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NUEVOS LIDERAZGOS EN AMÉRICA LATINA (I) / OFELIA FERNÁNDEZ

“La construcción de nuevos liderazgos feministas está cambiando las agendas políticas”

En esta serie conoceremos a nuevos líderes latinoamericanos. Comenzamos con la jovencísima diputada del Frente de Todos en Buenos Aires

Marcelo Expósito 3/02/2020

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Ofelia Fernández (Buenos Aires, 2000) es diputada por el Frente de Todos en la Legislatura porteña desde las elecciones de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que tuvieron lugar el 27 de octubre de 2019, el mismo día en que Alberto Fernández, candidato presidencial del Frente de Todos, derrotó a Mauricio Macri. Es un lugar común recordar que con 19 años es la diputada más joven de América Latina, pero ese dato aislado no hace justicia a su recorrido político. Actualmente militante de VAMOS, organización que forma parte del Frente Patria Grande y que se integró en la fórmula electoral del Frente de Todos, Ofelia Fernández salió a la luz pública como líder del movimiento de estudiantes de secundaria que echó un pulso al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires durante los primeros años de la presidencia de Macri. Desde entonces, diana habitual de agresivos ataques por parte de las derechas mediáticas y políticas, Ofelia ha destacado por su capacidad de manejarse con contundencia y por responder con una insólita agilidad en los marcos más hostiles. Poseedora de una oratoria brillante, a la vez articulada y popular, sin apenas respiro enhebra ideas complejas de una manera didáctica, comunicando sus pensamientos con la rapidez de un relámpago. Su manera de hacer política no es meramente cerebral: en todas las ocasiones en que he podido asistir a sus intervenciones en público he constatado la energía que desata a su alrededor mediante una forma de encarnar el discurso en un cuerpo no solamente conmovido por la pasión política sino también atravesado por la experiencia de las desigualdades y las luchas. Mantuve con ella esta entrevista durante su breve paso por Madrid. Resulta esperanzador comprobar cómo, a pesar del pronto reconocimiento que ha obtenido y de la atención que su trayectoria política suscita, Fernández tiene asumida una política feminista de la escucha y la cooperación, del reconocimiento de las capacidades pero también de las carencias propias, un ejercicio de la representación cimentado en la rendición de cuentas y el mandato colectivo.

Cuando comenzaste a ser conocida por tu militancia como estudiante de secundario eras también actriz. ¿Se trata de una dedicación que pensabas prolongar y que se truncó por tu carrera política? ¿Piensas retomarla?

Si hay algo que me apasiona desde siempre y a lo que más tiempo le he dedicado desde el cuerpo y la cabeza es la militancia política, pero hago teatro desde los 9 años y es mi otra gran pasión. Por eso, cuando terminé el colegio decidí estudiar la carrera de Sociología y también dedicarme a la actuación. Después cambié a Derecho y tanto mi nivel de exposición pública como la posibilidad de ocupar un cargo institucional me obturaron esa decisión de seguir actuando, que ahora mismo no tengo en mente.

En alguna entrevista has intentado reflexionar sobre la dimensión teatral o el carácter de ritual que tiene la política institucional. Pero también se necesita corporalizar el discurso siendo portavoz de un movimiento social.

Sí le veo cierta teatralidad a lo que ahora tengo que hacer y aprendí a cruzar esos dos caminos de la militancia y la actuación cuando entré en el Centro de Estudiantes del colegio de secundario. Como portavoz tenía que recorrerme 75 cursos, expresar la misma idea con diferentes matices, y en la repetición me sirvió la teatralidad que permitía actuar con diferentes formatos de comunicación para hacer llegar una misma idea. En esta época en la que hay una cantidad enorme de información no alcanza sólo con decir las cosas, y el teatro me dio la ventaja de poder imprimir naturalidad a la manera de hablar y la facilidad de romper ciertas barreras para no tenerle miedo a intervenir en asambleas.

Hay un dato que siempre se comenta sobre ti y que debe de resultarte ya irritante escuchar: tienes 19 años. Se puede utilizar de dos maneras. Muchas veces, mencionar tu edad sirve para deslegitimar o desprestigiar tu voz y lo que representas. Pero también nos hace caer en la cuenta de la importancia que tiene el componente joven o muy joven de movimientos que incluso a escala global están siendo vitales para cuestionar los intentos de restauración neoliberal y contrarrestar las derivas autoritarias, fascistas o postfascistas en muchos lugares. Este componente juvenil se aprecia en el movimiento global contra la crisis climática, en la cuarta ola global del feminismo y en el protagonismo que han tenido los movimientos estudiantiles tanto universitarios como de secundario en el ascenso de procesos políticos de cambio en Argentina, Chile o Colombia. Tú provienes del movimiento estudiantil y del movimiento feminista. Ejerciste como Presidenta del Centro de Estudiantes de la Escuela de Secundario Carlos Pellegrini de Buenos Aires. Fue entre 2016-2017, años muy duros del macrismo y también una época clave del inicio de una nueva oposición antimacrista.

Empecé a militar a los doce años y debemos recordar que el kirchnerismo fue un Gobierno que facilitó muchas herramientas para la politización de la juventud: promulgó una ley que permitía la constitución de Centros de Estudiantes en cualquier escuela, rebajó la edad de voto a los 16 años, etcétera. En 2015, el movimiento Ni Una Menos introdujo una herramienta de politización prioritaria y transversal que además nos hizo desaprender lógicas antiguas de militancia y organización política para aprender otras nuevas a través del feminismo. Significó una pedagogía de reconocimiento hacia la “revolución de las hijas” protagonizada por esa franja etaria: sin el sostén de los Centros de Estudiantes era insostenible el grado intensivo de movilización que requería ir todos los martes frente al Congreso con los pañuelos verdes. Por tanto, fue el feminismo quien dijo: “Sí, estas pibas son importantes” y nos dio participación a la hora de construir nuevos liderazgos de acuerdo con lógicas de representación diferentes. Y es verdad que hay un fenómeno internacional de construcción de nuevos liderazgos jóvenes y feministas. Cuando hablo con medios internacionales cada cual tiene su propio ejemplo que darme: Alexandra Ocasio-Cortez, Greta Thunberg o Camila Vallejo. Claramente hay un componente generacional que está siendo capaz de cambiar los rumbos, horizontes y agendas en todo el mundo, y debemos tener la capacidad de reconocerlo pero también la humildad de recordar que todos los procesos revolucionarios en la historia fueron un poco así. En la Argentina, la mayor parte de las desapariciones durante la dictadura fueron pibes de mi edad o incluso más jóvenes. Y nuestra agenda es nueva para la clase política sencillamente porque, como siempre se dice, “los derechos de hoy son las luchas de ayer”, así que nosotras tenemos la obligación de luchar por los derechos de mañana.

En la primavera de 2017, siendo todavía presidenta de tu Centro de Estudiantes, protagonizaste una anécdota que acabó siendo muy popular. Te invitaron a un debate televisivo. Tú entraste al aire desde la calle hablando con un teléfono móvil en una situación algo cómica y muy precaria. Y sorprendió no solamente la contundencia con la que rebatías al funcionario del Ministerio de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que se encontraba en el plató de Canal América, sino también la agilidad y la fiereza con que cortaste al presentador que se dirigió a ti llamándote “chiquita”: “¡Chiquita no me digas!”. Cuando uno vuelve a mirar ese vídeo con cierta calma intuye por qué causó tal estrépito en la opinión pública argentina: una forma de autoridad se quebró. El presentador resaltaba lo joven que eras precisamente para desprestigiar tus opiniones que estaban arrinconando al Gobierno, ejerciendo sobre tí una violencia múltiple: por ser mujer, por ser tan joven, incluso por haberte declarado militante de la izquierda popular. ¿Cómo lo recuerdas y cómo explicas la identificación masiva con tu figura que a partir de ese momento se desencadenó?

¡Fue un momento de bautismo! [risas]. Estaba el colegio tomado y los medios acudían permanentemente pensando que una está en una fiesta en la escuela. Y no, una toma significa no dormir ni un sólo día, bañarte cuando podés, si sos presidenta del Centro de Estudiantes significa tener reuniones con las familias, con los estudiantes, con los docentes, con las autoridades... Fueron de los momentos más estresantes de mi vida porque además creemos en la obligación de cuidar ese edificio como institución pública. Es un proceso muy desgastante y vos salís a hablar y te tratan así. Yo ya venía acumulando una ira porque, antes de que te indiquen hablar, ellos te ponen el auricular y en el estudio yo ya escuchaba cómo estaban diciendo: “Los gremios docentes y los partidos políticos le lavaron la cabeza a los estudiantes”. Es decir, que te dan la entrevista no para que tú tengas un lugar desde el que expresarte sino para construir el relato que ellos quieren. Jamás pensé al instante de responder con esa firmeza que se iba a destacar tanto, pero al regresar al colegio, en un momento de la noche miré el celular y reventó de felicitaciones, abrazos... Fue muy importante darme cuenta de ese contraste porque cuando vos tenés ataque y apoyo a la vez es muy difícil que le des más bola al afecto que al ataque. Y en ese momento en el que me encontraba en un conflicto tan hostil fue valioso apreciar el apoyo que tenía en la sociedad en general, pero sobre todo la firmeza y la construcción sólida de parte de los propios jóvenes que estábamos sosteniendo 30 colegios tomados y que me permitía responder así.

Lo que pasó a partir de ese momento yo lo asumí con mucha responsabilidad entendiendo el sentido de oportunidad no de manera individual, porque para mí es siempre necesario destacar que no se trata de una solución cómoda tenerme en el lugar desde el que hablo. Nunca es lo más cómodo para mí exponerme a que aparezcan estos tipos ni ser candidata, si yo tuviera que pensar en mí misma nunca hubiera tomado estas decisiones. Una tiene que pensar que es un reflejo y que tiene la oportunidad de representar un proceso de organización más amplio que merece el estar en esos lugares, y que me ha tocado a mí también por privilegios que tengo: por ser blanca, de clase media y haber ido a un colegio de élite en la Ciudad de Buenos Aires y no en Salta, una serie de condiciones que yo reunía y que me hacían ser más pasable para un sistema político reticente. Asumir esta responsabilidad tiene que ver con un compromiso colectivo de estar más cerca de las transformaciones que soñamos en los lugares en los que se nos presente esa posibilidad, como muchas otras lo han hecho desde el lugar que les tocó.

Siempre está bueno recordar esa hostilidad que yo sentí personalmente para contraponerla a cómo, en un sentido colectivo, permitió que ese conflicto estudiantil ascendiera a la agenda pública. Así que para mí es una anécdota fundacional que recuerdo con cariño [risas].

¡Qué importante es lo que acabas de mencionar! Cómo el discurso feminista pone siempre el acento en cómo se hace política simultáneamente desde la experiencia de acusar violencia y ejercer solidaridad. La genealogía del Ni Una Menos en la Argentina lo refleja muy bien. En el año 1995, Susana Chávez escribió un poema titulado “Ni una muerte más” para referirse a los feminicidios de Ciudad Juárez. En 2011, ella misma fue asesinada. El 16 de marzo de 2015 apareció Daiana García asesinada en Lomas de Zamora, cuando se cumplían diez años de la desaparición de la neuquina Florencia Pennacchi en Buenos Aires. El 10 de mayo de 2015 era masacrada por su novio Chiara Páez en la provincia de Santa Fe: tenía 14 años y estaba embarazada. El 26 de marzo de 2015 tuvo lugar una maratón de lectura contra los feminicidios que Vanina Escales propuso llamar “Ni una menos” a partir del poema de Chávez. Se celebró en la Plaza del Museo y del Libro de la Biblioteca Nacional y participaron decenas de escritoras, periodistas, poetas, artistas, cineastas y activistas feministas de varias generaciones como María Pía López [entonces directora del Museo y posteriormente autora de Apuntes para las militancias. Feminismos: promesas y combates, 2019], Verónica Gago [La potencia feminista o el deseo de cambiarlo todo, 2019], María Moreno [Panfleto. Erótica y feminismo, 2018], María Florencia Alcaraz [¡Que sea ley! La lucha de los feminismos por el aborto legal, 2018] o Marta Dillon [editora de los suplementos feminista y LGTBQ del diario Página/12]. E inmediatamente después, el 3 de junio de 2015 estalla la marcha Ni una menos en 80 ciudades de todo el país. ¿Cómo recuerdas haber vivido este proceso?

Lo que a mí me sucedió es que poco antes de todo eso hubo otro femicidio, el de la argentina Lola Chomnales en Uruguay (diciembre de 2014) que era de mi círculo social, y eso fue un despertar muy fuerte al pasar de las noticias en términos periodísticos a un cachetazo que hizo que, como militante, al verme tan directamente afectada viera un grado de relevancia enorme en esa movilización posterior de junio de 2015. Fue muy fuerte porque, al recorrer las agrupaciones para ir convocando a esa marcha, en cada aula había gente que lloraba... una cosa muy emocional que en nuestro caso se estaba trasladando a lo político. Estaba claro que esos sentimientos no podían convertirse en una catarsis eterna sino que debíamos generar una denuncia que fuera cambiando las condiciones de vida naturalizadas en ese sentido. Y fue la movilización con mayor convocatoria en mis cinco años de secundario. Más de la mitad de los estudiantes de nuestros colegios se estaban movilizando, era una cosa realmente conmovedora que no habría tenido relevancia si se hubiera quedado en sí misma en ese mes de junio y listo. Lo potente es que fue el principio de una construcción feminista muy efectiva y muy poderosa. Los conceptos y nociones que teníamos en ese 2015 no son los mismos que tenemos ahora tan sólo cuatro años después. Avanzó todo de manera brutal y estamos en otras condiciones de masividad, de complejidad política, de reivindicación en términos de política pública... Hay un entramado ahí que se consolidó muy rápidamente a partir de darnos cuenta ya en la misma Plaza del Congreso de la potencia que tenía. Cambió mucho la agenda para nosotras las militantes que teníamos relegado en nuestra actividad cotidiana el ser mujeres. Desde entonces pasó a ser algo central y ha venido teniendo efectos como la relevancia de la lucha por el aborto. Pero no se trata solamente de luchas puntuales: se trata de la lucha por el aborto en el marco general de un sistema de violencias que tiene como punta del iceberg un número de femicidios espantoso.

Si el lema de la marcha de 2015 fue “Ni una menos”, el de 2016 fue “Vivas nos queremos” y el de 2017, “Basta de violencia machista y complicidad estatal”. Ese crecimiento vertiginoso del que hablas se refleja en la continuidad de los lemas y explosionó con la reivindicación masiva por el aborto legal en 2018: “Sin #AbortoLegal no hay #NiUnaMenos. No al pacto de Macri con el FMI”. Esta última marcha sirvió de impulso al Proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Su media sanción fue aprobada en la Cámara de los Diputados el 13 de junio pero se rechazó finalmente en la Cámara de Senadores el 8 de agosto. Recuerdo el clima de ese día: miles de mujeres con pañuelos verdes a la intemperie, en la Plaza del Congreso, soportando bajo el frío y la lluvia horas y horas de tensísimo debate en la Cámara, con un sentimiento extraño de euforia por la potencia del movimiento y depresión por la incapacidad de traducirla en modificaciones legislativas inmediatas. Se podría decir que el movimiento feminista fue derrotado legislativamente pero salió victorioso políticamente, a la vista del papel vital que cumplió a la hora de poner fin al macrismo y marcar la agenda política del nuevo Gobierno.

Para mí hay un primer elemento: muchas mujeres empezaron su primer activismo, hicieron su primer cuestionamiento político a partir de la reivindicación del derecho al aborto y gracias al impulso del movimiento feminista no se quedaron ahí. Fijate el grado de desarrollo que hay del “Ni una menos” al “Vivas, libres y desendeudadas nos queremos” (el lema de la marcha de 2019): se ha ido complejizando, politizando y cruzando esa reivindicación original con el resto de desigualdades y cuestiones políticas vigentes. Para mí, lo más potente es que haya tantas mujeres de ambientes muy distintos –como hemos visto en el caso de la organización de las actrices, que habitualmente es una profesión muy de indiferencia para preservar tu posibilidad de ganar trabajos, con el #MiráCómoNosPonemos (el #MeToo argentino)– entrando juntas al activismo, a las calles, a esa tradición de militancia política muy clásica de la Argentina pero masificándola, y que haya militantes ahí que de la misma manera que han entendido la dinámica de desigualdad entre el varón y la mujer desvelen otras desigualdades que se cruzan. Toda esta evolución ha sido capaz de imprimirle al movimiento feminista la capacidad de crecer pero también de cruzarse con el resto de las discusiones. Ese es el eje fundacional del feminismo popular, entender las desigualdades de manera integral. Entonces, el desarrollo posterior de la última campaña electoral ha tenido otras características y otro formato que las campañas que yo he vivido antes... tiendo a pensar que en buena parte por el feminismo, porque había un alto nivel de observación, compromiso, etcétera con esta campaña, en la que la posibilidad de una victoria significaba darle vuelta en conjunto a todo un modelo de gobierno neoliberal.

El movimiento feminista tuvo que dejar de entender la sororidad como una actitud de ahogar la discusión política entre mujeres

Yo creo también que en este proceso el movimiento feminista tuvo que dejar de entender la sororidad como una actitud de ahogar la discusión política entre mujeres: no es que por ser todas mujeres tenemos que dejar de discutir entre nosotras para estar en armonía. Precisamente hemos demostrado que podemos rosquear (hacer componendas) también entre nosotras, pero el punto es cuándo esas roscas se hacen en función de pulir el camino hacia nuestras reivindicaciones. A medida que entendimos esto fuimos ganando más potencia y la capacidad de intervenir en la agenda política. Y eso desemboca en cosas muy tremendas que están pasando, como por ejemplo que aparezca el Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad, el ministerio de Eli (la ministra Elizabeth Gómez Alcorta, abogada conocida entre otros motivos por ser la defensora en la guerra judicial contra la dirigente social indígena Milagro Sala), una conquista histórica porque significa que tenemos por primera vez un presidente (Alberto Fernández) abiertamente a favor de la legalización del aborto. El otro día hubo una capacitación en perspectiva de género para todos los cargos más elevados de los Ministerios impartida por Eli y por Dora Barranco [socióloga e historiadora feminista, autora de libros importantes como Historia y género (1993) o Mujeres en la sociedad argentina. Una historia de cinco siglos (2007)]. 

Eso significa invertir una dinámica histórica y no sé ni cómo explicarte la emoción de esa imagen, que es una conquista nuestra, de Dora enseñándole cosas al presidente y al Gobierno, porque ella es una compañera histórica del feminismo en la Argentina muy querida por todas, tiene cerca de 80 años y viene de la marginalidad, de la construcción política más hostil, más adversa para el feminismo. Así como que se haya creado una Dirección Nacional de Economía y Género. Eso es fuerte, ¿no?, que se entienda que para la política económica, que era algo muy masculino, se tenga que designar como directora a Mercedes D’Alessandro – fundadora del blog Economía femini(s)ta y autora de Economía feminista. Cómo construir una sociedad igualitaria (sin perder el glamour), 2016–, una persona que no contaba con grandes apoyos políticos y que venía de atrás con una mirada muy crítica.

Todo esto habla de cómo el Gobierno no sólo está de acuerdo con que no pueden seguir muriendo mujeres asesinadas, que es lo mínimo y elemental, sino que además se asumen otras cuestiones como que no se puede pensar más la economía sin atender a problemas como la brecha salarial.

Te planteo una cuestión polémica. Si el movimiento feminista ha resultado imprescindible para transformar el sentido común del país y provocar un cambio político, ¿por qué ha sido tan reducida la inclusión de mujeres en las listas electorales y también finalmente en el nuevo Gobierno? En el Gabinete de Alberto Fernández hay 21 Ministerios y sólo 4 los encabezan mujeres. Es cierto que no son ministras decorativas ya que están a cargo de cuestiones nada menores como la vivienda, la justicia o la seguridad, y el Ministerio de las Mujeres tiene, como tú has explicado, una función transversal. Con todo, no deja de resultar problemática esta presencia proporcionalmente baja de mujeres a la luz de lo que estamos conversando.

Bueno, desde ya es irritante [risas]. En la campaña en Capital (Ciudad de Buenos Aires), los cuerpos de boleta (las papeletas electorales) eran: presidente, jefes de Gobierno, senadores, diputados, legisladores... sólo en la lista de legisladores encabezaba una mujer y eso para mí era irritante incluso visualmente. Y en general, sacando el problema del propio Gobierno, si te fijás con quienes dialoga Alberto (Fernández) en esas mesas grandes, ves que las mujeres casi no existen. Eso pasa constantemente y será polémico pero es una crítica que tenemos que hacer sí o sí. En las Cámaras estamos mitad y mitad porque hay una Ley de Cupo. Pero a la hora de tomar las decisiones apenas hay un par de mujeres y con las mujeres que hay en el Gabinete no alcanza. Esa crítica hay que hacerla y no ser conformistas ni cabezas de termo (cabezas huecas) para poder plantearlo así de claro. El feminismo está sin duda en un proceso superador de las instituciones que nunca van al mismo ritmo ni tienen por lo general un gran reconocimiento a los procesos de organización popular y sus nociones, siempre están un paso más atrás. Ahí tenemos nosotras la tarea de mejorarlo porque siempre vamos a estar un paso adelante, el tema es no estancarnos ni conformarnos con los logros que ahora tenemos, destacarlos sí porque son históricos, pero también seguir redoblando la apuesta.

En las Cámaras estamos mitad y mitad porque hay una Ley de Cupo. Pero a la hora de tomar las decisiones apenas hay un par de mujeres y con las mujeres que hay en el Gabinete no alcanza

Pero sobre todo es importante entender esa ocupación de espacios como una búsqueda permanente, más allá del propio Gobierno, porque incluso aunque el Gabinete hubiese sido paritario cuando Alberto se fuese a juntar con los sindicatos de trabajadores... ¡los lideran varones! De todas maneras vos ibas a seguir teniendo muchos planos de decisión y definición política sin nosotras. Entonces, hay un desafío por entender esa pelea de cara a esas instituciones pero en general a todos los espacios de decisión y organización política con representaciones que haya en la Argentina. Yo creo que, al menos, lo positivo es que somos conscientes de lo que falta en ese proceso porque somos conscientes de lo que estamos construyendo.

Para acabar, quiero contar una segunda anécdota relacionada contigo. En agosto de 2019 acudí a un acto público que tenía lugar en un lugar pequeño y acogedor, La Casa del Señor Duncan. Estabas anunciada como cabeza del cartel porque formaba parte de tu campaña a las elecciones legislativas de la Ciudad de Buenos Aires. Te retrasaste muchísimo porque llevarías mínimo una docena de actos a cuestas durante todo el día [risas] y recuerdo que el público presente, en su mayoría mujeres pero también muchos chicos jóvenes, esperaba tu llegada con toda la paciencia. Apareciste arropada por varias compañeras y recuerdo que te se recibió con el máximo de cariño y cuidado. Tomaste la palabra brevemente y durante el resto del acto te dedicaste principalmente a escuchar a las compañeras que compartían la mesa contigo: Eli Gómez Alcorta, de quien entonces nadie imaginaba que acabaría siendo ministra, y también otras mujeres jóvenes dedicadas al trabajo territorial, en prisiones, etcétera. El clima que se generó me pareció precioso y se me quedó grabado lo extraordinario de una situación tan íntima y dialogante en medio de una campaña electoral vertiginosa en la que os estabais jugando mucho. Me dio por pensar sobre esa capacidad anómala de construir política incluso en el rígido formato electoral. La que uno se pregunta es: ¿cuánto margen existe para trasladar esas maneras de hacer política feminista a un ritmo propio mediante la escucha y la cooperación una vez se ha dado el salto a las instituciones? ¿Cómo trabajas tú en particular esa modificación de las formas de representación política? 

Sí, utilizábamos mi presencia a lo largo de toda la campaña para convocar actos que permitieran poner en la agenda electoral distintos temas que no son habituales en las campañas electorales ni en las agendas políticas institucionales, y siempre se generaba un clima muy lindo, muy de aprendizaje, evitando lo habitual de una campaña: el acto electoral, el panfleto, etcétera, para pasar a una reflexión más aguda. ¿Cómo se traslada a lo institucional? Yo hablo mucho de esto: pensar representaciones políticas que no respondan a sus votantes ni a su espacio político solamente sino también a otros sectores y organizaciones. Se trata en primer lugar de que mi banca (escaño) no esté “en diálogo con” sino “ser parte de” ciertos procesos. No es que yo reciba a los estudiantes o a las feministas: soy parte de estos movimientos y eso naturalmente implica que hablo en nombre de ellos. Pero a la vez necesito estar en diálogo con un montón de otras problemáticas que no forman parte estrictamente de mi recorrido pero que son parte de la misma lógica de construcción, por ejemplo los movimientos por la vivienda y otras problemáticas clave en la ciudad de Buenos Aires, que habitan los mismos espacios de disputa política que los movimientos de los que provengo. El formato que armamos consiste en desarrollar Consejos por áreas: un Consejo Social – que se divide en tareas que tratan sobre problemáticas de tipo juvenil como son la violencia institucional, las adicciones... o también sobre los trabajadores de la economía popular –, un Consejo Educativo, un Consejo Feminista... El objetivo que tienen los Consejos es abrirse mediante invitación a gremios, organizaciones, colectivos, personas, referentes... para discutir cuál es la agenda en cada momento determinado para la Ciudad de Buenos Aires en lo que se refiere a esos temas. El procedimiento tiene que ver con sentarme a escuchar de cada sector cómo les parece que viene esa agenda: qué proyectos, qué iniciativas, y llevarla adelante o cómo resistir a iniciativas del Gobierno de la Ciudad (de signo macrista; el Frente de Todos es el principal partido de la oposición en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires). 

Todo esto se nos ocurre en realidad a partir de analizar qué molestaba de mi candidatura, cuando nos criticaban por la falta de experiencia. Y entonces pensé con mis compañeros y el equipo que me rodea que no debíamos fingir que lo sé todo y al contrario responder: ¡claro, sí!, hay un montón de planos en los que no tengo la certeza o el conocimiento, o puedo comprenderlos pero no padecer ciertas injusticias ni tener la experiencia de organizarme cotidianamente contra ellas. Por eso hemos desarrollado este formato como una manera de escuchar a quienes sí lo padecen o sí se organizan, reconociendo mi falta pero no como una cosa inmutable sino como algo para lo que me tengo que poner a disposición de los procesos de organización en los que creo. Es además una manera de denunciar que de hecho no soy la única a la que le sucede: la misma gente que no me votó y que odia que yo esté ahí, si les preguntás: “che, ¿me nombrás a cuatro legisladores?” te responderán que no tienen ni idea, no saben qué se vota en la Legislatura, no saben quiénes están. Y hay también un montón de legisladores que deberían darse cuenta de que tienen falta de experiencia, de que hay temas que no van a entender de la misma manera si se deciden a construirlos con otros y con otras, y que hacerlo de esta otra manera sería mucho más útil.

Entonces, la idea de los Consejos fue una herramienta para conectarnos con esos mundos, porque creemos que así se va a desarrollar la mejor política que podemos hacer en esta institución, pero también, respondiendo a esa acusación de la falta de experiencia, se trata de no hacerte cuenta de que lo sé todo: tengo una experiencia que muchos acá no tienen, tengo mucho que enseñarles en relación a un proceso del que sólo yo provengo acá dentro, pero incluso el conjunto de nuestro bloque tiene el desafío de aprender de los procesos de resistencia más fuertes, efectivos y consistentes que tiene la ciudad. Porque casi todas las agrupaciones tienen claro qué cosas habría que hacer y cuáles no. El tema es que la política con mayúscula no esté disociada completamente de la experiencia cotidiana y militante, se trata de poder fusionar esos mundos a través de poner en común las distintas experiencias.

Ofelia Fernández (Buenos Aires, 2000) es diputada por el Frente de Todos en la Legislatura porteña desde las elecciones de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que tuvieron lugar el 27 de octubre de 2019, el mismo día en que Alberto Fernández, candidato presidencial del Frente de Todos, derrotó a Mauricio Macri. Es...

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Autor >

Marcelo Expósito

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