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María José Barrera / activista por los derechos de las trabajadoras sexuales

“El asistencialismo son las migajas de los derechos que nos pertenecen”

Nuria Alabao 8/03/2021

<p>María José Barreda, en un acto en Sevilla el 3 de marzo de 2021.</p>

María José Barreda, en un acto en Sevilla el 3 de marzo de 2021.

José Luis Tirado

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María José Barrera forma parte del Colectivo de Prostitutas de Sevilla –CPS–, trabajó de prostituta en clubs durante diez años y hoy se dedica al empleo doméstico de limpieza. “Cuando fui prostituta nunca me consideré trabajadora sexual y no sabía lo que eran derechos laborales, que de hecho solo he conocido desde hace unos seis años”, dice. Esto le llevó a juntarse con otras prostitutas y exprostitutas para tratar de mejorar esas condiciones. Hoy hacen tareas de asistencia y apoyo mutuo, incidencia política y formación entre otras actividades propias de un colectivo de base. Quiere dejar claro que cuando ejercía no se consideraba víctima de explotación, “donde he trabajado he llamado por teléfono, me han dado plaza y he ido. Así funcionan los clubs”.

¿Por qué os habéis organizado?

El CPS nace el 10 de diciembre de 2017, el Día de los Derechos Humanos, y la primera vez que salimos a la calle fue el 8-M, el primero grandioso que tuvimos. Nos organizamos porque íbamos a ser perseguidas por un plan local del Ayuntamiento de Sevilla –en manos del PSOE– que es referente del movimiento abolicionista. Primero persiguieron a las compañeras de la calle y luego querían ir a por los pisos, pero eso no lo pueden hacer porque necesitan una ley estatal. La Ley de Libertad Sexual que quieren aprobar parece que va a servir para eso.

¿Cómo es vuestro trabajo en el colectivo?

Nuestro trabajo es sindicalista, anarquista y político, porque todo va de la mano. Nos tenemos que empoderar sindicalmente, pero una mujer feminista que no sea puta, que sea trabajadora del hogar o lo que sea, también, porque no estamos suficientemente sindicalizadas y así nos va. Tenemos que estar en los espacios donde se negocian nuestras condiciones laborales. Nos tenemos que formar para todo. Nosotras las estamos formando para negociar con los dueños de los club o con los dueños de un piso.

¿Cuáles son las dificultades específicas de organizarse en este sector?

El estigma. La vergüenza que nos ocasionan los demás por el hecho de ser putas. Eso hace que muchas mujeres no quieran poner el cuerpo en esta lucha. El abolicionismo también ha sido un problema dentro del movimiento feminista, porque la violencia que estamos recibiendo hace que muchas trabajadoras sexuales no se quieran acercar y a las compañeras feministas proderechos también se les quitan las ganas porque las machacan. Yo creo que si el movimiento feminista fuese de otra manera con el tema de la prostitución, más mujeres de todo tipo se acercarían a los espacios feministas, pero lo que se ve desde fuera es un alto grado de violencia que produce miedo o que te quita las ganas de participar.

¿Cómo va a afectar la nueva ley de Libertad Sexual al ejercicio del trabajo sexual o a los derechos de las trabajadoras sexuales?

La ley supuestamente gira en torno al consentimiento, pero no el de todas las mujeres. En esta ley, a las trabajadoras sexuales no se nos reconoce capacidad para consentir. Hasta ahora estaba penalizado el proxenetismo no coactivo, es decir, cuando te fuerzan a trabajar, pero ahora quieren penalizar a toda persona que reciba dinero de la prostitución. Entonces, los hijos mayores de 18 años podrían pasar a ser proxenetas, así como todos los que reciban dinero: desde el arrendatario que te alquila el piso, hasta la que te esté cuidando al niño, cualquiera. Para ellas todo es explotación sexual y no puede haber consentimiento aunque tú digas que ejerces voluntariamente. 

Si el movimiento feminista fuese de otra manera con el tema de la prostitución, más mujeres de todo tipo se acercarían a los espacios feministas

Y luego nos preocupa mucho la penalización de la tercería locativa: castigar que se nos alquilen habitaciones o viviendas donde se ejerce la prostitución. Y no solo afectaría a los clubs o a las casas de citas, o a aquellos lugares donde hay explotación, sino que también afectaría a las compañeras que ahora mismo tienen 60 o 70 años, que tenemos compañeras así con esta edad que son dueñas de casas o que dan servicios porque no pueden hacer otra cosa. No tienen derecho a pensión ni a nada. ¿Qué pueden hacer para sobrevivir? Acaban trabajando en cosas derivadas. Lo que hemos visto en Argentina con una formulación parecida de la ley es que ha acabado gente en la cárcel y muchas son mujeres, como estas mayores, un 40% según los datos disponibles.

Desde el Ministerio de Igualdad dicen que esta norma solo va a afectar a terceros, no a las mujeres que ejercen.

Es muy difícil aportar argumentos o debatir con un movimiento abolicionista para el que toda prostitución es violación. Ahí no hay mucho margen para pedir comprensión con las condiciones de vida de nuestras compañeras. Pero las consecuencias que están teniendo leyes parecidas para otras compañeras en otros países son devastadoras. En Argentina han conseguido cerrar muchas güisquerías, clubs… Nuestras compañeras ahora están en las calles trabajando de forma clandestina. Cuando no quieres que te vean, que te reconozcan, tú te ocultas. Y si vas a ser perseguida por trabajar para terceros lo único que puedes hacer es ocultarte más y eso te hace más vulnerable a la violencia por ejemplo o negocias los servicios con menor capacidad.

Es increíble que digamos que se van a cerrar todos los clubs. ¿Y qué alternativa le dan a todas las compañeras que están ahí? Porque hablan de dar alternativas pero nuestra experiencia no es esa. Yo tengo compañeras prostitutas migrantes que conozco de cuando yo ejercía y que todavía trabajan en eso desde hace veintitantos años. Aquí, en Andalucía, el PSOE dijo que les iba a dar la tarjeta sanitaria. Si estas compañeras la hubiesen tenido para que les sirviese como prueba de arraigo para poder tramitar el permiso de residencia, hubiesen podido buscar otros trabajos. Es gente que igual quiere trabajar en otra cosa pero no tiene papeles. Pero es que aquí, en la comunidad más abolicionista de España, no se le ha dado alternativa ninguna ni de papeles ni de trabajo.

Aquí, en la comunidad más abolicionista de España, no se le ha dado alternativa ninguna ni de papeles ni de trabajo

Así que esta ley de libertad sexual que están vendiendo como la panacea, que va a terminar con la prostitución para terceros es una vergüenza porque otra vez más a nuestras compañeras las dejan sin nada. No hay alternativas para ellas ni habitacional ni laboral ni de ayudas, porque no las hemos visto ni en tiempos de pandemia. Ni en la pandemia ni en confinamiento hemos tenido nosotras derecho ni siquiera a pan, porque por no tener empadronamiento en muchos territorios no da atención ni recursos básicos.

¿No están llegando las ayudas específicas que se anunciaron para prostitutas?

No están llegando, lo decimos nosotras y lo dicen Médicos del Mundo y otras entidades. Era la primera vez que nosotras pedíamos recursos básicos para comer, que es muy fuerte. En nuestro caso, tan solo dos compañeras han conseguido el ingreso mínimo vital de 80 euros que lo han pedido, y eso es porque son españolas y porque ya estaban cobrando la ayuda por hijo a cargo que se convertía automáticamente en un ingreso mínimo vital. Si no, no llegan.

La situación que habéis vivido con la pandemia, ¿crees que hubiera sido otra si hubierais tenido derechos reconocidos como trabajadoras? 

Por supuesto, no se nos hubieran vulnerado los derechos humanos por el hecho de ser putas o por el hecho de seguir queriendo ser puta. Se nos vulnera el derecho a tener información de cómo cambiar tu situación de irregularidad dentro de los clubs; se nos vulneran en el momento en que somos perseguidas a través de las ordenanzas municipales. La gente puede andar por la calle, pueden pararse en la vía pública. Nosotras, si nos paramos en la vía pública, podemos ser multadas. Y luego se nos niegan derechos como los derechos laborales, que al final lo engloba todo. porque el asistencialismo son las migajas de los derechos que nos pertenecen.

¿Cuáles son vuestras principales reivindicaciones?

Nuestro objetivo último es el de conseguir derechos laborales. Luego durante este recorrido primero hay que conseguir la descriminalización que no se nos multe o se nos castigue. Nosotras pedimos por ejemplo protección real para las compañeras víctimas de trata y de explotación para que tengan la fuerza para poder denunciar; que se le de permiso de residencia en el momento en el que se hace la denuncia no únicamente después de que haya una sentencia. También están obligadas a denunciar para conseguir protección y muchas no denuncian porque no pueden demostrar ni siquiera que son víctimas.

¿Cómo afecta la Ley de Extranjería al trabajo sexual?

La Ley de Extranjería es lo peor para esta actividad. De hecho, cuando hay una redada dicen: “Hemos rescatado a sesenta mujeres”. No, os habéis llevado a sesenta mujeres irregulares a la comisaría. Esas mujeres, por estar en situación irregular, las vais a llevar a los CIES y les vais a poner una orden de expulsión, pero no vais a salvar a ninguna. La Ley de Extranjería sirve para que haya más mujeres vulnerables. Los dueños de los clubs también te amenazan o te pueden imponer condiciones. Cuando nuestra situación se vuelve cada vez más peligrosa para trabajar, acabamos acudiendo a terceros.

Los colectivos de trabajadoras sexuales tenemos una tarea pendiente que es acercarnos a más compañeras no politizadas para saber qué quieren

¿Cuál es la manera entonces para que las trabajadoras sexuales tengan la mayor autonomía posible?

Como exprostituta a mí me gustaría que todas tengan la máxima capacidad de decisión sobre su trabajo: que ellas alquilen habitaciones si quieren, trabajen para terceros, o en la calle. Los mayores problemas se dan trabajando para terceros, pero creo que eso lo tiene que decidir cada una. Para nosotras la mejor manera es el reconocimiento de derechos laborales en cualquier espacio. Aunque creo que los colectivos de trabajadoras sexuales tenemos una tarea pendiente que es acercarnos a más compañeras no politizadas para saber qué quieren. Nosotras estamos trabajando para poder entrar en los clubs como el resto de organizaciones de asistencia. Hasta que yo no entre ahí y hable con esas compañeras y le ponga ojo sindicalista, ojo puta, y ojo derechos sociales, yo no me voy a posicionar sobre qué podemos hacer con el trabajo para terceros. Lo ideal es que todas se organicen de la manera que decidan, pero eso ahora mismo es muy difícil con el panorama que tenemos.

¿Cómo afecta el marco de la trata a la hora de reivindicar derechos para el trabajo sexual?

Todo se confunde a propósito con la trata. Además parece que solo haya trata en la prostitución y se nos olvida que hay en otros sectores como el campo. Mucho de lo que sucede se vende como trata cuando, realmente, a nuestras compañeras se las llevan fundamentalmente por estar en situación irregular y luego vuelven a los clubs al día siguiente, los clubs no se cierran. Si hubiese tanta trata como dicen los resultados que da la policía de cuántas mujeres protege al año serían otros y los clubs estarían cerrados ya. No hay números reales, solo porcentajes manipulados para que la gente crea que todo es trata, pero la sociedad no lo cree. Por ejemplo, los vecinos de La Carlota, un pueblo de aquí de Córdoba, que tienen dos clubs en su pueblo, ¿se van a creer que las compañeras ahí son víctimas de trata y esos clubs no los cierran? Además conocen a las trabajadoras, van a la peluquería, al supermercado, y en muchos sitios las ves tomando el café con las vecinas.

María José Barrera forma parte del Colectivo de Prostitutas de Sevilla –CPS–, trabajó de prostituta en clubs durante diez años y hoy se dedica al empleo doméstico de limpieza. “Cuando fui prostituta nunca me consideré trabajadora sexual y no sabía lo que eran derechos laborales, que de hecho solo he conocido...

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Autora >

Nuria Alabao

Es periodista y doctora en Antropología Social. Investigadora especializada en el tratamiento de las cuestiones de género en las nuevas extremas derechas.

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