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Cuando era pequeña circulaba por casa una especie de cómic que contaba en viñetas la biografía inexacta de grandes figuras (masculinas, huelga decir) de la Historia, la Literatura y la Mitología. Cada viñeta contaba con un pequeño ripio octosílabo que acompañaba al dibujo y así se iba contando el relato. Recuerdo algunos como “en Egipto, tierra de ajos, se adoró al escarabajo”, “Colón lo cascó un poquito y así se tuvo solito” o “a Arquímedes se le acusa de nacer en Siracusa”. Aprender, lo que se dice aprender, no aprendías nada, pero todo te iba sonando un poco y, oye, era un cómic, que siempre se agradecía. En la página de las tablas de multiplicar había una viñeta con el pareado “fue Pitágoras el tío que nos metió en este lío”.
Luego a Pitágoras lo estudiabas con los presocráticos, que era un grupo de filósofos demasiado antiguos como para tener cada uno su propio show, así que hacían un numerito conjunto, con una coreografía breve pero picantona, antes de introducir a los tres tenores, a los primeras espadas de la filosofía fetén: Sócrates, Platón y Aristóteles.
Yo me quedé siempre con la matraquilla de los presocráticos, pensaba que con esa burda maquinación intentaban ocultarme algo. Y es que había sabor auténtico ahí. No era como los prerrafaelitas, que lo petaron cuando Marx ya había publicado el Manifiesto Comunista y Rafael llevaba muerto desde que en Castilla prendió el levantamiento comunero (cada una se hace las muescas en el madero de la Historia como mejor sabe y puede). Es como si yo me hago ahora prespinozista. Que me temo que tendría tirón.
Volviendo a Pitágoras, yo me preguntaba qué mérito tenía pasar como el descubridor de algo que en Egipto y Mesopotamia llevaban la tira haciendo, calcular hipotenusas era una práctica habitual de los agrimensores que fiscalizaban para el rey o para el templo las tierras que se repartían entre la masa trabajadora esclava. Parece ser, y lo digo sin mucho convencimiento, que la innovación que aporta el bueno de Pitágoras es que formula esas operaciones por primera vez “en abstracto”, no para medir un terreno concreto sino para establecer las verdades del universo, del mundo físico, porque “todo es número”. Pues vale.
Pero Pitágoras era además un embaucador nato, con una capacidad increíble para seducir a la gente. Dejó su Samos natal, que era una colonia griega en el Egeo, para instalarse en Crotona, que era otra colonia griega en Italia, después de haber viajado por Egipto y Babilonia y haberse hecho supercoleguita del pueblo caldeo, que sabía de matemáticas un rato.
En Crotona creó una estructura que agrupaba a mucha gente que de alguna manera se sentía atraída por las doctrinas que… mira, una secta, abrevio. Para formar parte de la comunidad pitagórica había que observar una serie de conductas y hábitos tan exigentes que hacían que mucha gente acabara siendo rechazada. Fue uno de estos rechazados, Cilón, el que lideró el ataque contra la comunidad pitagórica en el que puede que muriera el maestro y puede que no, depende de quién te lo cuente. El movimiento pitagórico había conseguido unir a las colonias de la Magna Grecia, dispersas por las actuales Puglia, Calabria y Sicilia, en una alianza política para tratar los conflictos sin recurrir a la guerra, lo que trajo un raro periodo de prosperidad.
Lo que me trae a mí aquí es un aspecto sobre la división en dos clases de los acólitos de Pitágoras que me parece interesantísima. Por un lado estaban los acusmáticos –y acusmáticas, que Pitágoras no tenía melindres de género–, que sabían repetir de memoria los dogmas de la comunidad, y por otra los matemáticos y matemáticas, que eran capaces además de razonarlos.
Los problemas comenzaron cuando la parte matemática empezó a ampliar los conocimientos a golpe de estudio y razón –Téano, una de las primeras mujeres filósofas de las que se tiene noticia cierta, investigó la proporción áurea e Hípaso la inconmensurabilidad de los números irracionales– mientras que la parte acusmática repetía una y otra vez los mantras originales recelando como de herejía de todos los horizontes que la matemática abría.
De repente se me antoja que toda la Historia desde entonces es una pugna perenne entre quienes se confían a la matemática y quienes han oído un puñado de teoremas y a ellos se aferran.
Fue Pitágoras el tío que nos metió en este lío.
Cuando era pequeña circulaba por casa una especie de cómic que contaba en viñetas la biografía inexacta de grandes figuras (masculinas, huelga decir) de la Historia, la Literatura y la Mitología. Cada viñeta contaba con un pequeño ripio octosílabo que acompañaba al dibujo y así se iba contando el relato. Recuerdo...
Autora >
Alicia Ramos
Alicia Ramos (Canarias, 1969) es una cantautora de carácter eminentemente político. Tras Ganas de quemar cosas acaba de editar 'Lumpenprekariat'. Su propuesta es bastante ácida, directa y demoledora, pero la gente lo interpreta como humor y se ríe mucho. Todavía no ha tenido ningún problema con la Audiencia Nacional ni con la Asociación Española de Abogados Cristianos. Todo bien.
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