Tecetipos
Aterrizar el mundo
Hoy todos estamos dentro de un avión haciendo tiempo. Dándole vueltas al pasillo. De abajo a arriba, de arriba abajo. Calculando el impacto que sufriremos al aterrizar un mundo que, momentáneamente, ha quedado colgando de la nada
Gerardo Tecé 22/03/2020
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Qué angustia estar ahí arriba, pensé al ver por televisión que un avión de Air Canadá tenía que realizar un aterrizaje de emergencia. ¿Lo recuerdan? Igual no. Claro, fue hace tanto tiempo que sucedió en una vida anterior. Aquel avión con el tren de aterrizaje dañado y un motor parado, sobrevoló Madrid quemando combustible durante varias horas que ahí arriba debieron de parecer siglos. Mientras el avión canadiense daba vueltas, en tierra firme la vida seguía. Lo recuerdo bien porque yo estaba en esa vida. En un bar, con un amigo y cerveza en mano –qué tiempos aquellos– comentábamos la noticia del día que, por suerte había acabado bien. Yo, reconocí –odio volar por la sensación de indefensión– que hubiera entrado en pánico dentro de ese avión con la incertidumbre de no saber qué le pasaría al aparato al tomar suelo, qué sería del único motor disponible para seguir dando vueltas hasta que el angustioso momento llegase. Mi amigo asintió y, sin decir nada, pidió otra ronda acompañada de unas aceitunas. Como intuyendo que aquella vida que ahora echamos de menos, había que exprimirla urgentemente, no fuera a acabarse de un día para otro.
Hoy todos estamos dentro de un avión haciendo tiempo. Dándole vueltas al pasillo. De abajo a arriba, de arriba abajo. Calculando el impacto que sufriremos al aterrizar un mundo que, momentáneamente, ha quedado colgando de la nada. Cruzando los dedos unos, rezando otros, por la capacidad de resistencia de nuestros hospitales, la pista de emergencia que permite no tener que despedirse uno antes de tiempo. Forzados a estar encerrados nos descubrimos a nosotros mismos y descubrimos a quienes nos rodean. Si uno mira alrededor tiene la tranquilidad de ver que la mayoría de asientos están ocupados por pasajeros conscientes de que toca guardar la calma. Adultos que saben que hay que confiar en la tripulación y echar una mano si la situación lo requiere. Filas llenas de gente responsable que, en silencio, distrae a niños, cuida a ancianos y se remanga para lo que pueda venir. En todo vuelo, por supuesto, también toca que nos acompañen personas que dan la nota. Creo que es una cuestión de cupo de las aerolíneas. Era así en los vuelos de la vida anterior y sigue siendo igual en esta nueva vida. Son tan fáciles de identificar que solo les falta llevar un chaleco reflectante que diga “capullo a bordo”. En la vida anterior eran aquellos que se quejaban por el retraso que provocaba el tener que revisar bien el aparato, los que les gritaban a las azafatas, los que molestaban al de al lado con el volumen de sus ordenadores, los que pasaban de seguir las indicaciones de seguridad porque ellos, los divinos, juegan en otra liga.
En este nuevo mundo en el que nos toca aguantar la respiración hasta que el aparato se estabilice, los divinos, pocos, ponen toda su energía en parecer muchos molestando con sus gritos al resto del pasaje. Que si ese piloto se ha cargado el tren de aterrizaje, que si cuando lleguemos al aeropuerto voy a poner una denuncia, que si la tripulación a mí no me calla porque son todos unos asesinos de viajeros. De nada vale explicarles a los divinos que ni el piloto, ni la tripulación ni el resto del pasaje se quieren ver inmersos en esto, pero que es lo que nos ha tocado. De nada sirve explicarles que, con sus aciertos y sus errores, todos los que van dentro intentarán poner de su parte para que el aterrizaje de emergencia acabe lo mejor posible. O lo menos mal posible. Que ya habrá tiempo para analizar qué ha pasado, de sacar conclusiones para que no se repita, que justo ahora no es momento para numeritos. Nada vale con los divinos.
Todo esto pasará y la inmensa mayoría aplaudiremos, con más motivo que nunca, un aterrizaje forzoso que dejará daños de todo tipo. La mayoría del pasaje saldremos de esta sin volver a pensar nunca más eso de “pues yo entraría en pánico en esa situación”. Ya sabemos que no. Aún sin aterrizar, sabemos que saldremos mejores, más conscientes de lo importante que es la responsabilidad y el cuidado del que está en el asiento de al lado. Los divinos, los capullos a bordo, bajarán sin embargo con sus gritos de siempre. Orgullosos de haber protagonizado el vuelo, esperando a la siguiente dificultad para, una vez más, volver a dar la nota. Su nota.
Qué angustia estar ahí arriba, pensé al ver por televisión que un avión de Air Canadá tenía que realizar un aterrizaje de emergencia. ¿Lo recuerdan? Igual no. Claro, fue hace tanto tiempo que sucedió en una vida anterior. Aquel avión con el tren de aterrizaje dañado y un motor parado, sobrevoló Madrid...
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Gerardo Tecé
Soy Gerardo Tecé. Modelo y actriz. Escribo cosas en sitios desde que tengo uso de Internet. Ahora en CTXT, observando eso que llaman actualidad e intentando dibujarle un contexto. Es autor de 'España, óleo sobre lienzo'(Escritos Contextatarios).
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