ECONOMÍAS TRANSFORMADORAS
La fragilidad del modelo económico español
En un contexto de grave aumento de las desigualdades, ¿existen alternativas económicas viables más equitativas, más solidarias, y más respetuosas con las personas y el entorno?
Alicia Gallego Menéndez 26/01/2021
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“La economía capitalista está enfrentada, sin ninguna duda, a su mayor crisis en los últimos dos siglos”, afirma Rodolfo Rieznik, vocal de Economistas sin Fronteras. Y aclara que “no vamos a salir solo con soluciones basadas en la mejora de la productividad, o propuestas de ese tipo, completamente insuficientes”. Desde su perspectiva, “hay que devolverle a la sociedad, a los sectores más vulnerables, una capacidad económica elemental, emancipatoria, con la que puedan decidir con sus recursos su vida.”
El economista Rieznik, que también es miembro de la Plataforma por la Justicia Fiscal, explica que un “Estado del Bienestar es aquel en que el conjunto de la población está emancipada –en términos económicos– y puede decidir cómo hacer con su vida para tener una vida digna asegurada”. Y apunta: “Ese estado de emancipación social no existe en España”. Además, señala que el Estado de Bienestar “está en retroceso desde hace muchísimos años”, algo que se vio “particularmente agravado” con la crisis de la Gran Recesión y ha recibido “un golpe muy fuerte” con la crisis en curso.
La fragilidad del sistema económico español
El Producto Interior Bruto (PIB) español ha decrecido de forma drástica. Ha caído un 9% desde el tercer trimestre de 2019, según los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Y diversos organismos económicos prevén que empeoren los datos del siguiente trimestre, con pronósticos de entre un -11,5 % (cifra del Fondo Monetario Internacional) y un -12,6 % (del Banco de España). En cualquiera de los supuestos y escenarios calculados, un descenso del PIB a esos niveles supondría el mayor descenso histórico del indicador.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) posiciona a la economía española como la segunda más afectada de los países “desarrollados” o enriquecidos que forman la OCDE, solo por detrás de Argentina (-12,9 %). Según Rieznik, esta fragilidad de la economía española se debe, entre otras cosas, a que “de las economías desarrolladas que están en este organismo multilateral, es de las más débiles en términos de estructura industrial”. El turismo, sector paralizado por las restricciones de movilidad, constituía en enero de 2020 el 12,3 % del PIB y el 12,7% del empleo, según el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo.
Economías transformadoras
El FMI afirma que las consecuencias socioeconómicas de la crisis de la covid-19 están afectando “más duramente” a las personas más empobrecidas y en mayores situaciones de vulnerabilidad. De esta manera, empeoran y agudizan unas desigualdades ya existentes, que se vuelven más presentes. Es en este punto en el que las llamadas “economías transformadoras” pasan de ser una alternativa a ser algo urgente y necesario. El concepto economías transformadoras hace referencia a diferentes propuestas de modelos económicos, alternativos al capitalismo, que buscan una transformación socioeconómica en favor de una sociedad más justa, solidaria y, en definitiva, sostenible.
Como aproximación general, estos modelos denuncian que una de las grandes grietas del sistema actual se debe a una concepción de la economía en la que lo único que importa es el lucro individualista y la acumulación de riqueza mientras se deja de lado el cuidado de la vida y del planeta, la equidad y la colectividad. En ese marco pueden encasillarse las economías feministas, las ecologistas –y las ecofeministas–, la economía circular, las economías cooperativas; o modelos más concretos como la Economía Social y Solidaria o la Economía del Bien Común.
Una de las plataformas que en España impulsa la Economía Social y Solidaria es REAS, la Red de Redes de Economía Alternativa y Solidaria. Blanca Crespo, su responsable de comunicación, explica que la economía solidaria, además de ofrecer una propuesta económica –consolidada en lo teórico, y en creciente desarrollo en la práctica– también conforma un amplio movimiento social. En 25 años de vida, REAS ha conseguido agrupar 15 redes territoriales y cuatro sectoriales, y ya “reúne a más de 40.000 personas de todo el territorio estatal”, según afirmaban en su ceremonia online de aniversario.
La propuesta que realizan para hacer frente a la situación actual es defender una “nueva normalidad solidaria, feminista y ecológica”. Así, creen que también puede ser una oportunidad para lograr “reconceptualizar el trabajo” –el productivo y el reproductivo, y el remunerado y el no remunerado– y conseguir “satisfacer las verdaderas necesidades de la población”. Las medidas políticas que proponen se dividen en cuatro bloques. El primero, referido a la “inclusión y cohesión social”. El segundo, a la “sostenibilidad de la vida”. El tercero, a “una economía al servicio de las personas”, con finanzas éticas y mercados sociales, entre otras. Y un último sobre “políticas para las instituciones al servicio del bien común”, que abarca cuestiones de desarrollo local, bienes comunes y contratación pública responsable.
Otra alternativa económica existente es la Economía del Bien Común. En Valladolid, un grupo de gente, que pertenece a diferentes movimientos sociales y que promueve este modelo, elaboró durante los primeros meses del confinamiento el “Manifiesto 2020, por una sociedad justa”, firmado ya por más de 50 organizaciones y unas 125 personas. Juan Manuel Martín, uno de los fundadores del proyecto y también miembro del Campo de Energía de Economía del Bien Común (EBC) de Valladolid, explica que la propuesta está agrupada en tres ejes, siguiendo el esquema de los Objetivos de Desarrollo Sostenible: economía, medioambiente y social-personas.
La principal diferencia entre ambos modelos –entre la Economía del Bien Común y la Social Solidaria–, tras comparar las opiniones de defensores de una y de otra, es que quizás la del Bien Común presenta unas propuestas más ‘reformadoras’ que transformadoras, menos radicales. Por ejemplo, ofrece la incorporación de medidas de impacto social de las empresas, como el “Balance del Bien Común”. Martín explica que esto consistiría en “generar un código de barras, como la etiqueta energética, para que tú como consumidor pudieses tomar una decisión sobre si consumir un producto o no”.
Aunque también reivindican cambios más estructurales, como la necesidad de una Renta Básica, la instauración de “políticas fiscales altamente progresivas”, y el cambio de concepción que se tiene del dinero y de la economía. Y así lo dice su lema: “Un nuevo sistema económico ético y solidario, donde el dinero pasa de ser un fin a un medio”. En estos puntos puede encontrarse el nexo común que les une con las propuestas de otros movimientos.
Un ejemplo local de Economía Solidaria
Un ejemplo de empresa de Economía Social y Solidaria, y miembro de REAS Castilla y León, es la cooperativa eléctrica EnergÉtica. Es una cooperativa de consumo de energía renovable, que además de lograr producir un pequeño porcentaje de la luz que consumen, asesora sobre eficiencia energética. La presidenta de la cooperativa, Abigail Adán, explica que uno de sus objetivos es “recuperar la soberanía energética”, porque “la energía es un bien básico y, cuando las personas están privadas de ese bien básico, suceden cosas: pobreza energética, muertes, enfermedades, problemas académicos, etcétera”.
Para responder a qué significa para ellas formar parte de REAS, la presidenta de la cooperativa aclara que “cuando hablamos de Economía Social Solidaria hablamos de personas, la persona está en el centro”. “Partimos de que una empresa tiene que ser rentable económicamente, porque si no se hundiría”, pero “tenemos que recuperar eso, que nos importe más la persona que el dinero”. Así, la razón de ser de una empresa emerge de forma tan obvia que asusta haberlo olvidado en algún momento.
Más allá de responsabilidad empresarial
Es un paso muy grande que cada vez haya más proyectos y cooperativas que se incorporen a redes de Economía Social y Solidaria. Pero “no es suficiente”, y además en muchas ocasiones cuentan con dificultades para hacer frente a las grandes empresas que no se preocupan ni responsabilizan por cuestiones como la explotación masiva de recursos. Así, una de las propuestas que tienen en común las diversas economías transformadoras, y que va más allá de la responsabilidad empresarial, es la redistribución de la riqueza.
Rieznik explica que “la economía tiene los ingresos suficientes para financiar su actividad económica, es un problema de redistribuirlos”. Y, ¿cómo redistribuirlos? Para el experto hay varias opciones. Una de ellas es “incrementar el porcentaje de lo que pagan los que tienen rentas más altas en término de flujo de ingresos”. Otra, “instrumentar políticas impositivas a los grandes patrimonios, sean estos patrimonios físicos o riqueza acumulada en activos financieros, para poder detraer recursos para redistribuirlos a los que no tienen”.
Cada vez son más las personas que alertan, desde diversos movimientos sociales y diferentes sectores económicos, de la necesidad de cambios en este modelo actual que se muestra insostenible de cara al futuro. Rieznik concreta que se combinan dos fenómenos: “un modo de producción que se agota en sí mismo y no puede dar soluciones” al mismo tiempo que emerge “la irrupción de una masa social que quiere cambios”. Y, en su opinión, están en manos de la “fuerza social” la posibilidad de poder llevarlos a cabo.
“La economía capitalista está enfrentada, sin ninguna duda, a su mayor crisis en los últimos dos siglos”, afirma Rodolfo Rieznik,...
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Alicia Gallego Menéndez
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