1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.340 Conseguido 91% Faltan 16.270€

cultura digital

Cómo el periodismo se convirtió en la literatura de Internet

Panorámica de los éxitos y limitaciones de la primera hornada de escritores fogueada en la red

Miguel Espigado 13/12/2020

<p>Red de conexiones</p>

Red de conexiones

Pixabay

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Para entender cómo se va adaptando el viejo oficio de la escritura a Internet me interesé por PlayGround, una plataforma de contenidos digitales en la que Antonio J. Rodríguez fue editor jefe desde 2013 a 2018. Le escribí para pedirle guía y me habló de algunas redactoras y redactores de su época que le gustaban mucho. Yo ya solo tenía que poner algunos de sus nombres en los buscadores y analizar su trabajo. Comencé con alguien que ya había llamado mi atención: Anna Pacheco.  

Sin embargo, cuando piqué en su primer enlace el navegador me lanzó el fatídico código 404: el contenido había sido destruido. Y en el buscador interno de PlayGround no tuve mejor suerte: me ofrecía resultados que no tenían que ver. En la página web de otra redactora, Alba Muñoz, un montón de links a sus textos ya solo derivaban al vacío 404. Rosa Molinero, también periodista del medio, me contó que algunos de los suyos habían desaparecido. 

Al parecer PlayGround estaba en proceso de reforma de su web. Tiempo después muchos fondos ya se mostraban con normalidad, pero otros habían sido borrados. Esta experiencia con el error 404 me hizo consciente de que, aunque yo acudía a estos textos en busca de los últimos referentes de narrativa digital, estos ya comenzaban a erosionarse, a desvanecerse. 

Por otro lado, parece el final lógico de un tipo de escritura que vive en el movimiento. Yo la voy a llamar narrativa rápida, y la considero la prosa literaria que ha demostrado mayor capacidad de llegada en Internet.

Las plataformas de contenidos digitales están llamadas a condicionar la forma y la temática de la escritura con tanta profundidad como hicieron las novelas o la prensa

La narrativa rápida debe competir desde el minuto cero por seducir y retener la atención del usuario bombardeado en la red con miles de estímulos cada vez más espectaculares y fáciles de asimilar. Por oposición, la narrativa “lenta”, que se cocinó durante centurias en publicaciones en papel, ha podido adoptar formas más desafiantes porque parte de un compromiso previo, ese que el lector ya ha establecido con el libro o periódico físico en el que está contenida. 

La narrativa que te asalta en Internet no solo debe seducirte rápido; sus piezas se suelen tener que concebir rápido, porque su tema principal es el presente, el puro planteamiento sin nudo ni final. Por lo tanto, debe escribirse rápido, debe captar el interés rápido, se leerá rápido y se asimilará rápido. Su remuneración muy posiblemente también irá rápido de los bolsillos del redactor. 404.Page not found: parece que también se destruirá rápido. 

Además, su impacto en la audiencia se conoce de forma inmediata. El medio digital te permite monitorizar en tiempo real a los lectores, nos cuenta Antonio J. Rodríguez: “¿Les atrae o no el titular? ¿Comparten el artículo o no? ¿Leen el artículo hasta el final? Evidentemente, esta relación casi matemática puede llegar a producir bastante ansiedad pero, al mismo tiempo, la práctica te ofrece una serie de mecanismos útiles para mantener la tensión del texto y la atención de quien lee“.

A Eduald Espluga, otro colaborador, esto le llevó a una forma diferente de expresarse. La presión a la que se veían sometidos en PlayGround “afectaba también al proceso de concepción del texto y a la forma del mismo, en la medida en que los artículos debían generar muchas visitas, retener a los lectores, se dirigían a un público joven (que buscaba más entretenimiento que información) y circulaban principalmente en redes”. 

 

Se necesitaban titulares llamativos, ligazón con la actualidad, un comienzo potente, ausencia de frases largas y subordinadas, párrafos breves y una emoción dominante, nos cuenta Espluga. Todo ello buscaba retener la atención de ese lector híper acelerado, y caer en gracia a los todopoderosos algoritmos que deciden qué existe y que no en Internet. 

Cuando le pregunto a Alba Muñoz por los recursos a su disposición, me deja claro que hubiera querido salir más a la calle, viajar y escribir sobre temas más lejanos: “pero lo que PlayGround nos ofrecía era libertad creativa delante de una pantalla: todo lo que pudieras conseguir con internet y un móvil. Y aunque no lo parezca, se puede conseguir mucho (…). Aquí entraban en juego las prioridades de una empresa que no era exactamente periodística, sino una gran productora de contenidos digitales que invertía mucho esfuerzo en mantener un ritmo de producción y unas audiencias, y en el desarrollo de nuevos formatos.”

Quizás alguien considere que una prosa que surge de estas imposiciones materiales y materialistas no merece consideración literaria. Se olvidará entonces de que un género como la novela se consolidó también en función de las necesidades impuestas por un producto comercial: los libros impresos. 

Y es poco discutible que hoy las plataformas de contenidos digitales están llamadas a condicionar la forma y la temática de la escritura con tanta profundidad como un día lo hicieron las novelas o la prensa. 

Para entenderlo mejor voy a definir algunas de sus voces, temáticas y enfoques. 

Empiezo por Antonio J. Rodríguezen cuyos artículos de PlayGround veo fórmulas que ya comenzó a usar a principios de siglo en su blog personal, cuando se dio a conocer por sus críticas literarias a autores posmodernos. Ya entonces comenzaba a ensayar con formas de tratar la alta cultura desde una perspectiva atractiva para millennials. Encontramos la evolución de ese estilo en: “Gente que lucha a muerte contra el declive de su propio genio”. 

Sus licencias estilísticas acercan este comentario del novelista Philip Roth a una pieza literaria. No solo convierte a Roth en un personaje, sino que se vale de la subjetividad y la estética a un nivel similar al de la obra que comenta. De esta manera la crítica se mimetiza con la obra, adquiere sus códigos. Y quizás así se convierte en una invitación a la lectura más seductora que las ya casi extintas críticas serias. 

Antonio J. Rodríguez trata casi siempre de aligerar el lenguaje sin aligerar las ideas. Se aprecia en “Feminismo radical para fanáticos del perreo” (desaparecido de PG)donde hace filosofía feminista a través del análisis de un producto tan mainstream como un videoclip de Becky G. Su uso del lenguaje coloquial suaviza los registros más cultos, acercándose a ese ideal de que la crítica se vuelva casi tan accesible como la obra pop. 

En Anna Pacheco también observo una voluntad de adaptar el pensamiento fuerte. Su pieza: “Cada vez que dices voy al chino o voy al paki estás siendo racistacasi se podría calificar de pedagógica. Su argumentación se desposee de los códigos asociados con una autoridad intelectual (en general masculina) y se vuelve más franca. Se trata de una labor de traducción de referencias sólidas a niveles de discurso mediáticos, atractivos para una joven audiencia que parece tener asociado el lenguaje más culterano a horribles experiencias escolares. 

Este lector cómplice también sabrá rellenar los huecos que la autora deja en “De fiesta con los ejecutivos del Mobile World Congress”, una crónica que muestra más que cuenta, al estilo de la narrativa literaria. 

Al moverse por las traseras del foco informativo, Pacheco nos acaba descubriendo un microcosmos de personajes alternativos que ponen en evidencia la falacia de los valores que vende el macroevento tecnológico. Y así, ejerce de representante de un sentido común generacional para juzgar el machismo imperante en el mundo que han heredado.  

Su denuncia, sin embargo, no nace de crear fuertes antagonismos, sino de usar la empatía como herramienta fundamental de trabajo. Eso le permite emprender pequeñas luchas ideológicas que hacen de la moderación su argumento más convincente, como en “Te elimino. Te bloqueo. Te dejo de seguir. Internet nos está rompiendo el corazón todo el rato”.

Estos testimonios de problemas del primer mundo aportan algo más que un puñado de buenas historias; a través de ellos, se construyen relatos identitarios de las experiencias compartidas de una generación. 

Anna Pacheco parte a menudo de ella misma y es el lector quien debe identificarse con su vivencia y validarla como colectiva. Así lo capto en “Sé que eres mi amiga pero no te soporto en las redes sociales”. La actitud intelectual que adopta difiere de las formas de opinión imperantes en los medios patrios, que se basan sobre todo en denostar el comportamiento de “los otros” desde una tribuna de superioridad moral. 

En “Estamos siempre repitiendo amores que son eternos solo durante un rato” vuelvo a reconocer este esfuerzo por crear vínculos entre acontecimientos íntimos y las estructuras sociales que los sustentan. Siempre desde el “nosotros”, va articulando un relato colectivo sobre los patrones compartidos de los afectos. Y su uso de la autocrítica acaba logrando una mayor horizontalidad entre la voz mediática y su público. 

Cuando Pacheco aborda conflictos graves también mantendrá la misma estrategia, pero lo combina con formas periodísticas más formales. Queda patente en una pieza muy poderosa: ¿Precarios todos? Las hijas de la clase obrera tienen su propio techo de cristal.

Rosa Molinero también parte a menudo de lo personal para su lectura social. Posee, además, un enfoque del periodismo gastronómico diferenciado. Este, nos dice: “parece que casi siempre debe ser una lectura ligera, que no entrañe reflexión, (…) Tenemos asociado aún que la gastronomía es placer y nos olvidamos de que también es ecología, derechos laborales y políticas y agrarias que tienen un peso realmente grande en los presupuestos, de por ejemplo, la UE”. 

Fiel a estas convicciones, en artículos como “Sangre, balas y sopa instantánea: así es la vida de los adolescentes marucheros”, Molinero convierte la comida en la puerta de entrada a una historia trágica, trascendental, lejos del criticado costumbrismo gastronómico, el color local, de tendencias y periodismo de buenas noticias. 

La comida también le sirve para atacar convenciones muy arraigadas. En “Por qué el alcohol es de los más baratos de Europa” (desaparecido de PG) cuestiona la tolerancia social al consumo excesivo de alcohol en España; en “Pulque: la bebida que los mexicanos dieron mil veces por muerta” (desaparecido de PG) se enfrenta a la visión imperialista colonialismo español a través de un relato, en apariencia pequeño, pero que atraviesa doscientos años de historia mexicana. 

A mi juicio, una mayor libertad creativa ha permitido a estas creadoras articular formas de verdad más diversas que las del periodismo convencional. Esto no sorprende desde la mirada literaria, que parte de la fe en que la verdad de los relatos siempre depende de la forma en que son contados. Lejos del encorsetamiento que imponen las redacciones periodísticas, ellas crean escrituras a la medida de sus historias, sus enfoques, sus realidades. 

Y si alguien ha sabido explotar esta libertad ha sido Alba Muñoz. 

En Cosas inspiradoras que aprendí en un curso de prostitución” Muñoz realiza una crónica que, además de cuestionar desde la calma posturas abolicionistas, es una buena pieza de literatura de no ficción. Sus confidentes acaban convertidas en un grupo de personajes que bien podrían evolucionar hasta protagonizar una novela. Por suerte no lo hacen, porque todo lo mejor que contienen ya está implícito en ese planteamiento extraordinario que conforma su artículo. 

No fue una noche loca, las drogaron para violarlas (desaparecido de PG) es otro ejemplo de cómo la autora se vale de la subjetividad en un reportaje de investigación sin perder por ello la credibilidad o el rigor. Se resaltan elementos dramáticos y se trabaja el ritmo con párrafos contundentes, de una sola frase. Frente a la asepsia del periodismo racionalista, el periodismo de Muñoz habla a una era más emocional. Y crear emociones a través del lenguaje tiene un nombre: literatura. 

Esto se podría tildar de sensacionalismo, y con razón. Pero ¿qué es la literatura sino sensacionalismo, o dicho de otro modo, ¿qué es el arte sino (en su mayor parte) exageración? Las reglas de la narrativa rápida lo imponen desde la misma cabecera, ya que el lector digital solo consumirá aquello capaz de estimular su atención en su fugaz recorrido por los timeline de sus redes sociales. 

En este nuevo contexto, un titular casi de spaghetti western puede anteceder a un reportaje de rigor objetivo, como sucede en “El fotógrafo que disparó a los ojos de la muerte”. Y es que cuando la comunicación pública se ha convertido en una batalla campal por la atención en Twitter y Facebook, algunas técnicas de guerrilla están más justificadas. 

La precariedad en la que se mueve el periodista actual le acerca más a las víctimas, situándole cerca de más malas noticias que el viejo periodista de clase media

También podría tildarse de sensacionalista la utilización que Alba Muñoz y otros redactores hacen de su identidad y experiencias para el reality periodístico. Ciertamente, su presencia explícita permite una lectura casi novelesca de sus artículos, sobre todo si se compilan y se leen del tirón, como he hecho yo. Es difícil no acabar enganchado, como en cualquier narración seriada, al personaje que van elaborando.

Pero quizás haya una nueva legitimidad en el protagonismo que se dan estas relatoras. Suena crudo pero la precariedad en la que se han desenvuelto les ha acercado más a las víctimas, a los que sufren las injusticias. Ellas pueden situarse como protagonistas de más malas noticias que el viejo periodista de clase media que hacía sus denuncias desde el distanciamiento que le permitía su estatus. 

Por supuesto, si su nivel de implicación es alto, su nivel de exposición también. El uso constante del yo también da que pensar sobre cómo estos profesionales están usando su cuerpo y su identidad para beneficiar a un negocio. Piezas de periodismo gonzo low cost como “Querido diario: voy a ser una sugar babe me hacen darle vueltas a eso. 

Por suerte, Internet da la posibilidad de hacer esta clase de reportajes protegido por el anonimato. La narrativa rápida se presta más a incursiones digitales que a las infiltraciones “físicas” que lleva a cabo el periodismo de investigación deluxe. Y como tantas facetas de la vida se han virtualizado, estos periodistas encuentran oportunidades de investigación sin demasiados costes materiales ni humanos.

No todo es tan crudo; Alba Muñoz alterna piezas más duras con historias más blancas. Entre las amables una de mis favoritas es “Mis secretos para no respirar en el fondo del océano”. Esta alternancia de lo importante con lo entretenido, a mi juicio, da más garantías de que los textos de denuncia y mensaje social llegan a un público general. Solo los muy politizados soportan medios exclusivamente volcados en lo político las veinticuatro horas del día.

Entre ambas dimensiones yo situaría los artículos de Eduald Espluga, quien adapta su discurso cultural a la velocidad de la comunicación contemporánea. “Hagamos lo imposible”: revolución y espiritualidad en una taza de Mr. Wonderful” puede tomarse como una píldora filosófica híper concentrada que combate una filosofía todavía más rápida y económica: los lemas motivacionales de Mr. Wonderful. 

Algo parecido hace en “Sin cura ni tratamiento: este extraño síndrome le llevó a escribir una pequeña obra maestra”. Él lee a Verónica Gerber y nos ofrece una opinión en forma de narrativa rápida de la que nosotros podemos apropiarnos. Puede parecer frívolo, pero esta labor da vida a autores que de otro modo solo existirían en círculos muy reducidos.

Espluga forma parte de ese grupo de pensadores que se esfuerza en reelaborar la cultura lenta, esa que exige años de estudio y horas de lectura, para hacerla accesible al lector rápido. La paradoja es que, en su invitación a consumir las fuentes oscuras, se apropia de ellas y acaba por suplantarlas.

Así leo yo “Vivir es nadar entre serpientes”, “Teoría del color blanco-eyaculación”, o “Tedi López Mills no existe”. En lugar de empujarme a leer a los autores que aparecen reseñados, estos excelentes artículos ya sacian todo el interés que dichos autores me provocan.

En Internet nada parece valer nada y quizás eso lo convierta en el territorio más volátil para la cultura que ha existido, pese a ser también el más prolífico

No es cosa de Espluga; hasta el público más culto cada vez está más interesado en conocer mucho sin profundizar en nada. Tenemos tal voracidad de referencias que al final dedicamos a saciarla el tiempo que necesitaríamos para consumir las obras. “Veinticinco pensadoras para afrontar “el año después del año del feminismo” cumple bien esa misión, aunque en verdad debería tomarse como una guía de lecturas. 

De hecho, este artículo mío puede sufrir una lectura similar; es posible que muchos de los que hayáis llegado hasta aquí (que ya tiene su mérito) sintáis más que satisfecha vuestra curiosidad sobre los autores que estoy citando, sin llegar a pinchar y leer su obra, es decir, sin hacer una exploración propia de los objetos culturales que reseño. 

Y más cuando estos solo han nacido y vivido para Internet. 

Una vez escuché al tasador de una galería de subastas decir que solo el arte que se valora económicamente sobrevive al paso del tiempo. En Internet nada parece valer nada y quizás eso lo convierta en el territorio más volátil para la cultura que ha existido, pese a ser también el más prolífico.  

Sin embargo, el tasador no dice toda la verdad; también soporta el paso del tiempo aquello que cobra valor simbólico. Y ese sería el fin último de llamar literatura al trabajo de estas autoras y autores, y de intentar leer desde la literatura a otros escritores digitales de similar talento. Porque el mundo literario rescata, preserva, comenta, lee, estudia, mima el legado cultural. El mundo empresarial, una vez explotado, ya solo le reserva un destino:  error 404. Page not found. 

Para entender cómo se va adaptando el viejo oficio de la escritura a Internet me interesé por PlayGround, una plataforma de contenidos digitales en la que Antonio J. Rodríguez fue editor jefe desde 2013 a 2018. Le escribí para pedirle guía y me habló de algunas redactoras y redactores de su época que le...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Miguel Espigado

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí