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JUDITH BUTLER / FILÓSOFA FEMINISTA

“El mundo debe cambiar, y los ideales del socialismo democrático deberían ser los más valiosos”

Constanza Michelson Santiago de Chile , 20/04/2020

<p>Judith Butler en el CCCB en 2018.</p>

Judith Butler en el CCCB en 2018.

MIQUEL TAVERNA / CCCB

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Judith Butler es filósofa feminista y académica de la Universidad de California, en Estados Unidos. A finales de marzo, la editorial ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio) lanzó Sopa de Wuhan: pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemia, una recopilación de textos sobre la Covid-19 de varios intelectuales, entre los que están, además de Butler, Byung Chul-Han, Slavoj ŽiŽek, Franco Bifo Berardi o David Harvey. En esta entrevista, la autora de El género en disputa reflexiona sobre el mundo azotado por la pandemia del coronavirus. 

¿Cómo está? Estos días su país ha sido duramente azotado por el virus.

Estoy bien, gracias. Estoy confinada en casa, como todos en California, pero puedo caminar y encontrarme con gente a través de la aplicación Zoom. Todos conocemos a personas que están enfermas, y algunos de nosotros conocemos a otras que han muerto.

¿Cómo ve el tratamiento que se le ha dado a la pandemia? En una entrevista decía que Trump quiso comprar los derechos exclusivos de una posible vacuna a una empresa alemana, pero que le respondieron que  “el capitalismo tiene un límite”.

Por un lado, hay gobiernos que tienden a negar la realidad del virus y cómo se propaga, y están poniendo en peligro a su gente. Bolsonaro es el ejemplo más obvio. Por otro lado, la gestión del coronavirus puede convertirse en una ocasión para afirmar y fortalecer el control gubernamental. Esto lo vemos en Israel y en Hungría, pero también en muchos países donde los militares están llamados a administrar a la población.

Nunca ha sido más importante garantizar refugio, atención médica y participación pública en la construcción de una democracia

Personalmente estoy a favor de una respuesta gubernamental fuerte, ya que se necesita más espacio en los hospitales, más tratamientos y más información. Al mismo tiempo, vemos muchos casos en los que las comunidades comprenden la necesidad de autoaislarse por su propio bien, por su propia salud y la salud de los demás. Y esta es una forma de autogobierno muy impresionante. No hay forma de predecir en qué dirección se moverá la política después del coronavirus, pero ahora tenemos la oportunidad de fortalecer los ideales de solidaridad social.

¿Podría realmente el capitalismo verse obligado a tener un límite? O quizás, como ha ocurrido en otras catástrofes, cobre un nuevo impulso.

El mundo debe cambiar, y los ideales del socialismo democrático son los que deberían ser más valiosos. Cuando vemos cómo ciertas poblaciones se ven privadas de atención médica y derechos básicos, y que esto lleva a su muerte más probable, debemos responder con indignación y compromiso. Nunca ha sido más importante garantizar refugio, atención médica y participación pública en la construcción de una democracia. Muchas corporaciones están listas para beneficiarse de tratamientos médicos, especialmente vacunas, y en la medida en que los gobiernos permitan que los mercados decidan el precio y la distribución de dichos bienes, los pobres quedarán privados de sus derechos. Trump trata al gobierno como si fuera un negocio; esta puede ser una característica definitoria del neoliberalismo. Pero idealmente debería preservar los derechos básicos de las personas, especialmente de los pobres, a una vida habitable.

La pandemia ha acentuado el debate sobre seguridad y libertad. ¿Cuánto debemos ceder a la vigilancia en beneficio de la salud?

La intervención de Agamben [filósofo italiano criticado por su artículo “La invención de una epidemia”, en el que denunció los riesgos que traen los estados de excepción decretados por el virus] fue claramente un error. Él solo podía ver la intensificación del poder estatal y la pérdida de libertades civiles para el pueblo. Pero es necesaria una respuesta gubernamental fuerte para garantizar que los recursos médicos estén disponibles para las personas y que se distribuyan equitativamente. Para asegurar tanto la vida como la igualdad, necesitamos un poder gubernamental responsable.

Agamben respondió a las críticas diciendo –entre otras cosas– que las guerras siempre dejan legados: concertinas, centrales nucleares... Quizás esta catástrofe nos deje “la distancia social” o la educación on line. ¿Qué podría ocurrir con la biopolítica?

Biopolítica es un término que describe aquellas operaciones de poder que buscan gestionar poblaciones. No son necesariamente decisiones emitidas por el poder soberano, sino que, más a menudo, son políticas y prácticas que surgen de diversos orígenes dentro de las regulaciones gubernamentales y sociales. El manejo del coronavirus ha sido dirigido por el poder ejecutivo o soberano, que no es lo mismo que la biopolítica. Al mismo tiempo, el tipo de racionalidad que utilizan los gobiernos está impregnado de presunciones biopolíticas. ¿Quién debe recibir los medicamentos cuando se desarrollan y quién no? ¿Habrá una nueva forma de eugenesia y cómo se administrará? ¿Qué vidas estarán dotadas de valor y qué vidas se considerarán prescindibles? Estas formas de dividir las poblaciones son biopolíticas. Joseph-Achille Mbembe los llamó “necropolíticos”: formas de organizar la muerte. A medida que entra en juego el cálculo de coste-beneficio, escuchamos a los funcionarios del gobierno decidir implícita o explícitamente quién debe vivir o quién debe morir. No tienen que “ejecutarlos” como lo han hecho los soberanos tradicionales. Pueden “dejarlos morir” al no proporcionarles beneficios para la salud o refugios seguros, al mantener a las personas en las cárceles donde la tasa de infección es alta o, en el caso de Gaza, al mantener la frontera cerrada.

Se vuelve a hablar de la importancia de la verdad para enfrentar el daño que hacen las fake news. Pero también ha aparecido un discurso sobre la ciencia como única disciplina verdadera, que parece estar más bien al servicio de negar los conflictos políticos. En Chile, por ejemplo, hay quienes dicen que hoy no se debería seguir pensando en la crisis social que estalló en octubre.

Eso me parece un movimiento cínico, muy parecido a que Netanyahu suspenda los procedimientos judiciales en su contra, ¡debido al virus! Este tipo de movimientos invisibles son injustos y hay que oponerse a ellos. También creo que es el momento de la verdad y la ciencia. En Estados Unidos tenemos un presidente que nos miente sobre el virus, la ciencia y el futuro. Estoy muy agradecida de que haya epidemiólogos valientes. Todos dependemos vitalmente de una buena atención médica, de trabajadores de la salud en los que podamos confiar y de una excelente investigación científica. Por lo tanto, el conocimiento sobre el virus debe ser veraz. Si nos preguntamos por qué debe ser veraz, hay muchas razones: los ciudadanos tienen derecho a conocer las condiciones en las que viven y a emitir juicios sobre si sus gobiernos los están atendiendo bien. En esta última declaración, notará que “el derecho a saber” y el “juicio” son conceptos que están fuera de la ciencia, y que pertenecen a la ética y la política de la atención médica. ¿Quién decide si alguien puede tener acceso y qué condiciones deciden si puede pagar? La ciencia del tipo médico no puede responder esa pregunta, pero la ética y la política sí. Y si preguntamos qué constituye “autonomía” y cómo se define, entonces estamos en el campo de la interpretación, la ética y las humanidades. Por lo tanto, ni siquiera podemos describir algunos de los problemas más importantes de nuestro tiempo si no recurrimos a todos estos modos de investigación. Y sería una tontería pensar que todos estamos de acuerdo de antemano sobre qué es la autonomía o quién debería tenerla. Estas son cuestiones de interpretación y definición que impregnan el mundo político. Tales preguntas no niegan a la ciencia, pero la ciencia no puede responder a estas preguntas.

Un asunto político es quiénes pueden o no estar confinados. En Sudamérica ya se han registrados femicidios y el asesinato de una niña durante la cuarentena.

El hogar suele figurar como un espacio “seguro” contra el virus. Incluso si lo es (lo cual no siempre es cierto), eso no significa que sea seguro para las mujeres que sufren violencia dentro de sus propios hogares. Debería haber otras formas de refugio que no dependan de una falsa idea del hogar como un lugar seguro. Espero que podamos reimaginar lo que significa “refugiarse”: ese es un concepto en el que se basan los gobiernos, pero a menudo es una noción idealizada del hogar familiar que oculta la verdad.

En su último libro, La fuerza de la no violencia, desarrolla la idea de la interdependencia. La relación con otros no es un “buenismo”, sino algo que nos constituye. Dice entonces que destruir a otro es destruir algo de nosotros mismos. ¿Esta crisis nos obliga a experimentar la interdependencia más allá de un eslogan?

No quisiera decir que el virus está sirviendo a los propósitos de la educación. El virus debe curarse, y no hay una lección necesaria que el virus nos enseñe. Y, sin embargo, la forma en que funciona el virus nos desafía a repensar lo que es ser uno mismo. Puedo estar infectado, pero también puedo infectar a alguien más. Y esto puede suceder sin que yo lo sepa. Entonces, este “yo que soy” puede ser dañado, y puede dañar a otros. Estoy conectado no sólo con personas que conozco, comunidades a las que pertenezco, sino también con el extraño. Puedo dañar a ese extraño o ser dañado por ese extraño, y esto es cierto no solo en el mundo creado por el virus, sino también en nuestro mundo cotidiano.

Debería haber otras formas de refugio que no dependan de una falsa idea del hogar como un lugar seguro

La avaricia corporativa del Norte depende de la política extractivista que ha devastado el Sur; sin embargo, aquellos que insisten en este “derecho” a la explotación no se ven interpelados por el perjuicio ético. Se destruye el potencial de reciprocidad, la idea de que podríamos vivir juntos en condiciones de igualdad en un mundo habitable, una tierra habitable.

¿Qué significa el poder de la no violencia? ¿Es posible convencer de eso a quienes la ejercen desde el poder, pero también a aquellos que la consideran una vía legítima de lucha social?

Mi argumento es que generalmente cometemos un error si pensamos que la violencia es el medio por el cual podemos lograr un fin no violento. Los medios que usamos para cambiar el mundo ya conllevan una visión del mundo. Si elegimos la violencia como un medio, traemos más violencia al mundo, y esa violencia no podemos controlarla.

¿Es posible una política de la interdependencia, cuando los regímenes de subjetivación promueven el individualismo y el “capitalismo del ego”

Por supuesto, un mundo de igualdad e interdependencia parece imposible desde esa perspectiva. Pero esa es una razón más para desarrollar tal visión. No debemos aceptar que el “capitalismo del ego” sea un hecho necesario e inmutable. Se puede resistir y socavar. Lo vemos en los fuertes movimientos de solidaridad por parte de las mujeres, los indígenas y los pobres.

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Esta entrevista se publicó originalmente en La Tercera.


Judith Butler es filósofa feminista y académica de la Universidad de California, en Estados Unidos. A finales de marzo, la editorial ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio) lanzó Sopa de Wuhan:...

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Constanza Michelson

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2 comentario(s)

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  1. José Miguel Pueyo

    HOY Y MAÑANA DE LA PRIMERA PANDEMIA DE LA HIPERMODERNIDAD Fue un día como hoy Muchas personas recordarán estos aciagos días. Pero es igualmente cierto que el sujeto creado por el Otro político, desde hace décadas por el discurso capitalista, es desmemoriado. Jacques Lacan, el 16 de junio de 1975, en el gran Anfiteatro de la Sorbona y como Apertura del V Symposium International James Joyce, conocido como Joyce, el síntoma I, decía: «Las casualidades nos empujan a diestra y siniestra, y con ellas construimos nuestro destino, porque somos nosotros quienes lo trenzamos como tal. Hacemos de ellas nuestro destino porque hablamos. Creemos que decimos lo que queremos, pero es lo que han querido los otros, más específicamente nuestra familia, que nos habla. Este ‘nos’ debe entenderse como un complemento directo. Somos hablados y, debido a esto, hacemos de las casualidades que nos empujan algo tramado. Hay, en efecto, una trama, nosotros la llamamos nuestro destino.» La transformación del sujeto hipermoderno por los nuevos procedimientos tecnológicos, introduce en el campo de las ideas políticas uno de los asuntos esenciales de este siglo. El hecho es que esa supuesta transformación ha venido de la mano del llamado coronavirus de Wuhan. Coronavirus de Wuhan: Origen, síntomas, letalidad... Lo que se ... Tras esta cruel pandemia cabe esperar un debate pormenorizado desde el conocimiento de lo que nos determina para lo bueno y para lo que no lo es tanto. (Me refiero al genial descubrimiento que hizo Sigmund Freud en el recodo de los siglos). Puede ser así, aunque, en realidad, todo está dispuesto en el universo para que persista el narcisismo, acunado como está por el imperativo superyoico hipermoderno: ¡goza, goza, sin demora! En resumen, el COVID-19, según entiendo, operará un cambio sin precedentes en nuestras vidas. Pero de ser así, esa transformación la acusarán los de siempre, pues, como es conocido, no hay buena noticia si el sujeto humano no se reinventa. ¿Qué ha hecho fructificar la primera pandemia hipermoderna? El coronavirus ha promovido la incertidumbre, la desconfianza, el sentimiento de irrealidad, la angustia expectante, mas también ha dado lugar a la indignación y la rabia y, claro está, a la muerte. (Más 600000 personas infectadas y también más 60000 muertos en todo el mundo. Los contagiados en Italia y España superan, a finales de marzo, a China, y también en fallecidos. En nuestro país, en esa fecha dieron positivo más de 200000 personas, de ellas unos 4000 sanitarios, y los muertos ya superan los 29000, entre los cuales hay varios médicos y miembros de las fuerzas de seguridad del Estado, sin contrar los fallecidos en las residencias de ancianos; la cifra esperanzadora corresponde a las personas curadas, más de 60000 en este momento, aunque eso no implica, por los datos que conocemos, que estén inmunizadas. Solo en la Comunidad de Madrid el número de muertos, según nos dicen, superan, también en esa fecha, los 8000. En New York suenan cantos de apocalipsis, y todo indica que se extenderán, con más de 13000 infectados al día, al resto de EE.UU. Nueva York registró su mayor número de muertes por coronavirus ... Científicos chinos consideran que el pangolín, un mamífero folidoto de la familia Manidae, muy usado en la medicina tradicional china, puede ser el transmisor intermedio entre el murciélago Rhinolophus affines y las personas afectadas por coronavirus. Sea como fuere, el efecto mariposa de este virus ha logrado lo que ni siquiera ha conseguido el terrorismo islámico. Similar al MERS-CoV, síndrome respiratorio detectado por primera vez el año 2012 en Arabia Saudita, el coronavirus es una forma grave de neumonía que, del mismo modo que ha colonizado la política, ha sacado a la luz sonoros silencios y argumentos imaginativos cargados de ideología. ¿Por qué se llevo a cabo, el 8 de marzo, la conmemoración del Día Internacional de la Mujer (8-M), y la Euroliga de baloncesto? Que no nos vengan ahora con el cuento de que los expertos en sanidad habían dado luz verde a estos eventos. ¿Qué se habría dicho y aun hecho con el que hubiera prohibido, o simplemente aconsejase suspenderlos? Discretas son también algunas personas respecto a las «intenciones» de este virus, que, por lo que se conoce, no se fija en los niños y parece cebarse en los varones más que en las mujeres, y casi siempre en personas de edad madura. Pero no comparto la imaginación de Isidoro de Munciar, quien, en el siglo XI, sentenciaba «Todo lo que le quitas a la naturaleza, ella te lo reclama después con creces.» Recién, la socióloga Marina Subirats afirmaba que nos encontrábamos ante una situación inédita. A esta profesora le ha pasado por alto que en el mundo hubo epidemias análogas a la actual y, confunde, además, ‘inédito’ con ‘imprevisible’. Contrariamente, pues, a lo que aseveran algunos expertos, nada hay de inédito en la primera epidemia global del siglo XXI, salvo la fecha: era conocido que podía ocurrir. Marina Subirats: "Las formas del Parlament también son violentas a ... Tampoco comparto la atrevida idea de que una mano negra se dispuso acabar con los jubilados. No lo entiendo así, pese a que el vicegobernador de Texas, Dan Patrick, considere que «Los abuelos deberían sacrificarse y dejarse morir para salvar la economía». Hasta ese extremo llega el espíritu patriótico de algunos norteamericanos. El FMI (Fondo Monetario Internacional), a juzgar por un Informe reciente, tampoco se anda con chiquitas: «Los ancianos son una amenaza para la economía». Menos incluso considero que el coronavirus sea darwiniano por aquello de la selección natural, y que la supuesta mano negra quiso terminar con el exceso de población, que, según los partidarios de las teorías del clérigo anglicano Thomas Robert Malthus, soporta nuestro planeta. Como en casos semejantes, siempre habrá gente inclinada al Carpe diem -más de 100000 denuncias y cerca de 1000 detenidos en España por no haber respetado el Estado de Alarma-, mientras que algunos hacker, no todos de manera individual, pretenden intervenir la red sanitaria y otras instituciones. El coronavirus renueva la denuncia de otras catástrofes naturales: la falta de previsión de los gobiernos, la futilidad de la fama y el dinero, lo absurdo de la guerra y, por supuesto, la inutilidad de las creencias. Recuerdos, tiempo libre y entretenimientos A semejanza de los divorciados respecto a sus exparejas, a no ser por aquello de los hijos en común, la manutención y/o la hipoteca, ¿quién recordará a los que estaba en sus manos evitar esta funesta pandemia, o al menos minimizarla mediante medidas que previeran el desconsolado lamento de las personas que han perdido a sus familiares y amigos! El drama del coronavirus estará para siempre presente en los que ya no verán a sus seres queridos. Para otros, empero, la desalmada pandemia no pasará de ser una anécdota de café, una historieta más para los mayores en la plaza del pueblo. Los más afortunados comentarán el estado de sitio que introdujo otro estado, el de alarma, quizá discutirán las medidas adoptadas por los gobiernos, como el todos a una contra un virus tan silencioso y rápido como asesino, así como la guerra sin cuartel con las únicas armas de la higiene y quedarse en casa. (Todo se paró -España decretó el Estado de Alarma el 14 de marzo, cuatro días después que la OMS anunciara la pandemia-, todo se paró, como es bien conocido, las aguas venecianas adquirieron su color original y se esfumó la polución de nuestras ciudades. ¿Acaso esto último no se sabía, por qué se dejaba malvivir e incluso morir a la gente a causa del aire contaminado!). Cómo no ser hoy corresponsables, cómo no cumplir la prescripción de estar separados y juntos al mismo tiempo, cómo no lavarse las manos siguiendo el sabio consejo del médico húngaro del siglo XIX Ingnaz Semmelweis, si en ello nos va la vida. (La bolsa y la vida). Sitiados en casa, habrá quien coja peso y/o trate de matar el aburrimiento y el sentimiento de irrealidad con Rakuten, HBO, Movistar+ o Amazon Prime Video, Netflix y otros canales de streaming, también con el móvil e internet, y tal vez con un poco de gimnasia o spinning. (No me imagino que, en estos azarosos días, aunque todo puede ser, a alguien se le ocurra leer un libro de autoayuda). John Maynard Keynes se preguntaba en Madrid, el año 1930, ¿qué harán las personas con tanto tiempo libre, no se aburrirán como las esposas de las clases adineradas, no será el ocio un problema mayor que la ocupación? En cuanto a los muertos, tal vez puedan vivir la experiencia de Lázaro de Betania. Pero de la misma manera que el sentido es de la ciencia, en ocasiones, y de la religión, casi siempre para el abnegado creyente, solo un ser incuestionablemente maligno desearía que los muertos sufrieran los tormentos que contempla la fe. La muerte llama a la puerta. Unos dicen que de Dios. Otros dicen no lo creo. Mira Maruxina. Mira como vengo yo. Existe unanimidad, como no podía ser de otra manera, respecto a que el impenitente SARS-CoV2 mute a su dimensión más noble y, con ello, la curva epidemiológica se aplane. (De los respiradores, aparatos médicos que salvan vidas, no se desea menos que estén donde se los espera. Pero la previsión es parecida a la del material imprescindible para evitar el contagio y la muerte. En cuanto a la vacuna, se nos dice que puede tardar al menos un año). ¿Déjà vu? Siempre habrá algún político que denuncie que hubo un tiempo en el que se recortaban medios a la salud, la educación y la investigación. Y, en realidad, sería de ingenuos pensar que vivíamos con altos niveles de seguridad sanitaria. La reducción del gasto público, de ser desproporcionada, tiene, como vemos, indeseables consecuencias. Hace más de una década, la razón ilustrada postulaba que las prioridades eran otras. Convergència Democràtica de Catalunya, partido político de Artur Mas, dejó la sanidad pública en la osamenta. Se entiende que el expresidente de la Generalitat de Catalunya no se prodigue en estos días. Las políticas de austeridad crearon enfermeras/os mileuristas, y doctoras/es a los que se recortó el 30 por ciento del sueldo, y los que podían se iban a trabajar al extranjero. Se entiende la diferencia de camas de UCI entre Alemania y España sea de aproximadamente 3 a 1 y, por consiguiente, la dramática situación de nuestros hospitales. Que Europa va tarde e incluso mal en esta pandemia, como lo demuestra la insuficiencia de testing, lo sabe todo el mundo. Incluso los que se creían fuera del viejo continente no escapan del coronavirus, entre ellos el primer ministro inglés Boris Johnson, positivo en coronavirus. Pero no procede hoy insistir en esas desacertadas medidas políticas. Deseo plantear ahora una cuestión general, también esencial, y que, del mismo modo que dura demasiado, interesa sobremanera al momento actual: ¿qué quiere el poder de nosotros? Neoliberalismo, disfraz del capitalismo salvaje • Los amos de los medios de producción anhelan la plusvalía del trabajo, que, como decía Lacan, es la sonrisa del capitalista. (Donald Trump es claro en este punto: «Hay que volver al trabajo»). • Y desean también que seamos consumidores natos. Por consiguiente, nada de enamorarse de un objeto, sino desear uno nuevo porque el que acabamos de adquirir ya se ha vuelto obsoleto. (Las ventas masivas irán bien solo para unos pocos, tal vez para los mismos que ampliarán su cartera con títulos de bolsa despreciados por la indolente pandemia. Rockefeller sacó partido en el crack del 29, y en el 11S, fueron los inversores a corto, entre los que se presume que estaba Osama Bin Laden, los que se llenaron escandalosamente los bolsillos). El multimillonario David Rockefeller muere a los 101 años ... David Rockefeller Los instrumentos básicos de los que se sirve el poder para conseguir sus objetivos, esto es, para crear personas a la medida de sus deseos, son los medios de comunicación, plagados de reality shows y de concursos a lo ¿Quiere usted ganar dinero, desea ser millonario y/o famoso? No ocurre de forma distinta en algunos noticieros y programas llamados de debate. En ellos no faltan, y no solo ahora, face news. Hay razones para convenir que la infodemia, como la del Dióxido de cloruro, no es la única. Lo lamentable de este asunto es que la postverdad suele tener consecuencias verdaderas. Pero no hay que olvidar que todos, absolutamente todos, hemos hecho del delirio algo normal y, por no haber tenido presente lo que algunas personas con acertado criterio decían, nos encontramos en las trágicas circunstancias actuales. Monos sordos, ciegos de trompazo en las farolas, y discutidores de futilezas, así se ha descrito en ocasiones al sujeto hipermoderno. La biopolítica, clave del poder Lo que antecede indica que nada, absolutamente nada, queda al margen de lo que Michel Foucault denominó biopolítica. No andaba errado el sociólogo francés cuando advertía que toda la existencia humana, desde el nacimiento a la muerte, había sido intervenida por el neocapitalismo. Foucault en su último libro • Semanario Universidad A la ingeniosa idea del filósofo francés, añadiré que el intervencionismo respecto al cuerpo y la mente, así como del alma, si fuese el caso, no ocurre menos en el comunismo puro, de existir hoy algo parecido en alguna parte del planeta. Cierto es que en el nacionalsocialismo y en el comunismo, así como en todo régimen absolutista, las garantías jurídicas están abolidas. En resumen, el neocapitalismo se ha apropiado de las subjetividades, que es tanto como decir que ha construido con el mayor sigilo (coronavirus - coronocapitalismo) personas, que, por esa razón superior, son individualistas, deseosos de fama y/o dinero, egoístas, insolidarias, y tampoco desechan el narcisismo. Pero sabemos que el sujeto humano se aplica a lo peor tanto como a su contrario. Esta es la paradoja fundamental del sujeto hipermoderno. Ciudadanos que, en ocasiones, rebosan solidaridad y altruismo, como se constata hoy en nuestro país. (Son las personas de las que poco o nada se habla y menos aún se les recompensa su desinteresada entrega). En suma, los agentes de la biopolítica han creado a personas que en todo se asemejan a sus constructores. Pero es conocido como acabó lo de Adán y Eva por deseo de su intratable Hacedor. El discurso ideológico en tiempos de tragedia La fábrica del mundo que es China, exótica no solo por sus gustos culinarios y la combinación de lo tradicional con la más avanzada tecnología, salió en ayuda de las administraciones, algunas de las cuales eluden hoy la palabra desbordamiento y huyen de otra expresión que no les concierne menos: falta de previsión. Cierto es que China y Corea del Sur, del mismo modo que aprendieron, a diferencia de otros países, del SARS1, han puesto a trabajar para todos sus empresas. La multinacional taiwanesa Foxconn, el mayor fabricante de productos electrónicos del mundo, ha puesto algunas de sus plantas a fabricar mascarillas quirúrgicas, mientras que en España lo está haciendo Amancio Ortega, y muchos otros ciudadanos de forma desinteresada. Por cierto, Ana Botín y otras personas del mundo empresarial se han reducido el sueldo, pero hasta la fecha, que se sepa, no lo han hecho así los políticos. El país de Leonardo da Vinci fue diligente a la hora de demandar el imprescindible auxilio, tanto es así que brigadas rusas recorren Italia desinfectando sus calles. Bien distinto al espectáculo que ofrecen algunos prohombres en las comunidades autónomas de nuestro país. Pese a la incertidumbre generalizada, todo lo que no sea independentismo le huele a cuerno quemado a Joaquim Torra, presidente (entre comillas) de la Generalitat de Catalunya. Entendería que este recalcitrante político se congratulase con el insidioso lema «España nos contagia»; no menos con la salida de tono del concejal de la CUP, de la ciudad de Vic, que animaba a toser en la cara de los militares (UME: Unidad Militar de Emergencias) para echarlos del que, en exclusividad, cree su país. Tampoco me chocaría que algunos secesionistas aplaudiesen a Mark Serra Parès, militante del PDECAT y amigo íntimo de Carles Puigdemont, por haber dicho «si me contagio… no me quedará saliva… y si les pasa algo a mi familia no descansaré hasta que lo paguen por cómplices del asesinato», en alusión al gobierno de España. Algunos políticos catalanes animarán las caceroladas que se preparan en Catalunya contra las fuerzas armadas que trabajan sin descanso en favor de la salud de todos. Y menos aún me sorprendería que no pocos de ellos estuviesen de parte de la fugada de la justicia española, la también independentista y miembro de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), Clara Ponsatí, que se burlaba de los muertos de la capital de España con el clásico dicho «De Madrid al cielo». Otra fiel seguidora del fugado de la justicia Carles Puigdemont, la expresidenta del Parlament de Catalunya, Nuria de Gispert, proponía una curiosa teoría sobre el coronavirus, «Lo cierto es que si fuésemos ya República -decía- y pudiésemos cerrar Catalunya y gestionar nuestros recursos, morirían menos catalanes». Los independentistas catalanes tampoco dejarán de felicitar al Consejo Federal de Suiza, refugio de las también fugadas de la justicia Marta Rovira y Anna Gabriel, por haber movilizado a 8000 militares contra la pandemia. No siendo una fanática separatista, quién ha podido olvidar que la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, dijo a los mandos militares, a los mismos que hoy cuidan de su salud, que se acercaron a saludarla en el Salón de la Enseñanza, en Barcelona, hace varios años, que sería «preferible» que no tuvieran un estand en el recinto, para «separar espacios.» Europa es sinónimo de garantías jurídicas, pero la ideología es algo más que terca, por tanto, no solo por sus deshumanizadas proclamas. Tiempos para la reflexión Las pulsiones del padre de la horda primitiva (urvater) no nos han abandonado, y menos aún el malestar que la cultura conlleva. También por estas razones no basta con que la fuerza política cree su propia temporalidad, como afirma el profesor de política y estética Jacques Rancière. La temporalidad sería vana sin la transformación de cuantos conforman los sistemas democráticos. En estos días es dable mencionar también al sociólogo Zygmunt Bauman, al menos porque no intuyó siquiera la posibilidad de que existiese algo parecido al COV-2, dedicándose a hacer de un significante, «sociedad líquida», el comodín para escribir libros de una sola idea. Is Recognition the missing piece of politics? A conversation with ... Mención aparte merece el ideólogo por antonomasia del capitalismo postmoderno, el famoso politicólogo norteamericano Francis Fukuyama. Cierto es que su optimismo neoliberal es semejante al espiritual del historiador israelí Yuval Noah Harari, tanto o más que al del neocomunista Slavoj Zĭzĕk Entendería que Fukuyama redujera su euforia hegemónica al ver como los agentes de las democracias liberales no aprenden de los errores, evidencia de lo cual es la falta de previsión ante el primo hermano del enemigo invisible del SARS (Severe Acute Respiratory Syndrome) que hoy tiene sin descanso a los crematorios. (Los afectados solo tienen, en el momento de la muerte, el consuelo de los abnegados profesionales de la salud, pues el coronavirus ha abolido de la manera más inhumana el ritual de la última despedida). La pandemia del 2020 no es comparable a la llamada Gripe Española, que entre 1918 y 1920 mató a más de 40 millones de personas en todo el mundo. Eran otros tiempos. Aquella gripe corría a lomos de caballo, el mortífero COVID-19 se transmite y replica a velocidad de vértigo, y con una definida ley que impide asemejarlo a lo que lo psicoanalistas conocemos como lo Real, por ser éste sin ley. Cuántos casos hubo y cuántas personas murieron por la gripe española Nada nos puede hacer olvidar que los siniestros acontecimientos de estos días demandan un análisis detallado del origen de la idiosincrasia del sujeto hipermoderno, pero también de la depredación ambiental, de las causas de la producción-consumo desenfrenados, y tampoco podemos olvidar los miles de millones de euros que han robado los corruptos. Podemos analizar estas cuestiones desde la denominada French Theory, esto es, con la lupa de quienes denunciaron al Otro político, el mismo gran Otro que cultivó la manera de ser del sujeto hipermoderno. Así, junto a Jacques Lacan, podemos releer estos días a autores como Jean-François Lyotard, Jacques Derrida, Gilles Lipovetsky, Jean Baudillard, Fredric Jameson, tanto más por los temerarios Corona-Partys y, en otro plano, revisar las ideas de Jason F. Brennan y de la activista canadiense Naomi Klein. Indico así que si algo sobra en esta infausta época son asesores de pacotilla, comentaristas que descubren la sopa de ajo, e impenitentes demagogos. The party is over. El timing hoy es distinto. La extraordinaria crisis sanitaria nos conmina al retiro, a la distancia preventiva, a cambiar tomar el sol por tomar precauciones. Pero de ninguna manera podemos dejar de pensar, de recrear el pasado y el porvenir. Tanto más es así porque una vez resuelto el problema alguien tendrá que pagar los platos rotos. (Casi todo se ha hecho mal y se pagará. Pero la cuestión es quién lo pagará, amén de los muertos y, con ellos, sus familiares y amigos, que ya lo han hecho). ¿Qué quedará del capitalismo y de nosotros tras el coronavirus? Slavoj Zĭzĕk, crítico feroz del neoliberalismo capitalista y de cuanto lo sostiene y promueve, cree en la «lección de la historia», es decir, que esa antiquísima disciplina puede operar un cambio radical en la idiosincrasia del sujeto hipermoderno. En otros términos, para el filósofo esloveno, el coronavirus tiene un efecto positivo secundario, pues opina que al mismo tiempo que destapará el insostenible capitalismo, ese golpe mortal contra el actual sistema económico actualizará el comunismo como sociedad alternativa. Es dable concluir que el coronavirus, según Zĭzĕk, vencerá al capitalismo. El peculiar lacaniano de izquierdas y amante del séptimo arte ha leído de manera sesgada la máxima concluyente de Jacques Lacan, «el capitalismo es un sistema a reventar». Zĭzĕk no parece entender que las infaustas consecuencias de la pandemia -que se originó, según informan, en Wuhan, la ciudad más poblada en la zona central de la República Popular China, capital de una provincia, Hubei, de 60 millones de habitantes- tiene entre sus causas la amnesia de los ideales de la Revolución francesa por parte del sujeto postmoderno. Esta significativa desmemoria muestra a las claras un deseo que se aviene bien, paradójicamente, con otro deseo, el del capitalista. No cabe pues rescatar de la memoria que el «Mayo del 68» no giró en el sentido que algunos esperaban, y que dio alas a la euforia neoliberal, con sus claros, pero también a la corrupción en sus abyectas formas de presentación. G7 | Coronavirus: Un golpe a lo Kill Bill al sistema capitalista Contrariamente a las opiniones de Zĭzĕk, el filósofo surcoreano, residente en Berlín, marxista y amante también del cine, Byung-Chul Han, afirma que ningún virus vencerá al capitalismo, por consiguiente, que Zĭzĕk se equivoca. Por otra parte, el autor de La sociedad del cansancio, 2010, considera que China querrá exportar a Europa su modelo de control policial, un sistema que se verá apoyado por la vigilancia digital que tan buenos resultados ha dado en aquella república popular contra el coronavirus. El COVID-19, inigualable en maldad a lo que Albert Camus relataba en La peste, 1947, quizá logre la ciudad perfectamente gobernada. Pero de lo que no hay duda es de que el pretendido sistema de vigilancia superaría en mucho al panóptico ideado por el filósofo británico y padre del utilitarismo, hacia finales del siglo XVIII, Jeremy Bentham. VELOZ QUIETUD: BYUNG-CHUL HAN, filósofo En esa misma línea argumental, el historiador israelí Yuval Noah Harari, autor de De animales y dioses. Breve historia de la humanidad, 2011, más allá del deseable, obvio y no menos utópico plan que ha pensado para poner freno a la pandemia actual, esto es, (1º. Compartir información fiable. 2º. Coordinar la producción y distribución de equipos médicos. 3º. Distribución asimismo de personal sanitario. 4º. Creación de una red de seguridad mundial. 5º. Y, preselección de viajeros), advierte del peligro de lo que llama la «vigilancia subcutánea». Harari ve en este tipo de vigilancia una tentación de los gobiernos, con fines de control social, a partir de lo que han puesto en práctica algunos países para controlar el coronavirus. (De ocurrir tal cosa, entonces sí que habrá «algún adulto en la habitación», como a Harari le gusta decir, y el optimismo evolutivo de este escritor israelí, que conjuga el activismo político con los retiros espirituales, quedará en entredicho). La «vigilancia subcutánea» es una suerte de técnica veterinaria en el sentido de que todos podríamos alojar debajo de la piel un chip que pasaría información a una computadora central, una especie de Gran hermano, en tiempo real, de nuestro estado de salud. Yuval Noah Harari: “Nos enfrentamos a esta crisis desprovista de ... De hecho, mientras que China ha frenado el coronavirus con estrictas cuarentenas físicas, Corea del Sur y Singapur han apostado por el ciber control. Esta tecnología de motorización de las personas a gran escala, como el reconocimiento dactilar, el facial, e incluso mediante el móvil, podrían convertirse en técnicas de control de nuestros comportamientos, deseos y emociones. Algo similar a la «vigilancia subcutánea» ya está en marcha, pues el llamado big data indica que los datos que introducimos en internet y en el móvil, pese a la existencia de la Ley de Protección de Datos, es utilizado para crear nuevos servicios. Un análogo control es el que demostró, en esta ocasión en los toros, quien fue el pionero de pararlos en seco, el neurofisiólogo español, natural de Ronda, la bella ciudad malagueña donde está enterrado Orson Wells, José Manuel Rodríguez Delgado. Ocurre que en favor de la «vigilancia subcutánea», un proceso histórico en fast forward, juega la evidencia de que acabar con la pandemia requiere medidas sanitarias globales y, por lo mismo, soslayar toda actuación en términos nacionalistas. (Este es un buen momento para decir que, si los países del norte de Europa no quieren cooperar, les falta tiempo para tomar la vía de los ingleses). Por otra parte, el coronavirus, como apunta Yuval Noah, ha desempolvado varios dilemas. El primero entre la vigilancia totalitaria y el empoderamiento ciudadano, el segundo entre el egoísmo individual y la solidaridad global y, por último, pero no por esto menos importante, el dilema asimismo ético entre la ciencia y los poderes públicos. Si la «vigilancia subcutánea» se convirtiera en un protocolo universal, la preocupación no solo sería de Yuval Noah Harari. El mundo dejaría de ser el que es: los partidarios del transhumanismo se verían sorprendidos por lo que puede llegar a hacer el ser humano, la libertad individual se vería seriamente comprometida, y las particularidades nacionales quedarían abolidas al quedar todo, absolutamente todo, supeditado a la fuerza del protocolo global. El zorro en el gallinero Así Rusia y Asia, la primera en vías de ser capitalista y la segunda sumida en un comunismo disfrazado, pueden estar expectantes de lo que ocurra en Europa tras la crisis política, económica y social que producirá un virus que ha venido para quedarse. Sin necesidad de tensar la analogía, la peste negra, allá por el siglo XIV, estuvo en el origen de otros reinos, los feudales. Con todo, un nuevo y muy importante capítulo de geopolítica parece estar a la vuelta de la esquina. Desearía haberme equivocado sobre lo que apunté al principio. (Fue un día como hoy) Existen razones suficientes para convocar al poeta romano Publio Ovidio Nasón, célebre por ser el autor de Las metamorfosis y más aún por el Arte de amar, ya que puso en boca de Medea, Uideo meliora proboque deteriora sequor (Veo el bien y lo apruebo; sin embargo, es el mal lo que persigo). Habrá quien albergue la esperanza de que ese lema no sea el de las generaciones futuras, y que, contra las enfermedades, las catástrofes naturales y el dolor que habitualmente nos producen algunas personas, entre ellas no pocos políticos, quepa algo mejor, como acertadamente decía Freud en El malestar en la cultura 1929 [1930], que hacer oídos sordos, las diversiones banales, el sentido imaginario de las creencias, y la química de la tranquilidad y de la euforia. Marzo de 2020 José Miguel Pueyo

    Hace 4 años

  2. Xulio Fernández Hermida

    "La intervención de Agamben ... artículo “La invención de una epidemia”, ... fue claramente un error." ¿Quien se atibuye autoridad suficiente para calificar este artículo de 'error'? Muy prepotente me parece a mi la postura de quien así opina. De hecho, yo coincido mucho mas con 'la invención de una pandemia' que con mucho de lo que aquí leo. "El hogar suele figurar como un espacio “seguro” contra el virus . Incluso ... para las mujeres que sufren violencia dentro de sus propios hogares. " Esto es otra falacia! Es que no existe ningún lugar 'seguro' al nivel de una seguridad ... que te proteja ... de todo. "El manejo del coronavirus ha sido dirigido por el poder ejecutivo o soberano, ... biopolíticas." ¿Sabemos/alguien sabe quién está dirigiendo el manejo del coronavirus? Yo no lo se. Y creo que nadie tiene muy claro quién está decidiendo qué y a qué niveles decide. "Se vuelve a hablar de la importancia de la verdad para enfrentar el daño que hacen las fake news. Pero también ha aparecido un discurso sobre la ciencia como única disciplina verdadera" Otra falacia: 'la verdad' ¿Alguien conoce 'la verdad'? Parece que quién aquí escribe sí sabe lo que es verdad y lo que no lo es. Y otra mas: 'la ciencia como única disciplina verdadera' ¿Tan certera como la de que solo hay un Dios formado por tres personas distintas? ¿Quien se atribuye tal conocimiento? "En su último libro, La fuerza de la no violencia, desarrolla la idea de la interdependencia. La relación con otros no es un “buenismo”, sino algo que nos constituye." Es este el punto donde más coincido con la autora. Y es que la interdependencia (que la autora parece ver meramente en lo que nos han contado de los procesos de contagio) se da en miles de otros aspectos de la vida. Como dice Francoise Vallaeys: "Sabemos lo que hacemos, pero no lo qué hace eso que nosotros hacemos". Esto aplicado en el caso del virus significa: Sé que pasé por cerca de ti (lo que hago), pero no se qué hizo el hecho de yo pasar cerca de ti. ¿Te he contaminado, me has contaminado tu a mi, te has llevado el virus para contaminar a otro, ...? "Mi argumento es que generalmente cometemos un error si pensamos que la violencia es el medio por el cual podemos lograr un fin no violento." Coincido totalmente. "No debemos aceptar que el “capitalismo del ego” sea un hecho necesario e inmutable." Coincido totalmente.

    Hace 4 años

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