Obituario / Radomir Antic
Y tanto que te lloran
Pasolini dijo que había un destino en la ideología de cada hombre y Radomir, socialista y atlético, lo demostró: no bastaba con tener la pelota, había que saber qué hacer con ella
Javier Divisa 8/04/2020
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Ha muerto Radomir Antic, el hombre de los retos imposibles. “Elegí el Atlético de Madrid porque en aquel momento era el club más difícil del mundo”. Radomir fue un visionario capaz de pasar de lo inverosímil a lo verdadero, un tipo con una voluntad enérgica para alcanzar lo improbable, un técnico trabajador, un perfeccionista y un adalid de la amistad por encima de todo. Por encima del talento, del ego profesional. La amistad de la identidad y la pertenencia. La amistad como religión sin Dios.
Nacido en Zitiste en 1948, antigua Yugoslavia, actual Serbia, a pesar de ser uno de los elegidos para gozar los laureles y el confort del fútbol profesional, jamás apartó su dolor por la guerra de los Balcanes, porque Antic fue un gran hombre, el mejor anfitrión de Belgrado, el más tragicómico contador de historias de la guerra: apenas pasaban dos minutos de una ligera exposición de las causas bélicas, y Rado, sabedor de que la risa era el sol que ahuyentaba el invierno del rostro humano, ya se estaba riendo. La risa como comienzo de la amistad, como redentora de la hecatombe.
Llevamos muchos años viendo fútbol, y según pasa la vida se va restando la capacidad de sorpresa. Todos hemos visto grandes proezas alguna vez, y las hemos gozado. Maradona, Mágico, Futre, Luis, Torres, George Best. Y cada vez nos encontramos más cómodos en nuestras certezas, rara vez en el mundo del fútbol contemporáneo encuentras personajes ofreciendo la revolución y el amor. Por eso, cuando Antic apareció en el Atleti (aún a pesar de toda la nebulosa de su fichaje) tuvo la capacidad de sorprendernos, de hacernos felices, y aún siendo consciente de que llegaba a salvar el Titanic, nos entregó una triada: sublevación, rebelión y amor.
Pasolini dijo que había un destino en la ideología de cada hombre y Radomir (con un ideario socialista y atlético) lo demostró: no bastaba con tener la pelota, había que saber qué hacer con ella. No era suficiente con tener jugadores, había que aprovechar sus virtudes. También le demostró a Pasolini que el mejor poeta del año no era el mejor jugador del mundo ni el futuro Balón de Oro, ni sus futbolistas los máximos goleadores. Le bastaban pocas palabras, pero las justas: disciplina y diversión. Parranda hasta para divorciarse de Ramón Mendoza, tener una novia en Oviedo y casarse con el Atleti, que fue, aparte de la casa y la piscina de patos de Tony Soprano, la idiosincrasia de su vida deportiva. Con un estilo marcado por la diversión, la amistad y el talento de Caminero, Kiko, Penev, Simeone y Pantic, lideró una temporada de antología, el delirio, el misticismo de ganar la Liga y la Copa.
De igual manera que la victoria tiene cien padres, la derrota no tiene dónde caerse muerta, salvo que uno sea aficionado del Atlético de Madrid, y perder puede tener un rasgo épico, como aquel maravilloso cántico de la afición en pleno descenso a los infiernos: “Lolololo, Radomir te quiero”. Estadio de La Cartuja, el año del descenso, el Valencia ganó al Atleti la final de Copa, pero la afición del Atlético de Madrid sabía que tenían delante no al hombre que les hizo tocar la gloria, sino al tipo que no deja tirado a un amigo y se hunde con él. Para entender lo que pasa hay que haber llorado dentro del Calderón, que es mi casa. O del Metropolitano, donde lloraba mi abuelo con mi papá de la mano. Y tanto que te lloran, y te quieren.
Ha muerto Radomir Antic, el hombre de los retos imposibles. “Elegí el Atlético de Madrid porque en aquel momento era el club más difícil del mundo”. Radomir fue un visionario capaz de pasar de lo inverosímil a lo verdadero, un tipo con una voluntad enérgica para alcanzar lo improbable, un técnico...
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