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Recientemente la arqueología ha empezado a especular sobre la naturaleza de objetos prehistóricos que, hasta hace muy poco, se consideraban de origen religioso. Estatuillas, figuras de animales o de personas, objetos abstractos y sin función conocida, que se consideraban ídolos, divinidades, piezas integradas en algún ritual, ahora se empiezan a considerar como juguetes. Eran, o podían haber sido, sencillamente, juguetes, restos de juegos, diseños fabricados para niños o, incluso, por niños. El objeto religioso y el juguete, de hecho, se relacionan por la fe depositada en ellos. La única diferencia, quizás, es que el juguete recibe más fe y más densa. Un juguete antiguo posee, si te fijas, una fuerza magnética descomunal. La de saber que uno o muchos niños no vieron en él un caballo de cartón, por ejemplo, sino un caballo más cierto que un caballo. Sobre él notaron, incluso, el viento y la furia del galope. Basta con observar una pistola antigua, de madera o de plástico, para saber que esa arma mató y salvó más que ninguna otra. A una muñeca usada hasta la saciedad se le donó tanta y tanta vida que aún desborda su rostro, como la humedad, y emerge sin parar por sus pupilas de cristal. Su boca está siempre a punto de moverse para hablar, como sin duda en un tiempo hizo, y decir sólo cosas deliciosas, como buenas noches, o te protegeré, o todo esto pasará. Jamás nadie ha soportado tanta nieve, heridas y vicisitudes como un soldado de plomo que, aún así, sólo tenía palabras de ánimo para ti. Los juguetes, recuerda, despertaban, dejaban de disimular cuando dormías. Jugaban solos y te cuidaban. Y con todo ello tan solo te devolvían una mínima parte de la fe, absoluta e inquebrantable, que habías depositado en ellos con la sencillez de la devoción y la complicidad. Horas y horas de juego y apuesta y fe no pueden desaparecer cuando todo desaparece. Todo el mundo puede ver los restos de ese fuego, sino el fuego en sí, en un peluche, en un coche, en un juego vivido con vehemencia y en extremo. Por lo mismo, en su boca roja, en sus senos. En su vientre, allí donde esté.
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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