos han conseguido aparecer en su documentación de identidad con un colador de pasta en la cabeza
También preguntamos sobre el número de seguidores que tiene el pastafarismo en España. Después de una disculpa (no es posible hacer un listado de fieles a una religión, porque esos son datos personales y están muy protegidos) nos avanzan algunas cifras. Las discusiones doctrinales reúnen por lo general a unos 150 teólogos activos. Lo que pasa es que los pastafaris también son muy de “creyente pero no practicante”. Estimaciones más genéricas, basadas en apoyos concretos a la causa, suben ese número hasta los 12.000. Que no está nada mal, oigan. Ayuda que se pueda compaginar el pastafarismo con otros cultos, el aeróbic o, incluso, la filatelia.
Desengáñense amigos, el movimiento es imparable. En Nueva Zelanda ya se han celebrado bodas oficiales pastafaris (que luego tienen que pasar por el consiguiente registro civil, como todas las demás). Son ceremonias preciosas, muy emotivas, con un pirata consagrando el amor de dos fieles ante el Monstruo Espagueti Volador. Más aún, en Austria y en la República Checa sendos ciudadanos han conseguido aparecer en su documentación de identidad con un colador de pasta en la cabeza. Que si otras religiones pueden taparse el pelo nosotros también deberíamos, ¿no? Al fin y al cabo está en los Ocho Condimentos (o en algún otro lugar, vaya). Es, en el fondo, una reducción al absurdo. Estados laicos con vinculaciones religiosas más allá de las culturales. ¿Para esto hicimos la Ilustración?
Así que recuerden, queridos lectores… coman tallarines el viernes, vistan siempre que puedan como piratas, nunca le den la mano a un ninja y, sobre todo, no adopten pingüinos. Ellos son los Malditos, la raza que no se puede tocar. Todo está en el Canon. Pueden creerme.
O deberían no hacerlo.
Advertencia: absténganse de continuar con la lectura aquellos que no gocen con la ironía y la reducción al absurdo. Y los de piel fina, ellos también.
“Al principio Dios creó el cielo y la Tierra”. No, espera, no cuadra del todo. Veamos ahora. “El Monstruo Espagueti Volador creó el universo y un...
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Marcos Pereda
Marcos Pereda (Torrelavega, 1981), profesor y escritor, ha publicado obras sobre Derecho, Historia, Filosofía y Deporte. Le gustan los relatos donde nada es lo que parece, los maillots de los años 70 y la literatura francesa. Si tienes que buscarlo seguro que lo encuentras entre las páginas de un libro. Es autor de Arriva Italia. Gloria y Miseria de la Nación que soñó ciclismo y de "Periquismo: crónica de una pasión" (Punto de Vista).
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