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¿Quién no ha soñado alguna vez con salir con alguien famoso, alguien que aparezca a menudo en la televisión, un actor, una cantante, una modelo, alguien verdaderamente popular? Yo conocí a una persona que lo logró durante un tiempo, una persona de nuestra liga, un tipo normal y corriente. Sin embargo, yo lo contemplaba como quien mira en un acuario a una especie extraña: me parecía asombroso que él siguiera sentado en su misma mesa, sin hacer nada especial, con un semblante neutral e imperturbable, mientras su chica ganaba terreno de manera incontrolable en las fantasías eróticas de medio país.
La mujer en cuestión se hizo tan popular que comenzó a salir en las revistas del corazón. Un día mi amigo me relató cómo una decena de paparazzis le habían asaltado en la puerta de su casa. Yo consideré que eso ya era el colmo, algo que haría perder los papeles al hombre más sensato, y lleno de curiosidad, le pregunté qué es lo que hizo él. Se encogió de hombros, me devolvió una mirada inescrutable y respondió con naturalidad:
–Nada, seguir andando.
Es posible que el huracán se produjera por dentro, no lo sé, pero desde luego de puertas para fuera la actitud del novio de la celebridad era la de una roca. Estaba hecho de otra pasta. De pronto descubrí que no todos estamos capacitados para todo y que lo de verdad difícil no es llegar a la cumbre, sino mantenerte allí arriba sabiendo convivir con el miedo a poder caerte en cualquier momento. Aborté en ese preciso instante mis ambiciosos planes de boda con Natalia Verbeke.
Tengo la sensación de que una parte de la afición del Atlético está sufriendo ahora ese mal de altura. Desde que el equipo de Simeone se puso líder comenzaron a quejarse de la presión mediática, de los juicios excesivos, de la amenaza siempre flotante que supone la palabra fracaso acechando tras cualquier pinchazo, de las exigencias adheridas al éxito. ¿Qué esperaban: condescendencia y arrumacos? Hay veces en que me recuerdan a los cándidos integrantes de cierto partido político, anonadados tras comprobar que las zancadillas se multiplican cuando alcanzas el poder.
Subir el último escalón conduce a esto. El juego es así y no puedo decir que me disguste, al menos es mucho mejor que lo de hace quince años. Pero no es sencillo, en eso estamos de acuerdo. Aunque tampoco lo es para Real Madrid y Barcelona, acostumbrados a sufrir las inclemencias propias de la altitud los 365 días del año. Quiero decir: si el Atlético pierde esta Liga que parecía encarrilada recibirá andanadas de críticas, sí, pero creo que en una situación similar el chaparrón sería aún mayor para Madrid y Barça.
Seguro que estos aficionados a los que aludo –no sin lógica– me dirán que no es justo acceder a ese paquete de obligaciones (todo lo que no sea ganar es un fracaso), con un presupuesto notablemente menor que los otros dos equipos exigidos. Y es verdad, esa es una realidad que está ahí, pero tal vez no sea necesario recordarla cada minuto. Al contrario: considero esta una ocasión idónea para que la afición colchonera destierre de una vez por todas la leyenda del pupas, aceptando las reglas del juego y compitiendo, sin más.
No obstante, no desesperen: no todo son malas noticias. El paquete de los grandes también incluye ciertos privilegios, como el de quejarse durante una semana entera del arbitraje del último partido. Motivos hay de sobra: el gol anulado a Correa y el penalti a Oblak no pitado deberían ser emitidos en bucle en las principales cadenas de televisión durante los próximos días.
Respecto a lo deportivo, habrá que ver si técnico y jugadores acusan este mal de altura o soportan la presión. En principio, me inclino por lo segundo: Simeone y varios pesos pesados de la plantilla (Oblak, Suárez, Llorente, Koke, ¿João?) poseen carácter y personalidad suficientes como para resistir este complicado trance sin llegar a caerse.
Las cosas, eso sí, son diferentes: el cambio de rumbo en el césped ha provocado que la manta ahora no llegue a tapar los pies. Los problemas parecen instalados en la defensa, esencia pura del cholismo, y eso hace que la agonía del aficionado sea distinta: antes rezaba para que el balón no entrase en su portería y ahora lo hace para que entre en la contraria. De la necesidad de defender rentas exiguas se ha pasado a la obligación de hacer varios goles para remontar.
Es verdad que el equipo está cometiendo errores groseros en defensa (la falta de tensión de Kondogbia en el primer gol del Levante es inconcebible en un aspirante al título), pero también lo es que el caudal ofensivo generado en los últimos partidos bastaría para lograr la victoria en una gran mayoría de casos. Veremos lo que pasa, si aguanta o no. Aunque a veces, cuando se está en la cima, es suficiente con mantener la calma, encogerse de hombros y seguir andando.
¿Quién no ha soñado alguna vez con salir con alguien famoso, alguien que aparezca a menudo en la televisión, un actor, una cantante, una modelo, alguien verdaderamente popular? Yo conocí a una persona que lo logró durante un tiempo, una persona de nuestra liga, un tipo normal y corriente. Sin embargo, yo lo...
Autor >
Felipe de Luis Manero
Es periodista, especializado en deportes.
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