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El Atlético de Madrid perdió ayer en el Sánchez Pizjuán un partido que seguramente merecía perder. Lo que no tengo tan claro es la legitimidad con la que justicia poética y justicia real acabaron dándose la mano.
A pesar de lo que pueda parecer, especialmente si uno se deja llevar por ese mantra insoportable de los que tienen secuestradas las retransmisiones oficiales, los partidos de fútbol, de momento, no los gana el equipo que mejor juega, sino el que más goles es capaz de anotar. Esto, que podrá parecer evidente –o incluso lindante con la demagogia–, no deja de ser una verdad tan poderosa que termina condicionando el resto de las verdades. El Sevilla de Lopetegui fue mejor equipo. Eso es así. Planteó mejor el partido, puso más intensidad, ganó casi todos los frentes del juego (particularmente durante la primera parte) y durante prácticamente todo el partido mantuvo la sensación de estar más cerca que su rival de adelantarse en el marcador. Siendo verdad todo lo anterior, también es verdad que uno es incapaz de recordar una sola ocasión de verdadero peligro por parte del cuadro andaluz más allá de ese madrugador penalti, que fue consecuencia de un pisotón extemporáneo y no de una ocasión de gol. Lo que sí recuerdo es un tiro a las nubes de Hermoso, con toda la portería para él, y una gran parada de Bounou tras un remate a bocajarro de Correa.
El Atleti necesita dos cosas de forma urgente: recuperar el mayor número de jugadores y quitarse de encima esa mochila de ansiedad con la que sale al terreno de juego
Llegado a este punto, parece claro que la jugada del único gol que subió al marcador es esencial para entender el resultado final del partido. Una jugada que debió anularse desde el inicio, porque el Sevilla recuperó el balón con una mano tan evidente que cualquiera de los cuatros colegiados que había sobre el terreno de juego debería haberla visto. Por alguna razón no fue así, no la vieron, pero el fútbol profesional se ha modernizado hasta el punto de ser capaz de equilibrar este tipo de injusticias. Un segundo después de terminar la jugada, todos, incluido el árbitro principal, sabíamos que el inicio había sido ilegal y que, al haber concluido en gol, la jugada debería quedar anulada. Eso es lo que dice el reglamento, por mucho que hoy, como cada vez que surge un fenómeno inexplicable, aparezca alguna interpretación creativa o un nuevo protocolo mágico y clandestino, de esos que cambian el fútbol cada quince días.
Es decir, guste o no reconocerlo, el tipo que hizo que la posible segunda tarjeta amarilla de Diego Carlos por falta temeraria (interpretable) o por mano que corta la jugada (no tan interpretable) acabasen en sendas tarjetas amarillas para Luis Suárez y Llorente –los dos máximos goleadores del equipo colchonero que, gracias a ello, no jugarán el próximo partido– influyó en el resultado final más que cualquiera de los jugadores que protagonizaron el partido.
Eso sí, lo anterior no justifica ni tiene que ver con el mal partido que hicieron los de Simeone y el buen partido que hizo el Sevilla. Lo uno no anula a lo otro y viceversa.
Empezando por el final, creo que el Atleti necesita ahora mismo dos cosas de forma urgente: recuperar el mayor número de jugadores lo antes posible y quitarse de encima esa mochila de ansiedad con la que sale al terreno de juego. Estas dos cosas son las que, a mi entender, condicionaron el mal partido de los rojiblancos.
Saúl de carrilero y Lemar acompañando a Koke en el centro. Si eso no es una medida desesperada, se le parece mucho
No soy muy fan del sistema de tres centrales como verdad incuestionable. Creo honestamente que si ha funcionado bien en el Atleti es simplemente porque eso permitía que jugasen a la vez los mejores futbolistas que en ese momento tenía la plantilla. Con otros protagonistas, el resultado es muy diferente. Sin Carrasco, sin João y, sobre todo, sin un centrocampista solvente que compense a Koke, me parece que el sistema de tres centrales crea más problemas de los que soluciona. Especialmente cuando tienes que alinear a tantos jugadores lejos de su mejor momento. La primera parte de Felipe fue atroz (Savić estaba con gastroenteritis), Lodi sigue siendo completamente irrelevante (Carrasco volvía a estar lesionado) y Saúl, que sigue lejos incluso de su peor versión, volvió a realizar un partido para olvidar. Demasiado hándicap para jugar frente a un buen equipo como el Sevilla que fue más valiente, puso más intensidad y pasó por encima de su rival hasta que Simeone rectificó el sistema a punto de llegar ya al descanso. Pero ojo al apaño que tuvo que hacer: Saúl de carrilero (hacía menos daño que perdiendo balones en el centro y no empeoraba a Lodi) y Lemar acompañando a Koke en el centro. Si eso no es una medida desesperada, se le parece mucho.
Aun así, la segunda parte fue diferente. El dominio andaluz no fue tan evidente y apenas existieron llegadas a la portería. La sensación a falta de veinte minutos era que cualquier genialidad o error decidiría el partido. Lo que no esperaba es que ese punto de inflexión lo marcase el árbitro (Gil Manzano) y no cualquiera de los buenos jugadores que había sobre el césped. Juzguen ustedes si fue una genialidad o un error.
Koke, Oblak y Luis Suárez, con mayor o menor sutileza, dijeron al final del partido que el Atleti compite contra todo y contra todos. Personalmente tengo la misma sensación. Y creo que Simeone también, a pesar de no poder insinuarlo por ser muy consciente de lo implica en su caso decir lo que piensa.
La situación es complicada, las fuerzas están justas, los ánimos parecen tocados y el establishment está encantado de que la Liga pueda acabar como Dios manda (que es como Javier Tebas ha reconocido públicamente que quiere). Pero esto es fútbol y estamos hablando del Atlético de Madrid de Simeone. Es decir, partido a partido.
El Atlético de Madrid perdió ayer en el Sánchez Pizjuán un partido que seguramente merecía perder. Lo que no tengo tan claro es la legitimidad con la que justicia poética y justicia real acabaron dándose la mano.
A pesar de lo que pueda parecer, especialmente si uno se deja llevar por ese mantra...
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