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Miedo y solidaridad. Esas son las dos moléculas puras que quedarán flotando en el aire, cuando esta gran explosión termine. No olviden sus nombres, porque con ellas tendremos que construir un nuevo mundo. De la mezcla y uso de estas dos moléculas –miedo y solidaridad– surgirá todo lo que venga después. Tenemos experiencia. ¿Recuerdan el Big Bang? Los más viejos seguro que sí. De la combinación de tres elementos químicos –hidrógeno, helio y litio– surgidos de la gran explosión fueron apareciendo cosas tan potentes y maravillosas como las flores, pero también cosas horribles, como el Seat Toledo. De ahí la importancia de mezclar bien lo básico.
La crisis del coronavirus, sin haber terminado, nos deja ya conceptos ganadores sobre la mesa. El cierre de fronteras, el ambiente militar, la nación como unidad de referencia, la desconfianza hacia el que llega de fuera. Los sueños húmedos de la extrema derecha se hacen realidad hoy como parte de un tratamiento sanitario necesario para detener la pandemia. Cuando todo pase, muchos no querrán que este sueño termine. Pedimos cerrar las fronteras hace mucho tiempo, gritaba Abascal la semana pasada, y lo seguirá gritando. Sin especificar, claro, que lo suyo no es prevención sanitaria, sino afición.
La comunidad, los cuidados, la responsabilidad ciudadana, la defensa de lo público, el valor de los de abajo. Esos también son conceptos vencedores de esta crisis. Ahora sabemos que, sin el sentido de la comunidad activado, sin servicios públicos fuertes, sin el trabajo de quien cura, limpia o distribuye alimentos, no tenemos ninguna posibilidad como especie. Cuando todo termine, será imposible que no quede en el recuerdo colectivo que, cuando las cosas se pusieron más feas, quienes estuvieron ahí fueron los hospitales, fue la responsabilidad colectiva de quedarnos en casa, fueron las limpiadoras y enfermeras acudiendo a sus puestos de trabajo. A primera línea del frente de batalla, que diría el militar de las ruedas de prensa de las once y media. Mientras, también recordaremos haber visto a empresarios de la sanidad privada cerrar el chiringuito a la espera de que amainara la tormenta. Los valores esenciales del capitalismo –competición, individualismo, beneficio económico como única variable– se han mostrado inútiles cuando el lado salvaje de la vida aprieta. Esta crisis también tiene conceptos perdedores.
Con el miedo y sus conceptos ganadores a un lado y la solidaridad y los suyos al otro, la guerra cultural que llegará cuando esto acabe será, como mínimo, entretenida. Arrebatarle la bandera al otro será el objetivo, como pasa en toda guerra cultural. Algunos, con tiempo libre en estos momentos de urgencia de lo público, ya están en ello. Un profesor de Sociología lo explicaba muy bien. Durante el franquismo, decía, uno se ponía una cresta roja y el sistema reaccionaba encarcelándote. Es decir, se demostraba que esa cresta dañaba al sistema. Con el capitalismo, explicaba, es distinto. Si uno se coloca una cresta roja para atacar al sistema, El Corte Inglés llena sus escaparates de maniquís con crestas rojas y se dedica a venderlas a 30 euros.
El capitalismo, de vacaciones, huida o ERTE durante los primeros momentos de esta crisis, ya ha colocado la bandera de la solidaridad en el escaparate de El Corte Inglés. Consciente del daño sufrido, lo ha hecho con la inteligencia y eficacia que este sistema demuestra incluso cuando fracasa. La ventaja de ser un experto vendedor es que, llegado el momento, puedes vender humo. Es lo que los principales representantes del sistema están haciendo. En estos últimos días en España, la lista completa de empresas con sede en paraísos fiscales se ha volcado en una especie de telemaratón solidario con la sanidad pública. Muchas han donado una pequeña parte de ese dinero evadido con ingeniería fiscal. Atención que tenemos llamada, es otro director del IBEX que dona un millón de euros, vamos a colocar el logo de la empresa en el árbol solidario. La batalla cultural por el nuevo relato ha comenzado.
Cuando esto pase, cuando el mundo pueda volver a respirar, la sensación será la de un mundo nuevo que está naciendo. Un mundo que necesitará hacer balance de aciertos y errores del pasado. O quizá no. Quizá, encerrados, lo estemos empezando a magnificar todo, como diría cualquier concursante de Gran Hermano tras dos semanas metido en la casa de Guadalix de la Sierra. Ya veremos.
Miedo y solidaridad. Esas son las dos moléculas puras que quedarán flotando en el aire, cuando esta gran explosión termine. No olviden sus nombres, porque con ellas tendremos que construir un nuevo mundo. De la mezcla y uso de estas dos moléculas –miedo y solidaridad– surgirá todo lo que venga después. Tenemos...
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Gerardo Tecé
Soy Gerardo Tecé. Modelo y actriz. Escribo cosas en sitios desde que tengo uso de Internet. Ahora en CTXT, observando eso que llaman actualidad e intentando dibujarle un contexto. Es autor de 'España, óleo sobre lienzo'(Escritos Contextatarios).
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