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Durante una época de mi vida tuve responsabilidades para con un muchacho preadolescente que tenía, por lo que fuera, muchas dificultades para expresar lo que sentía, para negociar, para ceder, para aceptar, para manejar cualquier escenario que no fuera extremo. Solo se sentía cómodo en el conflicto. Así que convertía cualquier situación en una pelea. Era agotador, la verdad. Una vez que aprendías a desconectar de toda la parte emocional del asunto –me están insultando, me están provocando, qué se ha creído este mocoso, esta no te la tolero– todavía tenías que invertir un montón de energías en reconducir el conflicto a alguna vía de solución, o por lo menos de no deterioro, de no empeoramiento. Porque siempre, en la raíz de todo, había algo que clamaba por ser solucionado, algo relacionado con la convivencia, la higiene, la logística de la vida diaria, algo realmente importante que acababa siendo arrumbado a un segundo plano por la emergencia del conflicto. Aquello no acabó bien. Me rendí. Capitulé. Desaparecí. A veces hay que perder para ganar. O eso nos gusta pensar a las que perdemos a veces.
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Creo que a la ciudadanía de Madrid le está pasando algo así con su gobierno. El gobierno de la Comunidad de Madrid es incapaz, por principios ideológicos, de abordar las medidas necesarias para poner a salvo a la población de una situación de crisis sanitaria que es la que es y que no admite discusión.
En una emergencia sanitaria hace falta personal sanitario. Esto es de cajón. Pero la ideología de los partidos que sustentan el gobierno de Madrid no solo no permite contemplar esa posibilidad sino que hace que lleven décadas minando las condiciones de trabajo, salario, estabilidad laboral, horarios y de todo de la gente que ya está contratada y sobre esto hay datos disponibles para aburrir. Porque no creen en la Sanidad Pública, porque creen que invertir –o gastar, desde su punto de vista– en Sanidad Pública es hacer competencia desleal a sus amigos de la sanidad privada. Si la gente accede a servicios sanitarios razonables en la red pública, ¿quién va a contratar un seguro privado? Si el personal sanitario tiene buenas condiciones laborales en la red pública de salud, ¿cómo va a competir la sanidad privada a la hora de contratarlo?
En esta emergencia sanitaria hace falta aumentar la frecuencia del transporte público. Pero un gobierno rendido a este dogma ideológico no puede hacer eso. Prefiere mandar a sus portavoces a decir cosas contrarias a la lógica y negar la evidencia antes que contratar personal para conducir trenes, guaguas y lo que haga falta. No sé por qué. Yo también tengo ideología, pero no me imagino ninguna situación en la que mi sistema de ideas me llevara a poner en peligro la vida de la gente. (Bueno, claro, lo que no tengo es poder. A ver si va a ser eso.) Pero llegar al extremo de inaugurar en el metro un dispensador de gel hidroalcohólico a finales de septiembre, cuando en el modestísimo súper de mi barrio lo tienen desde los primeros días de la desescalada, es algo que quedará para los anales de la desfachatez.
Y luego está la deriva hacia el conflicto. Cuando ya no tienes argumentos solo te queda bajar al barro. Empiezas anunciando que vas a contratar hasta diez mil profesoras y profesores sabiendo mientras lo dices que no vas a contratar a nadie ni por error, y acabas culpando a la población, que es la única que ha estado a la altura de las circunstancias desde que acabó el estado de alarma, de no haber sido lo suficientemente responsable. Esta vez va a ser que nos hemos contagiado por encima de nuestras posibilidades. Cuando la única herramienta que te queda es un martillo, todos los problemas empiezan a parecer clavos.
Entonces tomas medidas que parecen contundentes pero que solo van dirigidas contra los territorios en los que vive esa gente que ha tenido la osadía de no votarte, medidas que se revelan irracionales desde un punto de vista epidemiológico, haces performances con muchas banderas, te vistes de bandera si hace falta, y recurres al único personal para el que nunca hay recortes ni de salario ni de plantilla: los funcionarios de la porra. Ya has convertido un problema de salud pública en un problema de seguridad ciudadana que se retroalimentará y crecerá hasta que nadie se acuerde de que en el origen había una pandemia que atajar. ¿Qué puede salir mal?
Estamos en 2020, la gente graba las cosas, podemos ver los vídeos. Meterle un cabezazo con el casco puesto a una persona, probablemente menor, a la que ya has inmovilizado no tiene justificación posible. Por ejemplo. Y el problema real sigue ahí. Morirá gente. No hay ideología que soporte esto. Ya está bueno.
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Durante una época de mi vida tuve responsabilidades para con un muchacho preadolescente que tenía, por lo que fuera, muchas dificultades para expresar lo que sentía, para negociar, para ceder, para aceptar, para manejar cualquier escenario que no fuera extremo. Solo se sentía cómodo en el conflicto. Así que...
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Alicia Ramos
Alicia Ramos (Canarias, 1969) es una cantautora de carácter eminentemente político. Tras Ganas de quemar cosas acaba de editar 'Lumpenprekariat'. Su propuesta es bastante ácida, directa y demoledora, pero la gente lo interpreta como humor y se ríe mucho. Todavía no ha tenido ningún problema con la Audiencia Nacional ni con la Asociación Española de Abogados Cristianos. Todo bien.
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