Zozobrando
Medidas drásticas (solo para algunos)
Marta Bassols 13/04/2020
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Preludio
En Semana Santa no se debe comer carne. A lo mejor no todos los vivos lo saben, ni lo practican (como los virus que se nos comen) pero quizá sí así el uno de cada tres contribuyentes que marcó el año pasado la casilla de IRPF destinada a la iglesia católica, engrosando las arcas del templo cristiano con sus impuestos en 284 millones de euros en este mismísimo 2020.
La cifra de lo cedido por el Estado (central, autonómico y local) en 2015 era de once mil millones anuales, así que este año nuestro de pandemia, no todo son malas notícias económicas desde España, Dios sabe que para los obispos, ¡ha sido uno de los mejores!
Tampoco ha sido uno fatal para la monarquía pese a todo; quizá no puedan ir tanto de asuntos exteriores, pero a Felipe VI le han tocado ocho millones como partida presupuestaria (2019). A ese monto –que no está mal–, hay que añadirle (también aportado desde las arcas del estado) los sueldos de sus 139 funcionarios –al margen de los asignados al Servicio de Seguridad por el Ministerio del Interior–, y de sus 12 altos cargos, a los que este año les han subido el jornal, y no sé cómo se les habrá quedado (las cifras que se dan desde la Casa Real no son transparentes, sino opacas) pero en 2017 rondaba ya los 140.000 euros anuales por cabeza. Y además, os lo juro, tienen pluses salariales. También tienen sus majestades: 44 vehículos y 60 conductores en su parque móvil, (además de dos cocheras con Rolls-Royces y Jaguares) un montón de palacios y conventos reales. No sé si serán 400 millones, cien arriba o cien abajo, yo cuando hay tantos coches, me pierdo un poco al contar, pero el caso es que todo eso, íntegramente, lo patrocina nuestro gobierno central.
No voy a seguir con el presupuesto de defensa comparado con el de sanidad, o el que acaban de aprobar en plena crisis para ayudar a televisiones privadas, porque yo soy más de letras y de vísceras y no quiero embadurnar de cifras este texto, pero quizá para un gobierno al que no le llega para renta básica universal mientras dure la emergencia nacional, garantizar el sueldo de Ana Rosa Quintana no debiera ser una misión esencial.
Sonata
Los trabajadores de la industria y la construcción vuelven a incorporarse a su actividad laboral, sin que el virus se haya estabilizado, ni en contagios ni en número de muertes. Se toma esta decisión desoyendo las recomendaciones de la OMS, y las de los directores de los hospitales nacionales, y teniendo a nuestras espaldas los hechos de Bérgamo, donde la patronal no quiso cerrar empresas y el virus masacró a su población, pero arguyen que es también muy peligroso estancar la economía.
Seguramente lo sea, pero sin testear a todos los que deban incorporarse y aislar a los positivos (hay muchos que son asintomáticos) para que no se pueda propagar, o sin haber proporcionado a todas las empresas material de protección y seguridad, esta reanudación es un atropello, un desatino, un dislate, un despropósito, un desvarío y una monstruosidad. Y hasta debiera ser un delito de homicidio por imprudencia, si es que sucede, lo que parece lógico, que las víctimas vayan a más.
Está pasando. Hemos vuelto un siglo atrás en cuanto a derechos laborales de prevención y salubridad. Están nuestros coleguis como yendo a la mina sin casco, o a un andamio sin arneses a los que poderse atar. ¿Por qué todos esos trabajadores arriesgan su cuerpo y el de sus famílias y el de todo el que se les cruce, si su labor en cuanto a la emergencia no es fundamental? Es como cuando venían a buscar a tus hijos al frente durante la guerra, ¡y lo peor es que vamos! ¡Es que les mandan ir, y van ! ¿Dónde están las disidencias, las insurrecciones? Aisladas, claro, dónde van a estar… Unos cuantos son los elegidos para morir por los pecados de un gobierno al que se le desmorona la economía, pero que no ha ido a pedírsela ni a la corona, ni a la iglesia, que sin los impuestos de quienes ahora se quedan sin nada, no serían oro, ni sacra, ni reina, ni ley.
Y Europa anda diciendo disparates que no significan nada, como Mecanismo Europeo de Estabilidad. ¿Qué estabilidad?
Ningún otro país ha tenido unas medidas tan drásticas de confinamiento como nosotras. Los niños no salen a la calle, no vemos a nuestros ancianos que están muriéndose en soledad, no nos tocamos, no nos dejamos tocar. Nos vemos el óxido en los ojos, y miradas de acero bajas que temen poderse contagiar. No podemos ver el estallido de las flores y los pájaros raros que libres de gas tóxico nos han venido a silbar. Ni podemos nadar en las playas menos contaminadas que podamos recordar. Obedezco, obedezco, pero, ¿de qué sirve todo eso (y a quién le sirve) si mandan a la gente en masa y sin garantías a trabajar?
Preludio
En Semana Santa no se debe comer carne. A lo mejor no todos los vivos lo saben, ni lo practican (como los virus que se nos comen) pero quizá sí así el uno de cada tres contribuyentes que marcó el año pasado la casilla de IRPF destinada a la iglesia católica, engrosando las arcas...
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Marta Bassols
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