ERIC FRATTINI / ENSAYISTA
“Toda una generación de mujeres alemanas cedió sus vientres a una causa común: la del enaltecimiento del Tercer Reich”
Esther Peñas 1/03/2021
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Más de setenta años no han bastado para conocer con exactitud los detalles de un régimen tan siniestro como aciago: el III Reich. De entre los (delirantes) matices de esta barbarie, su querencia por el elemento mágico, las leyendas enloquecidas, los talismanes imposibles y su intento (paranoico) de sustentarlo en argumentos científicos. Sobre este asunto, la Anhenerbe, “Sociedad de estudios para la historia antigua del espíritu” –y sus vínculos con la España franquista– investiga Eric Frattini (Lima, 1963), ensayista, profesor y corresponsal en Oriente Medio, en su libro Los científicos de Hitler (Espasa).
¿Cómo funcionaba el pensamiento mágico de los nazis?
La Ahnenerbe pasa a ser la maquinaria ideológica contra los homosexuales; la “Aktion T4”, responsable de la liquidación de miles de ciudadanos con enfermedades mentales y degenerativas
Realmente era más una cuestión de Himmler que del resto de líderes del Reich. A Himmler, desde su juventud, le gustaba leer historias sobre héroes mitológicos, sociedades secretas, leyendas artúricas y teutónicas y cosas por el estilo. Incluso había pertenecido a sociedades secretas como Thule o Völkisch (étnico alemán). Después del ascenso del nazismo en el año 33, Hitler decidió prohibir todas estas sociedades incluida la masonería, y Himmler se centró en intentar crear dentro de las SS una especie de Camelot con su propia “Tabla Redonda” en el castillo de Wewelsburg y desde un punto de vista esotérico. Hitler, en contra de lo que se ha afirmado siempre, era un enemigo de todas estas teorías esotéricas y que él mismo definía como “las locuras de Himmler”. En 1936, justo un año después de crear la Ahnenerbe, el Führer da un discurso en el Congreso del Partido en Núremberg, acusando a los “charlatanes” que rodean a Himmler. Aquello provoca un cambio de rumbo en la Ahnenerbe, convirtiéndose en algo mucho más peligroso y en una parte más de la maquinaria de asesinatos del nacionalsocialismo. Desde ese momento, la Ahnenerbe pasa a ser la maquinaria ideológica para la campaña contra los homosexuales; la “Aktion T4”, responsable de la liquidación de miles de ciudadanos alemanes con enfermedades mentales y degenerativas; de los más terribles experimentos en los campos de exterminio; de la creación de una colección de cráneos judíos en la Universidad de Estrasburgo; del diseño del expolio de museos, archivos y bibliotecas en los países ocupados; y un sinfín más de casos.
¿Cómo es posible que algo tan loco como la Ahnenerbe prosperase?
A Hitler lo único que le interesaba era dejar en entredicho las teorías de los Nobel judío
La Ahnenerbe (acronismo de Sociedad para la Investigación y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana) era un grupo de centros de estudios controlados por las SS. Allí se reunían prehistoriadores, geólogos, genetistas, biólogos, botánicos, arqueólogos, etcétera, alrededor de Himmler, el segundo hombre más importante del Reich. Heinrich Himmler controlaba la SS, la Gestapo, la Kripo, las Waffen-SS, la Oficina Principal de Seguridad del Reich, la Oficina Principal de Raza y Asentamiento y ahora tenía entre sus manos a más de 70 instituciones científicas aglutinadas en la Ahnenerbe. Si querías prosperar en la ciencia de la Alemania de los treinta debías pasar por un estudio de sangre por parte de las SS y por la aprobación de la Ahnenerbe.
¿Los responsables se creían su discurso o tan solo querían complacer al Führer?
Entre 1905 y 1936, de treinta y ocho premios Nobel alemanes, catorce eran judíos o de ascendencia judía, casi un 30 por ciento. Einstein era uno de ellos. Hitler lo único que pidió a Himmler y a su Ahnenerbe es que fueran capaces de responder las teorías de cada uno de ellos. Para responder a la teoría de la relatividad de Albert Einstein se decidió apoyar la loca historia de la “cosmogonía glaciar”, defendida por el iluminado Hans Hörbinger. A Hitler lo único que le interesaba era dejar en entredicho las teorías de los Nobel judíos.
¿Cómo enlazaban el ámbito científico con el esotérico?
La línea era muy delgada entre una y otra. Se buscaba el Santo Grial, la lanza de Longinos o el Arca de la Alianza al tiempo que se dedicaban a indagar el origen de los pueblos arios en lugares tan recónditos como el Tíbet, Dinamarca o Canarias. Esa línea esotérica jamás dejó de existir.
De las tradiciones alemanas que se rescataron, ¿cuál le llamó más la atención?
La expedición científica alemana al Tíbet bajo el mando de Ernst Schäfer. Él fue el arquetipo de hombre varonil, amante de la aventura, apuesto, famoso, oficial de las SS, admirado por todo un pueblo, hábil escalador, tirador experto, cazador empedernido. Schäfer era el “hombre-aventurero” al que todo miembro de las Juventudes Hitlerianas quería parecerse. Schäfer, quien dirigió expediciones al Tíbet por orden de Himmler, fue juzgado tras la guerra por ser oficial de una “organización criminal” (las SS), por lo que fue obligado a pasar por un proceso de “desnazificación”. Entre 1945 y 1948, el explorador favorito de Himmler y la Ahnenerbe mostró un claro desprecio por Himmler y los suyos para así contentar a sus interrogadores estadounidenses. Schäfer mantuvo siempre que no era nazi, que “era solo un científico y no un soldado”, pero realmente era un nazi redomado. Fue un hombre paradójico, como lo fue Albert Speer, el arquitecto de Hitler. Creo que jamás entendió por qué fue condenado por su relación con el nazismo.
Un asunto del que apenas se habla es la vinculación de la España franquista con el régimen nazi en general y, en particular, con la Ahnenerbe. ¿Cuáles fueron las principales líneas de colaboración entre ambos países?
Cuando Himmler llegó a España en octubre de 1940 traía consigo cuatro puntos importantes: la cooperación policial hispano-alemana, la seguridad para el encuentro de Hendaya, el suministro de wolframio y la posibilidad de realizar expediciones arqueológicas de la Ahnenerbe en nuestro país. Fue durante su visita a El Escorial y Toledo cuando Himmler entabla contacto con el falangista y arqueólogo Julio Martínez Santa-Olalla, que hablaba perfectamente alemán debido a que había estudiado en la Universidad de Bonn. El español era un germanófilo convencido y un acérrimo simpatizante del nazismo. Santa-Olalla tenía buenos contactos académicos en Alemania, así como con su máximo líder Wolfram Sievers. En marzo de 1939, cuando el arqueólogo es nombrado comisario general de Excavaciones, decidió intensificar los contactos con la Ahnenerbe. Se dice que fue el propio Sievers quien dio la idea a Santa-Olalla de crear la Comisaría General de Excavaciones. Durante la visita de Himmler, Santa-Olalla tuvo la oportunidad de compartir largas conversaciones con el líder de las SS. Incluso le expuso abiertamente sus radicales ideas sobre la “arianización de España” por los celtas y su total desprecio por los llamados pueblos íberos, ideas que también defendían los arqueólogos de la Ahnenerbe. Cuando Himmler regresó a Berlín impresionado con las teorías de Santa-Olalla, así se lo hizo saber a Sievers y a Walther Wüst de la Ahnenerbe. Aquello fue la apertura de puertas del mundo académico nazi a Santa-Olalla, que se convirtió en el amo y señor de la arqueología en España. Si querías dar una conferencia sobre ello, en España, en la Alemania nazi, o en la Italia fascista, debías pasar antes por el despacho de Santa-Olalla.
¿Qué le resulta lo más espeluznante de la Ahnenerbe?
A la mujer alemana se la preparaba desde niña para ser las perfectas esposas del Tercer Reich, para ser la perfecta aria y sana mujer que da hijos al futuro Reich de los Mil Años
Sin duda el Instituto de Investigación Científica Militar. Sus investigadores pretendían coordinar e inventar todo tipo de teorías, que nada tenían de científicas, para convencer al pueblo alemán de la necesidad de acabar con los homosexuales; acabar con la vida de casi 275.000 ancianos, adolescentes y bebés con enfermedades genéticas o malformaciones mediante el programa de liquidación “Aktion-T4”; la creación de “granjas” de mujeres para oficiales de las SS y cuyos bebés eran entregados al programa Lebensborn; ayudar a determinar, para su posterior liquidación, quién entraba en los estándares de Untermenschen (subhumanos) frente a los Übermenschen (superhumanos) germánicos de raza aria; el apoyo oficial a la eugenesia; la organización del secuestro de un cuarto de millón de niños en los países ocupados para su posterior ‘germanización’; la dirección de experimentos en prisioneros de los campos, a los que se sumergía en agua helada, se les introducía en cámaras de presión para simular despresurización en altura, se les inoculaba el tifus o la malaria, se les quemaba vivos para saber el efecto del napalm en la piel, o se les obligaba a ingerir agua salada. También diseñaron, lideraron y ejecutaron la política de saqueo de obras de arte de las naciones ocupadas; crearon en Estrasburgo una colección de cráneos judíos para su estudio, para lo que asesinaron en las cámaras de gas del campo de Natzweiler a 150 hombres, mujeres y niños judíos; y así un largo y temible etcétera.
Terrorífico asimismo el “Lebensborn” un macabro serrallo para oficiales nazis… ¿qué concepto tenía el régimen de la mujer?
La mujer tenía un papel preponderante para el nacionalsocialismo y el proyecto Lebensborn supuso el sumun de esa ideología, desde el punto de vista propagandístico. A la mujer alemana se la preparaba desde niña para ser las perfectas esposas del Tercer Reich, para ser las perfectas madres de hijos del Reich, para ser la perfecta aria y sana mujer que da hijos al futuro Reich de los Mil Años. Ellas tenían la conciencia de que su función era la de dar hijos sanos al Führer y, por lo tanto, comprendieron que para ello debían ser “inseminadas” por los altos oficiales “arios” de la SS. Toda una generación de mujeres alemanas cedió sus vientres a una causa común: la del enaltecimiento del Tercer Reich, en honor al Führer. En el programa Lebensborn, miles de mujeres aceptaron esa función, como los soldados de la Wehrmacht consintieron su función en el campo de batalla.
Todos estos experimentos salvajes y despiadados debieron de costar un dineral. ¿Quién los sufragaba?
La propia maquinaria bélica alemana, a través de donaciones de las grandes industrias alemanas, muchas de las cuales se vieron beneficiadas de los experimentos de la Ahnenerbe y, por supuesto, realizadas con la mano de obra esclava de los campos de concentración.
Más de setenta años no han bastado para conocer con exactitud los detalles de un régimen tan siniestro como aciago: el III Reich. De entre los (delirantes) matices de esta barbarie, su querencia por el elemento mágico, las leyendas enloquecidas, los talismanes imposibles y su intento (paranoico) de sustentarlo en...
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