En primera persona
Desobediencia feminista sin mordazas
Este 8M el mayor riesgo era que se impusiera el miedo. Por eso, a pesar de las prohibiciones, Madrid se tiñó de morado en los balcones, pero también en las calles. Fueron acciones espontáneas, autoconvocadas, aunque la policía busque a las organizadoras
Josefina L. Martínez 9/03/2021

Sentada feminista en la plaza de Neptuno (Madrid) este 8M.
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Hemos tenido un 8M desobediente, como tenía que ser. Porque después de un año de pandemia, con las mujeres en la primera línea de lucha contra el coronavirus, necesitábamos estar también en la primera línea por la defensa de nuestros derechos. Este 8M el mayor riesgo era quedarse en casa y que se impusiera el miedo. Pero no estábamos dispuestas a dejarnos arrebatar el derecho a la manifestación y a la protesta.
La excusa para prohibir las manifestaciones por parte del delegado de Gobierno en Madrid era inverosímil. Porque el mayor riesgo para nuestra salud está todos los días en los trabajos precarios, en los transportes abarrotados, en los desahucios que siguen ocurriendo en medio de la pandemia. No en concentraciones que habían sido planificadas con aforos limitados, distancia de seguridad y medidas sanitarias.
Por eso, a pesar de las prohibiciones, Madrid se tiñó de morado. Desde los barrios, en los balcones y en los portales, pero también tomando las calles y las plazas, que, como la noche, también son nuestras. “Aquí estamos las feministas”, cantamos, y este año este grito tuvo un significado especial.
Al terminar la manifestación espontánea que se dirigió hasta la plaza de Neptuno, hubo sentada feminista para escuchar la lectura de un manifiesto con muchas reivindicaciones pendientes: por las limpiadoras, por las enfermeras, por las trabajadoras del hogar, por las migrantes, por nuestras abuelas, por nuestras vecinas, por las precarias. Para exigir algo tan elemental como vacunas para todas y que la salud no sea un negocio. Para decir que sin derogar la ley de extranjería no hay feminismo, que sin derechos para las trabajadoras del hogar no hay feminismo.
¿Y qué pasó después? Al terminar la concentración me acerqué a mi amiga Clara Mallo para irnos juntas. Ella había estado sosteniendo un megáfono durante la lectura del manifiesto, para que una compañera pudiera leerlo y hacerse escuchar en la plaza. Y la policía, que nos había cercado durante toda la manifestación con decenas de efectivos policiales y varias lecheras, decidió entonces ir por la “chica del megáfono”. Porque quieren culpabilizar a alguien, para escarmentarnos a todas. La tensión creció cuando nos rodearon entre varios agentes y dijeron que la iban a identificar como “organizadora”, lo que negamos de plano, porque esa manifestación no la organizó nadie. Aunque no lo puedan entender, se trató de una respuesta autoconvocada del movimiento feminista, que circuló de boca en boca, a través de amigas o vecinas. Por eso decenas de mujeres cantaron: “Si tocan a una, tocan a todas”.
“Jóvenes feministas detenidas por la policía en Madrid mientras leían un comunicado por el 8M. Patrocinado por ‘el gobierno más progresista de la historia’”, puso un tuitero. Muchos comentarios similares circularon por redes sociales. Nada más que agregar. Gracias a todas por el apoyo, pero, sobre todo, gracias por seguir en las calles.
Hemos tenido un 8M desobediente, como tenía que ser. Porque después de un año de pandemia, con las mujeres en la primera línea de lucha contra el coronavirus, necesitábamos estar también en la primera línea por la defensa de nuestros derechos. Este 8M el mayor riesgo era quedarse en casa y que se...
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Josefina L. Martínez
Periodista. Autora de 'No somos esclavas' (2021)
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