LA VITA NUOVA
Una vista particular
Un particular tiene todo el derecho del mundo a colgar una pancarta pidiendo la libertad de los presos cats, o los de la nación aria. No así, glups, un gobierno. Un gobierno no es una persona. Mucho menos, un pueblo, o una sociedad
Guillem Martínez 18/09/2020
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TS. Vista de casación por la desobediencia de Torra, en 2019, hace 2000 años. Recordemos, hermanos, que Torra se negó a descolgar, en periodo electoral, una pancarta por la libertad de los presos. En aquel contexto no era una pancarta al uso por la libertad de presos políticos, un standard planetario, sino propaganda local de dos partidos y pico, todos gubernamentales, que se presentaban a unas elecciones sin más programa que el lacito amarillo y la vivencia sentimental del sufrimiento non-stop, esa constante de la clase media cuando tira al monte. El procés, en fin, no es una agenda de derechos. Mucho menos, un acceso al derecho de autodeterminación, disciplina para la que no ha creado nada que interese, por ejemplo, al nacionalismo escocés, que huye de la cosa cat como de la crema de whisky, ese whisky sentimentalizado. La cosa procés, un trile ocurrente en su día, ha acabado cayendo, plof, hacia el lado al que se inclinaba: el trademark de otras derechas posfascistas europeas, todas radicalmente democráticas por la parte del pico. Y de los lagrimales. Anyway. La cosa Torra fue juzgada en su día en el TSJC. Plis-plas. Llegar a juicio y condena fue, en todo caso, una desproporción, si se piensa que se podía haber solucionado la ocurrencia con un multón –la kriptonita del procés–, y que, al cabo, hay precedentes de colgar propaganda en balcones institucionales en periodo electoral. Por lo general, vinculada a organizaciones constitucionalistas, la otra ultraderecha en el biotopo. El caso es que el juicio finalizó con sentencia de inhabilitación, ante la que se interpuso recurso en el TS. Lo de hoy. El interés de hoy es que esto –enfrentarse al riesgo, sumamente limitado, de una inhabilitación– era el paisaje soñado por el procesismo en 2017.
A la excursión ha ido la corte habitual de cats con cargo público que cobran un pico, que son víctimas, que miran a los ojos y que sufren by a tube
El procesismo ha llegado pocho a esa California. Ha quemado materiales en los últimos días. La agenda política y la informativa, su prima, han girado en torno al día de hoy desde hace semanas. Con declaraciones y con la entrega, más allá del deber, de los medios públicos y concertados, se ha luchado para resignificar este capítulo, y encuadrarlo sentimentalmente dentro de un ataque a la libertad de expresión. Lo que es dudoso. Un particular tiene todo el derecho del mundo a colgar una pancarta pidiendo la libertad de los presos cats, o los de la nación aria. No así, glups, un gobierno. Un gobierno no es una persona. Mucho menos, un pueblo, o una sociedad. Detrás de ese argumentario no hay una meditación de derechos, sino la propuesta de que los gobiernos, una vez votados por el pueblo ese, no tienen límites, y pueden hacer propaganda desde la Casa Blanca. Torra ha repetido que iba a Madrid –no era necesario ese viaje, pues no era necesario su testimonio o presencia– para “mirar a los ojos” a los pollos del TS. Mirar a los ojos es un llenapistas del procés. Decisiones, argumentarios, políticas, pasan por esa frase hecha, que alude al carácter de víctima de quien la emite. Las víctimas, en fin, sólo pueden mirar a los ojos de sus verdugos. A la excursión ha ido la corte habitual de cats con cargo público que cobran un pico, que son víctimas, que miran a los ojos y que sufren by a tube. Esas víctimas I+D, por lo que he oído, han emitido también mensajes anti izquierdistas. Como las derechas posfascistas europeas, no sólo son la derecha patriótica, sino también la izquierda real, valiente, anticapitalista y bla-bla-bla.
El sistema judicial esp tampoco ha llegado fino. La actuación de la Justicia en la causa del procés, en la sentencia del TS de 2019, en las euroórdenes, visualiza la sospecha de que el último jurista que emitió doctrina por aquí abajo fue el autor anónimo del principio jurídico Abocatum, el que tengo aquí colgadum. La utilización política del caso Torra –coincidió en sus puntas con la formación del Gobierno de coalición; en cierta medida, muy cierta y desmedida, intentó boicotear esa posibilidad– es otra erosión. La cosa Corinna –es decir, la cosa rey–, y las implicaciones de algunas regiones jurídicas en la trama de la poli patriótica del Rajoyato, pueden aumentar ese desgaste a niveles Pompoff y Teddy. Bueno, empieza la cosa.
Sobre el procés ya está todo visto y dicho. Salvo su progresiva evolución hacia la extrema derecha. Llamativa, sencilla, exportable a otras derechas peninsulares
Habla Gonzalo Boye. Utiliza el lenguaje críptico-legalista de ese tipo de abogado que quiere impresionar a los catetos. En este caso, cabe suponer, a sus clientes, no muy atraídos, por deformación profesional, por el derecho. Con horror vacui, con terror al silencio, vierte un entramado de conceptos del sufrimiento –persecución a una minoría nacional, agravio europeo, ilegitimidad, libertad de expresión–, por debajo de los cuales va la defensa real. Defensa real: el anterior juicio, y lo de hoy, sólo debe responder a una pregunta, nítida y mínima. Esta. ¿La Junta Electoral tiene jurisdicción sobre la Gene? Boye argumenta que no. Es decir, que un gobierno no tiene jurisdicciones superiores. Como en Hungría. La acusación popular –en este caso Vox no ha enviado a dos alféreces provisionales, sino a una señora que controla– interviene con empaque constitucionalista funcional. Vox no es más que eso. El resultado es la percepción de que habla un fiscal, por lo general, usuario de la misma cultura. Interviene la fiscal. Parece menos fiscal que la de Vox. Fin de fiesta.
La Sala del TS podría haber emitido hoy su respuesta. Es un caso sencillo. No lo ha hecho. Lo hará en breve. Lo dicho, no es complicado. En ocasiones, cuando el caso reviste interés social, envían un tráiler de la sentencia, vía mail. Hoy, pues no. Cuando el TS comunique su decisión se iniciarán las ceremonias procesistas del dolor, catarsis que describió Canetti. La propaganda desde la Casa Blanca proseguirá, aumentada. Pura electricidad. Sobre el procés ya está todo visto y dicho. Salvo su progresiva evolución hacia la extrema derecha. Llamativa, sencilla, exportable a otras derechas peninsulares con un problema inicial de financiación parecido.
TS. Vista de casación por la desobediencia de Torra, en 2019, hace 2000 años. Recordemos, hermanos, que Torra se negó a descolgar, en periodo electoral, una pancarta por la libertad de los presos. En aquel contexto no era una pancarta al uso por la libertad de presos políticos, un standard planetario,...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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