Resistencia en las gradas
La regla que salva la cultura popular del fútbol en Alemania
Numerosas aficiones de equipos germanos están protestando por la pretensión de algunos inversores de acabar con la norma 50+1, que permite que los socios sean mayoría en los consejos de dirección de los clubes
Ricardo Uribarri 11/03/2020
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La liga alemana es una rara avis en el panorama europeo futbolístico. Sigue siendo la única de los países más importantes donde casi todos los clubes están en manos de sus aficionados y no de un único dueño, al contrario de lo que pasa en Italia, Inglaterra, Francia o España (con excepción de cuatro equipos). Así es desde que hace 22 años, con la transformación de los equipos en sociedades anónimas, se aprobara una normativa conocida como 50+1, que establece que, para competir en las dos primeras categorías germanas, los socios deben tener la mayoría de los derechos de voto en el consejo directivo. Sin embargo, hay dirigentes que piensan que es una medida que pone en desventaja a los clubes teutones respecto a sus rivales europeos y que debería cambiarse. Una posibilidad que muchos seguidores no están dispuestos a aceptar. Y en su lucha por defender el estatus actual, han focalizado sus iras en un objetivo: Dietmar Hopp.
La normativa conocida como 50+1 establece que para competir en las dos primeras categorías germanas los socios deben tener la mayoría de los derechos de voto en el consejo directivo
La regla 50+1 tiene una excepción. Permite a los inversores externos que hayan financiado el club como patrocinador principal durante 20 años hacerse con su control, tomando la mayoría de las acciones. A través de esa vía, multinacionales como Volkswagen y Bayer son las propietarias del Wolfsburgo y el Bayer Leverkusen, respectivamente, que son clubes que fundaron los trabajadores de esas empresas. En 2015 también se le concedió esta posibilidad a Hopp, un millonario que a través de su empresa de software SAP ha inyectado dinero desde los años 90 en el Hoffenheim, equipo de la localidad de Sinheim, de apenas 35.000 habitantes, en el que jugó de joven en su cantera y al que ha llevado desde las ligas regionales hasta la élite, disputando incluso la Champions en 2018 y del que actualmente tiene el 96% de las acciones. Ni siquiera su faceta benefactora, que canaliza a través de su fundación y que incluye cuantiosas donaciones para proyectos solidarios y la investigación en la lucha contra el cáncer, ha evitado la crítica feroz de muchos hinchas contra él por ser uno de los principales partidarios de que se elimine la norma antimagnates.
Hopp, que a través de su empresa tiene vínculos empresariales con la Federación Alemana, cuenta con el apoyo de otros inversores, como Martin Kind, del Hannover 96, a quién le negaron acogerse a la excepción hace dos años, lo que provocó que dejara el puesto de presidente, o el del jordano Hasan Ismaik, del Munich 1860, e incluso el de los dirigentes del Bayern. Ismaik ha recurrido la norma ante los tribunales federales alegando que va en contra de la libre competencia. En este bando estaría también el RB Leipzig, que respeta la legislación, pero no su espíritu, ya que los 17 socios del Consejo están relacionados con una famosa empresa de bebidas austriaca, cuyo dueño, Dietrich Mateschitz, compró en 2009 un equipo amateur de un pueblo cercano a Leipzig y le cambió el nombre, los colores y el escudo, invirtiendo dinero hasta convertirlo en el RB Leipzig actual. Justo lo que detestan los que no quieren un fútbol dirigido por millonarios o fondos de inversión.
Hace dos años ya hubo una votación para sondear la opinión de los clubes respecto a la conveniencia o no de mantener la regla 50+1 como respuesta a la intención de la Federación Alemana de llevar a debate este tema. Es cierto que el resultado fue favorable a que siguiera vigente, pero ni mucho menos hubo unanimidad. Solo 18 clubes votaron a favor, mientras que cuatro lo hicieron en contra, nueve se abstuvieron y tres no registraron una decisión. Esta creciente oposición a mantener vigente la norma ha hecho que los seguidores de diversos clubes hayan pasado a la acción en los últimos tiempos protagonizando llamativas acciones en los partidos con el objetivo de dejar clara su postura.
Hopp, que a través de su empresa tiene vínculos empresariales con la Federación Alemana, cuenta con el apoyo de otros inversores, como Martin Kind, del Hannover 96 o Hasan Ismaik, del Munich 1860
Una de las aficiones más combativas es la del Borussia Dortmund que a final del año pasado, y con motivo de un partido disputado en el campo del Hoffenheim, mostró pancartas insultantes y ofensivas contra Hopp, lo que provocó que la Federación les haya sancionado con la prohibición de entrar durante dos años en ese recinto. Una decisión que ha generado que la mayoría de las aficiones del país, excepto las de Leverkusen y Wolfsburgo (las excepciones de la regla 50+1), se hayan solidarizado con la del Dortmund y sumado a la protesta, ya no solo contra Hopp, sino contra la propia Federación por la amenaza que sienten sobre el modelo de fútbol que defienden. La más sonada fue la de los hinchas del Bayern de Múnich, hace unos días en el propio Rhein-Neckar-Arena de Hoffenheim, donde, a falta de pocos minutos para el final del encuentro, mostraron pancartas en las que llamaban “hijo de puta” a Hopp, lo que provocó que el árbitro detuviera el encuentro, que los dirigentes del Bayern, con Rummenigge, el mítico ex jugador y actual director general del club bávaro a la cabeza, bajaran al césped a recriminar a sus seguidores y a apoyar al máximo dirigente del equipo rival y que los dos equipos terminaran el partido en actitud pasiva pasándose el balón entre ellos como gesto de repulsa.
Lejos de servir para apaciguar los ánimos, lo ocurrido ese día ha servido como generador de más protestas en diferentes estadios del país, con Hopp, Rummenigge y la Federación como centro de las críticas. En Kaiserslautern se podía leer: “¿Racismo en los estadios? Nunca lo he escuchado; ¿Corrupción? Nunca ha pasado; ¿Insultos a un sponsor? Se paran los partidos. Esto recuerda a tiempos muy oscuros”. En el propio Múnich respondieron a Rummenigge, que dijo que lo sucedido en Hoffenheim era “la cara fea del fútbol”, con una pancarta en la que se leía “la cara fea del Bayern es coger dinero de sangre de Qatar”, en referencia al patrocinio del país al equipo. También se mostraron pancartas de protesta en los campos del Unión Berlín, Hamburgo, Werder Bremen, Colonia, Schalke (“Pedimos perdón a todas las putas por haberlas relacionado con el señor Hopp”), St.Pauli y Borussia Mönchengladbach, haciéndose unánime el grito: “Fussballmafia, DFB (Federación Alemana de Fútbol)”. El contrapunto lo puso la afición del RB Leipzig, que apoyó a Hopp.
Habrá quien quiera ver esto como una nueva algarada de los aficionados más radicales de los equipos, pero eso es quedarse en la superficie del problema
En medio del debate sobre hasta dónde puede llegar el derecho a la libertad de expresión de los aficionados y por qué cuando hubo episodios de racismo en las gradas nunca se llegaron a imponer sanciones colectivas como las establecidas ahora, algo que la Federación Alemana había descartado en el pasado, la asociación de colectivos ultras de los equipos alemanes ha mandado una carta a la Federación Alemana bajo el título “Castigos colectivos para proteger a un multimillonario”. En ella señalan que “con sanciones colectivas para proteger a un millonario la DFB muestra su verdadera cara. Se trata ni más ni menos que un ataque contra nuestra cultura y valores”, a la vez que manifiestan que “los beneficiarios del negocio del fútbol tratan de dividir a las curvas con este tema para finalmente sacar del estadio a los aficionados activos porque estos son los que permanentemente ponen el dedo en la llaga”. En el mismo texto defienden su papel como “defensores de los derechos de los socios en los clubes frente a los grandes inversores, de las entradas baratas y de los horarios que favorecen a quienes van al estadio”.
Habrá quien quiera ver esto como una nueva algarada de los aficionados más radicales de los equipos, pero eso es quedarse en la superficie del problema. En el fondo está la disputa entre dos maneras de entender el fútbol. Una es la de los aficionados que defienden una cultura popular, que quieren seguir siendo partícipes del día a día de su club y no meros clientes de un espectáculo. La otra es la de los magnates que se compran un club como el que adquiere una empresa y hacen y deshacen a su antojo sin contar con la opinión de su masa social. Los primeros están dispuestos a luchar contra los que quieren acabar con la democracia en el fútbol. Los segundos tienen el dinero y, parece que, a los organismos de su lado. Sólo una regla, una simple cláusula, les impide cumplir con sus deseos.
La liga alemana es una rara avis en el panorama europeo futbolístico. Sigue siendo la única de los países más importantes donde casi todos los clubes están en manos de sus aficionados y no de un único dueño, al contrario de lo que pasa en Italia, Inglaterra, Francia o España (con excepción de cuatro...
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Ricardo Uribarri
Periodista. Empezó a cubrir la información del Atleti hace más de 20 años y ha pasado por medios como Claro, Radio 16, Época, Vía Digital, Marca y Bez. Actualmente colabora con XL Semanal y se quita el mono de micrófono en Onda Madrid.
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