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Comencemos rápidamente con lo obvio. El empate en el Camp Nou entre Barça y Atlético de Madrid, a falta de saber el resultado del Sevilla contra el Real Madrid, hace que los rojiblancos no dependan de sí mismos para ganar la Liga por primera vez en muchas jornadas. Siendo este un contratiempo significativo, es también un contratiempo consustancial al fútbol. Al fútbol, sí, porque esto no es una máquina gobernada por algoritmos donde siempre ocurre lo más lógico o lo que yo quiero que ocurra. El fútbol es un deporte en el que se puede ganar, perder o empatar, por mucho que cueste asimilarlo desde la histeria del exigente o desde el que no entiende que la derrota es parte del juego. Es más, la Liga dura 38 jornadas y todas, excepto la última, cuentan exactamente lo mismo.
Continuemos con lo menos obvio. El Atlético de Madrid saltó al feudo blaugrana con la intención de ganar el partido. Y parece casi una expresión de perogrullo, pero no lo es. Hace años, en aquella travesía por el desierto que fue esa época previa a la llegada de Simeone, el que esto escribe no soñaba con un equipo que ganase alguna vez al FC Barcelona de Leo Messi, sino con uno que saliese siempre a ganar al FC Barcelona de Leo Messi y que además tuviese la posibilidad de hacerlo. Eso es exactamente lo que tenemos ahora.
El planteamiento táctico de Simeone fue perfecto. Y valiente, ojo. El Atleti saltó al Camp Nou con un único mediocentro, que tampoco lo era del todo. Aunque estamos hablando de Koke, claro. Uno de los jugadores más importantes de la última década para este Club y un jugador que ha vuelto a vaciarse tras realizar un gran partido. Subiendo la defensa de tres, con un Hermoso particularmente inspirado, con Llorente echando un cable en las labores de equilibrio y con los extremos e interiores siendo muy dinámicos en ataque y generosos en defensa, el Atleti se adueñó del partido e hizo una primera parte prácticamente perfecta. Solo faltó lo que ha faltado tantas veces: el gol. Porque el rojiblanco, asimilémoslo, es un equipo con muchos problemas en lo que resulta ser la faceta más importante del fútbol. Lemar, Carrasco, Luis Suárez y hasta Felipe, que envió el balón por encima del larguero con todo a su favor, se estrellaron con uno de los fantasmas colchoneros más recurrentes.
La segunda parte fue muy parecida a la primera hasta que empezaron a flaquear las fuerzas, entrando ya en el tramo final. En ese momento el partido se abrió algo (no mucho) y podría haber ocurrido cualquier cosa a favor de cualquiera de los equipos. En los resúmenes verán que el Barça tuvo algunas llegadas y un par de ocasiones claras, pero ninguna de ellas fue el resultado de un gran planteamiento táctico o de la continuidad en el juego. Todas ellas tuvieron que ver con que en las filas azulgranas juega un tipo llamado Leo Messi que, incluso bajo de forma o con años suficientes como para que cualquier tipo de declive pudiera estar perfectamente justificado, sigue siendo un jugador estratosférico.
Y concluyamos con lo verdaderamente importante. El Atlético de Madrid lleva encabezando la Liga desde noviembre. Son muchos meses. En ese tiempo hemos visto una revisión exitosa de lo que parecía un esquema anquilosado, hemos visto grandes partidos y también hemos visto tramos fantásticos de muchos jugadores. Aun así, subidos a esa ola de inmediatez histérica que replica los modos de los que venden el “producto” según los supuestos gustos del espectador malcriado, la sensación, incluso entre la propia parroquia colchonera, ha sido la de estar atravesando una especie de calvario insoportable. Jornada tras jornada, siempre había peros o alguna polémica absurda. Incluso cuando se ganaba. Empatando o perdiendo era peor, porque además había que sacrificar a alguien en el monte Moriah. Siempre había un reproche para el entrenador, una nueva exigencia a la plantilla o un insulto para el que tenía un error. Siempre faltaba algo. Hay un proverbio persa que dice que la mitad de la alegría reside en poder hablar de ella, pero parece que es imposible hablar del Atleti en términos elogiosos. Parece que está prohibido ser feliz.
¿Tiene sentido vivir de esa manera una temporada de escándalo que además está todavía por decidir? No, no lo tiene. Y personalmente me niego, además. Me niego a aceptar esta forma “extranjera” de vivir el fútbol en la que uno solamente puede ser feliz los diez minutos que van desde que se gana un título hasta que una agencia de noticias anuncia cuál será el siguiente fichaje.
El Atleti y el Barça han empatado un partido que deja todo abierto y tendrán que seguir jugándose la Liga en las tres jornadas que quedan. ¿Y qué pasa? Como decía Antonio Gala, la felicidad es darse cuenta de que nada es demasiado importante. Seguro que será divertido. Disfruten de este Atleti, porque es uno de los mejores de la historia.
Luego ya veremos lo que pasa.
Comencemos rápidamente con lo obvio. El empate en el Camp Nou entre Barça y Atlético de Madrid, a falta de saber el resultado del Sevilla contra el Real Madrid, hace que los rojiblancos no dependan de sí mismos para ganar la Liga por primera vez en muchas jornadas. Siendo este un contratiempo significativo, es...
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