Análisis
El éxito municipal de los verdes cambia el paisaje político en Francia
Para poder vencer a Macron y a Le Pen, la izquierda tendrá que articular nuevas coaliciones entre el PS y EELV, con el primero de capa caída y el segundo en plena expansión
Guillermo Arenas 3/07/2020
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Las elecciones locales celebradas entre el 15 de marzo y el 28 de junio han decidido las alcaldías de los casi 36.000 municipios de la República francesa. Las primeras elecciones municipales tras la llegada al poder de Emmanuel Macron en 2017, al calor de una brutal recomposición del paisaje político nacional, han resultado un fiasco para el presidente que hace dos años apuntaló la descomposición del Partido socialista (PS) a la vez que agrandaba la brecha abierta en el seno de los Republicanos (LR, derecha) entre los partidarios de una línea dura, conservadora en lo social y liberal en lo económico; los adeptos de un liberalismo suave, con algo de conciencia social y, finalmente, aquellos que convergían hacia el Reagrupamiento nacional (RN) de Marine le Pen.
La oposición radical entre Macron, favorito entre los habitantes altamente diplomados de las metrópolis y los votantes desencantados del PS, y Marine Le Pen, abanderada de un popurrí compuesto por viejos electores comunistas del norte desindustrializado y por habitantes del arco mediterráneo, pareció ocupar el conjunto del espacio político. Las elecciones europeas del año pasado confirmaron esta tendencia. El RN obtuvo entonces el 23% de los votos y LREM el 22%, ambos muy alejados del tercer partido, Europe Ecologie Les Verts (EELV), que, mejorando claramente su resultado de 2014, alcanzó el 13%. Sobra decir que tanto para LREM como para RN se trató de una situación perfecta, en la que cada uno reforzaba sus posiciones exacerbando el enfrentamiento con su antagonista.
El embargo, las recientes elecciones municipales muestran una nueva instantánea del paisaje político francés. Estos comicios se han convertido, por diferentes razones, en un acontecimiento importante –y tal vez, el tiempo lo dirá, en una elección bisagra a dos años de la elección presidencial.
Las dinámicas de ruptura de la bipolaridad de 2017
Lo primero que salta a la vista cuando se examina el mapa municipal es el auge del partido ecologista EELV. Este crecimiento exponencial de los Verdes les permite conquistar importantes ciudades y revela la fuerza de sus coaliciones con el PS. Hasta ahora, EELV solamente gobernaba la ciudad de Grenoble (170.000 habitantes). Después del 29 de junio, los Verdes son mayoría en importantes capitales de provincia: Lyon (500.000 habitantes) y su periferia (“métropole de Lyon”), que agrupa a 1,3 millones de habitantes; Estrasburgo (280.000 habitantes); Tours (140.000 habitantes); Annecy (130.000 habitantes); Besançon (116.000 habitantes); Poitiers (90.000 habitantes). Mención aparte merece la ciudad de Burdeos (250.000 habitantes), bastión de la derecha desde hace 73 años, ciudad de Alain Juppé y, hoy, nueva municipalidad “verde”.
El crecimiento ecologista no fue, en sí mismo, un acontecimiento imprevisible. Como hemos dicho, las elecciones europeas del año pasado ya arrojaron un buen resultado para la formación “verde”. Sin embargo, las características intrínsecas de esa votación (alta tasa de abstención, preponderancia del “voto protesta” y del “voto placer”) así como las tendencias históricas favorecen de manera sistemática a los ecologistas. Las dinámicas electorales locales son completamente diferentes: los resultados dependen del grado de implantación de las formaciones políticas, del tirón del o de la cabeza de lista, de la capacidad de las formaciones políticas para plantear un proyecto municipal distintivo y atractivo…
El segundo elemento reseñable es la debacle realmente sonrojante del partido de Emmanuel Macron, La République en Marche (LREM). Partía con grandes ambiciones electorales en las grandes ciudades, cuya estructura sociológica representa el arquetipo de su electorado (urbano, con estudios y con ingresos por encima de la media). Pero el resultado ha sido calamitoso. De las ciudades de más de 30.000 habitantes, los candidatos asimilados a la mayoría presidencial han ganado solo tres (Le Havre, Amiens y Angers), entre ellos el primer ministro, Edouard Philippe, en Le Havre. Sin embargo, los tres eran alcaldes salientes y provenientes de la derecha. Los dirigentes del partido liberal reivindican la elección de un total de 10.000 ediles para matizar el desastre, sin precisar que el total de concejales en Francia es de 600.000. En numerosas grandes ciudades (Lyon, Burdeos, Estrasburgo, algunos barrios parisinos…), los o las cabezas de lista de LREM apostaron por fusionar sus candidaturas con la derecha en la segunda vuelta. Con esta estrategia, LREM no solo confundió a quienes le habían votado en 2017 –fundamentalmente votantes del exangüe PS– sino que dio la sensación de oponerse frontalmente a las candidaturas ecologistas que salían viento en popa de la primera vuelta. El resultado fue un desastre generalizado.
Los elementos de continuidad
Pero no todo han sido sorpresas y giros argumentales en estas municipales. Dos fenómenos estructurales salen reforzados: la institucionalización preocupante del abstencionismo y la fuerte disparidad entre el voto metropolitano y el de las zonas rurales.
En estos comicios la abstención creció hasta el 58,4% y la tendencia es al alza ininterrumpida desde 1983. Si bien las condiciones fueron inéditas, con una espera de quince semanas entre la primera y la segunda vuelta, esta trayectoria se confirma en otras elecciones (presidencial y legislativas de 2017 y europeas de 2019, por ejemplo). Se trata, además, de un hecho común a las grandes democracias occidentales, imputable en cierta medida a la degradación continua de las instituciones a ojos de amplios sectores del electorado (como mostraron de manera explosiva los Chalecos Amarillos). El líder de La Francia Insumisa (LFI), Jean-Luc Mélenchon, calificó el crecimiento de la abstención de “huelga cívica”, una manifestación en su opinión de la “ira fría” que los ciudadanos alimentan hacia las instituciones.
Por otro lado, la fuerte diferencia entre las ciudades de menos de 100.000 habitantes y las demás se ha hecho, de nuevo, palpable. Los ecologistas, por ejemplo, han ganado siete ciudades de más de 100.000 habitantes (sobre 41 en total, es decir el 17%) y 25 municipalidades de entre 3.500 y 100.000 (sobre 3.000, es decir menos del 1%). La suma entre ecologistas, socialistas y demás formaciones de izquierda solo supera a la derecha en las ciudades de más de 100.000 habitantes. Así pues, la derecha sigue ocupando, a pesar de la “ola verde” enormemente sobredimensionada, la mayoría de alcaldías francesas.
Finalmente, es de destacar que ni LFI ni el RN han planteado estas elecciones de manera ambiciosa. Los primeros no han presentado ninguna lista propia y se han contentado con apoyar de manera externa a diferentes candidaturas ciudadanas. Los segundos han presentado solamente 400 listas (sobre 36.000) y han obtenido una única victoria importante, en Perpiñán. Respecto a 2014 la formación ultraderechista ha perdido fuelle.
Así pues, es posible leer el fracaso de LREM y el débil compromiso de LFI y el RN en estas elecciones como un síntoma más de la hiper-presidencialización del régimen político francés. Parece como si estas tres formaciones políticas, que precisamente se caracterizan por su crítica feroz del bipartidismo y de la dicotomía “izquierda / derecha”, solo existiesen para conquistar el Elíseo. Ninguna de las tres posee un anclaje territorial consolidado, ninguna gobierna una gran ciudad y ninguna parece tener posibilidades de hacerlo a corto o medio plazo. Tan solo parecen tener sentido como meros vehículos electorales al servicio de un liderazgo fuerte.
Las enseñanzas para la izquierda
Si para algo han servido estas elecciones a la izquierda es para entender que tiene opciones de crear mayorías amplias cuando socialistas, ecologistas, comunistas (e, idealmente, “insumisos”) van juntos a las urnas. Dos ejemplos arquetípicos son Burdeos y Lyon. En ambas ciudades, listas comunes conformadas por el conjunto (o casi) de la izquierda ganaron las alcaldías de manera sorprendente. En Lyon, el candidato ecologista Grégory Doucet obtuvo el 52,4% de los votos en la segunda vuelta, y en Burdeos, Pierre Hurmic le arrebató la ciudad a la derecha, tras 73 años de hegemonía. La coalición “París en común” de Anne Hidalgo, que no reúne a los ecologistas pero sí a los comunistas, es también un ejemplo esperanzador.
El amplio crecimiento electoral de EELV puede interpretarse como la consagración de un partido político con ambiciones nacionales y con capacidades para perseguirlas. Esta situación le plantea a la izquierda un problema para el futuro: cómo articular las próximas coaliciones entre el PS y EELV, cuando el primero se encuentra aún de capa caída (Martine Aubry en Lille consiguió la reelección por unos cientos de votos ante el candidato verde) y el segundo está en plena expansión. ¿Será capaz el PS, si la situación lo requiere, de hacerse a un lado para otorgar su apoyo a un candidato o candidata ecologista en la próxima elección presidencial? Aún faltan dos años, pero la pregunta se plantea ya de manera evidente, y de su respuesta depende la posibilidad de que Emmanuel Macron pueda ser desalojado del Elíseo por otro candidato que no sea Marine Le Pen.
Las elecciones locales celebradas entre el 15 de marzo y el 28 de junio han decidido las alcaldías de los casi 36.000 municipios de la República francesa. Las primeras elecciones municipales tras la llegada al poder de Emmanuel Macron en 2017, al calor de una brutal recomposición del paisaje político...
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