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Mi hija aún no sabe qué va a ser de mayor. Al principio quería pintar, en general, sin terminar de decantarse por los paisajes, la pintura abstracta o la brocha gorda. Luego comenzó a sentirse atraída por la medicina, aunque aquí insistía en diferenciar la medicina general de la pediatría. Consideraba que el cuidado de los niños era algo muy serio para lo que había que estudiar mucho y no se sentía preparada para ello. Y el otro día, tras un tiempo alejada de los escenarios, decidió que también quería ser cantante pero sin renunciar a su genérica vocación médica. Fue entonces cuando le preguntó a su madre si podría ejercer esos dos oficios de manera simultánea. Su madre, obsesionada con no quebrar prematuramente ninguno de sus sueños, le dijo que sí, que por supuesto, que no existía razón en el mundo para que no fuese médica y cantante a la vez y que, bien visto, una carrera podría potenciar a la otra ya que estas mezclas exóticas siempre han encandilado a la sociedad.
La niña, con la mirada luminosa y la sonrisa cristalina, corrió a abrazarla:
— ¿De verdad que puedo ser cantante y médica? Mamá, eres la mejor.
Mi hija estaba completamente convencida de que su madre tenía la capacidad de decidir no ya solo sobre su futuro individual, sino sobre la ordenación laboral de toda la humanidad. ¿Médica y cantante? Sin problema ¿Cocinero y abogado? Um, habría que meditarlo. No sé cuándo ocurrirá, pero imagino que llegará un día en que mi hija caiga en la cuenta de que su madre es humana, con sus defectos y limitaciones, y sin tanto poder como ahora le otorga. Y, después de años de idolatría ciega, quedará el amor, que no está mal, cierto, pero que no es exactamente lo mismo.
Esa misma adoración sobrenatural la hemos volcado sobre Messi durante los últimos quince años y ahora comienza a languidecer. Hemos descubierto a un dios mundano, humanizado, ambicioso, hastiado en su pesado caminar por el césped, loco por marcharse. Hay veces en las que el poder de atracción de un deportista radica precisamente en su inequívoca condición de humano –ocurría con Maradona–, pero en otras lo que de verdad nos fascina del crack es su perfección absoluta y nuestra incapacidad para alcanzarle. Y ahora, al asomarnos al interior del astro, hemos constatado con tristeza que Messi es un tipo más normal de lo que pensábamos, incluso dentro del campo.
Hasta ahora he hablado como amante del fútbol y periodista. No conozco las interioridades de los seguidores del Barcelona, pero sí que percibo cierta polarización: los que poco a poco apagan su ilusión con respecto a Leo y los que se niegan a imaginar un futuro sin él. Para este segundo grupo la entrevista que el jugador concedió a Jordi Évole significó una inesperada dosis de esperanza. No todo está perdido: si el club, los candidatos, Koeman, el equipo, la afición y el mundo entero se consagran a la causa, puede que Leo continúe en el Barça. ¿Por cuánto tiempo? No importa, cada segundo cuenta.
El mensaje, analizado desde fuera, resulta equívoco: ahora el Barcelona (que está realmente mal como nos recordó el propio Messi) debe ganar títulos con el objetivo último de retener a su estrella, no para reivindicarse en el fútbol nacional ni para recuperar su papel de equipo preponderante en Europa. La obsesión en torno al argentino es tal que se pierde la perspectiva natural de este deporte: los futbolistas ayudan a que su equipo gane y no al revés. Es curioso cómo, además, el jugador se borra de la ecuación: Leo no forma parte de las derrotas, solo de las victorias. Por eso el equipo ha de esforzarse al máximo para no volver a perder, para no caer en los mismos errores del pasado que a él no le conciernen.
Se da la circunstancia de que la entrevista con Évole coincidió más o menos con la noticia de la ausencia de Messi en el choque del Barça ante el Eibar. Primero se dijo que Leo iba a alargar sus vacaciones, luego el club aclaró que el jugador sufre problemas físicos y Koeman lo confirmó en su rueda de prensa. El técnico holandés también agradeció el voto de confianza emitido por el argentino. Todos en constante deuda con su estrella. Todos luchando por Messi y, si cuadra, por el Barça. Todos olvidando que a veces lo más sano para sostener el amor entre una madre y un hijo es que cada uno haga su vida.
Mi hija aún no sabe qué va a ser de mayor. Al principio quería pintar, en general, sin terminar de decantarse por los paisajes, la pintura abstracta o la brocha gorda. Luego comenzó a sentirse atraída por la medicina, aunque aquí insistía en diferenciar la medicina general de la pediatría. Consideraba que el...
Autor >
Felipe de Luis Manero
Es periodista, especializado en deportes.
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