Señales de humo
Inés de Castro, la gallega que reinó Portugal después de muerta
Ana Sharife 21/06/2020
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El cartel de la tumba de Inés de Castro ya anuncia correctamente el origen gallego de la reina española que reinó Portugal después de muerta.
Una reclamación del diseñador coruñés Pepe Barro, alertando al Ministerio de Cultura portugués de que el cartel que acompañaba al mausoleo señalaba dama “castellana”, logra corregir un error que persistía en el tiempo y que nace de un conflicto dinástico muy antiguo: cuando Enrique de Trastámara mata a su hermano Pedro I de Castilla en 1369, y los nobles gallegos, que no lo reconocen como tal, demandan como rey a Fernando I de Portugal con el beneplácito de los municipios del Reino de Galicia.
Cuando en el año 1320 nace en la comarca gallega de La Limia una niña a la que bautizan con el nombre de Inés, nadie podía imaginar que se convertiría en la última heroína romántica de Portugal y la única reina póstuma de la historia a la que los músicos dedicarían una treintena de óperas y los escritores un sinfín de dramas y novelas.
Cuando en 1345 Constanza muere en el parto de su tercer hijo, el sucesor a la Corona lusa se niega a casarse de nuevo con otra mujer que no fuera Inés
Hija de nobles emparentados con la familia real castellana, Inés queda huérfana de madre con apenas cinco años, por lo que su padre la lleva al Castillo de Peñafiel en tierras vallisoletanas para que sea educada como dama de compañía de la princesa Constanza Manuel.
A los 18 años, la vida de Inés de Castro daría un giro sorprendente. Un joven portugués se presenta en la fortaleza castellana. Era el príncipe Pedro I (Portugal, 1320-1367), hijo de Alfonso IV y el heredero al trono, que estaba comprometido con Constanza. Según las crónicas de la época, el amor surgió entre Pedro e Inés de forma inmediata y la pareja mantuvo encuentros románticos en los jardines de la Quinta das Lágrimas (Coimbra). Un lugar particularmente hermoso, situado en la orilla izquierda del río Mondego, donde el visitante tiene la impresión de que cada brizna de hierba, cada flor es una reverencia al amor.
Cuando en 1345 Constanza muere en el parto de su tercer hijo, el sucesor a la Corona lusa se niega a casarse de nuevo con otra mujer que no fuera Inés. Un hecho que ha merecido una gran profusión de poemas del romancero popular, de Tirso de Molina, Vélez de Guevara, o Luis de Camoes en Os Lusíadas. “De otras bellas damas y princesas/ el tálamo deseado rechaza, / que todo, por fin, tú, amor puro, desprecia, / cuando un gesto gentil te somete. / Al ver a estas novias extrañas, / el viejo sesudo padre, que respeta los murmullos de la gente y la fantasía del hijo, que casarse no quería”.
Sin embargo, Alfonso IV, un rey cruel con su pueblo y su familia, no ve bien la relación de su hijo con la dama española por su influencia castellana y la posible anexión de Portugal a Castilla, con lo que la exilia al Palacio de Alburquerque. De nada sirvió. Pedro rescata a Inés y se marcha a vivir con ella lejos de la corte, al norte del país, donde nacen sus cuatro hijos, los infantes Alfonso, João, Dinis y Beatriz, retornando al tiempo a Coimbra.
La guerra civil entre el rey Pedro I de Castilla y su hermanastro Enrique de Trastamara hace que numerosos nobles castellanos se exilien a Portugal, creando una facción dentro de la corte que gana poder y convierte la última etapa del reinado de Alfonso IV en pura intriga política.
La reina cadáver
El pequeño Fernando (primogénito de Pedro I) era un niño enfermizo, mientras que los hijos ilegítimos de Inés crecían fuertes y sanos. Preocupado por el creciente poder de Castilla en las fronteras con Portugal, el 7 de enero de 1355 el monarca toma la decisión de acabar con la vida de la española e Inés es asesinada en el marco de un complot organizado entre la corona y la corte, durante un conflicto dinástico entre el Reino de Portugal y el Reino de Castilla que culminaría en el interregno de 1383-1385. La joven fue apuñalada y decapitada delante de sus hijos.
En abril de 1360 Pedro I ordena desenterrar a Inés y transportar su cuerpo en un cortejo fúnebre desde Coimbra hasta Alcobaça para ser coronada
Los tres consejeros Pedro Coelho, Diego López Pacheco y Álvaro Gonçalves son acusados de presionar al rey para que asesinara a Inés. Alfonso IV los protege, lo que enfrentaría a padre e hijo provocando una guerra civil. Cuenta la historia que, lleno de ira, Pedro entró en una espiral de locura, se puso al frente de un ejército y devastó el país entre los ríos Duero y Miño. Una guerra que acaba cuando el heredero cerca a su padre en Oporto. La madre y reina Beatriz de Castilla interviene entre los contendientes, logrando una paz que se firma el 15 de agosto del mismo año en Canaveses.
Al año muere Alfonso IV y Pedro I es coronado rey de Portugal en 1357. Es entonces cuando ordena capturar a los asesinos de Inés que habían huido. Pacheco, mercenario en las filas de los Trastámara, escapó de su fatal destino al ser acogido por el Papa de Avignon. Los otros dos fueron entregados por el rey de Castilla. A Coelho, que había sido su tutor le arrancó el corazón por el pecho y a Gonçalves por la espalda.
Pedro decide darle un lugar honroso a Inés y confiesa que había contraído matrimonio en una ceremonia secreta en Braganza, en 1354 y, al reconocerse por las Cortes de Cantanhede, se legitiman los hijos habidos en la unión. En abril de 1360 ordena desenterrar a Inés y transportar su cuerpo en un cortejo fúnebre desde Coimbra hasta Alcobaça para ser coronada reina. La lúgubre comitiva que trasportaba el cadáver, enlutada con todo rigor, era encabezada por el propio rey acompañado por prelados, burgueses y cortesanos. En el camino, el pueblo llano salía a su paso, llorando y rezando por el alma de la fallecida.
Las crónicas de la época hacen referencia al estado del cadáver tras cinco años inhumado, y que el rey la sentó en el trono obligando a toda la corte a rendirle pleitesía. Luego mandó construir para Inés un bellísimo mausoleo de piedra caliza blanca, protegido por seis ángeles y con su efigie coronada como reina, y a sus pies, otro sepulcro, el suyo. Pedro I lo dispuso todo para que tras su muerte lo enterraran junto a ella. Su sarcófago se encuentra elevado por seis leones y sobre él su figura yacente sujetando la espada con la mano izquierda, con un perro a sus pies. A los lados del sarcófago, un bello rosetón representa una samsara (rueda de la vida) que relata su historia de amor con Inés y la promesa de que estarían juntos “até ao fim do mundo”, como siempre desearon. Las tumbas están orientadas opuestas entre sí, porque así lo primero que verían sus ojos el día del Juicio Universal, al resucitar, sería el rostro de su amada.
El conjunto sepulcral, obra esencial de la escultura funeraria gótica europea, se encuentra en el crucero de la iglesia de la Abadía de Santa María de Alcobaca, Patrimonio de la Humanidad y una de las Siete Maravillas de Portugal. La tumba de Inés, joya del gótico flamígero, ya anuncia correctamente el origen gallego de la reina española que reinó Portugal después de muerta.
El cartel de la tumba de Inés de Castro ya anuncia correctamente el origen gallego de la reina española que reinó Portugal después de muerta.
Una reclamación del diseñador coruñés Pepe Barro, alertando al Ministerio de Cultura portugués de que el cartel que acompañaba al mausoleo señalaba dama...
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Ana Sharife
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