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La afición atlética anima en el Calderón durante el partido de Champions League frente al FC Barcelona (2-0)
Álex Marín / Club Atlético de MadridEn CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Durante los más de cien años de su longeva historia, los aficionados del Atlético de Madrid han conocido, disfrutado y admirado un rosario de extraordinarios equipos, a través de diferentes campeonatos y épocas. No hay colchonero que se precie de serlo que no haya escuchado hablar del fútbol maravilloso de aquel Atlético de la delantera de seda. No existe hincha rojiblanco que no haya oído hablar de las gestas de aquel equipo estupendo del “ala infernal” que ganaba Recopas y frenaba al Madrid de Di Stéfano. No hay abuelo que no haya contado a sus nietos que en los setenta el Atlético de Luis, Ayala y Gárate era una apisonadora al que sólo el destino le arrebató la Copa de Europa. No hay padre colchonero que no haya trasladado a la memoria de su hijo la herencia de aquel Atleti de los caños del patizambo Pereira y las bicicletas del acrobático Leivinha. Muchas son las generaciones colchoneras que todavía tienen en su retina aquel Atleti de contragolpe letal, con aquellas cabalgadas eléctricas de Futre, el récord de Abel, los goles de Manolo y los pases milimétricos de Schuster. Y por supuesto, no hay atlético, ni entre los más viejos del lugar ni entre los recién llegados a la causa, que no guarde un recuerdo imborrable de aquel alquimista llamado Radomir Antic y aquel once que se repetía de carrerilla en las tripas del Calderón: Molina; Geli, Toni, Santi, Solozábal, Vizcaíno, Pantic, Simeone, Caminero, Kiko y Penev. En más de cien años, el Atlético ha tenido equipos realmente formidables. Conjuntos que dejaron gloria en el césped y títulos en las vitrinas. Grupos de extraordinarios jugadores que integraron parte de equipos campeones. De equipos que, en algún año, lustro o década, fueron los mejores. Todos, por derecho propio, nombre a nombre, ya forman parte del panteón sagrado de la historia atlética. Sin embargo, ninguno de todos los anteriores equipos ha despertado una sintonía y una comunión tan potente como el que hoy dirige Diego Pablo Simeone.
El equipo del Cholo no es el mejor, pero rinde homenaje al himno, partido a partido, peleando como si lo fuera. Más allá de la admiración e incluso de las victorias o los trofeos, los aficionados del Calderón se han identificado con este equipo, como jamás lo habían hecho en su historia, asumiendo que en ese vestuario no hay un grupo, sino una familia unida y comprometida. Los atléticos saben que los pupilos del Cholo desprenden un aura de compromiso inigualable, un aroma a dignidad que cala hasta el tuétano y un espíritu rebelde capaz de conmover incluso a los aficionados de otros equipos. Este Atlético no es el más espectacular de su historia, ni tiene los mejores jugadores, ni siquiera los más técnicos, ni tampoco practica un fútbol de seda, porque no es una fiesta para los ojos. Y sin embargo, este Atlético tiene un alma incorruptible. Vive subido en un terremoto, vive para superarse, sortea todos los obstáculos que otros creen que jamás podrá superar y consigue que los feligreses del Calderón se estremezcan en sus butacas. Esos jugadores que no parecían campeones, se comportan como campeones. Futbolistas que antes no creían en sí mismos, ahora viven para superar cualquier adversidad. Este no es el Atleti que más ha cautivado con su fútbol, ni que mejor ha contragolpeado, ni siquiera el que más admiración ha levantado. Hubo muchos de esos. Este es diferente. Es un manual de autoayuda hecho camiseta. Es un sentimiento impregnado en sudor, en la cultura del esfuerzo, en la ética del tipo al que triunfar le cuesta el doble que al resto y precisamente por eso, cuando lo logra, su éxito sabe mejor.
Simeone dijo que ser del Atlético es ser perseverante, competitivo, no dar nada por perdido, luchar contra la dificultad, aunque otros sean mejores. Y ese espíritu, en estos jugadores, no venía de serie. Ese gen se lo inoculó, como un veneno, el Cholo, y ellos, partido a partido, han hecho florecer la semilla de un sentimiento: se han ganado el corazón de su público. Después de muchos años sin estar a la altura de su entregada afición, ahora los jugadores, que no son los más técnicos, ni los que más bonito juegan, ni los que más ganan, ni los que más titulares acaparan, se han convencido de que defender la camiseta del Atlético va mucho más allá de ganar o perder. Ponerse esa camiseta es honrarla con trabajo, entereza y pasión inexplicable. Es perseguir un sueño que otros creen inalcanzable. Es poner el alma en cada pelota dividida. Es superar cualquier barrera, deportiva o del destino, derrochando coraje y corazón. Al fin, los hinchas del Atlético pueden sentirse identificados y orgullosos de unos señores que luchan como hermanos defendiendo sus colores. Este Atleti no es el mejor, pero pelea como si lo fuera. Y en la mayoría de las ocasiones, lo consigue. Es pertenencia, entusiasmo y fe. Es un pequeño milagro obrado por la fe cholista: tipos que han interiorizado que, en el fútbol, como en la vida, nunca hay que dejar de creer, porque el trabajo paga.
Este es el Atlético que honra a sus aficionados con valores que trascienden lo deportivo y entroncan con una actitud concreta y una manera de vivir. Este es el Atleti de Gabi, que juega con una costilla fisurada y hace más kilómetros que Emil Zatopek. Este es el Atleti de Juanfran, el hombre que cambió la opinión de toda una afición a base de sacrificio. Este es el Atleti de Fernando Torres, el que dijo no merecer el cariño de toda una afición que jamás olvidará que, en los años de plomo, él lucía con orgullo aquella bandera. Este es el Atleti de Lucas, que con veinte años secó a Bale y con veintiuno invitó a Suárez a tratarle de usted. Este es el Atleti de Giménez, que se rompe las fibras del muslo y tiene que ser sujetado por el Mono Burgos porque quería seguir jugando cojo como delantero centro. Este es el Atleti de Godín, que no quiso irse por dinero para honrar a una afición a la que prometió una Champions. Este es el Atleti de Griezmann, que lejos de quejarse cuando fue suplente tras ser fichado por un pastizal, mejoró, se entregó y en silencio, se superó a sí mismo. Este es el Atleti de Carrasco, un freestyler con clase por arrobas que soñaba, de niño, con jugar algún día para esa afición. Este es el Atleti de Augusto que, recién llegado a la causa, trabajó día y noche para recuperarse en 26 días de una lesión que le iba a tener fuera tres meses. Este es el Atleti de Simeone.
Durante años de maldición y travesía del desierto, los aficionados del Atlético clamaron al cielo para encontrar un equipo del que poder sentirse satisfechos. Este Atleti, el de Simeone, sí les representa. No hay ni un solo aficionado atlético que no se sienta orgulloso de este equipo. Sus jugadores sienten como hinchas, creen como los aficionados y transmiten el espíritu vital que, durante más de cien años, ha sido la llama inextinguible de una pasión llamada Atleti. No hay mejor título que ese. No hay un trofeo más preciado que unos aficionados orgullosos de sus jugadores. Eso no se compra con dinero. Es un sentimiento, una pasión. Un matrimonio para toda la vida, incluso más allá de que la muerte los separe. Ningún hincha atlético podrá olvidar jamás el grado de implicación, identidad y orgullo que despiertan estos jugadores y este entrenador. Ni en esta vida, ni en la otra. Esa gente les representa. En el campo y en la vida.
Durante los más de cien años de su longeva historia, los aficionados del Atlético de Madrid han conocido, disfrutado y admirado un rosario de extraordinarios equipos, a través de diferentes campeonatos y épocas. No hay colchonero que se precie de serlo que no haya escuchado hablar del fútbol maravilloso de aquel...
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Rubén Uría
Periodista. Articulista de CTXT y Eurosport, colaborador en BeIN Sports y contertulio en TVE, Teledeporte y Canal 24 Horas. Autor de los libros 'Hombres que pudieron reinar' y 'Atlético: de muerto a campeón'. Su perfil en Twitter alcanza los 100.000 seguidores.
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