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Marguerite Stern / activista feminista y exmilitante de Femen

“En Francia no se aplican con contundencia las leyes que existen para hacer frente a la violencia machista”

Enric Bonet París , 5/03/2020

<p>La activista Marguerite Stern, en su estudio.</p>

La activista Marguerite Stern, en su estudio.

Luisa Semedo

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Desde el otoño, las calles de Francia se han llenado de unos llamativos collages contra la violencia machista. “Su sangre en vuestras paredes”, “Las escuchan más muertas que vivas” o “Feminicidios: el Estado culpable y la justicia cómplice”. Son algunos ejemplos de los mensajes contundentes, alejados de eufemismos, con que denuncian los asesinatos de mujeres por sus parejas masculinas. Un movimiento presente en numerosas localidades francesas, así como en Bélgica, Suiza o Turquía. Se hacen llamar las colleuses (pegadoras), y han liderado las protestas contra el cineasta polaco Roman Polanski, que agitaron el 28 de febrero la gala de los Premios César en París

La activista Marguerite Stern fue la impulsora de esta exitosa campaña. Exintegrante de Femen, esta joven militante, de 29 años, empezó sola en Marsella a pegar los nombres de las mujeres asesinadas. “Quería que la denuncia de los feminicidios no solo estuviera presente en las redes sociales, sino también en la calle”, asegura Stern, que estuvo encarcelada en 2013 en Túnez por un desnudo feminista. Durante una larga conversación en una cafetería en el sur de París, explica los orígenes, las motivaciones y las influencias de uno de los movimientos feministas más activos en los últimos meses en Francia. 

¿Cómo surgió vuestra campaña de collages contra los feminicidios en las calles de Francia?

El Estado francés no hace prácticamente nada para proteger a las víctimas de una violencia sistémica. Existen numerosos aspectos deficientes en los servicios policiales, con agentes que se niegan a tramitar denuncias

Empecé a pegar estos carteles yo sola cuando vivía en Marsella en febrero del año pasado. Siempre había tenido miedo de la Policía y de que me multaran, pero si hay una causa por la que me da igual recibir una multa es la de los feminicidios. Entonces, decidí seguir un principio parecido al de las Femen: salir al espacio público y apostar por una metodología un poco agresiva. Denunciaba los asesinatos de mujeres por sus parejas o exparejas masculinas a través de mensajes compuestos por grandes letras mayúsculas, en negro, pintadas sobre hojas blancas en Din A4. Pero durante los primeros meses lo hacía sola; ninguna de mis amigas en Marsella se animó a acompañarme.

Tras instalarte en París, esta iniciativa se convirtió en otoño en un movimiento colectivo…

A finales del verano me instalé en París en un gran taller ocupado de artistas, donde contaba con un gran espacio para pintar. Lancé una petición en redes sociales para que se unieran otras chicas. Quería que la denuncia de los feminicidios no solo estuviera presente en las redes sociales, sino también en la calle. Hicimos una primera reunión en la que esperaba que hubiera, como mucho, una quincena de chicas. Al final fuimos más de 40. Muchas de ellas nunca habían militado antes. Empezamos a elaborar estos collages de forma casi industrial. Durante la tarde pintábamos y por la noche salíamos en grupos de cuatro, cinco o seis chicas a pegarlos en la calle. Cada día se nos unían nuevas compañeras y, al cabo de pocas semanas, ya éramos entre 200 y 300 mujeres en París. En octubre dejamos de pintar en mi taller, pero todas ellas se repartieron en distintos grupos por la capital. Y también se reprodujo el movimiento en otras ciudades francesas a través de iniciativas espontáneas. Desde principios de septiembre ya eran unas 80 en Burdeos.

¿Por qué decidiste centrar esta campaña en los feminicidios?

Porque creemos que no se tiene suficientemente en cuenta a estas mujeres. El Estado francés no hace prácticamente nada para protegerlas de una violencia sistémica. Existen numerosos aspectos deficientes en los servicios policiales, con agentes que se niegan a tramitar denuncias. También se conceden demasiadas pocas órdenes de protección. Solo unas 1.300 cada año, a pesar de que las víctimas de violencia conyugal se elevan a 220.000. En cambio, en países como España estas medidas resultan más ambiciosas. En Francia hay numerosas leyes para hacer frente a la violencia machista, pero no se aplican con suficiente contundencia.

La primera mujer a la que te referiste en tus collages fue Julie Douib, de 35 años, asesinada por su exmarido en Córcega. ¿Qué es lo que te marcó de este caso?

Del caso de Julie Douib me marcó que había denunciado en cinco ocasiones a su marido por maltrato antes de que la asesinara. Que una mujer sea asesinada después de haber intentado alertar a las fuerzas de seguridad de todas las maneras posibles nos muestra el mal funcionamiento de la Administración. Hay una frase de Douib que no puedo olvidar: “Solo me tomarán en serio cuando esté muerta”.

Además de denunciar los asesinatos de estas mujeres, también queréis honrarlas.

Sí, exacto. Como no podemos devolverles la vida, al menos queremos honrar su nombre y hacerlas visibles en el espacio público. En Francia –como en España–, hay un recuento nacional de los feminicidios, pero son solo cifras. A menudo la gente no se da cuenta de que detrás de estas cifras hay vidas reales. Mujeres que fueron asesinadas delante de sus hijos, las mataron estando embarazadas, las estrangularon, las asesinaron con un disparo en la cabeza… Para nosotras, es fundamental humanizar el discurso político, que trata de forma demasiado técnica la violencia machista. Quizás no las olvidemos si pegamos sus nombres en la calle.

Las Spice Girls fueron concebidas de forma artificial como un producto de marketing, pero terminaron siendo muy amigas y representando un universo de sororidad. Además, eran muy irreverentes

Cada vez que hacemos un collage con el nombre de una mujer asesinada nos informamos sobre su historia. A veces los familiares de víctimas nos piden que peguemos en la calle el nombre de su hermana, tía o madre asesinadas. Consideramos a todas estas mujeres asesinadas como heroínas, porque a menudo las mataron cuando denunciaron a su pareja maltratadora o decidieron separarse. Como feminista, me parece fundamental contar con referentes femeninos. Y muchas de estas mujeres asesinadas, como Julie Douib, lo son.

¿Cuáles son tus referentes?

La filósofa Simone de Beauvoir, la exministra Christiane Taubira, la cantante Aya Nakamura y las Spice Girls. 

¿Las Spice Girls?

De mi infancia casi no me acuerdo de ningún referente femenino, pero sí que hubo las Spice Girls. Considero que estas conformaron un universo muy feminista, en el que repetían constantemente “girls power” (el poder de las chicas). Inicialmente fueron concebidas de forma artificial como un producto de marketing, pero terminaron siendo muy amigas y representando un universo de sororidad. Además, eran muy irreverentes, reían fuerte, se burlaban de los periodistas. Me hizo gracia un vídeo en que la cantante Geri Halliwell le tocó el culo al príncipe Carlos. Al patriarcado le gustan las chicas frágiles, discretas, que no hacen ruido. Por eso, necesitamos a mujeres que realicen gestos fuertes como las Spice Girls.

Una sororidad y una osadía que también se encuentran presentes en el movimiento de las colleuses, ¿no?

Además de denunciar los feminicidios, en este movimiento es muy importante la manera en que nos movilizamos. El hecho de que salgamos a la calle de noche un grupo de mujeres para llevar a cabo una acción ilegal como pegar grandes collages con mensajes contundentes. Hacemos algo que normalmente se nos prohíbe, puesto que el espacio público es un lugar hostil para las mujeres. Solo el 12% de las calles de París llevan un nombre femenino. Es ahí donde se produce el acoso callejero. Los hombres utilizan el 75% de los espacios urbanos de ocio (pistas de baloncesto, parques de patinaje, etc). Varios estudios han demostrado que, mientras los hombres viven y ocupan el espacio público, las mujeres nos limitamos a desplazarnos de un punto a otro. Hace falta una reapropiación femenina del espacio público.

Esta irrupción del cuerpo femenino en el espacio público es uno de los elementos distintivos de las Femen. ¿Cómo os ha influenciado este movimiento en la campaña de collages contra los feminicidios?

Descubrí el activismo gracias a las Femen, con las que viví tres años en un espacio ocupado. Con el movimiento de los collages hemos reproducido muchos de sus aspectos. Por ejemplo, la importancia que le damos a la escenificación. Estamos en pleno siglo XXI y la batalla se libra a través de las imágenes. La gente casi no lee los comunicados y por eso tenemos que transmitir nuestro mensaje a través de una sola imagen. Es fundamental crear imágenes subliminales que queden en el inconsciente colectivo. Me produce un gran placer ver que la prensa francesa utiliza las fotografías de nuestros collages para ilustrar noticias generales sobre la violencia machista. Antes lo hacía con imágenes de un vehículo de policía o de una mujer con un morado, ahora con las de pancartas que denuncian esta lacra. Representa un avance.

 La violencia machista se sigue presentándose en un universo romántico y como fruto de dramas entre parejas. En la prensa francesa siguen apareciendo expresiones como “ella ha perdido la vida por amor”

Todos los collages siguen el mismo patrón: grandes letras negras en mayúscula pintadas cada una sobre una hoja blanca en Din A4. ¿Cuál es la importancia de este estilo?

Apostamos por este método porque la mayoría de las chicas no son artistas callejeras y resulta bastante más difícil hacer una pancarta bonita que un collage con hojas Din A4. Cada vez que preparábamos un collageles pedía que hicieran letras bien espesas, para romper así con la imagen de que las mujeres somos pequeñas y frágiles. Además, quiero que todos compartan una misma estética, tanto en París, Marsella como en pequeñas localidades como Saint-Nazaire o Cholet. Es una forma de demostrar que estamos todas unidas en una misma lucha. Uno de los pilares del feminismo consiste en que las mujeres dejemos de competir entre unas y otras y nos organicemos colectivamente. 

También habéis apostado por fórmulas chocantes para denunciar la violencia machista. ¿Por qué?

No creo que se trate de fórmulas chocantes, simplemente describimos una realidad. Quizás a algunos les parecen mensajes agresivos, pero solo hablamos de hechos, sin eufemismos. La violencia machista aún sigue presentándose en un universo romántico y como fruto de dramas entre parejas. Por desgracia, en la prensa francesa aún siguen apareciendo expresiones como “ella ha perdido la vida por amor” o “se olvida de prepararle la cena y su marido la mata”. Pero lo que les sucedió a las mujeres asesinadas no tiene nada de romántico ni de teatral.

Cuando surgió el movimiento #Me Too, a finales de 2017, tuvo un impacto más bien tímido en Francia en comparación con España o Estados Unidos. Pero esta reivindicación ha ganado en importancia con el movimiento de las colleuses o con grandes marchas contra la violencia de género en noviembre. ¿Se están poniendo las pilas las feministas francesas?

Sí, sin duda. Con el movimiento de las colleuses hemos logrado que se impliquen perfiles muy variados de mujeres, más allá de las militantes tradicionales. Cada vez hay más iniciativas espontáneas. Las manifestaciones del 23 de noviembre –en relación con el Día Internacional de la No violencia de género– fueron increíbles. Nunca antes había visto tanta gente en una marcha feminista en París (se manifestaron 49.000 personas, según las autoridades). A partir del movimiento de los collages, muchas chicas se han organizado entre ellas para impulsar numerosas iniciativas contra Polanski –acusado en varios presuntos casos de violación, que no han sido juzgados al haber prescrito la mayoría de ellos– y su última película El oficial y el espía. Creo que este nuevo impulso del feminismo francés se debe a que nos hemos dado cuenta de que el gobierno no hará nada por la igualdad de género. Si el Estado no hace nada, la sociedad civil tiene que hacerse cargo de ello.

Emmanuel Macron aseguró que la igualdad entre mujeres y hombres era la “gran causa” de su mandato. ¿Por qué os han decepcionado sus políticas de género?

No solo nos han decepcionado las pocas medidas adoptadas por el actual Gobierno, sino también su metodología. El Ejecutivo impulsó en septiembre un proceso de debate de tres meses con asociaciones, familiares de víctimas y funcionarios. Pero antes, el Comité Superior de la Igualdad (HCE) ya había hecho unas recomendaciones muy precisas. En concreto, pidió 1.000 millones de euros destinados a la lucha contra la violencia de género. Las asociaciones también propusieron medidas para hacer frente a los disfuncionamientos de la policía, la justicia o los centros de acogida de víctimas. Ya sabemos lo que hay que hacer, pero el gobierno no quiere destinar los recursos necesarios y prefiere organizar reuniones y hacer ver que actúa.

¿Cuáles son vuestras propuestas para hacer frente a la violencia machista?

Hace falta destinar 1.000 millones de euros en cuatro ámbitos. Primero, formar mejor a los policías para que dejen de rechazar denuncias por violencia machista, comprendan mejor los mecanismos de dominación y sepan cómo tratar a las víctimas. Muchas mujeres se quejan de hacer frente a discursos machistas por parte de agentes. En segundo lugar, mejorar la justicia, cuyo funcionamiento resulta demasiado lento y poco eficiente. Recientemente, hubo un caso en que una mujer fue asesinada por su marido tras haberlo denunciado cuatro veces. Y la fiscalía no recibió la denuncia hasta dos días después de su muerte. En tercer lugar, hace falta aumentar el número de centros de urgencia y reinserción para las víctimas. El cuarto resulta un aspecto fundamental: la educación. Tenemos que enseñarles a los niños que no pueden actuar de forma violenta con las mujeres. Y a las niñas que los hombres no tienen derecho a ocasionarles este sufrimiento.

 

Desde el otoño, las calles de Francia se han llenado de unos llamativos collages contra la violencia machista. “Su sangre en vuestras paredes”, “Las escuchan más muertas que vivas” o “Feminicidios: el Estado culpable y la justicia cómplice”. Son algunos ejemplos de los mensajes contundentes,...

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1 comentario(s)

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  1. Cecilia Dreymüller

    Como modelo feminista Margarite Stern tiene a las Spice Girls (!!!!) y en concreto a Gery Halliwell, por haberle tocado el culo a Prince Charles. Hay una cosa que no entiendo: ¿por un lado protestamos contra abusos y no queremos que nos toquen el culo y por otro lado nos parece ejemplar una tía que va tocando culo públicamente? Será por la famosa consigna bíblica del "ojo por ojo, culo por culo", supongo. Pero ¿cómo nos va a tomar en serio nadie con semejante cacao mental?

    Hace 4 años 3 meses

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