copa del rey
Athletic-Real, historia de una final diferente
Los dos equipos se han enfrentado en numerosas ocasiones. A lo largo de los años, la rivalidad entre sus aficiones siempre ha estado marcada por la deportividad y la fraternidad. El derbi vasco es el único no declarado de alto riesgo
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Hay muchas maneras de titular la final que disputarán el Athletic y la Real el próximo 3 de abril en el estadio de La Cartuja de Sevilla. Para algunos será la gran fiesta del fútbol vasco, otros la verán como la final más larga de la historia, hay quien espera que el partido ponga fin a varias décadas sin títulos y quien está más preocupado por una posible derrota frente al máximo rival. La realidad es que, por diferentes motivos, esta va a ser una final muy especial.
En una sociedad que ha estado tan dividida políticamente, la identidad ha significado siempre un elemento de primer orden y el club de fútbol una de las pocas instituciones capaces de vertebrar a toda una ciudad, e incluso a una provincia. Porque la Real representa a los donostiarras tanto como la tamborrada, igual que el Athletic genera una unanimidad en Bilbao que no consigue ni la virgen de Begoña y a la que ya desearía acercarse el PNV. Ese es el principal valor del fútbol vasco, la importancia que ambos clubes tienen en su comunidad, la identificación entre equipo y afición.
Son muchos los que dicen que se trata de la primera final entre equipos vascos, pero no es así. Ni siquiera es la primera final de Copa entre el Athletic y la Real. En 1927 el Real Unión de Irún venció en la final al Arenas de Getxo y en 1913 el Racing de Irún se había impuesto al Athletic. Si retrocedemos un poquito más en la historia vemos que, en 1910, el Athletic venció en la final de Copa al Vasconia en el viejo campo de la playa de Ondarreta de San Sebastián. Aquel Vasconia no era otro equipo que la Real Sociedad, obligada a jugar bajo otra denominación porque el reglamento de la Federación Española de Clubs de Football, predecesora de la Real Federación Española de Fútbol, establecía una antigüedad mínima para disputar la competición.
Seguramente aquella final de 1910 entre Athletic y Real no despertó tanto interés como esta. El de principios de siglo era un fútbol todavía incipiente, en una sociedad en la que las comunicaciones eran precarias y los enfrentamientos entre equipos de diferentes provincias excepcionales. Las rivalidades se limitaban a un ámbito local, los enfrentamientos entre Real Sociedad y Real Unión de Irún eran los que más interés despertaban en la zona, igual que ocurría entre el Athletic y el Arenas de Getxo.
Los más veteranos aficionados del Athletic siguen considerando a la Real como un club simpático y defienden que los verdaderos rivales son Madrid y Barcelona
Un año después de aquella final entre Athletic y Real, ambos equipos protagonizaron un enfrentamiento que tendría importantes consecuencias para el fútbol español. A principios del siglo XX era frecuente que los clubes ficharan a jugadores extranjeros, principalmente británicos, para reforzarse durante la Copa. Con el objetivo de poner fin a esta práctica la Federación obligó a que los miembros de cada equipo llevaran al menos seis meses viviendo en la ciudad. Al llegar los diferentes equipos a Bilbao para disputar la Copa, la Real Sociedad denunció la presencia de dos fichajes ingleses, demasiado recientes, entre los jugadores del Athletic, dando inicio a un conflicto que terminó con una pelea nocturna entre jugadores y la posterior retirada de la Real, el Barcelona y la Academia de Caballería de Valladolid. El Athletic terminó ganando aquella Copa y posteriormente la Federación decidió prohibir la participación de cualquier jugador extranjero. Desde entonces el equipo bilbaíno ha jugado siempre con jugadores vascos o salidos de la cantera de algún equipo vasco.
La posterior profesionalización del fútbol y la creación de La Liga en 1928 trajeron como consecuencia la necesidad de contar con una masa de socios lo suficientemente grande como para que los clubes contaran con un presupuesto competitivo. Así desaparecieron del primer plano equipos como el Real Unión o el Arenas de Getxo, y Athletic y Real quedaron como los habituales representantes del fútbol vasco en Primera División. Eran tiempos en los que el Athletic acostumbraba a pelear por los títulos de Liga y Copa, mientras que la Real sufrió varios descensos a Segunda División.
En Bilbao los partidos frente a la Real eran visto como una buena oportunidad para visitar una ciudad que siempre han envidiado por su belleza, mientras que los donostiarras viajaban ilusionados a Bilbao, esperando una sonada victoria y acostumbraban a volver derrotados por los Zarra, Panizo, Gainza y compañía. El periodista Iñaki Gabilondo recuerda cómo su padre le llevó en 1951 a San Mamés, seguro de que una Real que contaba entonces con Epi, Ontoria, Igoa o Eizaguirre ganaría al Athletic y se volvieron a casa con siete goles, cinco de ellos obra de Telmo Zarra.
El periodo de superioridad del Athletic duraría todavía hasta mediados de la década de los 70, cuando la Real combinó un equipo en el que la generación de los Gorriti, Martínez, Urreisti o Arzak, empezaba a dar paso a los Arconada, Zamora, Satrústegui o López Ufarte. Ya no era tan extraño que la Real se impusiera al Athletic. La rivalidad seguía, sin embargo, siendo fundamentalmente amistosa y el derbi esencialmente un día de fiesta. Así se entiende que el 5 de diciembre de 1976, en plena transición, con el País Vasco en medio de una enorme agitación política, el público de Atotxa recibiera a los jugadores de Athletic y Real bajo una estruendosa ovación cuando Kortabarria e Iribar saltaron al campo sosteniendo una ikurriña todavía prohibida. Ambos equipos, formados íntegramente por jugadores de su cantera, reflejaron la proximidad que existía entre equipo y afición y dejaron para el recuerdo una imagen que evidencia la importancia de estos clubes de fútbol en sus respectivas provincias y el valor de la identidad social a través del deporte.
Para redondear la fiesta, aquel día la Real ganó por 5-0, incluyendo un majestuoso gol de Satrústegui ante todo un José Ángel Iribar. Era el preludio de unos años en los que Athletic y Real se acostumbraron a ganar títulos, dos Ligas y una Copa para cada uno, sin que la rivalidad deportiva hiciera mella en la relación entre los clubes y sus aficionados. Eran los años en que las plantillas de ambos equipos se reunían a principio de temporada para celebrar una comida a mitad de camino entre Bilbao y San Sebastián, mientras en Madrid y Barcelona denunciaban teóricos favores en los enfrentamientos entre equipos vascos.
Cuando en el verano del 94, Joseba Etxeberria pagó la cláusula de rescisión para fichar por el Athletic, la relación entre ambos clubes y aficiones llegó a su punto más bajo
Aquellos fueron los años dorados del fútbol vasco, con ambos equipos plagados de canteranos, ganando títulos, y con unas plantillas perfectamente identificadas con la sociedad de la que formaban parte. Después el fútbol ahondó en la profesionalización, la llegada de las televisiones privadas y el pay per view multiplicaron los ingresos y se removieron los cimientos de todos los clubes de La Liga. En pocos años Athletic y Real multiplicaron el número de fichajes, al tiempo que reducían la cantidad de canteranos en el primer equipo. La Real volvió a abrir la puerta a los extranjeros, mientras el Athletic ponía el foco en la cantera de los equipos vascos. Los fichajes de Loren o Alkiza despertaron gran malestar entre los aficionados guipuzcoanos y cuando, en el verano del 94, Joseba Etxeberria pagó la cláusula de rescisión para fichar por el Athletic, la relación entre ambos clubes y aficiones llegó a su punto más bajo.
Curiosamente, en los mismos años en que los partidos entre Athletic y Real vivieron un clima de tensión que no se había conocido antes, nació la asociación Euskal Hintxak, la unión de los grupos más radicales de Real, Athletic y Osasuna, próximos a la izquierda abertzale. Desde la creación de esta asociación, se tomó la costumbre de organizar kalejiras(pasacalles) para ir ambas aficiones juntas al estadio bajo la pancarta unitaria de Euskal Hintxak.
Las aficiones estuvieron a la altura de los cambios producidos en un fútbol cada vez más profesionalizado al permitir que el derbi vasco siguiera siendo un partido de fraternidad. Los clubes, por el contrario, no cesaron en una política de contrataciones que no beneficiaba a ninguno de ellos. La Real descendió en 2007 a Segunda con 16 fichajes en su plantilla. El Athletic rondó varias veces los puestos de descenso y en 2011 llegó a alinear un equipo sin ningún jugador vizcaíno.
En esta última década ambos clubes han vuelto a reducir el número de fichajes y a acumular en su primer equipo una cantidad de canteranos muy por encima de cualquier otro equipo de Primera División. Casualidad o no, han vuelto a frecuentar los puestos nobles de La Liga, convirtiéndose en habituales rivales por los puestos europeos. Los más veteranos aficionados del Athletic siguen considerando a la Real como un club simpático y defienden que los verdaderos rivales del Athletic son Madrid y Barcelona. Los más jóvenes, por el contrario, han crecido viendo a la Real siempre a la altura del Athletic y cada vez dan más importancia al derbi vasco. En Gipuzkoa, por el contrario, ganar al Athletic sigue siendo uno de los alicientes de la temporada.
En los últimos años, el potencial económico de ambos clubes se ha igualado mucho y con él, el nivel de ambas plantillas. La final de Copa de 1910 enfrentó a dos equipos muy parecidos en un fútbol todavía amateur. El profesionalismo favoreció durante décadas a un Athletic, arropado por una provincia más poblada, hasta que la multiplicación de los ingresos por los derechos de televisión ha vuelto a igualar las fuerzas. La final de Copa coronará con un título grande a uno de los dos equipos y dará lugar a infinidad de historias y anécdotas que se seguirán recordando durante años. Mientras tanto, las dos aficiones seguirán haciendo del derbi vasco el más bonito espectáculo de una rivalidad entendida desde la deportividad y la fraternidad, el único derbi que no es declarado de alto riesgo y en el que la presencia policial es puramente decorativa.
Hay muchas maneras de titular la final que disputarán el Athletic y la Real el próximo 3 de abril en el estadio de La Cartuja de Sevilla. Para algunos será la gran fiesta del fútbol vasco, otros la verán como la final más larga de la historia, hay quien espera que el partido ponga fin a varias décadas sin títulos...
Autor >
Xabier Rodríguez
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