proyectos innovadores
Lo rural está de vuelta
Dos ejemplos para recuperar la vida en el campo desde las ciencias sociales, la economía, la ecología o el arte
Ritama Muñoz-Rojas 13/01/2021
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Lo rural importa; poco a poco, va recuperando la presencia perdida en los años de la migración del pueblo a la ciudad, no solo para el imaginario de ese bloque anónimo que se llama sociedad, sino para personas que muchas veces son las nietas de aquellas mujeres y hombres a las que se señalaba desde el asfalto como “paletas”. Volver al campo, al pueblo, no es algo nuevo; sí algo más urgente después del revolcón que nos ha pegado la pandemia. Requiere un aprendizaje, una sabiduría que a punto hemos estado de perder por el desprecio hacia formas de vida que la cultura urbanita ha considerado durante décadas como primitivas o poco sexis. Organizaciones como Enrama o Campo Adentro se han involucrado en una vuelta a formas de vida que tienen que ver con una relación estrecha con la naturaleza, fijándose en lo que han dicho y hecho especialistas y replicando modelos de éxito. Hablamos de una vuelta a lo rural con la mirada del siglo XXI. El peligro, dicen, es idealizar. Esto no va de un simple cambio de domicilio.
En la Sierra Norte de Madrid, en el municipio Cabanillas de la Sierra crece y da sus frutos un proyecto innovador, pionero en muchos aspectos, para cuidar y regenerar la tierra. Cuidar y regenerar la tierra deja de ser retórica en 16 hectáreas de terreno en las que esa frase que es bonita, también echa raíces y ya casi es el sueño cumplido de tres mujeres y un hombre que, desde hace dos años, trabajan para demostrar que se puede revertir el daño que estamos causando en nuestro entorno, que es posible generar un vergel allá donde el deterioro provocado por nuestros estilos de vida, producción y consumo han ido eliminando el verde del paisaje, que otras formas de habitar el planeta son posibles. Para ello se han inspirado en la experiencia y las ideas de especialistas como Yayo Herrero, Joel Salatin, Andre Voisino o Allan Savory, naturalista y ganadero que, desde hace años, viene planteando métodos para revertir los procesos de desertificación y mitigar el cambio climático, además de impulsar el pastoreo holístico. Precisamente, el primero de los grandes proyectos puesto en marcha por Enrama en la Sierra Norte de Madrid se ha centrado en esta modalidad de manejar el ganado, llamado también pastoreo rotativo, con el que cuidan y regeneran el suelo, pero también lo protegen contra incendios y otras injerencias inoportunas o no deseables en la relación con el entorno.
“Consiste en dividir el terreno en diferentes sectores y cada sector, en pequeñas parcelas; el ganado va rotando por todas, de manera que se consigue que el suelo y el pasto de cada parcela se recuperen durante el tiempo en que el ganado está pastando en otras. Es un impacto fuerte y corto, con el que se logra la recuperación de las plantas y de la producción agrícola y ganadera y así, alimentos de mayor calidad. En nuestro caso, después de las vacas pasan las gallinas, que también hacen su trabajito de escarbar, comerse los parásitos, airear el suelo, descomponer el abono orgánico de las vacas; esto no es algo nuevo, siempre se ha practicado la trashumancia; nos basamos en las teorías de Allan Savory, que ha trabajado mucho sobre reverdecer el desierto”, explica Mar Toharia, una de las integrantes de Enrama.
A pocos kilómetros, crece y da sus frutos otro proyecto anclado en la tierra, con horizontes amplios y mirada contemporánea, para acercarse a lo rural. Se llama Campo Adentro, tiene su sede en la Casa de Campo de Madrid, y surge como una consecuencia de la actividad de personas que vienen trabajando la relación entre el campo, la cultura, el arte, la tradición y el compromiso con el cambio social. Es un espacio que combina la investigación, la formación y la producción cultural, a través de diferentes líneas de acción. En el centro de todo, el acercamiento, consciente, reflexivo y con causa a lo rural. Desde la arquitectura, desde la sociología, con pastores, con artistas.
“El arte te permite muchas lecturas, relacionar sensibilidades diferentes; te da la libertad para aproximarte a todos estos agentes que no se habían relacionado antes, como pueda ser un pastor o un productor de quesos o de cervezas artesanales. Pero siempre entendiendo el arte como proceso, no nos importa tanto el resultado final, como el camino”, explica Amelie Aranguren, una de las promotoras de la iniciativa que llega desde el arte contemporáneo. Ha trabajado en el Museo Centro de Arte Reina Sofía, en la Fundación García Lorca, en el Instituto Goethe. “Es una tendencia general poner en valor y cuidar como a una joya esa relación de las personas con el campo, los animales la agricultura. Algo que no se ha perdido de milagro, porque hasta ahora se despreciaba bastante”, añade Aranguren, que los últimos días del año (2020) los dedica a un taller de pastoreo en el Centro de Acercamiento Rural de la Casa de Campo. Se han apuntado muchísimos niños, más que nunca.
“Pretendemos que se entienda lo que es trabajar en el campo y vivir del campo. Vemos que hay gente, cada vez más, que toma la decisión de irse al campo, a un pueblo, pero para llevar una vida de ciudad. Muchas de las soluciones que dan contra la despoblación es poner 5G, banda ancha; y no se trata de poder trabajar en el campo como si estuvieras en la ciudad; se trata de que ese campo siga vivo, siga produciendo, que siga despierto, cuidándonos. Es increíble cómo nos hemos podido desvincular tanto de esa manera de vivir”, declara Amelie Aranguren.
El pastoreo rotativo ha creado la primera brigada forestal vacuna, que el pasado verano se convertía en punta de lanza para la prevención de incendios en la Cañada del Monte
Lo saben bien los integrantes de Enrama. “Llevamos mucho tiempo involucradas en temas de sostenibilidad, en movimientos sociales, en proyectos de intervención social, de género con jóvenes. Decidimos venir a vivir a la sierra y poner todo eso en práctica en un entorno rural, ponerlo sobre la tierra y no dejarlo en meras teorías”, apunta Aránzazu Burgos, miembro también de Enrama, junto a Mar Toharia, Juan Manuel González y Marta Román. Desde las ciencias sociales, la biología, la economía, el periodismo o la agroecología, cada cual aporta sus conocimientos y experiencias. Cuentan además con colaboradores entre los que hay artistas, arquitectas, especialistas en permacultura y dos pastores de la zona. “Si hablamos de ecosistema, si tenemos ese enfoque, es muy importante que en nuestros proyectos existan las diferentes miradas”.
Más allá de la regeneración del suelo, la puesta en práctica del pastoreo rotativo ha creado lo que podríamos calificar como la primera brigada forestal vacuna, integrada por nueve vacas y tres terneros, que el pasado verano se convertían en punta de lanza para la prevención de incendios dentro de la Cañada del Monte (Sierra Norte de Madrid). Tanto es así, que a esta idea se ha sumado el Ayuntamiento de Cabanillas de la Sierra, la Dirección General de Emergencias de la Comunidad de Madrid, el grupo Tragsa, y le sigue la pista también la Federación Estatal de Municipios y Provincias, que ha dado eco a la iniciativa. “Esta práctica, además de reducir el riesgo de incendios forestales ha demostrado su gran valor para la fijación de carbono en los suelos; y los suelos son el mayor de los sumideros de carbono que tenemos en la tierra y por eso, acciones como las que llevan a cabo las vacas pueden ser herramientas fundamentales para hacer frente al cambio climático”.
La puesta en marcha de Enrama costó más de dos años. Había que buscar un terreno que se adaptara a sus planes que, escuetamente, consisten en experimentar y llevar a cabo prácticas que reviertan el cambio climático y acciones innovadoras; crear un espacio de aprendizaje, de encuentro, de búsqueda, de innovación y, además, levantar un centro de formación para los procesos de aprendizaje y los importantes intercambios de experiencias con otros colectivos o personas.
Cada proyecto cuenta con su propia financiación, pública o privada, aunque reconocen que es todo un reto lograr ser sostenibles a lo largo del tiempo
Les gusta contar que, cuando estaban a punto de tirar la toalla, “nos encontró una impresionante finca rústica de 16,5 hectáreas de bosque mediterráneo”; encinas, fresnos o jaras, ahora acompañados de vacas, gallinas, anfibios y de un ir venir de gente que, manteniendo los protocolos para evitar el contagio del coronavirus, acuden a este espacio desde la pasada primavera para aprender, observar o participar en lo que allí se hace. “Es verdad que el centro de formación todavía no se ha podido construir, pero hemos convertido la finca entera en un aula viva, plena naturaleza”. Hoy ha habido que reubicar alguna vaca que andaba despistada y llevarla a la parcela que le corresponde. Por la tarde, toca dar de comer a las gallinas. Hace pocos días, han terminado de construir la charca de los anfibios; lo último ha sido el aterrazado: sembrar centeno en torno a la charca y acolchar el terreno por encima para que no se compacte el suelo y pueda seguir teniendo vida. “Todo lo que se hace en la finca procede de una reflexión; todo tiene sentido y todo forma parte de un ecosistema, incluidas nosotras”, explica Marta Román. Ahora, la parte demostrativa o formativa se lleva a cabo a cielo descubierto, mientras esperan que la Comunidad de Madrid dé los permisos para la construcción del centro de formación, una bioconstrucción integrada en el paisaje.
Enrama tiene en marcha ya diferentes proyectos y diferentes estrategias, que tienen que ver con regenerar. Punto muy importante es cómo hacer que sean sostenibles y viables económicamente. Cada proyecto cuenta con su propia financiación, pública o privada, aunque reconocen que es todo un reto lograr ser sostenibles a lo largo del tiempo.
Además del pastoreo rotativo, que se hace en colaboración con el Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (IMIDRA), existe ya El Bosque Comestible, cuya idea es imitar a la naturaleza para producir comida siguiendo un procedimiento alternativo al del huerto de siempre. “Este proceso también tiene una función regeneradora y de fijación del agua, uno de los retos a los que nos tenemos que enfrentar. Tenemos que tener claro que nuestros ecosistemas tienden cada vez más a lo seco. De cintura para abajo, España cada vez está más seca y hay que plantearse cómo hacemos para acumular conseguir más agua. Generar vergeles adaptados a las circunstancias de ahora”, explica Mar Toharia.
Está también Ciclosfera: un proyecto de divulgación del conocimiento etnobotánico; se trata de explicar la relación histórica con las plantas autóctonas, recuperar el patrimonio cultural serrano. Verde Serrano es un espacio en el que se han propuesto reunir todo lo que se está haciendo en favor de la transición ecológica en la Sierra Norte de Madrid, la primera guía local y ecológica local y de proximidad de esta zona, y la primera que se hace con estas características en el país. “Estamos recopilando todas las iniciativas público privadas y de producción local que trabajan en la línea de transición ecológica. Actualmente, tenemos unos cincuenta negocios locales con visión ecológica. Recogemos también la información municipal que nos parece interesante de políticas medioambientales o diferentes acciones que hacen los ayuntamientos”, expone Marta Román.
Al mismo tiempo, todo lo que ocurre en la finca Enrama tiene que ver con la educación ecosocial, la idea de hacer partícipes a las personas de todo lo que se está haciendo sin necesidad de convocar un taller (que también se convocan). Y, por supuesto, con el ecofeminismo, eso tan importante que tiene que ver con los cuidados, con cuidar y proteger la tierra, y también con el lugar en el que se coloca la mujer como agente clave para la protección de la tierra y para la transformación de las relaciones humanas entre personas y con los ecosistemas. “Cómo lo vamos haciendo, el camino, es lo que nos define”, concluyen.
También Aranguren cree que “desde la ciudad tenemos una gran responsabilidad para que el mundo rural siga vivo y tiene mucho que ver con nuestras formas de consumo. Y también tiene mucho que ver con esos valores que son evidentes en la vida de pueblo (sin idealizar) la manera de repartirse el trabajo, los terrenos comunales, aquí es donde podría estar presente el ecofeminismo, lo común. Por qué todo eso desaparece cuando estás en la ciudad. Estamos trabajando mucho esa idea, esos valores, además de lo práctico. Me gusta mucho el vínculo entre el campo y la ciudad y como el arte une el campo y la ciudad, desde la creación, pero también una creación que pasa por lo colaborativo, por los cuidados y por la hospitalidad, lo común”.
Campo Adentro tiene una gran variedad de proyectos. Publica libros, produce exposiciones o queso, hace de consultora para la Comisión Europea, a la vez que organiza un movimiento de pastores de oposición a la política agraria dominante, también recupera una aldea abandonada para la producción colectiva agraria y artística, y últimamente, ha abierto el Centro de Acercamiento a lo Rural en Madrid, desde el que se programan talleres (por ejemplo de pastoreo), talleres de investigación, talleres de prácticas artísticas, o seminarios de alimentación.
“Ahora nos vamos dando cuenta de la importancia de lo rural; es mucho conocimiento el que hay en el campo, porque es de siglos y siglos. Y no se pude perder. Pero la recuperación tiene que ser desde la modernidad, desde lo contemporáneo”, opina Aranguren.
Lo rural importa; poco a poco, va recuperando la presencia perdida en los años de la migración del pueblo a la ciudad, no solo para el imaginario de ese bloque anónimo que se llama sociedad, sino para personas que muchas veces son las nietas de aquellas mujeres y hombres a las que se señalaba desde el asfalto...
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Ritama Muñoz-Rojas
Periodista y licenciada en Derecho. Autora de 'Poco a poco os hablaré de todo. Historia del exilio en Nueva York de la familia De los Ríos Giner, Urruti'.
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