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Xosé Manuel Pereiro 15/04/2020
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Así –con ese chirrido semántico entre “evento” y “programado”– es como me recibe mi correo electrónico prácticamente todas las mañanas desde hace casi un mes. Normalmente solo apunto en la agenda las citas físicas, y desde el pasado 13 de marzo no tengo ninguna. Desde ese día no he salido de casa. Literalmente. Aunque tengo una perra y el carné de periodista, que me permitirían asomar la nariz al exterior, también conservo alguna secuela de haber pasado la mayor parte de mi vida adulta fumando de dos a tres paquetes diarios, o sea que la familia no me deja ni bajar al portal. Sin embargo, tengo más vida social que antes, y estoy más atento al mundo, de la misma forma que aquellas personas que han perdido un sentido, la vista o el oído, desarrollan los otros para compensar la carencia.
Todos hemos pasado por momentos de tremenda intensidad mediática. La guerra de Irak, el 11-S, el 11-M, el Mundial de Sudáfrica, los atentados de Barcelona, Marta Sánchez interpretando el himno español… invadieron el tiempo y el espacio informativo, pero además había fútbol, cine, salseo y otros sucesos. La diferencia es que ahora la Covid-19 lo ha colonizado todo. Desde la divulgación científica a la información local, pasando por la política partidaria y el show bussines en cualquiera de sus soportes. El problema es que la información, como la sanidad, depende mucho de la mano de obra. Para afrontar la crisis sanitaria nos harían falta, además de los recursos que se han recortado, los trabajadores de la medicina y la enfermería que hemos expulsado a otros países. Y para cubrir adecuadamente todos los aspectos de la crisis, con noticias contrastadas y sin querer/tener que recurrir al cuñadismo tertuliano o a la guerra de trincheras de las redes sociales, necesitaríamos a los profesionales de la información que fueron desterrados de las redacciones.
Cuando esto pase, y también hasta entonces, vamos a necesitar más que nunca a la prensa que se toma en serio su trabajo. Porque estamos aceptando, en aras de nuestra salud, medidas de control superiores en algunos aspectos a las que vaticinó Orwell. Confinamiento en las casas y fomento de la delación y la autovigilancia social –sin un ápice de modales– para hacerlo efectivo. A unidades militares en las calles en funciones parece que policiales. Información de salud pública a cargo de unos señores alicatados de medallas, como si fuese un parte de guerra, cuando aquí no hay ninguna (una guerra exige que los contendientes tengan unos objetivos determinados y tanto el nuestro como el del virus no son otros que sobrevivir. Tampoco va a ayudar estar unidos, o al menos unidos más cerca de metro y medio unos de otros).
Hará falta ese periodismo porque se está produciendo una vuelta a las reacciones medievales, a los terraplanismos ideológicos y a los marcos mentales sociópatas. En La Línea apedrean autobuses de ancianos contagiados (o sospechosos de). En el Reino Unido queman antenas 5G por creer que ayudan a la expansión del coronavirus. El presidente de un país que fue la gran esperanza social de un continente, Brasil, considera que el virus es un invento del comunismo. El think tank privado más subvencionado –aquí sí que no hay chirrido semántico alguno– de España, FAES, asegura que estamos en alerta DEFCON 2 ante la inminente proclamación de un régimen maoísta en España (estoy muy en contra: podría transigir con las camisas sin cuello, pero creo que ya no tengo la condición física como para irme a trabajar al campo).
Será más necesaria que nunca esa prensa para que, por ejemplo, en lugar del habitual cruce de declaraciones de barra de bar entre políticos, se difundan situaciones como la de que a los ancianos que no podemos atender en nuestras casas los han estado hacinando en “instituciones” similares a hospicios dickensianos, pero en este caso con considerables beneficios para las multinacionales que los regentan. Y en general –abrevio, que tendrán skypes que atender– para seguir desvelando las múltiples y siempre renovadas formas con las que actúa la “mano invisible” del mercado. Que se debe llamar así porque siempre está en bolsillos ajenos. Para ello, estén dentro o fuera de la suya, esta será su casa.
Xosé Manuel Pereiro
A Coruña, 11 de abril de 2020
Así –con ese chirrido semántico entre “evento” y “programado”– es como me recibe mi correo electrónico prácticamente todas las mañanas desde hace casi un mes. Normalmente solo apunto en la agenda las citas físicas, y desde el pasado 13 de marzo no tengo ninguna. Desde ese día no he salido de casa. Literalmente....
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Xosé Manuel Pereiro
Es periodista y codirector de 'Luzes'. Tiene una banda de rock y ha publicado los libros 'Si, home si', 'Prestige. Tal como fuimos' y 'Diario de un repugnante'. Favores por los que se anticipan gracias
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