Alma colchonera
El drama de la excepción
Athletic 2 - Atleti 1
Si al cuadro colchonero lo superan en intensidad se convierte en un equipo del montón. Lo sabemos todos, incluidos los rivales
Ennio Sotanaz 26/04/2021
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Suele ser más fácil explicar las victorias que las derrotas. Especialmente cuando las primeras forman parte de lo cotidiano y las segundas aparecen solamente de forma excepcional, con el aspecto de un fenómeno catastrófico. Partiendo de que la objetividad es un concepto teórico que no existe, y que eso hace que la subjetividad sea el eje de coordenadas desde el que analizamos el mundo, la victoria, al contrario que la derrota, es siempre merecida. Para justificarla basta seleccionar la secuencia de fenómenos positivos que nos ha llevado hasta allí y entender que todo lo demás estaba alineado para llegar al mismo sitio. La derrota es mucho más puñetera de argumentar. Sobre todo, cuando has asimilado que ganar es una especie de droga que te lleva a un estado mental que no existe. Cuando la necesitas para olvidarte de quién eres. Cuando provoca síndrome de abstinencia. Cuando te han hecho creer (o te has creído) que las victorias no se consiguen, sino que se tienen; que son tuyas antes de que se pongan en juego. Cuando estás convencido de que la excepción es la norma o que ganar es simplemente conservar algo que en realidad nunca has tenido.
El Atlético de Madrid no ha sido capaz de ganar en San Mamés y eso le va a complicar la vida. Es la cuarta vez que pierde en lo que llevamos de Liga (el Barça, sin ir más lejos, ha sufrido más derrotas), pero poca gente lo verá desde ese punto de vista. Aunque técnicamente sea excepcional, lo cierto es que ha provocado un cisma en lo alto de la clasificación y que el equipo de Simeone ya no parte con ventaja para lo que queda de campeonato. Es lo malo de estar en la pelea, que la puedes perder. Y las sensaciones no son buenas, además, pero resultaría muy cínico plantearlo de otra forma.
¿Por qué ha perdido el equipo en Bilbao? Una buena pregunta cuya respuesta podría perderse fácilmente en los terrenos de la demagogia, el ventajismo o de las excusas baratas. Intentando huir de lo anterior, creo que la derrota, más allá de la evidencia de los goles, se explica mezclando tres aspectos concretos (alguno ya recurrente): configuración de la plantilla, falta de precisión y gestión de la intensidad.
Uno de los grandes problemas históricos del equipo colchonero ha sido la necesidad de uno o varios centrocampistas con capacidad para equilibrar el equipo y sacar el balón jugado con velocidad. Especialmente ahora, que la presión adelantada y la agresividad rival es algo muy cotidiano. Desde que Tiago y Gabi abandonaron la nave rojiblanca el Atleti ha adolecido de esa figura. Pudo ser Rodri, pero la dirigencia lo condecoró con una cláusula al alcance de esos equipos que juegan con las cartas marcadas. Simeone se inventó después a Thomas, pero el ghanés está ganando más dinero por luchar la décima posición de la Premier. El nuevo milagro de este año consistía en utilizar a un suplente del año pasado (Herrera) y rodearlo de mediapuntas que pudieran dar velocidad. Y funcionó, sobre todo cuando conseguían que el rival no impusiese su ritmo. Hasta que apareció la covid-19 y las lesiones inoportunas. El Atleti, fue ayer incapaz de manejar el balón y contrarrestar la agresividad del rival durante toda la primera parte. En esas circunstancias, con Herrera presionado, sin Lemar o João, con Koke jugando a equilibrar carencias y con un Saúl que cuesta (mucho) justificar que siga siendo titular en este equipo, no da. Y podemos ser ventajistas y agarrarnos a las bondades de lo que podría haber ocurrido sí, pero personalmente no creo que exista algo en el banquillo que lo mejore.
La precisión es fundamental en la élite del fútbol actual, pero el Atleti viene careciendo de esa característica y lo está pagando muy caro. La falta de precisión provocó la jugada en la que el Athletic se adelantó en el marcador. También provocó la mayoría de las pocas ocasiones del rival. La falta de precisión en el centro del campo ralentizaba el juego. La falta de precisión hace que la mayoría de los ataques rojiblancos se pierdan en la espesura del pequeño error. La falta de precisión a la hora de rematar (Correa, Carrasco, Koke, Lemar…) hicieron que la punta de flecha del equipo se transformase en una ventosa inofensiva.
El Athletic saltó al campo como si estuviese jugándose una final. ¿Raro? Puede, pero es absurdo pararse en esa valoración. Hizo bien porque eso les sirvió para ganar. Punto. El Atleti, que rara vez especula con el esfuerzo (y me parece muy injusto achacarles algo así), debería haber esperado ese arranque, esa presión al límite y esa colección de faltas tácticas. No lo hizo y tardó más de media hora en encontrarse. Para entonces ya era tarde. Entiendo que es difícil mantener el nivel de concentración y esfuerzo que requiere jugar en este Atleti, pero ahí está la clave. Para bien y para mal. Si al cuadro colchonero lo superan en intensidad se convierte en un equipo del montón. Lo sabemos todos, incluidos los rivales.
Llegado a este punto, parece que los modos contemporáneos piden cabezas. Culpables. Piezas de carne que puedan ser sacrificadas en el altar de la actualidad y que su sangre apacigüe así la ira de los dioses caprichosos. Es lo que hacen en los barrios vecinos. Es lo que pide la realeza feudal. Es lo que exige el Ministerio de la Verdad. ¿Pero es eso lo que hace la gente que voluntariamente ha decidido identificarse con esa idea llamada Atlético de Madrid? Yo creo que no.
Suele ser más fácil explicar las victorias que las derrotas. Especialmente cuando las primeras forman parte de lo cotidiano y las segundas aparecen solamente de forma excepcional, con el aspecto de un fenómeno catastrófico. Partiendo de que la objetividad es un concepto teórico que no existe, y que eso hace que...
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