LA VITA NUOVA. MOCIÓN DE CENSURA SPECIAL EDITION
Lo V.E.R.D.E. empieza en los Pirineos
El compendio de las ultraderechas esp es sumamente inquietante. A saber: es el único grupo ultraderechista del occidente europeo que no reclama una nueva Constitución o una reforma profunda
Guillem Martínez 21/10/2020
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El fascismo se parece a las ladillas. Son pocas, molestas y nocivas para una vida saludable en sociedad, si bien jamás habrá tantas y con tanta hambre como en los años 30 y 40. Lo que se lleva ahora es el posfascismo. No es una ladilla, sino que adquiere trato y forma de mascota. Las diferencias son notorias y de época. La principal es que hoy el fascismo jamás podría, como en los años 30 y 40, captar a su principal cliente, las personas de orden y de bien. Los posfacismos son, así, radicalmente democráticos. En Polonia, en Hungría, en los USA, en Turquía, en Esp, en Cat –donde está presente en el ala derecha del procesismo, y afecta, vía lenguaje, al resto–, los posfascismos se presentan como democracias evolucionadas, que por fin atienden a las especificificidades nacionales. Su discurso es democrático radical, reivindica el voto –del corpus democrático liberal, reivindica poco más–, la unión del trade-mark Estado con el de nación –que, snif, no tienen nada que ver; en Europa sólo hay un Estado-nación, esto es, un cacharro en el que cultura y lengua y frontera coincidan: Islandia; por lo general, nadie quiere ir a la playa a Islandia–, y la unión de ambas cosas con la democracia. La democracia pasa a ser poco más que esa unión. Queda fuera de la Democracia todo aquello que, para los posfascismos no es Estado o nación. Usted, me temo. Son el enemigo, que va cambiando según el país. En Polonia y Hungría es el extranjero y el extranjerizante, es decir, el judío. En Turquía, el laico. En Reino Unido, el fontanero polaco. En los USA, todo aquello que amenace al hombre blanco, seriamente amenazado desde que se levanta y hasta que se acuesta, al parecer. En Esp, el vasco, ETA, el cat, el inmigrante inadaptado, es decir, el inmigrante. En Cat, el esp y el inmigrante inadaptado, es decir, el inmigrante. Detrás de esos ultranacionalismos posfascistas, detrás de esa extrema derecha, hay neoliberalismo. Poco más. Hoy disfrutamos de él, en plena pandemia, en toda Europa. En Cat y en MAD, a tope. Lo que indica que los posfascismos no están majaras, sino que son una propuesta seria de futuro. Para las personas de orden, la buena gente que sufre en modo hombre-blanco. Es decir, sin conocer el sufrimiento y con pocas posibilidades de conocerlo. Es más, los post-etc son el futuro, sentimental, del neoliberalismo. Son lo que hay, si sólo hay neoliberalismo. Y es lo único que hay. Es un algo más permeable de lo que parece.
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Rayos, ya me he pelado medio artículo. O no. Igual el artículo es eso. Bueno, al turrón. Moción de censura de Vox. Vox es –parte de– el postfacismo local. Es el ala experimental de la derecha esp. Experimenta, fundamentalmente, con el lenguaje y con los marcos, que le vienen de los USA. La idea inicial es que fuera un laboratorio del PP, que evitara que el PP se experimentara nuevamente encima. Que llevara el marco derecha más a la derecha. Y, aluego, reunificarse en ese nuevo punto. El punto posfascista. FAES coordinaba la operación. Que está durando más de la cuenta, al punto que está por ver si, finalmente, Vox mata al padre, o acepta su paga. El compendio de las ultraderechas esp es, por cierto, sumamente inquietante. A saber: es el único grupo ultraderechista del Occidente europeo que no reclama una nueva Constitución o una reforma profunda. Es decir, disponen de una Constitución, debidamente interpretada y monopolizada, y de varias instituciones que, a su vez, interpretan la ley. Disponen también de un Jefe del Estado al que citan y codifican en símbolo, sin que el Jefe del Estado, en modo 1923, les desautorice. Glups.
Vaya, ya empieza la cosa. Sale, de telonero, Garriga, candidato a la Gene en las próximas elecciones. Lo que explica que esto es un acto electoral televisado. Es decir, por lo mismo que Vox apuesta a que el Gobierno no llega a 2023, y que, si lo hace, llegará seriamente herido por la gestión de la crisis. Lo que dibuja la gestión de la crisis de las derechas esp: va a consistir en intentar que todo vaya a peor. Ojo, que tal y como está el patio les puede costar muy poco. Turno de Abascal. Nuevo lenguaje. Que falla, porque el orador tiene el brío que tiene. Ultranacionalismo y ampliación de la democracia con elementos antidemocráticos. Las propuestas estructurales –para ir colando que el posfascismo es asumible como posibilidad real– no van más allá, salvo en su intensificación, del corpus antidemocrático experimentado por Aznar en su día. La novedad, poco novedosa, es a) el antieuropeismo, filón y sello de la escuela en todo en continente y b) ciertos utensilios traídos directamente de los USA, como c) el origen chino del virus –cuando sepamos de dónde viene el covid, que lo sabremos, nos vamos a reír–, o d) la traída a colación de Soros, esto es, de una de las bazas antisemitas aportadas por Hungría. Turno de Sánchez, que ejemplifica el problema de hablar con los posfascismos. Son corpus lingüísticos y recursos que prescinden de la realidad y que crean una realidad, perfecta, indiscutible impenetrable a través del lenguaje. Son fórmulas léxicas no hechas para el diálogo, sino para la autorreferencia. El error de Sánchez: tratar el discurso de Abascal como un discurso. No lo es. Básicamente es una esfera de acero elaborada con símbolos. Podría leer, tranquilamente, una lista de personas integradas en un mito apropiado. Como, de hecho, ha hecho.
El resto de grupos de hoy cayó en la misma trampa. Trampa: someter a lenguaje algo que no admite respuesta o matiz, y que se edifica sobre datos falsos. Salvo el PNV –plas-plas-plas–, que ha pasado de jugar al monólogo. Por lo que sea, el resto ha aprovechado el programa televisivo para diferenciarse de Vox. Para hacer comunicación. Vox, y ese es su servicio público, permite a otros neoliberalismos –caso del PSOE– distanciarse del modelo, y a otros posfascismos –JxC, que debe aprovechar esos momentos frente a frente para separarse públicamente de una ultraderecha con la que comparte más léxico del deseable; ERC, cuyo líder, en la única entrevista televisada copió léxico de Trump a escala 1:1; eso no es anecdótico– no serlo ante su electorado. Bildu brilló con luz propia en su primera intervención. En la segunda, todo fue más batalla cultural, la trampa en la que se suele caer cuando hablas con alguien que se llama de segundo Batallacultural. C’s, en vez de hablar de lo que le separa de Vox, ha hablado vía Arrimadas, glups, de parecidos. No creo que el PP meta la pata a esa escala mañana. Veremos.
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El fascismo se parece a las ladillas. Son pocas, molestas y nocivas para una vida saludable en sociedad, si bien jamás habrá tantas y con tanta hambre como en los años 30 y 40. Lo que se lleva ahora es el posfascismo. No es una ladilla, sino que adquiere trato y forma de mascota. Las diferencias son notorias y de...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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