El estereotipo de Jezabel
Mujer negra soltera busca…
Machismo, racismo sexual y fetichización en las aplicaciones para ligar. La creadora de la cuenta de instagram Alerta Machirulos reflexiona a partir de su experiencia
Maite Alogo 25/02/2021
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En los últimos años, las aplicaciones para ligar online se han convertido en una herramienta más para relacionarnos. Según un estudio de la Universidad de Stanford, entre 1995 y 2017 el número de heterosexuales que conocieron a su pareja en internet aumentó drásticamente del 2% al 39%. La llegada de la covid-19 y sus normas higiénicas y de distanciamiento social disparó aún más esta tendencia. Algunos estudios concluyen que durante el confinamiento el número de usuarios de este tipo de app creció un 13,5%.
Yo misma puedo afirmar que soy una de esas personas que han pasado a engrosar las estadísticas. Después de varias relaciones monógamas y ya cercana a los 40 aterricé de nuevo en eso que llamamos soltería, tenía muy claro que ahora quería disfrutar de mi nuevo estado civil y qué mejor manera que probar suerte en las apps de citas. La cosa es fácil, te las descargas, te abres un perfil, pones tus mejores fotos y voilà, empiezas a interactuar con hombres desconocidos que, en demasiadas ocasiones, usan técnicas de cortejo bastante impregnadas de machismo y otros -ismos. En esta nueva experiencia no estaba sola, compartía ratos de charla e intercambio de experiencias, y pantallazos, con alguna amiga que estaba en la misma situación que yo. Lo que al principio era un mero pasatiempo, al final, se convirtió en una especie de experimento social al ver que había conversaciones y maneras de proceder de muchos hombres que respondían a distintos patrones machistas y, en algunos casos, también racistas. El machismo es una opresión sistémica, todas las personas hemos sido educadas en un sistema cisheteropatriarcal, por lo tanto, no es sorprendente que en las interacciones con fines sexoafectivos entre hombres y mujeres, el machismo y la misoginia, intencionados o no, estén muy presentes ya sea en forma de violencia sexual explícita o de una manera sutil que pasa totalmente desapercibida. Hablo desde mi experiencia como mujer heterosexual.
No respetar nuestros límites personales y la mala gestión del rechazo se han convertido en deporte nacional en estos espacios
La cultura de la violación, por desgracia, está omnipresente en los chats de las apps de citas: mensajes y proposiciones sexuales fuera de contexto que no tienen en cuenta nuestro consentimiento ni deseo, “fotopenes” no solicitadas, no aceptación de nuestra negativa, mensajes reiterados ante nuestro manifestado no interés, etc. No respetar nuestros límites personales y la mala gestión del rechazo se han convertido en deporte nacional en estos espacios. Los límites personales son pautas o reglas que una persona crea para identificar formas razonables, seguras y permisibles para que otras personas se comporten hacia ella, y cómo responderá cuando alguien traspase esos límites. Un ejemplo de cómo yo he visto vulnerar mis límites es cuando, por ejemplo, he pedido en mi perfil que no se dirijan a mí de una determinada manera (con apelativos cariñosos y/o comentarios sobre mi aspecto físico). Yo decido qué licencias se pueden tomar conmigo los hombres con los que me relaciono y entre ellas no están todos esos comentarios que me incomodan cuando provienen de completos desconocidos. En demasiadas ocasiones, el mero hecho de señalar que están traspasando mis límites también ha sido motivo para recibir una respuesta agresiva, o bien hacerme creer que estoy exagerando, que soy una desagradecida y que veo machismo y misoginia en todo. Esto se conoce como hacer luz de gas (gaslighting) y es una estrategia de manipulación de la percepción de la realidad de la otra persona.
El cisheteropatriarcado ha otorgado a los varones unos, mal entendidos, derechos masculinos (male entitlement) con respecto al sexo, de manera más obvia, pero aún más insidiosa respecto a cosas como el amor, el afecto, la admiración, la atención, el consentimiento, el poder y reclamos de conocimiento; esto implica la pseudo obligación de las mujeres de proporcionar a los hombres todos estos bienes. Se establece una relación en la que las mujeres viven en una constante deuda con los hombres. Cuando las mujeres niegan a los hombres aquello a lo que, erróneamente, ellos consideran que tienen derecho, es cuando aparece la misoginia en sus múltiples formas. Así pues, en cuestión de segundos, una misma mujer puede pasar de ser la criatura más hermosa del universo (previa cosificación e hipersexualización de la elegida) al ser más horrendo, amargado, borde, malfollado y un largo etcétera de calificativos misóginos sobre nuestro aspecto físico y vida sexual que podamos imaginar, simplemente por haberlos rechazado o por no haber contestado. Algunos ejemplos de las conductas misóginas más frecuentes son:
Slut shaming (avergonzar por zorra): culpabilizar a una mujer por comportamientos, actitudes sexuales o forma de vestir que pueden considerarse fuera de la norma o contrarios a los tradicionales (según la cultura heteropatriarcal), tanto si son reales como si no lo son.
Prude shaming (avergonzar por puritana): juzgar y ridiculizar a una mujer que tiene valores sobre su sexualidad y/o forma de vestir considerados “conservadores”.
Body/fat shaming (avergonzar por el cuerpo): conducta que consiste en criticar o burlarse de los rasgos físicos de otras personas con comentarios que pueden herir a quien los recibe.
Si además del género tenemos en cuenta la raza, como en mi caso, mujer y negra interaccionando con hombres blancos, sumemos entonces racismo a ese amplio abanico de violencias. Solo hay que añadir insultos y descalificaciones racistas a la respuesta misógina ante una mala gestión del rechazo, lo que viene a ser el “negra de mierda” y todas sus variantes. No es necesario que mencione que la cosa se complica si además eres gorda, trans, etc.
La percepción hipersexualizada de las mujeres y niñas negras influye cuando son víctimas de violencia sexual ya que se las considera menos merecedoras de empatía
Y no puedo hablar de racismo, machismo y apps de citas sin mencionar la fetichización racial. Así que, como mujer negra, he tenido que lidiar con esos estereotipos asociados a mi identidad y como soy leída por la sociedad cisheteropatriarcal y mayoritariamente blanca en la que habito. De entrada, como mujer, mi cuerpo y mi vida sexual están fiscalizados. Los hombres cis, sobre todo, gozan del privilegio de la desnudez y de no experimentar slut shaming, es decir nunca se les juzgará o avergonzará por la cantidad de relaciones sexuales que tengan, ni por la cantidad de cuerpo que enseñen: recordemos que el desnudo masculino está normalizado y el femenino, hipersexualizado. Si además eres negra, te toca lidiar con el racismo sexual y la fetichización. Cuántos hombres blancos con los que me he relacionado me han dicho lo de “nunca he estado con una negra”, “mi fantasía es hacerlo con una negra”, “¿es verdad eso que dicen de que las negras son unas fieras en la cama?”, “me encantan las mujeres negras”, “mulata caliente”, “chocolatito”, etcétera. Todo este tipo de comentarios no responden tan solo a preferencias, son comentarios basados en la estereotipación, homogeneización y deshumanización de todo un colectivo. Esto se conoce como estereotipo de Jezabel, la negra insaciable. Este estereotipo, por el que se espera que las mujeres negras seamos ardientes, fogosas y siempre dispuestas para el sexo, tiene su origen en la época colonial y en la esclavitud de las personas negras. Las mujeres negras esclavizadas, aparte de mano de obra, también eran violadas y explotadas sexualmente por sus amos blancos, las personas negras no eran consideradas seres humanos. Esa deshumanización servía para justificar su esclavización: su único cometido era servir al hombre blanco. Cualquier oposición o acto de rebeldía era castigado incluso con la muerte, por lo tanto, se puede entender que no opusieran resistencia cuando los hombres blancos querían satisfacer sus deseos sexuales con las mujeres negras esclavizadas. Esta hipersexualización también se extiende a las niñas negras, lo que provoca un sesgo por adultificación (adultification bias) de las mismas, es decir, las niñas y adolescentes negras son percibidas como menos inocentes que sus iguales blancas. Esta percepción hipersexualizada de las mujeres y niñas negras influye cuando somos víctimas de violencia sexual ya que la sociedad tiende a responsabilizar y a culpar a las personas sexualizadas de los delitos de agresión sexual de las que son víctimas porque se las considera menos merecedoras de empatía.
Me gustaría hablar de la doble opresión de las mujeres negras, racismo y machismo, pero ahora desde otra perspectiva, es decir, de qué manera interseccionan estos dos ejes de opresión cuando nos relacionamos sexoafectivamente con hombres negros. La comunidad negra, hombres y mujeres, compartimos la opresión racista, esta opresión compartida nos ha hecho desarrollar defensas conjuntas y vulnerabilidades comunes, pero a menudo hace que se difuminen nuestros intereses como mujeres en la lucha contra el machismo y la misoginia en nuestra comunidad:
“El racismo es una realidad viva en el seno de la comunidad Negra y muchas veces las diferencias que hay entre nosotros se consideran peligrosas o sospechosas. Muy a menudo, la necesidad de unidad se interpreta erróneamente como una necesidad de homogeneidad, y la visión feminista Negra se toma por una traición a nuestros intereses comunes como pueblo. La permanente batalla contra la aniquilación de la raza, librada en conjunto por las mujeres Negras y los hombres Negros, es la causante de que algunas mujeres Negras continúen negándose a reconocer que también estamos oprimidas como mujeres y que la hostilidad sexual contra las mujeres Negras no es patrimonio exclusivo de la sociedad racista blanca, pues también ocurre en las comunidades Negras.” (“Edad, raza, clase y sexo: las mujeres redefinen la diferencia” en Audre Lorde, La hermana, la extranjera. Artículos y conferencias.)
De la misma manera que reclamamos que “el feminismo será antirracista o no será”, creo que es hora de reclamar que “el antirracismo será feminista o no será”
Un ejemplo de cómo esto nos afecta se da a la hora de denunciar o exponer casos de actitudes o comportamientos misóginos de nuestras contrapartes masculinas. En muchas ocasiones, nosotras anteponemos su protección frente a los ataques racistas que puedan sufrir por parte de la sociedad blanca, ya que recurrir a los insultos racistas es, a menudo, el recurso fácil. De la misma manera que las mujeres negras luchamos con los hombres negros cuando se trata de racismo, necesitamos que todos aquellos hombres negros que se consideran aliados del feminismo rechacen y alcen su voz en contra del machismo, la misoginia y la transmisoginia del, también existente, cisheteropatriarcado negro y cuya forma de expresión recibe el nombre de misogynoir, término acuñado en 2010 por la feminista negra queer Moya Bailey para describir la misoginia dirigida a las mujeres negras en la cultura visual estadounidense, especialmente en la música hip hop. Aunque la misogynoir puede ser ejercida por cualquier persona, el término se usa con mayor frecuencia para referirse a esta discriminación cuando es perpetrada por hombres negros. De la misma manera que las feministas negras reclamamos a las feministas blancas que “el feminismo será antirracista o no será”, creo que es hora de reclamar a los hombres negros que “el antirracismo será feminista o no será”.
Todos estos factores han hecho que desarrollara un estado de alerta constante a la hora de relacionarme con los hombres, sobre todo al principio de la interacción. Siempre me asalta la duda sobre cómo responder a una de las preguntas más formuladas en las aplicaciones de citas: ¿qué buscas por aquí? Al ser una mujer negra heterosexual no quiero alimentar todos esos estereotipos asociados a mi identidad. Aún estamos en una sociedad en la que se critica, cuestiona y juzga a las mujeres que disfrutan de sus relaciones sexoafectivas libremente. A menudo se demonizan las aplicaciones de citas y se nos culpabiliza de recibir violencia porque hemos decidido usarlas libremente. El problema no son las aplicaciones, el problema es la sociedad machista y los hombres que haciendo uso de su privilegio siguen ejerciendo estas violencias. Las mujeres tenemos derecho a ocupar, también, esos espacios sin tener que ser violentadas, cuestionadas ni humilladas. Los espacios virtuales no deben ser una excepción, por eso decidí crear la cuenta de instagram Alerta Machirulos (@alrtmachis1) con la finalidad de que fuera un espacio seguro para todas y compartir y visibilizar toda la violencia que sufrimos las mujeres con una mirada interseccional.
No pretendo hablar por todas las mujeres, en general, hablo desde mi experiencia personal y por eso a medida que he ido deconstruyendo mi machismo y racismo interiorizado y he entendido cómo operan en el ámbito de las relaciones interpersonales entre hombres y mujeres, concluyo diciendo que las mujeres no debemos nada, en definitiva, “las mujeres no os debemos una mierda”.
En los últimos años, las aplicaciones para ligar online se han convertido en una herramienta más para relacionarnos. Según un estudio de la Universidad de Stanford, entre 1995 y 2017 el número de...
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Maite Alogo
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