1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

Sin hogar

Los invisibles

Los últimos datos estiman que en Madrid 2.700 personas viven en la calle. 650 de ellos nunca duermen bajo techo. Estos son sus testimonios

Israel Merino 10/11/2020

<p>Campamento bajo el viaducto de Segovia.</p>

Campamento bajo el viaducto de Segovia.

I.M.

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Es miércoles. 28 de octubre. Hace frío. Son las diez y media de la noche y por las calles retumba el eco de los tambores del toque de queda. A medianoche, los bares y pubs de Madrid cierran. No puede haber reuniones sociales, todo el mundo tiene que estar en su casa y, hasta las seis de la mañana, está completamente prohibido pisar la calle.

Hace frío, huele a tierra mojada y las calles están húmedas, como resbaladizas. El hombre del tiempo ha dado lluvia. Será, aun en el centro de la capital, una noche toledana, como popularmente se dice. A la gente no le gusta eso del toque de queda, pero no es más que un drama primermundista. Al día siguiente, cuando se despierten, estarán calentitos en sus camas, alguno, incluso, con calefacción, y tendrán horas de sobra para aprovechar el día antes de volver a meterse en casa.

La pandemia ha golpeado duro a CTXT. Si puedes, haz una donación aquí o suscríbete aquí 

Pero los hay que no pueden hacer eso. Hay gente que no puede encerrarse entre cuatro paredes. No por despotismo, ni por ganas de desacatar las órdenes de Ayuso o Sánchez o de quien narices dirija el cotarro, pues nadie lo sabe con seguridad. En Madrid, según los últimos datos, hay más de 2.700 personas sin hogar que no pueden cumplir el toque de queda. Se estima, además, que 650 de ellas duermen durante todo el año al raso. Sin camas. Sin albergues. Sin un suelo limpio. Sin más somier que el asfalto.

En el extrarradio de Madrid, bajo la A5, pocos metros antes de que la autovía se bifurque hacia el paseo de Extremadura a la derecha y la avenida de Portugal a la izquierda, hay vida. Bajo esa carretera por la que pasan cada día miles de coches, hay sueños rotos y emociones.

Justo a esa altura, hay un pequeño paso subterráneo que atraviesa por debajo la autovía. En ese túnel duerme todas las noches Ahiezer, un hombre de 36 años de origen subsahariano, con poca vida más allá de sus cartones.

Ahiezer bajo la A5.

Aunque todavía no es muy tarde, las cajas gastadas de vino a su derecha y sus ojos húmedos delatan su estado de embriaguez: “Cuando estás en la calle no puedes hacer otra cosa que beber. Si no, ¿qué haces durante toda la noche?”.

Ahiezer llegó a España sin papeles hace dos años. Al no conseguir un trabajo, no puede regularizar su situación, y al no regularizar su situación, no puede conseguir un trabajo, por lo que siente que su vida se ha quedado estancada. Su existencia se ha convertido en un círculo vicioso del que no puede salir.

“Normalmente nadie me molesta”, empieza a contar, “pero cuando había fiestas sí que han venido alguna vez jóvenes borrachos a insultarme o a intentar quitarme mis cosas. No entiendo por qué. Yo no molesto a nadie”.

Mientras relata su historia, mueve los ojos con un nerviosismo cansado y adormecido. Además de cartones de vino, en el suelo hay rastros de papel de plata de lo que parece ser un mogra de heroína. No tiene mucho más, solo una especie de edredón nórdico con el que se refugia del frío, un paraguas y una bolsa de zapatos con un puñado de pertenencias.

“Suelo comer caliente una vez al día. A las doce de la mañana, voy a un comedor que hay por aquí cerca (frente a la Casa de Campo) y allí me dan algo de comer. No es mucho, pero algo es. Luego siempre consigo algo de comida, pero no demasiado. Intento pasar el mayor tiempo posible durmiendo o tumbado para no gastar muchas energías”.

“Antes ganaba algo de dinero con las drogas, pero ya no quiero. No me gusta meterme en líos. Siempre tengo algo de droga, pero es solo para mí. Consumo porque me ayuda a dormir y así no pienso, pero no me considero un drogadicto”.

Un par de metros por encima de nuestras cabezas, se escucha el sonido de los coches. A toda prisa, derrapando. Levantando polvo y barro mientras arañan el asfalto sin que sus conductores sepan que Ahiezer está ahí debajo. Es solo un invisible más. Nadie lo ve. Nadie quiere verlo. Si no se puede ver, el problema no existe.

A escasamente dos kilómetros del pequeño refugio de Ahiezer, a las puertas del barrio de La Latina, se encuentra el viaducto de Segovia. Conocido también por ser el puente de los suicidas, por tener una leyenda negra sobre poetas trasnochados que se lanzaban al vacío durante los años bohemios del primer tercio del siglo XX, une dos tramos de la calle Bailén, que se encuentran separados por el barranco de la calle Segovia.

Allí, en los cimientos del viaducto, hay una vida completamente paralela a la que todos conocemos. Bajo sus arcos, en las bases de cada lado, hay un grupo de invisibles que sobreviven como pueden.

Bajo el viaducto de Segovia.

“Son gente muy maja”, comenta el conserje de uno de los bloques de vecinos de la cuesta de Ramón, justo en la base izquierda del viaducto. “Ellos viven ahí como pueden. Me saludan cuando me ven y yo los ayudo cuando puedo”.

A modo de campamento base, tienen montada una tienda de campaña y un pequeño salón improvisado en el que pasan la mayor parte del tiempo. Allí el suelo también está húmedo. Hay ratas y cucarachas y los escalones que suben desde los cimientos del viaducto hasta la calle Bailén huelen a orina.

Bajo los arcos pasa gente constantemente. Es una zona de la capital muy transitada, pero nadie los mira. Son invisibles. Se han convertido en un número más, en un mal menor de una ciudad que perdió las referencias cuando todavía era una villa.

En una pared cercana, hay una placa dorada en la que aparece el nombre de Mariano José de Larra. El eterno Fígaro. Nació en una de esas casas hace ya demasiados años. ¿Qué pensaría él? ¿Qué contaría el padre de la pluma moderna de aquellas personas que lo han perdido todo menos el alma?

En los diferentes niveles de la base del puente, se acumulan los cartones y los colchones sucios y los zapatos gastados. Hay muchas personas. Demasiadas. Más de diez en cien metros de caída. Más de diez personas sin hogar que se han convertido en parte de la foto habitual de una ciudad que se los acabará tragando. Es algo normal, forma parte de un retrato urbano que pasa desapercibido por ser demasiado habitual.

“La gente no sabe lo dura que es la calle”, relata uno de esos invisibles. “Te puede pasar de todo. Yo tengo que cuidar de mi compañero”, dice señalando a un chico increíblemente joven que duerme en un saco de dormir verde. “Tiene un problema mental y se pone muy nervioso. Muchas veces llora. Se asusta si hay luz. No le gustan las personas”.

“La gente se piensa que dormimos en la calle por gusto, pero no es así”, cuenta otro. “Hay un mito que dice que nos hemos acostumbrado a la calle y es una mentira. Queremos trabajar. Queremos una vida normal. Muchas veces me da envidia ver a la gente que pasea por aquí […]”. “Ahí abajo”, dice mientras señala el parque de Atenas, “vienen muchos chicos jóvenes a hacerse fotos con sus parejas. Me dan un poco de envidia cuando los veo queriéndose y besándose. Antes de esto yo tuve una vida normal, ¿sabes?”.

Son casi las once y empiezan a prepararse la cena en una pequeña cocina portátil de gas. Esa noche toca sopa. Una sopa de sobre para cinco.

Aun así, a pesar de lo poco que tienen, al lado del campamento hay un pequeño cuenco con comida para los gatos de la zona. Aseguran que ellos son quienes se la dan. “Hay que ayudar a los compañeros”, bromea otro.

Hacia el norte, en la calle de la Princesa, vive completamente solo Miguel. Tiene 55 años, pero aparenta tener más de 70. Él vive bajo los soportales que hay frente a la sede del Ejército del Aire, muy cerca de la parada de metro de Moncloa.

Miguel en los soportales de la calle de la Princesa.

Cada tarde, frente a él, pasan cientos de estudiantes que salen de la Complutense rumbo a la zona de garitos de Argüelles. Las miradas lo esquivan y la gente actúa como si fuera un ser transparente o incluso un mero accidente de la acera.

Viste un abrigo marrón noventero y lleva el pelo largo: “Ya llevo casi tres años en la calle. Trabajaba en la construcción, pero me despidieron hace siete. Tenía mujer y una hija de 14 años que me abandonaron cuando nos echaron de nuestro piso de Leganés. Ellas se fueron a vivir a casa de la abuela, mi mujer se divorció de mí y les perdí la pista”.

“Al principio empecé a buscarme la vida, pero era difícil. He estado siempre en la obra y no sé hacer nada más. Cuando me quitaron la casa, me quitaron también el poco dinero que tenía y me cancelaron las cuentas. ¿Quién contrataría a una persona de 50 años? […] Estuve compartiendo habitación con cuatro personas más en Vallecas. Uno de ellos se metía chutes de potro cada vez que tenía dinero para poder estar tranquilo, pero si no conseguía la droga se ponía agresivo y nos robaba todo lo que teníamos. Empecé a beber, caí durante un tiempo en la droga y cuando me quise dar cuenta no pude ponerle rumbo a las cosas […]. Mi hija cambió de número y perdí su teléfono, o eso quiero pensar. Hace más de tres años que no sé nada de ella. Me gusta pensar que se acuerda de mí. Que se acuerda de mi nombre al menos, joder. Sí que me gustaría encontrármela algún día, pero no quiero que me vea así. Doy asco. Creo que se me ha olvidado hasta leer. Si algún día me la encuentro, espero que me deje darme una ducha. ¡Que no piense que su padre es un guarro!”.

Sus ojos se iluminan cada vez que habla de su hija: “Se llama Claudia y de chiquitita quería ser maestra. Cogía sus muñecas, las sentaba en corro en el salón y jugaba con ellas como si fueran las alumnas y les estuviera impartiendo la lección. Cuando nos desahuciaron, tuve una bronca fuerte con mi mujer y ella me puso en contra a Claudia. No se lo voy a perdonar nunca. Me echaba la culpa de la situación. No me dejó entrar en casa de su madre. Creo que estamos casados todavía, porque yo no he firmado nada. ¿Crees que me estarán buscando?”.

“A veces me voy con los del Social (SAMUR Social) a dormir a un albergue”, sigue contando, “lo que pasa es que no puedo ir todas las noches porque es como temporal. No te dejan estar siempre, sola a veces. Escuché en la radio que no se iba a poder estar en la calle por las noches y les pregunté qué iba a pasar con la policía. Su respuesta, en vez de darme una cama, fue decirme que no me preocupara, que como no tenía casa, no me iban a decir nada. Siento que no le importo a nadie”.

Miguel se aferra al pensamiento de su hija para seguir respirando. Es lo que le ata a la vida, esa idea de que alguien, en algún lugar del mundo, está pensando en él. “Doy gracias a Dios porque, por lo menos, estoy vivo”.

Tiene suerte de estarlo, porque hay personas sin hogar que han muerto siendo invisibles a los ojos de todo el mundo. Los hay que han fallecido solos durante la fría madrugada madrileña. Como Santiago.

Santiago era un hombre de mediana edad que solía dormir en un banco de la calle Illescas, en Aluche, junto a su perro. Nunca molestó a nadie. Nunca le molestó nadie. Ni siquiera para ofrecerle ayuda.

Los vecinos no le miraban, formaba parte de la ciudad, como el mobiliario urbano. Una noche, eso cambió.

La noche del 13 de diciembre de 2019, murió en soledad en aquel banco. Al día siguiente, la Policía se llevó sus cosas y a su perro. Se fue del mundo solo. Siendo invisible. Siendo nada.

Ahora, a modo de recuerdo absurdo de lo que pudo ser, pero no fue, en su banco hay una pequeña placa que pretende honrar su memoria. Como si ahora sirviera para algo. “No te olvidaremos”, pone en la inscripción. No puedes olvidar a alguien que nunca ha estado para ti. Santiago se fue siendo un invisible. Y esto volverá a pasar.

Placa a la memoria de Santiago.

La pandemia ha golpeado duro a CTXT. Si puedes, haz una donación aquí o suscríbete aquí 

Es miércoles. 28 de octubre. Hace frío. Son las diez y media de la noche y por las calles retumba el eco de los tambores del toque de queda. A medianoche, los bares y pubs de Madrid cierran. No puede haber reuniones sociales, todo el mundo tiene que estar en su casa y, hasta las seis de la mañana, está...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

1 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí