Homenaje
Chato Galante, hasta que las ranas críen pelo
La defensa incansable de la tierra y la memoria
Yayo Herrero 30/03/2020

Chato Galante y Yayo Herrero (en el centro) junto con integrantes de Ecologistas en Acción en la Puerta del Sol.
Luis González ReyesEn CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Era abril de 2014. Se celebraba el juicio popular contra el policía de la Brigada Político Social José Antonio González Pacheco, alias ‘Billy el Niño’. Nos convocaron en la Escuela de Relaciones Laborales, en la calle San Bernardo, de Madrid. Jaime Pastor, Olga Rodríguez, Juan Diego Botto, Norita Cortiñas, Alberto San Juan, Justa Montero y yo estábamos abajo. Unas representábamos a la defensa, judicatura, fiscalía… Otros leyeron poemas. Norita habló en representación de las Madres de la Plaza de Mayo. En las gradas, estaban compañeros y amigas y los que iban a testificar.
Tú, Chato, fuiste el primer testigo. Tomaste la palabra y en unos pocos minutos, inmensos, nos contaste los catorce días –te parecieron meses– que pasaste en la Dirección General de Seguridad. Fue en 1971 y era tu segunda detención. Obsesionado con no delatar –no derrotarte, en el argot–, inventabas fantasías. “Me imaginaba a mi padre, mis amigos y mi familia alrededor de mí en la sala. Tenía que aguantar para no defraudarles. Pero al cabo de las horas, ya no te valía el teatro. Estabas solo, desnudo ante tus torturadores”. Y desde esa soledad tuviste que aguantar.
Tu gran victoria fue la de seguir viviendo sin perder la memoria, tomando la palabra con intensidad, alegría y pasión. Con ese estilo disfrutón que hemos reconocido siempre en ti
Y no hablaste. “Yo tenía veintidós años y muchísimo miedo. Aguanté solo por rabia, ni siquiera por convicciones políticas, por rabia, porque yo..., yo era un ser humano y no merecía eso”. Dices que cuando te metieron en la furgona, camino de Carabanchel, con el culo y los pies destrozados después de haber meado sangre, reías como un loco, porque les habías vencido. No habías hablado. El silencio era la victoria. No se me va de la cabeza la imagen de Sabino Cuadra, aquel día del juicio, llorando a moco tendido, como yo, mientras te escuchaba sentado en el banco de atrás.
Yo nunca te había oído hablar de sus detenciones. Solo sabía algunas cosas sueltas sobre tus largos “cuatro años, tres meses y diecisiete días”, como solías decir, de cárcel. Justa me dijo aquel día que ella también lo había escuchado por primera vez.
Lo que más me conmovió de aquella declaración no fue el horror de las torturas ni la impunidad de los torturadores. Lo que me iluminó fue tu reivindicación de la memoria como fortaleza, como el lugar desde el que poder reordenar las prioridades y la vida. Tu gran victoria, Chato, fue la de seguir viviendo sin perder la memoria, tomando la palabra con intensidad, alegría y pasión. Con ese estilo disfrutón que hemos reconocido siempre en ti.
Yo comprendí ese día que recuperar la memoria histórica no solo era rememorar y reparar la violencia, sino también saber qué es lo que os hizo continuar. Intuir y aprender el sustrato que nutre la pasión política de quienes sobrevivisteis sin hacer de vuestra vida un ejercicio de venganza, abrir para todas las que vinimos después múltiples posibilidades de emancipación, de lucha, de alegría y de ternura desde las que seguir resistiendo y reconstruyendo.
Tus semillas de memoria se han diseminado por todas partes. Youssouf Diallo, un alumno de 1º de Bachillerato del IES Vallecas Magerit en el que estuviste el año pasado y al que volvías en mayo, le escribía hoy a su profesor, cuando se enteró de tu muerte, lo siguiente: “Nos enseñó que la fuerza no está en el físico, sino en la mente y en el corazón. Señora Justa, y a toda su familia, de verdad y de corazón, Chato no ha muerto porque sigue aquí con todos los que le queremos. Él es como una de esas personas que se van pero que no se van, porque ha dejado un legado importante en este mundo, así que estén orgullosos y a seguir luchando por lo que él siempre creyó y fue la razón de seguir viviendo. Me hubiese gustado verle por última vez para agradecerle por todo lo que hacía y la enseñanza que nos mostró. Así, que muchas gracias, Chato Galante”.
Yo aquel día de abril conocí al Chato más vulnerable y, a la vez, al más valiente, porque el valor más genuino, el que sirve para construir un mundo mejor, no es el que se impone en situaciones de poder, sino el que nace de la fragilidad. El valor más necesario es ese que nace cuando estás casi vencida por el miedo, pero debes y quieres hacerte responsable de otros, y eso te hace aguantar.
Desde aquel abril de 2014, nunca te volví a mirar igual que antes. Ya te quería mucho, pero aquel fogonazo de dignidad y de valor se me metió dentro para siempre, me hizo comprenderme mejor como ecologista y mirarte a ti como a un héroe sencillo y cercano.
¿Cómo terminó un chaval de 26 años, que había pasado más de cuatro en la cárcel, dentro del movimiento ecologista? “Yo fui antes rojo que ecologista”, decías. La cárcel fue tu universidad y leíste mucho sobre ecología dentro del talego. Al salir de la cárcel, en la penúltima amnistía de 1976, te involucraste en el ecologismo social, unos años después en el movimiento Anti-OTAN y, posteriormente, en Aedenat (Asociación Ecologista de Defensa de la Naturaleza), uno de los grupos que en 1998 impulsarían la creación de Ecologistas en Acción.
En 1972, poco después de tu segunda detención, se había publicado el informe Meadows sobre los límites al crecimiento. Ese informe vaticinó de forma premonitoria y acertada lo que estamos viviendo ahora. Leíste mucho a José Manuel Naredo, que te ayudó a comprender que ninguna transformación social de envergadura se puede producir sin una modificación de las relaciones de producción y de las relaciones de la sociedad con la naturaleza. Desde esa convicción, te “mojaste” del todo en la resistencia contra todos los disparates que se han hecho –y se hacen– en materia de urbanismo e infraestructuras en la ciudad de Madrid. Algunos se consiguieron detener, como fue aquel proyecto enloquecido que estuvo a punto de destrozar el Paseo del Prado. En muchos otros casos ganaron el hormigón, la especulación y la corrupción, como en el ilegal y sobrecostoso soterramiento de la M-30, las ruinosas autovías de peaje, las torres de Florentino o la Operación Chamartín.
Disfrazado de preso o de magnate, pegando carteles, pintando pancartas, ayudando a poner en marcha plataformas, escribiendo los textos de debate, fregando los cacharros después de una fiesta, llevando las cuentas de la Confederación, ayudándonos con la declaración de la renta a los que íbamos a hacer la objeción fiscal.... Te metiste en todos los charcos que pudiste. ¡Y cuánto nos reímos! Porque otra cosa no, pero capacidad para reírnos hasta de nosotros mismos incluso en tiempos de emergencias planetarias no nos falta. Tenemos un montón de anécdotas. Me acuerdo de que Ramón se apostó una cena contigo y con Ladis a que la burbuja inmobiliaria estallaba antes de no recuerdo qué fecha de 2007. La quiebra de Lehman Brothers llegó pocos días después de que ya os hubiese pagado la cena en un restaurante en el que, entre coñas, jurasteis estar aunque tuvieseis que ir esquivando capitalistas que se tirasen por las ventanas.
Esa luz que a muchas nos alumbra hoy, solo fue posible gracias a personas como Chato Galante, Ladislao Martínez o Ramón Fernández Durán. Nos disteis mucho, pero nos dejasteis demasiado pronto
En una entrevista en 2015 dijiste: “He aprendido muchísimo en Ecologistas, sobre todo a construir un funcionamiento democrático interno en la organización. Conseguir crear un grupo inteligente, capaz de discutirlo todo abiertamente, de construir mecanismos de consenso que permitan superar las diferencias, aprendiendo a situar esas diferencias en su justo término… Estoy orgullosísimo de estar en Ecologistas, y tenemos un brillante futuro por delante.”
Nosotras estamos aún más orgullosas de haber caminado a vuestro lado. Esa luz que a muchas nos alumbra hoy, solo fue posible gracias a personas como Chato Galante, Ladislao Martínez o Ramón Fernández Durán. Nos disteis mucho, pero nos dejasteis demasiado pronto. Ahora sentimos el deber de estar a vuestra altura. No sé si lo conseguiremos, pero desde luego, si no lo conseguimos, será por nuestras propias torpezas, no por falta de buenos maestros.
En 2006 Marta, amiga y compañera de Ecologistas en Acción, Justa y yo volvíamos en tren de unas jornadas feministas en Barcelona. Aquel día Justa nos contó cómo había conocido a Chato, cuando él salió de la cárcel. Muchos años habían pasado desde 1976, pero Justa y Chato seguían enamorados. No solo entre ellos, sino también de la política, del derrocamiento de las violencias, del sueño de emancipación que compartían y que formaba una parte esencial de la solidez de su relación. Marta y yo escuchábamos y nos parecía que su amor era también una referencia. Desde la convicción de que lo personal es también político, el amor de Chato y de Justa ha sido también un baluarte, un espejo en el que mirar la forma buena de amarse. El apoyo y el crecimiento mutuo, la autonomía interdependiente, el respeto, la ternura. No solo en la pareja, también su forma de acoger lo que les rodea ha sido un camino a seguir. Como un ecosistema en equilibrio que se vincula con otros sistemas vivos. Si Chato es una referencia para el movimiento ecologista y contra los crímenes del franquismo y la recuperación de la memoria, Justa lo es, sin duda, para el movimiento feminista. Es difícil imaginar un tándem tan bien acoplado y sólido.
En septiembre de 2016, Justa había cumplido los sesenta y Chato se había recuperado de un infarto. Organizaron una fiesta. Por parte de Justa, una buena parte de la asamblea feminista. Por parte del Chato, la gente de Ecologistas en Acción. En la intersección, estábamos las ecofeministas. Las que nos sentíamos de los dos, de Chato y de Justa. Fue una fiesta de celebración de la vida, de la salud, del amor en todas sus dimensiones. Cantamos, representamos, chapuceramente, algunos de los lances más rocambolescos de la vida de Chato y bailamos al son de algún secreto inconfesable de Justa, que no es cuestión de contar aquí. Fue una fiesta maravillosa, la de quien sabe celebrar la existencia. Hoy, que estoy triste, me hago fuerte reviviendo aquel día.
Quiero acordarme también aquí del grupo que compartió el talego contigo, Chato. Un bloque de amistad y camaradería indestructible. Josu “Cangrejo”, Iñaki Olano… y otros que yo no conozco. Todos ellos comparten contigo esa devoción y lealtad por los amigos, por la justicia y por la política, por la alegría, por la fiesta. Nos contaron las historias de la Fuga de Segovia, de la que Chato formó parte. Nos cantaron muchas veces aquello de “Virgen de la Merced, aunque delincuente, también tengo fe”, que les obligaban a cantar y que entonaban en plan hooligans tabernarios para cabreo de carceleros y curas de prisión.
En la entrevista de 2015 de la que hablaba antes te preguntaban qué le dirías al chaval de 20 años que fuiste si pudieses volver atrás. Dijiste: “Le diría que siguiera. No me arrepiento de nada… Bueno, de algunas cosas sí, porque cometimos muchos errores. Pero nunca he tomado una decisión que no pueda explicar y defender hoy, aunque me equivocara”
Y es que hay que seguir. Tus torturadores de comienzos de los setenta aún no se han sentado en el banquillo, ni la humanidad que conoció el informe que predecía su desastre en esas mismas fechas ha variado su rumbo destructivo. Entre medias hemos tenido pequeñas victorias, hemos reído, hemos amado y nos hemos organizado y acompañado, pero nuestro empeño, trabajo, deseo y aspiración siguen teniendo un sentido y urgencia cada vez mayor.
“Le diría que siguiera”, dijiste. Y al releer hoy tu respuesta me acordé de un poema de Jorge Riechmann:
Yo no soy ex de nada. Ni siquiera
de mis derrotas, menos que nada de ellas: una a una
como piedras las guardo en la mochila
para que en la próxima contienda
su mortal gravedad su calor de vergüenza
me obligue a pelear con fuerza redoblada
a buscar la victoria con pánico y ternura
lastrándome los huesos.
Yo no soy ex de nada.
No es derrota caer
sino no levantarse.
No somos ex de nada y aquí seguiremos cayendo y levantándonos una y mil veces y tú, con nosotras. ¿Hasta cuándo?
Como dijo María, en El Silencio de Otros… Hasta que las ranas críen pelo.
Era abril de 2014. Se celebraba el juicio popular contra el policía de la Brigada Político Social José Antonio González Pacheco, alias ‘Billy el Niño’. Nos convocaron en la Escuela de Relaciones Laborales, en la calle San Bernardo, de...
Autor >
Yayo Herrero
Es activista y ecofeminista. Antropóloga, ingeniera técnica agrícola y diplomada en Educación Social.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí